Comienzo hoy un diario que espero sea mi compañero en este ultimo tramo del camino. Como todo cuerpo que llega a su destino, retardo el movimiento, lento y sereno en esta senda de atardeceres y de sombras claras. Camino atento, indiferente a los antiguos señores, al deseo inagotable, a las pretensiones de las cosas. Sí, una gran atención, “humano, presta atención”. Y silencio, un gran silencio. Sólo así es posible escuchar. Siento que ese momento de desagregación que es el morir está cerca. Y cuanto más clara la sensación, mayor el sentimiento de familiaridad con el camino, un paisaje conocido, como si estuviese regresando, se abren las puertas de algo ya vivido, voces olvidadas vuelven e intento responder.
Siempre con mayor nitidez sueño con mi madre. Me habla. Estoy en el huerto de mi infancia. Digo “mamá” y la veo subiendo las escaleras que la llevan a mi encuentro. “Voy!” exclama. Despierto. Pero en cada sueño está más cerca. El presente diario, como compañero oportuno y no fatigado por buscado, lo tendré a mi lado cuando naturalmente germine en cualquier momento del camino. Todo puede ser su contenido, no hay límites al mismo pués en definitiva siempre los caminos de la vida y de la muerte se confunden desde la perspectiva de la verdad que ahora fluye arrolladora en esta estación y que vuelve valiosa la preocupación por el mundo y la solidaridad al relativizarla y ponerla como entre paréntesis.