Un periódico es como la ciudad en la que se edita, también una ciudad, grande o pequeña como aquella. En peso cultural es muy difícil que supere el de su ciudad pero, en cambio, es frecuente que sea mucho menor que el que le correspondería. Este es el caso de Faro (de Vigo). Si uno recorre sus calles, le asaltan multitudes ruidosas, conversaciones anodinas, exposiciones sin mayor interés, conferenciantes tópicos para lo que espera la gente media y la inevitable turba de psicólogos, economistas, nutricionistas, propagandistas religiosos, también el adorno de algún revolucionario jubilado. Toda esta vida, cuando pasan veinticuatro horas, se ha marchitado y ha sido arrastrada por el servicio de limpieza del olvido. Salvo excepciones, que pertenecen a un tiempo pasado, los políticos que gobiernan Faro y, en concreto, su alcalde-director, procuran satisfacer el gusto mediocre de sus votantes-compradores, sin ambición pedagógica alguna. Ambición imposible, por otra parte, pues unos y otros proceden de las mismas filas y si, por milagro, alguien de entre los políticos de Faro pretendiera hacer algo diferente, ahí están los delegados de los órganos de vigilancia de la federación de ciudades en que se inserta. En el caso de Faro, una de las más grises, monótonas y prescindibles, fiel reflejo de sus planificadores privados.-
Ayer, aprovechando el buen tiempo, decidí un paseo por las rúas de Faro. No anduve mucho tiempo, al doblar la primera esquina tropecé con un local de exposiciones en el que se mostraban los últimos hallazgos sobre la adolescencia de un gran escritor. Muy interesado, en la vida y obra del mismo, avancé hacia la sala principal, lleno de expectativas, pero que decepción! El gran cartel anunciador, sito al lado del portal de acceso, mostraba dos fotografías del escritor y de una mujer, que ciertamente no correspondían a su adolescencia, sino a diez años más tarde, dispuestas en una estética de esos programas que a la entrada de los cines de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo repartían entre los espectadores, tal una pareja de Hollywood, unidos por la frase típica de una carta privada del primer amor. Detrás de esta portada el gusto hortera y ridículo del comisario era evidente.-
Ya en el interior las cosas mejoraron algo. Sin embargo la extensión de la exposición contrastaba con la sobrevaloración del material dispuesto que solo al servicio de otros materiales podría tener (y en aspectos no pensados por los organizadores) alguna relevancia. La exposición demuestra a las claras la falta de criterio intelectual tanto en el comisario como en el redactor de los paneles informativos, atentos primordialmente a sobresaltos sensacionalistas y que, gente de lecturas escasas, ni siquiera conocen con un mínimo de profundidad la obra del autor. Otro defecto muy corriente en esta clase de semiletrados es valorar como transcendente cual cosa que aparezca de un personaje y así, hasta un pañuelo usado, lo consideran un resto, extraordinariamente valioso, del ambiente creativo de aquel. No podía faltar un panel de crítica literaria del analista oficial de Faro, autor de una renombrada historia de la literatura gallega en la que el autor, seguidor de las teorías de vanguardia que sostienen que el lugar de interpretación del texto es la biografía política, ha logrado la proeza de estudiar al escritor, objeto de exposición, de tal modo que, el lector ansioso sale como entró, como si la obra de aquel no existiese. Eso sí, con muchas memorias de la guerra civil e incapacitado para cualquier análisis serio por la deformación que le produce, si desprevenido, la fundamental divisoria de aguas en la historia de la literatura gallega del piñeirismo/antipiñeirismo.-
No me demoré mucho para alejar el disgusto que origina la humana estupidez y no sin lamentar el bajo nivel al que ha caído la dirección de exposiciones en Faro, después de la gran época que conocí en mi juventud. Me dirigí, y allí descansé largamente, a la ciudad paradisíaca cunqueiriana, donde hasta los tontos son divertidos y susceptibles de cariño.-
Magnífico! Menudo retrato. Un saludo.
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