BOLETÍN LITERARIO MINDONIENSE Nº TRES (OCTUBRE 2021)

POR CÉSAR CUNQUEIRO

  1. POEMAS
  2. POEMAS DEL MUNDO
  3. UN GRAN POETA DE GALICIA, M. GONZÁLEZ GARCÉS
  4. LOS IMPERIOS SECRETOS DE A. CUNQUEIRO
  5. UN MUNDO QUE SE ALEJA (QUINTA PARTE). LA SENDA DE LEZAMA A LA CIUDAD TIBETANA ESTELAR. FINAL.
  6. LIBROS EN EL CAMINO: ENCUENTROS CON CÉSAR ANTONIO MOLINA, DARÍO VILLANUEVA, J. L. ARSUAGA.
  7. ANALECTA DEL PARAÍSO (TEXTOS Y SUCESOS DE LA CIUDAD PARADISÍACA).

(https://cesarcunqueiro.home.blog)


  1. POEMAS

DESDE EL FONDO DEL MAR

VII. “LA POESÍA VENCERÁ

(A Salvatore Quasimodo, quien escribió: “La poesía resiste”)

Vengo de oscuras noches que se ocultan

Para guardar y no entregar sus lunas

A quienes olvidaron las palabras,

Ese sabor antiguo de los peces,

Que remontan el río hasta los labios.

Vengo de días claros y brillantes,

Miles de soles verdes es su seno,

Vengo de mares de extensión turquesa,

Alegres la galopan yeguas blancas,

Vengo del cielo, donde todo es vuelo,

Nada tiene peso, vengo del reino.

Llevo conmigo un evangelio nuevo,

Es de otro tiempo, de horas en camino.

Silencio, pues. Que crezcan soles, lunas

Y la plata incendiada de los peces

Entre el mármol violento de las olas.

Con fuerza se alza en mí la buena nueva

En rojo torbellino asciende y gira,

Caldera de volcán será la boca.

Lengua de lava verterá mis versos,

“Otro mundo es posible” van diciendo,

Mientras queman lo viejo las estrofas,

“Si los hombres habitan la poesía,

Si la ciudad humana rige el vate”.

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VII. “PENSAR LA MUERTE, PENSAR LA VIDA

(A Lezama Lima, quien dejó escrito:

“Una oscura pradera me convida

Sin sentir que me llaman

Penetro en la pradera, despacioso

Ufano en nuevo laberinto

Una obscura pradera va pasando.”)

I.

Camino por mis horas que se acaban

Con luces de la claridad primera,

Trigo de soledad como alimento,

Sabroso pan de sombra y de silencio

En precisas raciones cada día.

Alegre, pero indiferente, libre,

Sin temor al fin, veo y acaricio

La sencillez del mundo y la belleza

De la humana morada milenaria,

Al incendio ajeno de los ridículos

Deseos que fatigan los sentidos

En carnaval de luces y ruidos.

Más allá, cosa alguna necesito,

Introduzco sutiles variaciones.

Un tenue resplandor, briznas de oscuro,

Rumor de fuente con su lengua fría,

O la verde pregunta de los bosques

Cancelo así la confusión atroz

De la barbarie, que, cortés vecina,

Saluda y busca el trato en cada encuentro.

“Me aparto”, palabra inmortal del vate

Que degüella el cansancio ante la Bestia.

Siguiendo voy la senda de mi vida.

Borrada la terrible sed, escucho

La música nacida de la tierra,

Entre flores de soledad, difícil

Flor, que malcrece al lado de la gente.

Brota natural un ritmo y da el paso

Que conviene a la plenitud del goce

Del vivir. Luego llegará la noche,

El sueño que no es sueño y el olvido.

Será luego, ahora caminamos

Y ya sabios, admiramos la simple

Construcción de la existencia, sentimos

El soñar de la flor que desvanece,

La familia que somos con la rosa.

Qué error pintar la vida como drama,

Grande historia de un trágico hundimiento

Decir destino, misterio, palabras

Semejantes, la angustia del sentido

O sin sentido, rumbos de la flecha

A un falso decorado de horizonte:

Leer la evidencia ¿es tan difícil?

Nuestros delirios no le pertenecen,

Un crecimiento finaliza en muerte,

No es pensable la vida sin su fin.

Sin embargo, sabiendo que soñamos,

Igualamos la luz de las estrellas,

Levantamos un mundo de belleza,

Un vino perfumado nos embriaga.

Caracola de sueños sobre frágil

Vida, dique al desierto y la marea.

El caracol que arrastra su vivienda

Es pariente de esfuerzos y temores,

¿Por qué no anhelos en su andar lento?

Todos los seres tienen en su vida

Una capa de sueños o deseos,

Piel de fina nieve, un arco tenso,

Apuntado con decisión al blanco.

Entusiasmo y ardor llenan la escena

Y, también, en su múltiple caída,

El variado telón es aplaudido.

II.

Buscando los lugares, plantas, aguas

Que derrotan la muerte irrevocable,

Los hermanos su vida derramaron,

Fatigados. Lejos, más lejos siempre,

Retrocede el secreto de lo eterno.

Gilgamésh anduvo hasta el fin del mundo,

El mar de Peng Lai navegó Shi Huáng Ti,

Bebió Ponce en la fuente prodigiosa,

Otros, muriendo, vencieron la muerte

En abrazo sangriento en la estacada.

Un número mayor, con mansa entrega,

Expresó su fe en dioses impotentes,

“En la paz del piadoso muero amigo”.

Por triste angustia todos olvidaron

Que no es sierva la vida de la muerte

Ni es la muerte el secreto de la vida

Ni hay misterio en el morir del hombre.

En flor inmensa se abren los momentos

Son ellos los pilares de la vida.

Exigen atención para ofrecernos

Su despliegue hondo de color y sombra,

Escuchar y mirar como el Auriga,

Nadar en lo profundo del instante.

Así vivir las vidas de la vida,

Abrazarla con todos los sentidos,

Parte de una belleza irrepetible,

Fragmento “que reconoce su imán”

Acento de perpetua melodía.

Sumergidos en pozos de vivencias,

Aguas de remolinos arcoíris,

Rompemos horizontes de tramoya,

Borramos la abstracción engañadora,

Sembramos existencia verdadera

Para segar en múltiple cosecha

La verdad anillada el instante,

De los sueños humanos fundamento.

Lo idéntico de seres y de cosas

Se refleja en sus espejos. Son rostros

De la verdad, de sueños verdaderos,

No los secos que pueblan el desierto,

La arena que alimenta flor sedienta

De religiones y filosofías.

En plenitud se engendran los caminos

Que son eternos si pensados breves,

Es decir, fuera del tiempo, un círculo,

Noria de instantes, rueda. Gira siempre

Mientras no rompe el vidrio el golpe bruto

De esa piedra banal llamada muerte.

Es preciso decirlo y repetirlo,

Vivir no es caminar hacia la muerte,

Un proceso en el tiempo irreversible.

Vivimos, al contrario, un calendario,

Todo en él vuelve, como vuelven soles,

Noches, lunas, mareas, repetimos

El retorno del cielo y de la tierra

Caracola marina prodigiosa,

Luz siempre nueva en que soñar el goce

Del instante, casa en la que morir,

Algo para vivir, no diferente

A la suave caída de la rosa.

III.

Es inmortal la vida del viviente

No da, en contra, buena razón la muerte,

Es muerte ajena, asunto cotidiano,

Lluvia que llueve, torrencial o mansa,

Avatares de cosechas maduras,

Quizá verdes, tejido de la vida.

Solo la propia muerte escandaliza,

Extrañeza, más allá de los límites

Que pone niebla en la visión de muchos.

¿Desconocen que el morir es vivencia

Que la vida nos da, para gustarla?

¿Y cómo hacer? La inexistencia propia

No podemos pensar, aunque se anuncie.

Metáforas del sueño y del reposo,

Una gran atención. Y la pregunta,

¿Qué imágenes de cosas o vivientes

Serán últimos viajeros del vuelo

Que partirá de la ciudad cercada?

Solo es fácil pensar la muerte ajena,

Nuestra muerte será para los otros

Muerte ajena, que confirma la vida

Y no la niega, ovillo que otros tejen.

El amable Epicuro lo sabía

En su jardín, hace veintitrés siglos.

¿El yo de Epicuro? No es su pregunta.

Es, será la pregunta de los hombres

Mientras el sol los dore. La conciencia

De Epicuro, radicalmente nada.

Nada en los millones de años antes

A su Atenas. En los siglos sin número

Que vendrán, por millones también, nada.

Como todos los seres, seré nada,

Ojos que abren un mundo y lo clausuran,

Un mundo irrepetible entre dos nadas.

De los mundos disueltos permanecen

Restos que flotan del naufragio, textos,

Imágenes, objetos, melodías,

Obras, arte, paisajes de la historia,

Huella inmensa del hundimiento humano.

Durarán, sí, lo que la especie dure,

Alimento que llevan las corrientes

A las playas de nuestras existencias.

Agradecer, empero, es necesario,

El azar que dispone la presencia,

El nacimiento. Eso es el misterio,

No la muerte. A los dioses soñados

Que beben humo en el altar de ofrendas,

Al ciego empuje de los hombres, gracias,

Gracias por la belleza de este mundo

Por el amor y el vino, por la noche

Y las fases aladas de la luna,

Por la canción del ave y de la niña

Por el agua de mares, ríos, fuentes.

Vivir. Morir después, ¿qué importa?

Nada.

¿Para qué escribir más, esa fatiga

Pensar sobre la ausencia mía, tuya,

Sobre conciencias, ya pura ceniza,

Que empuja hacia el olvido el fuerte viento?

Un día y otro seguirán las gentes

Con sus cosas, haceres y proyectos,

Quizá alguna tribu de los hombres

De tu escritura guardará memoria,

Y también el recuerdo de la familia,

Cada vez más borroso y mutilado.

Hay una hermana de las gracias dadas,

Tiene un dulce nombre, melancolía.

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IX. “EL DEBER MÁS ALTO”

(A Ignacio Echeverría, quien al encontrar a la muerte, sin buscarla, luchó con ella, como un héroe antiguo)

Hay en la vida una exigencia,

A todos se dirige,

Es el deber más alto,

No puedes traicionarlo sin perderte,

Fraternidad con el sufriente,

Con aquel a quien humilla la barbarie

Y del goce de la vida excluye,

La vida irrepetible,

Que regala el azar del nacimiento.

Esa exclusión iguala el mayor crimen,

La máxima pobreza. Combatirla,

Puede a mortal peligro declinarte.

La ocasión no busques, temerario,

De ofrecer la vida reclamada.

Pero si ella te encuentra,

Sabrás que es el momento,

Sin huida posible ni refugio.

Armado con la espada del poema

Y el martillo duro de tu brazo

Golpearás con un furor antiguo,

Ya entre las sombras, antes de la herida.

Es tiempo de morir,

Viviendo el final, desde la cima

Degollando la muerte de las hienas.

Y nada se pierde, al llegar la hora,

Por entrar en la nada, adelantado,

Ganancia inmensa asciende tu figura.

Si al contrario, cedes temeroso,

Arrastrarás en vida el peso de tu muerte,

Hasta que te alcance la tierra,

Bien podrido.

Tú mismo serás juez,

El tribunal más alto,

Tuya la sentencia absolutoria,

Tuya la condena inamovible.

No importa que el sacrificio se olvide,

Que la gente desconozca,

Te declararás justo entre los hombres,

Dirás, muriendo

“Haya lo que haya o haya nada

Lo mejor, me ha sido dado”.

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X.  INSONDABLE ABISMO

Aspiro las imágenes del mundo

En la flor de mi boca, mariposas,

Capturadas. Las sorbo en mis adentros

Y luego en libre vuelo las exhalo.

Por lo desconocido avanzo lento,

Órbitas de gravitación inmensa

Aumentan el grosor de mis anillos

Mientras, huesos y carne, adelgazando,

Rostros, sombras, sin valor ya, desprenden.

Hasta el final vivimos en la imagen,

En morada que alberga luminosa

Las figuras en danza de la hoguera.

Sonreímos. Un paso adelantamos,

Artistas en el circo. En el aire

Bailarinas de fuego se entrelazan.

En cada imagen nacen abanicos

De infinitas varillas, y mudables,

En ebriedad de origen y progenie.

No reclaman, con gusto los regalan,

Todos se mezclan, danzan como abejas,

Caminos nuevos para nuevos mundos,

Íntimo impiden un saber de muerte

Aunque el vacío antiguo se dilate.

Las palabras fatales pronunciamos

Con modo grave y triste las decimos.

Cuando yo muera y tu sin voz me mires.

Un día no estaré, seguirá el mundo.

Pero, en verdad, ¿lo dicho comprendemos?

Ni enfrentados al espejo, testigo

De destrucción paciente, inexorable,

Ni a la muerte, si busca y nos encuentra.

Difícil explicar al río hirviente,

A nuestra roja sangre alborotada,

“Mi mundo es una estrella entre millones

Se extinguirá sin brillo y luego nada”.

Ausencia que se aleja en lo más hondo,

Galaxia en movimiento acelerado.

Se funden los milenios infinitos

Hasta antes y después del nacimiento,

Fragua atroz densidad sobre la ausencia,

Caída oscura, ahogada toda huella,

En abismo insondable, eternamente.

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NUBES EN VUELO LENTO

I. ¿HABRÁ ALGUIEN QUE BARRA LAS HOJAS DE OTOÑO?

Pisé en agosto

Las hojas del otoño.

Tristeza!

Ningún mes dirá:

Me perteneces!

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II. BEBIENDO JUNTO AL MAR

Sobre el agua nocturna,

Rueda de luna.

El vino en la boca,

Un rojo estanque.

Oscuramente brillan mis ojos

Y el lomo negro del mar.

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III. PIANISTA DE HOTEL DE VACACIONES

Duerme el piano en sus manos

Como un cigarrillo aburrido

En unos labios cansados.

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CASAS Y CAMINOS DEL POETA

I. EL DESVÁN DEL POETA

(A mi padre)

Cereal sembrado en el alféizar

Para el gorrión amigo.

Islas de musgo

En la extensión gris de la pizarra.

Zurean las palomas.

La leña humea por las chimeneas,

Mientras se despereza, lenta, entre las brasas.

Al fondo, laureles sobre el monte Silva,

Barbado de verdes sotos,

Otro humo de nubes blancas.

El libro escogido,

Y olvidado un instante,

Sus páginas agita, sorprendido,

Tortuga en el lecho de su concha,

Descubriendo el cielo.

La mano, que el sol dora,

Acaricia, en su regreso,

Una copa grávida de vino.

Se desliza, pálido vino,

Ondulación ligera en el vestido,

Por cauce de sorbos lentos y amarillos.

El poema habla del poeta,

De Álvaro Cunqueiro.

Pero también de Li Po

Y de Wang Wei. Está Du Fu

Y Lezama… sabios,

Casa en la orilla de su tiempo,

A la riqueza indiferentes y al imperio.

Inquietos, sin embargo, preguntan

Por la flor perdida del cerezo

Y la voz marinera de las hojas

Que navegan curiosas el estanque.

Un perfume delicado asciende,

Corazón colorado de manzanas,

Que prefieren la gravedad del suelo

Al difícil equilibrio de las ramas.

Las manzanas tapizan un camino,

Senda que no es fácil y amenazan

Las siete cabezas del dragón de fuego.

El poeta, sin temor, la sigue,

Sabe cómo decapitar al monstruo,

La poesía es su arma y su caballo,

Con ella, llave de las puertas,

Alcanza su morada, llega al paraíso.

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POEMAS DEL MUNDO

DOS PEQUEÑOS POEMAS HÚNGAROS DE AMOR

SZERETLEK

Lőrinc Szabó

Szeretlek, szeretlek, szeretlek

Egész nap kutatlak, kereslek

Egész nap sírok a testedért

Szomorú kedves a kedvesért

Egész nap csókolom a testedet

Csókolom minden percedet.

Minden percedet csókolom,

Nem múlik íze az ajkamon,

Csókolom a földet, ahol jársz,

Csókolom a percet, mikor vársz,

Messziről kutatlak, kereslek,

Szeretlek, szeretlek, szeretlek.

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Te amo, te amo, te amo,

Todo el día te busco y te demando,

Por tu cuerpo lloro cada día,

Triste amante, por la amada.

Abrazo tu cuerpo cada día,

Todo minuto tuyo beso.

Beso todos tus minutos

En mi labio permanece su perfume

Beso el suelo que caminas

Abrazo el tiempo de tu espera,

Desde lejos te busco y solicito,

Te amo, te amo, te amo.

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TEDD A KEZED

József Attila

Tedd a kezed

Homlokomra,

Mintha kezed

Kezem volna

Úgy őrisz, mint

Ki gyikolna

Mintha éltem

Élted volna

Úgy szeress

Mintha jó volna

Mintha szívem

Szíved volna.

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PON TU MANO

Pon tu mano

Sobre mi frente

Como si tu mano

Fuera mi mano.

Y vela así,

Como quien mataría

Como si mi vida

Fuese la tuya

Y de tal modo ama

Como sería bueno,

Como si mi corazón fuese el tuyo.

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(Desconozco eventuales traducciones al español y a otras lenguas europeas).

Un poema de Nâzim Hikmet, poeta turco fallecido en 1963 y que pasó largos años en las cárceles de los militares turcos. Figura en “Últimos poemas” (1959 – 60 – 61), D. Del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2000, en turco “Son siirleri”, Estambul, 1987. Traducción de F. G. Burillo. La presente traducción, aunque coincide a grandes rasgos con la de Burillo, como no puede ser de otra manera, presenta diferencias con la misma, lo que está en la naturaleza del proceso inacabable en que consiste una traducción.

El poema no lleva título, solo la fecha. Podemos nombrarlo por el primer verso:

”LAS CANCIONES DE LOS HOMBRES”

Más hermosas que el hombre

Son sus canciones. Hay en ellas

Más esperanza, una mayor tristeza,

Y una vida más larga, también.

Mucho más que a la gente, amé su canto.

He podido vivir sin gente,

Nunca sin canción

Que no me engañó jamás.

Cantasen en la lengua que cantasen

Comprendí siempre el canto.

Lo que he bebido o comido en este mundo

Los caminos pisados,

Y que cubrí de polvo,

Las cosas vistas y oídas,

Todo lo sentido y oído,

Nada, jamás, jamás, me hizo feliz

Como la canción.

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(Original turco)

Insanlarin türküleri kendilerinden güzel,

Kendilerinden umutlu,

Kendilerinden kederli,

Daha uzun ömürlü kendilerinden.

Sevdim insanlardan çok türkelerini

Insansîz yaşayabildim,

Türküsüz hiçbir zaman,

Hiçbir zaman beni aldatmadî türküler de.

Türküleri anladîm hangi dilde söylenirse söylensin,

Bu dünyada yiyip içtiklerimin,

Gezip tozduklarîmîn,

Görüp işittiklerimin,

Dokunduklarîmîn anladîklarîmîn,

Hiçbiri, hiçbiri,

Beni bahtiyar etmedi türküler kadar.

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Un poema de Wislawa Szymborska, que aparece en su libro Chwila (Instante). Tengo a la vista una edición bilingüe, con una buena traducción al español de G. Beltrán y A. A. Murcia Soriano. Excelentes el prólogo de M. Monmany y la nota final de los traductores. Ed. Igitur.

Efectúo una versión del poema “Pequeña jovencita arrastra el mantel” (Mała dziewczynka ścyąga obrus), en prosa, evitando la forma del poema (con versos que resultan artificiales en su prosaísmo o que suponen una recreación, otra poesía. Eso sí, con la máxima fidelidad al significado de los lexemas, también con fidelidad a los diferentes registros de la poeta (palabras coloquiales, empleo de diminutivos). El original polaco “Chwila” es de 2002.

“PEQUEÑA JOVENCITA ARRASTRA EL MANTEL”

Más de un año lleva en este mundo pero no todo ha sido explorado en él y puesto bajo control. Ahora están en prueba las cosas que por sí solas no se pueden mover. Para ello es necesario ayudarlas, desplazarlas y trasladarlas, empujando o moviéndolas de su lugar.

No todas lo desean, por ejemplo, el armario, el aparador, los tercos muros, la mesa.

Pero ya el mantel sobre la obstinada mesa, si por el borde se le agarra bien, muestra sus ganas de ir a pasear. Y sobre el mantel vasos, platitos, una jarrita con leche, cucharillas, una pequeña escudilla, hasta tiemblan de deseo.

Cosa muy interesante es el movimiento que elijan cuando ya oscilen en la orilla. ¿Caminarán por el techo? ¿Un vuelo alrededor de la lámpara? ¿O salto al alféizar de la ventana y desde allí al árbol?

Todavía no es esto asunto del Sr. Newton. Que se mire desde el cielo y haga señales con las manos.

Esto es un ensayo que debe ser realizado.

Y lo será.

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  • UN GRAN POETA DE GALICIA

MIGUEL GONZÁLEZ GARCÉS

De “Alrededor del mar” Col. Ágora, 1961, proceden los cuatro poemas siguientes. Gran poeta gallego y amigo fraterno de Álvaro Cunqueiro, desterrado de la poesía gallega por el sectarismo que gobierna la política cultural de Galicia, pero no olvidado.

Para reparar, aun en mínima medida, el ultraje a su obra y su memoria que supone dedicar la fiesta de las Letras Gallegas, una y otra vez, a poetas “cuyos versos nacen muertos a nuestro lado” y preterir una poesía “tan inmensamente hermosa… con rumores de fuente”, este boletín literario mindoniense lo reconoce “gran poeta de Galicia, con el derecho de figurar en cualquier antología de la poesía gallega, cualquiera sea la lengua del verso, gallego o español”.

“VIEJO TIGRE DEL ALMA”

Viejo tigre del alma.

Acechas las gacelas de las horas

A veces ya sin emprender el salto.

Hermoso cuello, apetecible fruto,

Casi olorosa vida.

Se escapan, vuelan, huyen,

Cerca de ti. Y pudieras.

Mientras los ojos brillan en los cañaverales.

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“Y BEBO LA QUIETUD”

Y bebo la quietud. La luz define

Con precisión la ría. Se me enreda

El agua entre los ojos y los pinos

Y dictan paz remansos de manzanos.

La colmena de aromas que susurra

En íntimo sosiego de floresta

Es lenta mano azul que condujese

El tiempo hasta la altura de un espejo.

La plenitud pujante de los trigos,

Las barcas que resbalan de puntillas

Por las aguas delgadas del momento,

El crepitar de pétalos quebrados

Y el trino de la flor o la campana.

Y ante el santo fanal de los misterios

El cerezo se posa de rodillas

Para mirar en mí y consolarme

Del leve gris que en el silencio pasa.

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“MINERO DE LUZ”

Con el constante pico de mi ansia

Retiro los escombros. Muevo el fango.

Aparto las arenas. Ahondo en tierra,

Y yo cavo en mi alma.

Ya no importan el pájaro o la nube,

El rocío y el árbol.

Quiero ir dentro.

Escondido diamante. Cavo el alma.

Sombra de las campanas. Una gruta. Un crepúsculo.

Pero cavo más hondo.

Barrosa tierra. Tierra dura. Piedra.

Afilo mi entusiasmo. Socavo intensamente.

Las manos ya son humo. Pero el pico se ahonda.

Y recorro sonámbulo

El corredor siniestro de sordas negaciones.

Lenta muerte de lámpara me acecha.

Voy apartando piedras y palabras,

Hallo viejos ensueños sepultados,

El tiempo ya cegado del recuerdo.

Pero cavo más hondo.

Busco la pura luz. La interna estrella.

Y cavo más. Ahondo.

Roca. Vetas de luz. De nuevo piedra.

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“MUERTE DEL VERSO”

El tiempo con su garra de jazmines

Que huele lentamente y acaricia,

Aprieta, va matándonos, nos mata.

Sólo la voz escrita, enredadera

Dudosamente eterna ni aun perenne

Va trepando por humo del ensueño.

¿Quedará nuestra voz más que nosotros?

Llorosa arcilla en luz interrogante

De los huesos del alma punzadora

Si sentimos, columna derribada,

Morirse un verso nuestro a nuestro lado

Más mortal que nosotros todavía

En niebla de las horas deshojándose.

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  • LOS IMPERIOS SECRETOS DE ÁLVARO CUNQUEIRO

PRIMERA PARTE: UNA CIUDAD A LA MEDIDA DEL HOMBRE

D. Miguel González Somovilla ha reunido en un hermoso volumen bajo el título “O labirinto do imperio secreto” los artículos escritos por Cunqueiro sobre “El imperio secreto”, en diversos periódicos y revistas (La noche, Faro de Vigo, Destino y Sábado gráfico). El libro constituye la publicación nº III de la colección “Selva de esmelle” de la casa-museo Álvaro Cunqueiro, de Mondoñedo, colección de la que es director el profesor y crítico literario, D. Armando Requeixo.

Como explica Somovilla en su interesante y detallada introducción, el artículo inaugural de la serie apareció en La noche el 10-12-59. En él Cunqueiro (en adelante, A. C.) recuerda unas notas suyas sobre un artículo publicado en 1928, en una revista francesa, sobre un imaginario imperio secreto por E. A. Chartier.

A continuación aparecen ocho artículos sobre el Imperio Secreto (en adelante, I. S.), siete en el año 1960 y uno en 1961 en el mismo diario de La noche y de los que en el libro de Somovilla aparecen seis (“por razones de espacio o reiteración de contenidos”) si bien hace referencia sucinta a los excluidos en la introducción. Del año 1961 es también otro artículo sobre el I. S., publicado en Faro de Vigo.

Aparte el artículo inaugural sobre el origen francés del I. S., los artículos que aparecen en el trabajo de Somovilla son los siguientes: “Historia de una fiesta”, “Los doscientos espías”, “Por la paz”, “El cantar del otoño”, “La última máquina”, “La capital invisible” (todos en La noche) y “Del Imperio Secreto” (Faro de Vigo). Los mencionados y cuyo texto no se recoge son dos artículos, publicados en La noche,Por la destrucción a la gloria” y “La reeducación del negro”.

Tenemos después una solución de continuidad que abarca un período de diez años. Durante ellos y no obstante el enorme número de artículos de A. C. publicados, no aparece mención alguna del I. S. Debemos esperar a 1971, año en el que Faro de Vigo publica cinco artículos de A. C. sobre el I. S. (“El laberinto del Imperio Secreto”), que proporciona el nombre del trabajo de Somovilla, “La técnica y la esperanza”, “Los flautistas”, “El índice de oro” y “La pedagogía en el Imperio Secreto”.

En 1972, otro en Faro de Vigo “La mántica por las erratas”.

En el semanario Destino aparecen tres artículos del I. S. “Otras noticias del Imperio Secreto” (1972), “En el Imperio Secreto II” y “El Imperio Secreto” (1973).

Faro de Vigo publica otros dos, “El confuso lector de provincias” (1974) y “XVIII Dinastía” (1975).

El semanario Sábado gráfico contiene el último referido al I. S. “Elecciones en el Imperio Secreto” (1976).

No recogido ni mencionado en Somovilla, se publicó en Destino (1972, nº1830) “En el Imperio Secreto I”. Si bien el autor del laberinto lo tuvo a la vista pues manifiesta que seleccionó tres de los cuatro artículos aparecidos en Destino. Cierto que no tiene gran importancia para elucidar la concepción cunqueiriana del I. S. pero, como veremos en la segunda parte de este trabajo, aclara algún aspecto del horizonte cultural de A. C. en su creación del I. S.

Finalmente menciona Miguel Somovilla un artículo “La sexadactilia en el Imperio” (Faro de Vigo, 1972) que omite en la selección “por las mismas razones de paginación y encaje señaladas con anterioridad”, no lo he podido leer hasta la fecha (se tendrá en cuenta en la segunda parte que estudia los artículos 1971 – 1976 bajo el nombre de “El imperio burocrático”).

Tiene razón Miguel S. cuando escribe en su introducción, hablando del silencio de diez años “salvo nuevos hallazgos que insisto en no descartar, la hemeroteca cunqueiriana resulta inabarcable”. Estas palabras las generalizaría yo a toda la vida de escritor de A. C. pero, en fin, con el corpus reunido por M. Somovilla podemos afrontar con suficientes garantías el estudio del I. S. de Cunqueiro, en mi opinión “Los Imperios Secretos” por lo que expondré. La posible aparición de cualquier artículo, hoy desconocido, sobre la materia, no supondrá, lo contrario es sumamente improbable, fundamental alteración del cuadro general del Imperio o los Imperios Secretos. Todo lo más, aclaraciones, matizaciones o confirmaciones particulares.

En su excelente introducción M. Somovilla realiza una serie de afirmaciones en las que expone su parecer sobre lo pretendido por A. C. con su I. S. y plantea una serie de interrogantes. Por el interés e importancia de los problemas que considera, las extractamos brevemente: “no constituyen (las series de artículos) un relato lineal y acabado del I. S. pero mantienen bastante coherencia y comparten una misma visión, la de Cunqueiro y sus circunstancias”. “Este peculiar mundo feliz que evoca de inmediato diferencias y semejanzas con otras famosas distopías librescas publicadas en la primera mitad del siglo XX (Huxley, Orwell, Bradbury…)” y “es muy verosímil que A. C. nunca tuviese la intención de escribir una obra cerrada del I. S., con principio y final y que tan solo pretendiese con estas crónicas buscar un escape periodístico y un juego literario en diferentes momentos de su vida profesional. Sea como fuere, este divertimento permitió a A. C. crear, sin más límites que los de su fantasía, los modelos de organización social, cultural y política de un universo creado a su antojo y a su medida”. “Parece indicar la inexistencia de un proyecto deliberado y definido”. “No permite inferir con seguridad si A. C. pretendió ejercer determinada crítica social y política con el I. S. o solo lo escribió como pasatiempo literario”. (No tenemos) “la intención de presentar lecturas cerradas y exégesis concluyentes. El I. S. cunqueiriano es una obra abierta, inacabada, tan arriesgada de interpretar como los sueños”. De nuestro estudio sobre el I. S. de A. C. resultarán los argumentos de acuerdo o desacuerdo con estas observaciones, siempre importantes.

En el examen de los Imperios Secretos cunqueirianos (o de los Imperios Secretos primero y segundo, aplicando una numeración con la que distinguió dos artículos de la serie de los años setenta) es conveniente no ceñirse al conjunto reunido por Somovilla en su libro sino completarlo con diversas narraciones de A. C., aparecidas en los diarios y semanarios citados y que guardan estrecha relación con el mismo, aunque formalmente no pertenezcan al I. S. dichas narraciones o llevan idéntico (o parecido) nombre que las que constituyen el I. S. I (y tratan de los mismos y grandes peligros que amenazan al ser humano, con variaciones en el enfoque) o bien llaman la atención sobre catástrofes, nuevos jinetes del apocalipsis, presentes en el horizonte histórico del escritor y que siguen aún hoy presentes en su galope contra esa “paz europea y cristiana” anhelada por A. C.

Para el I. S. I “Una ciudad a la medida del hombre” escogimos los siguientes artículos extravagantes: “La última máquina” como complementario del de igual nombre (nº 6 Somovilla, nº 5 nuestro). “El potlach de los gallegos” (S. G. nº 1232/1981), pareja de “Por la destrucción a la gloria” (mencionado pero no incluido en la selección de Miguel) y el “Monstruo llamado terror” (La noche, 5-XI-1960), un tema que preocupó constantemente a A. C. En “Destino” nº 1833 de 1972 ( y con igual título) publicó una versión breve pero con un final que actualizaba históricamente el terror intemporal del primer trabajo. Y en S. G. nº 1041/1977 aparece “La afición al terror” que relaciona de manera muy original el terror-ficción y el terror real. En el artículo de “La noche” no hay emperador sino rey, sin embargo, comparte atmósfera y advertencias de las amenazas de la ciudad humana con los de la serie I. S. I.

Para el artículo “La reeducación del negro” (L. N. 1960) he tenido en cuenta “Cosas de negros” (también en L. N., 1960). “La reeducación del negro” ocupa una posición marginal dentro del espíritu que anima al primer Imperio pues claro es que la desordenada descolonización (y sus crímenes) de los sesenta no admite parangón con los peligros que se acumulan contra lo humano en el hombre ni entra en el catálogo de los mismos. Pero la confusión de los tiempos descolonizadores está en el horizonte vital de A. C., confusión originada en gran parte por las políticas de explotación colonial de las grandes potencias con su acompañamiento de crímenes, masacres e incluso genocidios (v. g., Congo y Namibia) y las posteriores fronteras artificiales. Todo ello, constituye una página indigna de esa “paz europea y cristiana” y merece, en muchos casos, el nombre de “un monstruo llamado terror”. Así ambos artículos encuentran su lugar en la serie.

M. Somovilla escribe, con relación al artículo de Faro de Vigo de 16.N.61 “Del Imperio Secreto” (y que cierra nuestro I. S. I) “el registro literario cambia de forma apreciable. Ya no se ven referencias expresas a las noticias del día… Se trata de un relato independiente”. Estas afirmaciones conviene matizarlas. Es cierto que en ese relato las figuras de la imaginación cunqueiriana y esas transformaciones que gusto de llamar “paradisíacas” juegan un papel ausente (o casi) en los otros artículos de la serie. Pero también están presentes en “Los doscientos espías”. Y la atmósfera general es, en ambos relatos, muy pareja. Lo realmente importante es el tema de fondo: la carrera de armamentos y los problemas del desarme, las amenazas a una paz que “seguía siendo precaria”. Tema que era “la noticia día” como lo sigue siendo en la actualidad, tema tratado, eso sí, literariamente y con brillante literatura.

Una década separa las dos series de narraciones del I. S., la de “los sesenta” y la de “los setenta”, o primero y segundo Imperio. El primer Imperio es el de “la paz europea y cristiana”, un Imperio europeo en el que el ser humano ocupa el centro y en el que todas las políticas imperiales se dirigen a conjurar las gravísimas amenazas que contra la condición humana engendra el desarrollo de la civilización, no solo en los llamados “estados exteriores” también en el seno del I. S. Por ello llamo a este primer Imperio “una ciudad a la medida del hombre” que trasciende las fronteras y abarca idealmente el reino de lo humano y en la que “el emperador… se había transformado en el defensor del hombre… como antaño los reyes en defensores del pueblo contra los grandes feudales”. El primer Imperio es la lucha por el hombre y ejemplo claro de las constantes e indesmayables ocupación y preocupación cunqueirianas con y por la dignidad humana. Y evidencia de lo absurdo de esas críticas y reproches que sufrió con paciencia A. C. sobre una supuesta torre de marfil que sería su clausura y en la que daría libre curso a una fantasía ahistórica, indiferente a las urgencias humanas. Todo ello fruto de la ceguera e incomprensión de tanto pigmeo que acompaña a los gigantes en su peripecia vital. Y en el caso de quienes no pueden ser encajados en dicha condición enana, sus gafas ideológicas, enemistadas con la luz, los incapacitaban temporalmente para ver. Sin embargo, la evidencia era fácil de leer, estaba a la vista. Muy gruesos y opacos tenían que ser los anteojos ideológicos.

Luego una pausa de diez años. No hay que buscar significado alguno a la solución de continuidad. A. C. encontró en su memoria una brillante idea, el I. S. de Alain, y la utilizó para exponer literariamente graves problemas para la condición humana, originados en el propio devenir de lo humano y que estaban en el horizonte del escritor como están en el nuestro, en muchos aspectos agravados, problemas con una posibilidad permanente de entrar en crisis. La forma o vestidura del I. S. le sirvió para exponer su preocupación por tales problemas (y medidas y reformas posibles para contrarrestarlos) con bello pero, como es natural, no “paradisíaco” estilo literario, salvo en “Los 200 espías” y “Del Imperio Secreto” donde la proliferante imaginación y las transformaciones paradisíacas convienen perfectamente a los problemas concretos del desarmen, como veremos con detalle.

Como decía antes, la preocupación y el combate por la dignidad de la persona es consustancial a la obra literaria de A. C. y duró lo que su vida. Pero la fertilidad de las fórmulas literarias se agota y otras muchas y variadas, sin la severidad constrictiva de la idea de Imperio, de limitada validez temporal, planta abocada a pronta sequedad de sus raíces, permitieron al escritor expresar literariamente y más libre e imaginativamente, aquella preocupación y aquel combate. El I. S. dejó de ser útil, por lo menos temporalmente.

Pasaron diez años. Los viejos problemas (por ejemplo, la carrera atómica y el desarme, la relación del hombre con la máquina y el diálogo con la técnica, el desarrollo científico sin control, la pena de muerte, las dictaduras terribles con sus innumerables crímenes, el racismo…) permanecen y se hallan presentes a escala planetaria. En España además son los tiempos del último franquismo, asesino hasta el final, y del proceso de transición a la democracia. Cobra entonces plena actualidad la problemática del lenguaje político, de los políticos, ya sean los que forman parte del poder franquista, intransigentes o aperturistas más o menos convencidos de la inviabilidad futura de la dictadura, una vez muerto el dictador, ya de la oposición no rupturista. Unos y otros, con mayor o menor timidez y audacia, realizan propuestas de apertura de los cauces políticos en las que el protagonista es el uso del lenguaje. Ante los tabúes políticos de la época, palabras que dejan envueltos en la niebla los verdaderos propósitos e intenciones, sujetas a interpretaciones contrapuestas que satisfacen a unos y a otros y permiten un mínimo diálogo. Dicho lenguaje no aparece de modo explícito conectado con su referente, que permanece oculto y solamente se sospecha. Bajo las mismas palabras se ocultan dos objetivos irreconciliables: mantener el sistema (con los retoques necesarios) o el establecimiento de una democracia homologable con las europeas.

Menciona A. C. en un artículo publicado en “Destino” un libro de Rodrigo Fernández Carvajal “La Constitución Española” (a través de una cita de J. M Gil Robles), (F. Carvajal): “unas realidades políticas sistemáticamente camufladas, revestidas de un vocabulario incongruente, fomentan el cinismo de los políticos, que se acostumbran poco a poco a verbalizar sin conexión con la realidad… por lo tanto, la reforma de la política ha de ser una reforma verbal: hay que llamar a las cosas por su nombre, la primera misión de la teoría política contemporánea es denominadora y bautismal”. A. C. glosa “yo creo que no solamente de la teoría política contemporánea. Esto ya lo sabían los chinos allá por el año dos mil quinientos antes de Cristo…”. Efectivamente en el pensamiento confuciano y neoconfuciano son centrales cuestiones como las de la inadecuación de los nombres y las cosas que origina el discurso incoherente y, en último término, el mal funcionamiento del Estado, de lo que se deduce la imprescindible rectificación de los nombres y la necesidad de un diccionario que “nombre las cosas con exactitud” lo cual “forma parte de una buena política” (A. C.)

Por todo ello, la China imperial se impuso inmediatamente a A. C. como metáfora para tratar la actualidad política de su época, no solo del lenguaje político sino también de los intereses particulares de unas élites, manipuladoras de las instituciones y para las que el ser humano individual no es la prioridad.

Se ha dicho que “desde Confucio que desarrolló el mandato celeste, parece que el pensamiento chino sea indisociable del de las dinastías” y así, las dinastías imperiales encabezan los artículos del segundo Imperio o “Imperio burocrático”, por el papel que juega la burocracia imperial de nobles, eunucos y mandarines y la primacía de sus intereses. Claro que la potencia sugeridora de la China imperial y el interés de A. C. por la “literatura celestial” y por la poesía clásica china, independizan ampliamente estos relatos de su anclaje en la actualidad del momento y van mucho más allá. Por otra parte la propia cultura china (v.g. los inmortales que vencen a la muerte, los treinta y seis mil dioses que habitan el cuerpo humano, carne de unicornio como parte de la dieta para lograr la inmortalidad o los melocotones sitos en la pared de un abismo que, consumidos, evitan la muerte… El propio Confucio contempló un unicornio, augurio de su pronta muerte) excita la imaginación cunqueiriana con la consecuencia del despliegue de las figuras de su fantasía y de las transformaciones “paradisíacas” de este “imperio burocrático” (con ecos también de la burocracia imperial bizantina).

Lo examinaremos con detalle. “Deo volente” en este boletín, en el nº 4, 1º semestre-2022, con inclusión de artículos extravagantes complementarios y la consideración, en lo posible, de las fuentes manejadas por A. C. Basta ahora con lo dicho. Lo que quiero destacar es la neta separación de los dos Imperios Secretos, patente en la clase de imperio, el papel del ser humano, en la política imperial, las finalidades perseguidas por A. C., el diferente registro literario, los horizontes de actualidad subyacentes, los universos culturales en que ahondan sus raíces ambos imperios.

No constituyen ciertamente mundos estancos. Elementos de las respectivas tradiciones culturales se hallan presentes en uno y otro. Por ejemplo, en el primer Imperio, los mandarines son omnipresentes, en el segundo se cita a Romeo y Julieta, Holanda, trágicos griegos y a la escuela de medicina de Salerno… Son anécdotas del paraíso cunqueiriano, mal llamado anacronismo. Pero si no distinguimos los dos Imperios Secretos es imposible el análisis de la creación cunqueiriana como un conjunto coherente y solo resta un manojo de anécdotas.

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EL PRIMER IMPERIO SECRETO O “UNA CIUDAD A LA MEDIDA DEL HOMBRE

SU UBICACIÓN ESPACIO-TEMPORAL

La geografía del Imperio no se precisa exactamente. Coincide aproximadamente con los límites de Europa. “De Cangas del Morrazo al Danubio” se dice en uno de los artículos y en los que integran esta primera serie se mencionan Edimburgo, Tara de Irlanda, Turingia, Aquisgrán, O Cebreiro, Roncesvalles, Oxford, Holanda, Salerno, Paz Europea, Santiago de Compostela, París, así como las capitales de los “Estados exteriores”, Moscú y Washington. De este imperio europeo se excluye expresamente al “gran turco” y, sorprendentemente, en el artículo de la segunda serie “en el I. S.” se habla de “en países neutrales, en Venecia incluso”, pero este imperio burocrático ya no es un imperio europeo.

En cuanto al plano temporal, en el artículo “La destrucción por la gloria” resulta que el imperio es posterior a los años sesenta del pasado siglo y, sin embargo, en “El cantar de otoño” se pregunta Cunqueiro “¿pero dónde estaba en 1900 el emperador y la muy noble ciudad de Aquisgrán?”

En realidad no merece la pena preocuparse por la cuestión temporal de un imperio ahistórico y sobre todo en el texto paradisíaco de Cunqueiro donde las diferentes épocas históricas se yuxtaponen, convirtiéndose en espacios vecinos de una única ciudad lo que permite el encuentro de los caballeros artúricos, del Minnesänger Gualterio y de la fábrica Renault. El primer imperio aparece como una posibilidad europea de defender la primacía del ser humano y la paz y al servicio de tales objetivos se vinculan las políticas imperiales en cuyo diseño, además del emperador, juegan un gran papel “los mandarines de pluma” y los poetas (precisaremos esto luego). El primer imperio, como corresponde a una ciudad a la medida del hombre es también un imperio poético. Los ciudadanos son educados emocionalmente y en una política de humildad, al tiempo que los caballos de la política y la evolución técnico-científica están gobernados por las riendas en manos del amor y la poesía. Y la poética al servicio del crecimiento de la humanidad en el hombre, del “ren” que diría Confucio.

Pero una cosa es el tiempo paradisíaco del imperio y otra, las graves amenazas para el hombre con que se enfrenta el imperio y a las que trata de poner remedio. Ellas son reales y contemporáneas, presentes en el horizonte histórico del escritor y, muchas agravadas, en el nuestro. Frente a ellas, con la vestidura del I. S., A. C. imagina políticas de salvación de lo humano en el hombre, incluso, amenazado por “potlach” nuclear, para evitar su pura y simple desaparición. Por eso en este primer imperio no hay pasatiempo o juego literario alguno, excepto en aspectos marginales o puramente técnicos en el desarrollo de las políticas imperiales, en los cuales se desenvuelve libremente la imaginación cunqueiriana. A. C. está gravemente comprometido con el ser humano y defiende medidas y soluciones que, de ser ejecutadas, harían posible esa ciudad humana que es el 1º I. S. Otro mundo sería posible si la ciudad humana la rigiera el vate. En mi opinión, en este 1º imperio no hay “crítica social o política”, hay “reacción frente a gravísimos peligros”. Ni es este imperio “un peculiar mundo feliz” que “evoca de inmediato… otras famosas distopías librescas… Huxley, Orwell, Bradbury…”. No hay voluntad cunqueiriana de construir una utopía o una distopía, sino, simplemente, de desplegar políticas, racionales y posibles que salvaguarden al hombre y su humanidad de las amenazas (pena de muerte, predominio y tiranía de la máquina y de la tecnología en general sobre el ser humano, carrera armamentística y holocausto nuclear, el terror de las bestias dictatoriales que florecieron en el siglo XX).

Este 1º I. S. permitió a A. C. aportar su contribución contras las principales amenazas a lo humano, vigentes en su tiempo. La lucha para nosotros continua pero no se puede, pienso, calificar de “inacabada” la creación cunqueiriana. Tampoco decir “tan arriesgada de interpretar como los sueños”, según lo expuesto, el escritor expuso con claridad sus intenciones, no hay ninguna nebulosa onírica.

Cuando estudiemos “el imperio burocrático” algunas de estas afirmaciones deberán ser matizadas.

Es hora ya de entrar en el examen particular de los quince artículos (recogidos en M. S., mencionados y no recogidos y extravagantes) antes enumerados, agrupados por temas: pena de muerte (1), la máquina (2), carreras de armamento, desarme y amenaza nuclear (6), terror (2), y poética del imperio (2). Finalmente, dentro de la confusión del siglo por una descolonización desordenada predeterminada por una colonización, una y otra fruto del imperialismo explotador de pueblos y destructor de culturas con sus secuelas de crímenes, miseria y emigraciones (todo lo cual es también una amenaza para la ciudad humana), examinaremos los artículos sobre los negros (2).

UNO. HISTORIA DE UNA FIESTA

(TEMA PRINCIPAL: PENA DE MUERTE)

En el primer relato del I. S., éste tiene una presencia esvaida, telón de fondo de sus ciudadanos que celebran una fiesta, se supone que por la abolición de la pena de muerte en el imperio, el dos de mayo de cada año, aniversario de la ejecución de un hombre, Caryl Chessman, en uno de los estados exteriores. Los mandarines, dice el texto, destinaban el día a escucharse mutuamente solemnes alegatos contra la pena de muerte.

Veremos los significados de la palabra mandarín en el uso cunqueiriano, al comentar la poética del imperio sobre todo en el examen de la administración del “imperio burocrático”. Basta decir aquí la ecuación mandarín = elite gobernante y que confirma la política del imperio contra la pena máxima, con su verdugo jubilado convertido en una atracción folclórica.

Los fines espurios que se persiguen siempre con la pena de muerte están bien clarificados por A. C., fines que no tienen nada que ver con la justicia. “Un hombre, una vida” escribe A. C. “unos pobres años, una triste vida”. “Y hubo mucha gente que sintió asco, y muchos rezaron para no tener tanto asco”.

Asco era palabra muy repetida por A. C. cuando los medios anunciaban ejecuciones, tan numerosas en sus años. Lo recuerdo demudado ante una fotografía de prensa de 1960, en la que aparecían colgados de la horca Menderes y dos de sus ministros, ejecutados por los militares turcos golpistas. “Derrota de la condición humana” (o algo semejante) dijo.

Paradójicamente y frente a su rechazo total a la pena de muerte, sentía atracción, como motivo literario, por el personaje del verdugo y las clases de nudos corredizos de la horca. Con frecuencia escribió de estos asuntos. En rápida revista recogemos: “Napoleón III contempla una horca de oro” con el poste y la cuerda alzado, haciendo el lazo (Destino 66, nº 1525) “La técnica de la decapitación” en la Península Arábiga (Destino 1975, nº 1975). “Los verdugos de Francia” (D. 1967, nº 1546). Ahí podemos leer: “el abuelo enseña el oficio a un nieto de nueve años, ahorcando muñecos en una horca de juguete. En la cocina arde un hermoso fuego. El abuelo imita sobre la mesa con los dedos el redoble del tambor. Es una escena encantadora”. “Repuesto de verdugos” (D. 1974, nº 1943) sobre la horca inglesa y la española “de balcón”, aquí califica el libro de Daniel Sueiro sobre los verdugos españoles de “estupefaciente” (recuerdo como lo leyó y sus comentarios sobre las anécdotas en él contenidas). En un artículo de Sábado Gráfico (1976 nº 1016) escribe: “nunca me he preguntado de dónde me ha venido una cierta afición a la horca, a las diversas formas de ella, a las varias maneras de ejecutar la obra en la misma y a los nudos de reglamento”. Por supuesto no podemos olvidar “Las crónicas del Sochantre” con las historias de los “éxecuteurs des hautes oeuvres” de Nancy. Es sin duda el verdugo un tema querido en la narrativa de A. C. quien lo pinta en general en apacible vida familiar y en armonía con sus días, con una disposición inventiva y de mejora de su oficio y una tendencia al juego y al teatro en el ejercicio del mismo para diversión y aplauso del distinguido público.

Como siempre en Cunqueiro, el cauce por donde fluye el río del tema principal presenta rincones y brazos secundarios, lugares propicios para el crecimiento de la imaginación cunqueiriana. Así, en “Historia de una fiesta” se explica el cese del verdugo de Edimburgo, el actor Marlon Brando, teorías conspirativas en relación con la ejecución de C. Ch. (tan vigentes entonces como hoy) también aparece el tema (verdadera plaga en nuestros días) de lo políticamente correcto con la noticia de la quiebra de la rama cinematográfica de la gran publicidad al obligar la ONU a los productores de Hollywood a rectificar todas las películas del oeste en las que hubiera algo ofensivo contra los pieles rojas.

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DOS. TEMA: LA MÁQUINA, PODER INDEPENDIENTE, CAMINO DEL DOMINIO SOBRE HOMBRE.

Trata este asunto A. C., como ya dijimos, en dos artículos: “La última máquina” (nº 6 en el libre de M. S.) y “La última máquina” (igual título, D. nº 1971 de 1975).

En el primero, se cuenta como los gobernantes del I. S. ordenaron el envío de nuncios que recorrieran el imperio para observar las señales de los tiempos, si se aproximaban mudanzas y si había “puntos de podredumbre”, y qué los producía. Sobre la naturaleza de estos nuncios o embajadores diremos al examinar la poética imperial. En su viaje de inspección dejaron para el final la visita a las grandes concentraciones industriales “a cuyo frente estaban poderosos técnicos que toleraban mal la intervención de la cancillería imperial, a la que acusaban de espíritu poético, incitación a la vagancia, ánimo reaccionario, incapacidad científica y miedo a la máquina”. A. C. realiza una acertada síntesis de los sentimientos y prejuicios de estos tecnócratas, para los cuales humanismo, poesía, “necesidad humana de esperanza y caridad” son palabras vacías.

Los inspectores imperiales se encuentran en la fábrica Renault con un cerebro electrónico que decide los miles de empleados que deben ser despedidos, recogiendo los datos suministrados por otras máquinas, entre ellos, las ideas de los trabajadores. Los embajadores quedaran “profundamente aterrados” ante “uno de los más profundos puntos de podredumbre”. El cerebro fue destruido, la “última máquina que se permitió inventar en el imperio. El hombre, ya había inventado bastante”. Cuestión esta del máximo nivel tecnológico compatible con lo humano del hombre que surge hoy, especialmente en el terreno de la comunicación, aquí y allá, en el seno de comunidades, y también personas individuales que no desean traspasar ciertos límites y los imponen a la exacerbación de la tecnología.

Los embajadores imperiales sostenían que un sistema basado en las recomendaciones e influencias era tan eficaz como el cerebro electrónico pero, además conforma con la condición humana.

En una de las grandes novelas chinas de la china imperial, “Historia externa del bosque de letrados” de la que es autor Wu King Tseu, un importante letrado le dice a otro, un poco avergonzado por no haber pasado el sistema de exámenes, directamente nombrado por el emperador “el nombramiento por recomendación es una institución importante”. Se trata de un tener en cuenta las cualidades y circunstancias de alguien que quizá solo se pueden poner de manifiesto en una relación interpersonal, precisamente la que las máquinas suprimen u obstaculizan, tendencia agudizada en nuestros tiempos y especialmente en esta época de pandemia o postpandemia.

Como las prácticas humanas de la Renault de 1960 no son una flor aislada en el capitalismo mundial, al contrario, son las que lo definen, podemos deducir “el horror”, “el estar profundamente aterrado” de A. C. ante el capitalismo. A. C. no era un revolucionario, evidentemente, pero estaba profundamente comprometido con la condición humana, con el diálogo entre los hombres no falseado por el mercado y la violencia económica. Algo más se escribirá sobre esto, al final de la segunda parte, al considerar los aspectos confucianos del ser y vida de A. C.

En el artículo “La última máquina” publicado en Destino, quince años después, A. C. escribe de una máquina aparecida en Inglaterra (según los periódicos) capaz de denunciar inmigrantes clandestinos. Califica a la máquina de sucia. Imagina que será la primera de una serie de máquinas dedicadas a la delación y se pregunta: ¿quién va a establecer la moralidad sobre la que van a actuar estas máquinas? Problema acuciante hoy con la inteligencia artificial (v.g. los robós conductores en el tráfico automovilístico que ya aparecen en el horizonte). El final del relato es magnífico y merece ser transcrito íntegramente: “el combate máquina-hombre es una traición al espíritu humano y una trampa para la mente razonable e imaginativa”. “Un hombre con muchos sueños circulando por la ciudad y siendo delatado sucesivamente por una docena de máquinas… un personaje de Pirandello, por ejemplo, pasando ante esa docena de máquinas. En fin, ¿cuándo los hombres van a avergonzarse de sí mismos?”.

En la ciudad a la medida del hombre que es el primer I. S., el emperador “que defiende al hombre frente a la máquina” y, más en general, los poetas y letrados humanistas que controlan al gobierno imperial, garantizan el triunfo de lo humano. ¿Pero en nuestras sociedades? Hay una revolución pendiente e imprescindible, el gobierno del humanismo y la poesía. Por improbable que sea, sentimos el peso de la gravitación de esa ausencia.

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TRES. CARRERA ARMAMENTÍSTICA, DESARME, HOLOCAUSTO NUCLEAR.

A. C. trata el tema en cinco artículos “Los doscientos espías”, “Por la paz” y “Del Imperio Secreto” (nº tres, cuatro y ocho de M. S.) y los dos “Por la destrucción y la gloria” y “El potlach de los gallegos”.

Empecemos examinando el relato “Por la paz”. Las primeras palabras constituyen una declaración categórica. “Los habitantes del I. S. amaban la paz y los honorables mandarines, tanto los de pluma como los de lanza” que discutían “la compleja política imperial compartían el vehemente deseo de sus súbditos”. De momento traduzcamos “mandarines de pluma y de lanza” como gobernantes, a reserva de examinar más tarde la expresión. Pues bien, los gobernantes del I. S.  con “la esperanza de una larga, humana, civil, cristiana paz” apoyaban todos los planes de desarmen, fuese cualquiera su procedencia”, sin ingenuidad alguna, estaban “lejos de una concepción idílica de la historia universal”, sabían que “la paz seguía siendo precaria”, “que siempre estará el mal desperezándose ad portas” “que la historia elimina los monstruos, aunque no puedan impedir los siglos que de sus vientres nazcan otros”.

Cuando surgía en los estados exteriores un plan de desarmen, para favorecer el éxito del mismo, los mandarines gobernantes impedían que los técnicos opinasen, que con las dificultades que planteaban echasen tierra sobre el mismo. Ausente una prioritaria perspectiva de paz, las negociaciones se ahogaban en el nivel de los problemas técnicos “que nacían naturalmente del hecho de que la técnica, pese a la universalidad del conocimiento científico, estaba comprometida políticamente; la técnica “engagée”, ya se sabe, es por sí misma la más limitada, dura e incoherente de las políticas”. A A. C. y a los gobernantes del 1º I. S. les resultaba evidente que las negociaciones de los planes de desarmen estaban viciadas por la voluntad de los estados exteriores de lograr o mantener en ellas ventajas o predominio estratégicos.

El I. S. no solo contribuía a la paz impidiendo en el imperio la opinión de los técnicos. También llevaba a cabo una activa política de desarme. Por una parte, “nada estaba oculto en el imperio a las miradas del pueblo, no existían zonas prohibidas y repetidas veces habían declarado los ministros responsables que los ejércitos imperiales no poseían armamento secreto”. Así se relata en “Los doscientos espías”. Este mismo texto dice que, para excluir la premeditación y la sorpresa e una posible acción bélica eran preceptivos los augurios (siendo el ejemplo clásico en las escuelas el capítulo IV del libro VI de la Anábasis de Jenofonte) pues no en vano los griegos eran reclamados como antepasados del I. S. y así, el ejército imperial solo luchaba por una causa justa de salvación refrendada, como la de Jenofonte “por sacrificios favorables, propicio el augurio del vuelo de un águila y las entrañas magníficas”. “Vayamos contra estos hombres” leemos en el Anábasis.  Por otra parte, (como se cuenta en “Del Imperio Secreto”) en un momento dado se había llegado a la firma de un convenio en Roncesvalles entre el I. S. y los estados exteriores sobre la práctica de la guerra y la primitivización de los armamentos.

Como “conditio sine qua non” de ésta última, fue necesario que los científicos cambiasen la investigación físico-atómica por la botánica. Pero el espíritu de destrucción está tan anclado en el ser humano que los nuevos botánicos desarrollaron una teratología vegetal encabezada por “el naranjo emigrante, el faisán de los árboles” bello asesino, empleado en una pequeña guerra de fronteras, sin autorización imperial. El horror por la matanza causada supuso su prohibición. Claro ejemplo de lo activa y vigilante que debe ser una política de paz. En estas dos páginas acerca del tratado sobre las acciones bélicas y la primitivización del armamento puede A. C. desplegar libremente las figuras de su imaginación, en particular, al describir la botánica paradisíaca. No es que en este artículo haya un cambio de registro literario “apreciable” o se trate de un texto “independiente” de los anteriores del I. S. (M. S.). Como vemos por lo ya expuesto, no hay solución de continuidad en esta primera serie, hay coherencia en la política imperial contra las amenazas al ser humano. Lo que ocurre es que al describir aspectos técnicos concretos, sobre el fondo de la gravedad de los peligros y su conjuración (esa idea de que la investigación científica sin control puede hacer de la rosa o el naranjo un arma letal…) A. C. encuentra un terreno propicio para la libre creación de imágenes (inolvidables). Las batallas como juegos de guerra, con el reconocimiento inexcusable de la “patética bélica” son de una humana satisfacción del ímpetu bélico natural y hacen patente la pobreza de tantos juegos de batallas en la realidad y en el cine. El “juego” cunqueiriano merecería ser recogido en un verdadero II Roncesvalles de la comunidad internacional.

Pese a la política imperial de paz, el número de espías de los estados exteriores en el imperio se mantenía constante. Los gobernantes del I. S. (los consejeros poéticos eran los encargados del contraespionaje, sobre lo que hablaremos en la poética del Imperio). Se consideró conveniente para evitar peligros para la paz una clasificación de los espías en clásicos y románticos. Estos eran el auténtico peligro por confundir y mezclar los géneros y no distinguir la tragedia de la comedia. Fichados, los románticos habrán de ser invitados a abandonar sus escondites y disfraces y a asistir a representaciones de tragedias griegas, a clases de historia romana y a prácticas de cocina francesa. Esto último para reducir su enorme imaginación visto que una gran salsa pende de un escrúpulo de mostaza. Pero como naturalmente quedó un núcleo incorregible de espías románticos, de la misma forma que se pactó la primitivización de las armas (de Roquete, en Cervantes. Roquete: Corominas: lo que recubre la lanza. El maestro recoge un texto “Rochet, tampon tixé au bout de la lance courtoise) para satisfacer el ímpetu bélico, el imperio, para justificar a los espías (y al contraespionaje) construyó varios y extraños edificios vacíos, con gran aparato de vigilancia y de sirenas, con humos multicolores en las chimeneas. A A. C. siempre le interesaron los espacios o edificios con una función social específica o cuyo valor descansaba en la creencia ciudadana en la misma, aunque en realidad no tuvieren contenido alguno. Recuerdo sus conversaciones sobre el tema, en especial con ocasión del “affaire” Reace, los depósitos que se presumía estaban llenos de aceite. Me parece que escribió algún artículo sobre el tema. Sostenía que el vacío, pensado socialmente lleno, cumplía de igual modo su función, amén de otras, ventajosas, en el tráfico social.

En la política imperial contra la carrera de armamentos y su desembocadura más que probable en el holocausto nuclear, se enseñaba en la más alta de las escuelas de política del I. S. a alumnos destinados a asumir la dirección del Imperio y su política exterior a no practicar en ningún caso la técnica del potlach (demostración de superioridad por el reparto de los propios bienes, e incluso, por su destrucción). En el relato “Por la destrucción a la gloria” está escrito: “en el I. S. consideraban muy peligroso el espíritu de potlach, aplicado a la política exterior de las grandes potencias… se advertía en la escuela de política que, practicando el potlach, los rivales, embriagados por el juego perdían contacto con la realidad y obraban solamente a la mayor gloria del potlach… tendría que llegar el momento en que la forma más perfecta de gloria fuese la destrucción total y el más completo potlach, el uso gratuito y ad honorem de la bomba de hidrógeno”.

(El artículo “El potlach de los gallegos” contiene consideraciones muy interesantes en relación con la tribu de los gallegos, pero sin relación con la problemática del I. S.)

Las advertencias de A. C. sobre los grandes peligros que se ciernen sobre la humanidad están presentes también en varios artículos que tratan de “el monstruo llamado terror” y “la afición al terror”. Aquí no hay un I. S. sino un reino muy antiguo que puede ser considerado como la prehistoria del I. S. “No sé donde un país feliz, como aquellos que antaño inventaron los celtas… enfermedades, guerras, pobreza, pesadillas, eran desconocidas. La vida duraba un siglo y en cumpliéndolo, las gentes se acostaban en sus lechos para morir sin dolor”.

Habiendo leído el rey y en anales remotos estas palabras “en aquellos días el terror visitó el país” quiso saber qué criatura era el terror. Ningún consejero o sabio pudo responderle. Empeñado en conocer la respuesta, el rey encargó a súbditos suyos recorrer el país y los reinos vecinos en busca del “terror”. “Un genio ocioso” (y malevolente) adoptando figura humana se encontró en un mercado con los mensajeros reales y les ofreció “la hembra del terror” bajo la forma de una enorme cerda preñada, cuya alimentación consistía en cuatro quintales de agujas por día… adquirida por un millón de piezas de oro fue llevada a presencia del curioso rey.

La continuación es fácil de deducir. No hay agujas suficientes en el reino para el horrible apetito de la bestia, se requisan todas las agujas, se elevan los impuestos para alzar fábricas y herrerías de agujas, miseria, hambre, tiranía, desórdenes, represión, ríos con más sangre que agua. Al final deciden los gobernantes matar a la bestia, lo que resulta imposible. La pira preparada para quemar a la cerda se convirtió en una pira que abrasó al reino.

“Así por la curiosidad de un poderoso, dice el libro, todo un reino fue destruido”. Y eso como dice A. C. que solamente había sido encontrada la hembra del terror. “Es probable que nuestro siglo esté a punto de encontrar el terror propiamente dicho”.

En otra variante de la historia, escribe A. C.: “crías de la bestia llamada terror andan todavía por ahí” y cuenta la historia de una polaca que vivía en Londres, Carolina Ludwig, ex presa de un campo de concentración nazi. Habiendo recibido una carta del gobierno federal alemán con un cheque indemnizatorio a su favor, sin abrirla, creyendo que contenía una orden de retorno al “lager”, se suicidó. Debió leer antes la carta. Pero, precisa A. C. “como se le va a pedir sosiego a una persona que ha visto la bestia llamada terror o a una de sus crías”. A. C. ejemplifica el terror en la dictadura nazi como podía hacerlo con Stalin o tantos regímenes de la bestia Terror o de sus crías como florecieron en su siglo. O podía hacerlo con Hiroshima o el holocausto nuclear. Pero me parece que lo decisivo y más importante en su parábola es la curiosidad, yo diría también la frivolidad con que los humanos han abierto el paso al terror en sus diferentes avatares históricos. Frivolidad, v.g., de los políticos en la llegada al poder de Hitler o la ceguera de las diferencias de los compañeros de Lenin que permitieron el ascenso del terror staliniano. Frivolidad en el estallido de la Primera Guerra Mundial… Se pueden multiplicar los ejemplos. La gran bestia del terror con enorme frecuencia ha entrado en el reino por un camino alfombrado por los hombres. En el artículo de S. G. “La afición al terror” se expresa A. C. con mucha claridad “quiero sugerir que el gusto por el terror-ficción puede llevar al amor por el terror real… a la necesidad espiritual-carnal de aterrorizarse cotidianamente. La violencia como droga es algo que hay que aceptar y ya se sabe lo que sucede con el apetito de droga del drogado… y mientras el hombre busca la bestia que responde por Terror, los terrores de ficción se retiran lentamente bajo el mar”.

Finalmente, en relación con la ciudad humana amenazada y que la política imperial trata de proteger, tratamos aquí el artículo “La reeducación del negro” y su complementario extravagante “Cosas de negros”. Como una lectura superficial o apresurada y fuera de contexto puede llevar a discusiones o afirmaciones polémicas, malinterpretando su contenido, comienzo por precisar ese contexto. Es la década de los sesenta del pasado siglo. El momento de una confusa y desordenada colonización basada en las fronteras artificiales de la colonización imperialista, con guerras civiles y masacres, como en el Congo belga que continuaban las matanzas coloniales. En muchos casos, con apoyo a las facciones por compañías multinacionales, deseosas de continuar la explotación de las riquezas mineras a costa de la miseria de los pueblos; guerras entre los nuevos estados con intromisión de los “estados exteriores”. Es la hora de Amín en Uganda, de Bokassa en la República Centroafricana, de Mobuto en Zaire, de Siad Barre en Somalia… De la tiranía blanca en Rhodesia y del apartheid sudafricano. Golpes militares, asesinatos, fusilamientos y ahorcamientos en todo el continente. Es la historia de la bestia Terror que continuó durante décadas y de la cual aún hoy sentimos los coletazos. Nuevos estados independientes (e inmaduros) son admitidos en la ONU, se produce una inflación del voto y su imprevisibilidad.

En este primer momento, sorprendido A. C. por esta terrible confusión (y sumergido por ella) quizá no fue capaz de ver evoluciones positivas de la situación africana. El contexto lo devoró (aun así previó un presidente negro en EEUU para 1976). Como consecuencia dibujó en el relato indicado un cuadro africano apocalíptico que afortunadamente no se cumplió. Escribe: “a finales del siglo XX se reunieron en Aquisgrán los dirigentes del I. S. para tratar del difícil problema de los negros. Disuelta la ONU… precisamente a causa de la mayoría en ella del voto negro…”. Hay que reconocer que en el cuadro africano que pinta A. C. se contienen afirmaciones y conceptos sobre los negros que no alcanzan el nivel de ponderación y justicia habituales en él y que solo pueden ser debidos al incontrolado (e interesado) torrente informativo de catastróficos horizontes africanos. En la conversación particular hablaba con ecuanimidad de la fallida descolonización y de los intereses rapaces de los blancos explotadores. En contradicción con sus afirmaciones del artículo citado, apreciaba a intelectuales y poetas negros de lengua francesa (v.g. Senghor) y en su biblioteca abundaban libros sobre las culturas autóctonas africanas.

En el artículo del mismo año y periódico “Cosas de negros” escribe: “…con quienes [los negros] los blancos estamos cometiendo graves equivocaciones, incluso desde el puntos de vista de eso que se llama civilización, o por eso, por el punto de vista civilización” y la aculturación que implica. De eso hablaba con frecuencia en esos años, de una aculturación salvaje, de incomprensión por Occidente de las culturas africanas. En el mismo artículo escribe “creo que no se ha estudiado el daño que le ha hecho a la política mundial el hecho de que hayan sido secretarios generales de la ONU, desde su fundación, escandinavos asépticos, socialistas y protestantes. Lo que se necesitaba allí era un Chesterton o un Bernanos”… “Un irlandés, un celta vayo y fantástico quizás esté a la altura… de la… imaginación negra y de la selva”. “Un elemento ossiánico en el corazón de África”. A. C. fue mucho más lúcido que los dirigentes del I. S. que solo veían amenazas y confusión para su ciudad.

No me resisto a resumir la anécdota que cuenta A. C. en “Cosas de negros” y de la que en su momento me habló muy impresionado, anécdota que tiene una profunda relación con la cuestión de la aculturación y que muestra como bajo un pensamiento racional, universal en el plano técnico-científico, florecen creencias y concepciones de las culturas tradicionales, de enorme antigüedad, en África y en Occidente, en todo el mundo. A. C. cuenta que transcurre en una república negra independiente. Conservaba la república todo el aparato administrativo, judicial y militar, el orden y la gravedad, los símbolos de los tiempos de la colonia británica. Pero en la noche acudían a un claro de la selva, iluminado por la luna, jefes y autoridades, desnudos. Y bailaban frenéticamente, alrededor del Dios, un motor diésel puesto en bancada con su runrún sonoro. Por turno golpeaban el capó con sus penes para absorber el poder de las vibraciones del Dios. Tamtames incesantes. Al día siguiente, severos, cada uno en su tarea.

Sandra Bornand en su magnífico libro sobre la lengua zarma, lengua songay muy importante a lo largo del río Níger relata una noticia de un periódico de Niamey, capital de Níger, año 2004. Una alta funcionaria de un ministerio, de los que gozan de alto presupuesto que permitía a la misma ingresos importantes que también favorecían a sus parientes y amigos, según las tradiciones comunitarias de la zona, se enteró de que iba a ser cesada en una próxima reunión del gabinete. La buena señora entró en pánico. Pero a grandes males grandes remedios. Organizó una “follay foori” o fiesta de los genios, abreviadamente “bori”, que es una fiesta de posesión. En sus locales del ministerio tuvo lugar la ceremonia con intervención de la interesada, familiares y brujos. Una danza frenética durante horas con ritmos de cuerda y percusión, hasta que los genios se presentaron. La fiesta fue un éxito pues el cese fue retirado del consejo. Habiendo trascendido el suceso, el periódico comentaba asépticamente como bajo la fe musulmana mayoritaria, seguía vivo el animismo tradicional. Y desde luego no hay lugar a escandalizarnos, en el Imperio Secreto y en los estados exteriores pues la actuación de la integrante de la élite Nigeria no era más irracional que nuestro acudir a S. Antonio, con oraciones y promesas monetarias cuando tememos una pérdida. Y, desde luego, mucho más divertida, además de su fuerza integradora de la comunidad.

Finalmente, acabamos el examen del 1º I. S. pasando revista a su poética.

UN IMPERIO POÉTICO

Como se ha expresado anteriormente hasta la saciedad, el primer I. S. es una ciudad a la medida del hombre y a su servicio, en la que el ser humano, su educación y su libertad y, el crecimiento en él de su humanidad esencial son la razón de ser de las políticas imperiales de paz, de humildad y de esperanza, políticas impulsadas por el emperador y sus consejeros. El imperio, “metafísicamente hablando”, unos gobernantes que, para decirlo en términos confucianos, “no han perdido el sentido del mandato del cielo”. Hay en ellos una suprema exigencia, una fidelidad a un orden justo de las cosas que es su orden intrínseco y en el cual el bienestar y la educación del pueblo ocupa el centro y es el polo de un proceso siempre inacabado. Por eso, la memoria de Napoleón no es grata, su imperio no es el imperio cuya capital espiritual es O Cebreiro.

Los consejeros imperiales son denominados con frecuencia mandarines. Y una vez se distingue entre mandarines de pluma y de lanza. La palabra tienen relación con la China imperial pero en esta primera serie no se emplea con significado técnico, indica simplemente los vínculos de su formación con la literatura y la poesía frente a los simples políticos sujetos a la obligación de escuchar la canción del minne sänger, una distinción semejante a la existente en la corte imperial China entre letrados por una parte y nobles por otra. La distinción entre mandarines de pluma y lanza (también presente en la China imperial) se menciona una vez, ambos letrados frente a los técnicos. Y sin perjuicio de que la pluma y la espada confluyan en una persona, pensemos en Garcilaso.

Los consejeros poéticos, otro nombre de los mandarines de pluma, que podían ser o no poetas, son los encargados del contraespionaje. Esta atribución asombrosa define ya a un imperio. Y es un mandarín, el poeta laureado el que realiza la fecunda y genial clasificación de los espías en clásicos y románticos.

En la crónica del Imperio se dice que “los poetas cantaban a la paz con frecuencia” y que se cultivaba la poesía de ocasión “excelente, clara y elevada poesía” muy apreciada en el imperio. De ocasión, es decir, vinculada a la vida y avatares de la ciudad, cauce también de educación de la emoción de la gente para enseñarle a ver y a sentir la presencia de la imagen en los caminos, de los artúricos, de D. Quijote, de Francisco de Asís.

A los embajadores que investigan los puntos de podredumbre en el Imperio se les define cono gente ociosa y erudita, objeto de una “grave acusación”: ser poseedores de espíritu poético. Estos embajadores pueden ser mandarines o poetas y eruditos marginales según el modelo chino, hubiesen triunfado o no en los exámenes, amantes del vino y de los cerezos en flor, de los que tanto gustaba Cunqueiro.

El nombre del único cantor y poeta del que queda constancia en la crónica del Imperio es el de Gualterio de los Mirlos o del Otoño (Walter von der Herbst). Cuenta aquella la historia de sus amores desgraciados pero que alimentaron poemas que quedaron en los libros para las escuelas. Hacia el final de su vida cantó como “se hace el bosque en el dorado otoño”. Llamado por el emperador a Aquisgrán para cantar en su presencia y de la corte, una lluvia de hojas secas, procedentes del bosque secreto del corazón del poeta cayó sobre el emperador y los miembros de la corte, acompañando las notas finales de la canción. El emperador nombró a Gualterio “cantor del otoño” e impuso a los políticos, gente no letrada, la obligación de escuchar una vez al año la canción de Gualterio y que la considerasen “una lección de la historia universal”. Efectivamente ¿qué mejor lección de historia universal que una canción de otoño? El otoño como metáfora de la decadencia inevitable de cualquier comunidad humana, las hojas secas de las ruinas olvidadas, el estío que retorna, el ciclo eterno. Y nosotros, ¿podemos imaginar a nuestros políticos a la escucha de un poema como lección de historia universal? ¿Y cómo negar la denominación de poético a este imperio?

La plaza de Cantor de otoño a la muerte de Gualterio permaneció vacante. La crónica menciona que a finales del siglo XIX opositó a ella un tal Paul Verlaine.

En la política poética imperial, tal como la conocemos por la crónica cunqueiriana, destacan dos decisiones imperiales: una, pago con fondos imperiales de una secta que sostenía que la Edad de oro, cantada por los poetas antiguos y explicada por D. Quijote a los pastores, todavía no aconteciera. La finalidad, que los hombres “se aferrasen a sus sueños y mantuviesen la ilusión de días alegres y luminosos”. Pero además era filosófica y poéticamente convincente que la dorada edad perteneciese al futuro, como polo, o paraíso al que siempre se tiende sin alcanzarlo. Basta leer, en el capítulo XI, el discurso de la edad dorada a los cabreros:

“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados… Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes… Las claras fuentes y corrientes ríos en magnífica abundancia sabrosas y transparentes aguas ofrecían… Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia… No había la fraude, el engaño, ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza”. D. Quijote no ignoraba que la dorada edad es una aspiración humana, no un hecho histórico pasado si bien se adaptó a la limitada comprensión de los cabreros, por ser más fácil de creer una utopía en tiempos muy antiguos que una futura, contradecida por la dureza del presente. En el Imperio, D. Quijote es el profeta del paraíso, de la dichosa edad y siglos dichosos que vendrán. Y la gente pensaba que sus sueños eran posibles y se esforzaba por ellos.

Dos, la crónica, hacia su final, nos dice que “en uno de los extremos del Imperio Secreto”, “en un país de altos y oscuros montes y de espesos bosques en los que el oso y el corzo se saludan”, había un santuario que era como la capital invisible del imperio. “Sobre aquella alta cumbre, llamada O Cebreiro, había siempre una extraña luz dorada”. Precisa el cronista que cuando llegó a los artúricos la noticia del hallazgo del Santo Grial, antes se enteraron sus espadas que saltaron de la vaina y se clavaron en el suelo. “Semejaban en prado de asfódelos, movidos por un gran viento”. “Aquella capital invisible que era O Cebreiro, equilibraba, en el espíritu de las gentes, el peso y la influencia de las capitales temporales, de las grandes urbes, de los centros políticos y económicos. Y se hablaba del espíritu de O Cebreiro, como de un saber de salvación”.

La crónica acaba abruptamente. Nada más sabemos de este primer Imperio Secreto. Ni siquiera las fuentes o documentos en que se basó su cronista, A. C. La investigación científica niega realidad histórica a gran parte de las políticas de los gobernantes imperiales. Probablemente formaban parte del horizonte de sueños de esa secta para la cual la dorada edad no había todavía acontecido.

Con la desaparición de su cronista, el I. S. hará honor a su nombre eternamente.

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5. UN MUNDO QUE SE ALEJA.

QUINTA PARTE: LA SENDA DE LEZAMA A LA CIUDAD TIBETANA ESTELAR. FINAL.

Se ha escrito que Paradiso es un mundo fuera del tiempo, quizá bajo el prejuicio de la afirmación lezamiana “la liberación del tiempo es la constante más tenaz de la sobrenaturaleza”. Pero si comparamos la ciudad de Cunqueiro con La Habana de Lezama vemos clara la distancia, no solo entre ellas, sino también entre la poética lezamiana y su realización en la novela, cosa que también ha sido afirmada. No pretendió Lezama con Paradiso construir una ciudad paradisíaca, con anulación del espacio y del tiempo (salvo algunos excepcionales momentos) hay sí una reconstrucción metafórica de La Habana, sin embargo, téngase en cuenta el texto aristotélico citado en la tercera parte. La potencia del lanzamiento y la distancia al blanco son graduables y no toda imagen lograda por impacto de la flecha de la metáfora es paradisíaca ni en absoluto lo pretendió Cunqueiro en su poesía ni tampoco Lezama en Paradiso – Oppiano Licario.

Por otra parte, la finalidad inicial de Paradiso (palabras de Lezama) era cumplir con el deber de ser guardián de la historia familiar, sagrado deber de la memoria, lo que implica que no fuese lo más adecuado la plena realización en el texto, de su poética.

Con las precisiones anteriores podemos hablar de un dominio omnipresente de la imagen en Paradiso, como también en gran parte de su ensayística y en la mayor parte de su poesía. El propio Lezama, como ya se vio en la cuarta parte de este ensayo, y lo seguiremos precisando, vivió en la imagen, como Cunqueiro. Pero, además, nos encontramos en toda su obra con una lentificación del tiempo del relato y que lo descoyunta, una exasperación en la lentitud del fluir de la duración con relación al tiempo cronológico, un tiempo lentísimo que introduce una atmósfera onírica. “Tendía a alejar los objetos del mundo exterior y a bracear en un río muy lento para alcanzarlos”. “Con decisión de epístola camina la flecha al blanco” pero el correo se demora una eternidad china, observamos el vuelo sin vuelo de la flecha, el ritmo soñoliento de un pulidor de jade. Conocemos “el afán indomeñable de llegar a la ciudad tibetana de lo estelar donde el hombre conversa con el búfalo blanco” (ciudad tibetana de lo estelar, el Paradiso de Lezama). Pero ¿llegará el momento de esa conversación? Lezama próximo al mundo paradójico de Zenón de Elea fragmenta los caminos, objetos, seres, gestos, instantes, sucesos, los sintagmas del texto en segmentos que se inmovilizan para insertar en sus fronteras en virtud de asociaciones transparentes u ocultas, metafóricas o no metafóricas, originadas en la cultura universal, una vegetación que oculta el horizonte de la ciudad tibetana y, además, induce a la tentación de llegar a otros horizontes. Zenón tenía razón. Aquiles no alcanzará a la tortuga. Frente a la alegría cunqueiriana que juega con los objetos y los lanza al aire para devolvérnoslos como imagen del paraíso, danza en la que participan vivos y muertos (¿es que hay alguna diferencia?) y si sueña con la ciudad tibetana estelar, ésta aparece inmediatamente como una transformación de la existente, en Lezama “la pupila fragmentada” y la niebla asociativa originan un movimiento que “se circulariza”.

Es paradójico (por ser lo contrario de lo que ocurre en física) que para la segmentación indefinida de lo real, se necesite una energía mucho mayor que para la fusión objetual, de la que resulta el texto paradisíaco en Cunqueiro. De ahí, frente a la danza cunqueiriana, el hieratismo lezamiano, su titanismo sublunar. La tensión de un indefinido segmentar hace hervir las aguas del Puraná. “Benditos los efímeros que podemos contemplar el movimiento como una imagen de la eternidad”. Él ha visto el reposo de la flecha en cada uno de los puntos de su trayectoria. Hechizado por la belleza de esas imágenes de la eternidad, Aquiles, como acabo de decir, no solo no alcanza a la tortuga, sino que se detiene en la carrera.

El lector de Lezama, también efímero hechizado, ante el lento deslizarse de la eternidad, escucha “con tensa oreja de gamo”: “se considera una cortesía no ejecutar ningún movimiento apresurado… Un ritmo de tortuga… Porque los más dormidos son los que más se apresuran… Lentamente, sin causalidad, mientras el día nace en su fuente de mármol entre los dioses menores y grandes abejas despiertas… Pasa el jabalí puliendo los muslos sagrados… Reduzco en mi metáfora a una redada inabarcable… La conjunción del verbo reúne lo semejante con lo hostil… Arden en la misma hoguera… El posible de la sustitución de pescado por serpiente, la gravitación de ese imposible, con ligeros toques de causalidades invisibles. Pez, flecha de los líquidos. Flecha, serpiente de los aires. En el mundo de la poiesis, una petición de pescado inicia el otorgamiento de serpientes… El rocío de las interpolaciones… La palabra se introduce en las cosas oscuras… Vibración que puede sustituir el objeto… Las imágenes como interposiciones naciendo de la distancia entre las cosas… La distancia entre las personas o las cosas crea otra dimensión… La imagen… Atravesamos desiertos en busca del agua y del verso… Alza figuras hieráticas en cada uno de los fragmentos de la serpiente. El cuerpo se escondía en la casa de las imágenes y luego reaparecía idéntico y semejante a un fragmento estelar”. Imposible mayor cortesía en la claridad explicativa de Lezama, acusado, sin embargo, de oscuro.

Lezama, inclinado en la orilla del Puraná, contempla, no su propio rostro, como Narciso, sino, fascinado, el acarreo del río, atrapado en la gravitación de las imágenes que transporta, en el vuelo de la flecha a través de “las tersas equivalencias siderales” mientras saborea “el éxtasis de la participación en lo homogéneo”.

En las cadenas sintagmáticas de los textos de Lezama (o río Puraná o senda de la ciudad tibetana) desembocan en todos los puntos de la orilla del cauce o del camino o en cualquier segmento de aquella, atraídos por gravitaciones misteriosas, todos los paradigmas imaginables aunque con frecuencia brilla el sol y todo se aclara (“el ideograma del bambú tiene la obligada compañía del tigre”).

Avanzamos nosotros, también, en el camino de la ciudad tibetana, camino sublunar, que atraviesa la selva del texto lezamiano, especialmente densa en su poesía. Avanzamos a golpe de machete, cortando aquí, desgajando o apartando allá, siempre en trance de perderse. Seguimos el deslizarse de la boa lezamiana que desenvuelve sus anillos sobre las texturas diferentes de los suelos que segrega, con frecuencia por itinerarios objeto de secreto privilegio, con la voluntad decidida de no ahorrarse el tiempo del viaje. La flecha del arquero se ha transformado en cuerpo deslizante de serpiente. Sin renunciar a la “ingenuidad de habitar un nuevo paraíso” esta habitación se demora siempre, por la voluntad indomable de transparentar el vuelo de la flecha, lo que exige detenerla. Es un transporte, un tráfico que el aduanero inspecciona a cada instante. El húmedo deslizarse se detiene. Entonces “los dioses empiezan a salir del mar”, Lezama los reconoce, los reconocemos pues “se acercaban vestidos de seda”. Lezama conversa con ellos, calmosamente.

El deslizarse de la boa lezamiana en una diacronía exasperada (frente a la danza cunqueiriana en sincronía) se apoya en construcciones culturales clave, hitos de luz que, sin embargo, escatiman las claves del asociacionismo de Lezama. No sería suficiente la biblioteca de las bibliotecas, sin conocer el código de la clasificación de Lezama en los estantes.

En cada segmento de la cadena sintagmática (y es Lezama el que crea el segmento) se puede insertar la totalidad del diccionario. Veamos el siguiente esquema:

Segmento1  Segmento2 – – – – – – –   SegmentoN

La zona con rayado discontinuo es una zona de hundimiento, un asociacionismo, (metafórico o no) sumergido, reino de denotaciones o connotaciones secretas que determinan el segmento N. Y así sucesivamente. Los pecios sumergidos podrían ascender a la superficie y reescribirse como sintagmas del texto, mas en el fondo del río son metalenguaje secreto y misterioso. En la superficie no hay solución de continuidad, fluyen tersas y pulidas las aguas visibles y bajo ellas corre Alfeo, que busca la gravitación de Aretusa, en alegre baño en el azul. Solamente por la enorme gravitación nacida de la imagen que surge de la metáfora lezamiana o de la tremenda distancia entre sus asociaciones somos sensibles a la amplitud del naufragio, podemos oír “las brisas superiores” y acariciar la frescura de la vivienda submarina.

Si en Lezama, la petición de un objeto desata el otorgamiento de lo existente, si en cualquier punto intersegmental del fluir sintagmático es posible insertar, interpolar, prácticamente sin límites, eso significa que a todas las palabras subyace idealmente un reflejo común en el espejo en que se ofrecen, el cual permite esas inmensas capturas en la red que dice Lezama, en ese diccionario o lexicón de secretas atracciones e identidades. La lentificación de la flecha del movimiento por su desarticulación que muestra sus entrañas y posibilita la violencia interpolatoria, se expresa metafóricamente en el uroboros, la serpiente que se muerde la cola, metáfora muy querida por Lezama, ya que si en la red se agita la cosecha de lo existente, se circulariza lentísimo el movimiento que, en cada giro engrosa sus anillos.

Al final “qué alegría, qué majestuosa tristeza, esa unión de la respiración misteriosa que oscila entre la transparencia que se recibe y la exhalación de la entraña que se devuelve” entre la cultura que recibimos y que, como texto o biblioteca, devolvemos.

Al sumergirnos en el texto poético lezamiano, el propio Lezama ya expresó que “no importa demasiado la comprensión de la poesía”. La belleza de la melodía, con frecuencia resuena en nosotros como melopea sagrada, se acompaña casi siempre de comprensión difícil, a veces imposible por tensa que se mantenga la oreja del gamo. En sus versos se abraza lo real con lo irreal, lo concreto y lo abstracto, sustantivos que emigran de todos los reinos de la cultura universal, vestidos de los adjetivos, o acuchillándose con los verbos más improbables en la cotidianidad de la ciudad, por mor de la gravitación de la distancia.

En la inmersión en su poesía, sentimos el peso del enorme cuerpo de la boa que fluye de la boca de Lezama, la serpiente de su discurso poético que se enrolla y se muerde la cola.

“Fragmentos a su imán” es el título de su poemario póstumo. El texto poético lezamiano está constituido por fragmentos incandescentes, con sed de imán. Sumergido el imán lezamiano, clave de su asociacionismo selvático, permanece la incandescencia de sus fragmentos. No están dañados, “de forma que no reconozcan a su imán” no son precios abrazados por moluscos o cenizas frías, siguen con sed de imán. Así, la única lectura fértil de gran parte del texto poético de Lezama es una lectura imantadora, proyectar decididos el magnetismo del propio imán sobre los fragmentos extraídos de su discurso poético los cuales muestran, agitándose como peces de plata en nuestra red imantada, la incandescencia de su destino que hace posible la gozosa amistad con el nuevo imán. De estas lecturas con imán surgen, paradójicamente, legítimos entendimientos del texto lezamiano, es decir, alegre vuelta a la superficie del agua, de las gravitaciones lezamianas.

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FINAL

Escribió Lezama: “En las antiguas teogonías órficas o persas, el visitante es el muerto. El espíritu de la visita está íntimamente entrelazado por la muerte de algún familiar. Ahora bien, el que llega no es el esperado, sino el caballo que con sus cascos toca en la puerta. Ambas cosas son imposibles pero su simple potencialidad en la imagen basta para crearle gravitación” esa palabra “imposible” evidencia la diferencia entre el texto lezamiano (lentísimo y onírico en la gravidez de sus imágenes) y el texto paradisíaco cunqueiriano. Ambos, Cunqueiro y Lezama, han salido de lo histórico sucesivo, de su laberinto por la penetración en el espejo, es decir, entrando en el laberinto de la imagen. Pero en la ciudad cunqueiriana se desconoce la imposibilidad. El visitante es el muerto, los cascos del équido resuenan rítmicos en la puerta. De Cunqueiro y de Lezama se podría decir lo que se ha dicho de Kong-Tse “al nacer (en el 551 A. N. E.) recibe de golpe toda la herencia de la cultura china, comprende muy bien su destino, dominar toda esa gran tradición, ponerla al alcance del príncipe y del pueblo, tratar de apoderarse de lo impalpable y terrible, meter al dragón en una biblioteca” y las propias palabras de Confucio: “Desde que ya no existe el rey Wan, la cultura me ha sido confiada. Si el cielo hubiera querido anular esa cultura, no la habría recibido un mortal posteriormente”.

Semejanzas de sus respectivos textos pero enormes diferencias. En la ciudad de Cunqueiro, ejemplificada en su más acabada expresión en “El año del cometa” la noción de camino ha desaparecido, ella es todas las ciudades. Cunqueiro/Paulus vive y sueña en ella, maestro de sueños de todos sus vecinos, vivos y muertos. Las puertas están abiertas, franqueado el paso al paraíso, toda la humanidad está invitada.

Lezama en cambio habitó una Habana sublunar, llevada a la imagen pero no paradisíaca, él mismo invadido por la imagen, viviendo en ella. “Recorría unas calles anchas como ríos paradisíacos”, “en una noche pitagórica, penetrando un mundo de iluminación, liberado de toda causalidad en la dorada región de un sereno prodigio”. “Cuando despertaba tenía la sensación de una colección indefinida de silencios como esas cacerías consistentes en no alterar la gama de silencios que rodean a un tigre”. Y añade: “la historia de los grandes hechizados que se desenvolvieron en el mundo invisible”. Con diecisiete años, escribe: “recostado en la tarde que me lleva… Borradas las perspectivas tocables… seguí mi rumbo inalterable”. Y así siguió su vida mortal: “dichoso voy entre nieblas, nadando voy por lo oscuro”. Siempre supo que pertenecer a una imagen es “uno de los más provocadores destinos”. “Hacer una divinidad de la imagen… es vivir un destino como una futuridad que regala su granada”.

La ciudad lezamiana es una ciudad maya, oculta en la selva. Piedra y vegetación, ambas en crecimiento continuo, son lo mismo. Lezama camina, camina siempre “mulo al borde del abismo” sin más interrupción que el descanso “en los grandes templos donde los dioses ordenan a los dormidos sin romper la noche”. Lezama en el camino, con vocación de bódhisatva “el ser de la iluminación” que no entra en el nirvâna y permanece en el mundo para salvar a los demás, que se abstiene de entrar en el paraíso mientras no entren todos los seres. Cunqueiro, en cambio, ciudadano del Paraíso, abre sus puertas y todo lo existente, sin excluir el objeto más humilde se introduce en él.

En este breve ensayo quedan dibujadas tres aproximaciones que llevan a un encuentro y a una recíproca iluminación: las existencias de Cunqueiro y de Lezama, las circunstancias de su entorno vital donde brota el manantial de su concepción del mundo y, finalmente, su poética de la imagen. Tres rutas o caminos preexistentes favorecen las aproximaciones indicadas:

El histórico que desde hace quinientos años vincula las orillas atlánticas de Galicia y de Cuba, historia constantemente acrecentada. El cultural, con la presencia de unos horizontes que se dejan contemplar con agrado en los respectivos espejos. El lingüístico, en realidad un universal que atraviesa todas las lenguas. Se ha dicho: “las expresiones relacionales más abstractas remontan a la localización espacial”, “por ello los morfemas espaciales asumen los empleos metafóricos más extendidos”. En consecuencia el tiempo y el espacio constituyen un mismo campo metafórico, lo sabe la poética mucho antes que la física. Finalmente, enmarcándolo todo, el texto mítico griego de cuyas aguas bebieron ambos poetas, con sed inextinguible, toda su vida.

En la primera aproximación mencionada, la de sus existencias, lo puramente evemencial, lo superficial biográfico no ha sido tenido en cuenta, solamente en lo que resulta significativo, como obstáculo o impulso para la poética, de ambos escritores. Ellos vivieron el “provocativo destino de la imagen” que nunca traicionaron. Ese destino tal como se refleja en el espejo de sus poéticas y no el oleaje manso de lo sucesivo en el transcurso de sus vidas, es lo de permanente interés para la humanidad. Lezama, viendo las evoluciones en lo histórico, otras pero semejantes en su esencia a las que rodeaban a Cunqueiro, nos dijo: “mientras el hormiguero se agita (realidad, arte social, arte puro y pueblo, marfil y torre) pregunta, el Perugino responde: se nos acerca silenciosamente y nos da la mejor solución”. “Prepara la sopa, mientras tanto voy a pintar un ángel más”. Y Cunqueiro cubre el suelo de su biblioteca con manzanas cuyo perfume anuncia el del paraíso y cancela la hediondez del siglo.

Frente a la presión asfixiante y antipoética del hormiguero que alza sus montículos en todo tiempo y lugar, “interponer el tiempo poemático, forma sutil de resistir sin hacer historia”. Vivir la imagen como destino cancela las amenazas de lo histórico y “permite el lento sudor de los enigmas y la ruina de la esfinge”.

Las aproximaciones indicadas son de doble dirección. Puntos extremos, son puntos de partida y de llegada y de su encuentro surge una imagen que todo lo abarca, una iluminación y un incendio generalizados, circunferencia estelar en desaforada expansión. Cunqueiro y Lezama, sentados a la misma mesa, se iluminan y nos iluminan con nueva luz.

Y antes de concluir. Si ese mundo que Lezama y Cunqueiro defendieron como realización de su destino, ha desaparecido o se halla en trance de desaparecer “babilónicamente y fatalmente”, ¿cuál es el significado de su obra para humanidad en mutación de globalización exasperada, en la que el entorno tecnológico puede sustituir a la naturaleza? La respuesta es clara. Ambos poetas (también en su significado etimológico) al conservar en la imagen los archivos de la tradición cultural humana la han salvado para el hombre, bañándola en una luz, desconocida antes de ellos, una misión y una aportación que será, estoy seguro cada vez más reconocida en el tiempo y que, en unión con los esfuerzos de otras poéticas, encauzará el futuro de un mundo cambiante dentro de la senda abierta por los antiguos, que para nosotros, europeos, son, en primer lugar, los griegos que nunca dejarán de interpelarnos. “Que cada uno sea griego, a su modo, pero que lo sea” (Goethe). Que cada quien tense el arco y dispare la flecha que abre las puertas a la imagen, según su fuerza, pero con irrenunciable vocación de arquero. Es necesario decapitar a la barbarie, siempre amenazante, a fin de que el ser humano, en su evolución, no se vea privado de sus raíces milenarias que lo conviertan en el último hombre nietzschiano que pregunta: “¿Was ist Liebe?, ¿Was ist Schöpfung?, ¿Was ist Sehnsucht?, ¿Was ist Stern? So fragt der letzte Mensch und blinzelt”. (“¿Qué es amor, qué es creación, qué es nostalgia, qué es estrella? Así pregunta el último Hombre y parpadea”).

Pero no habrá lugar para preguntas tales en “las tardes de vino y abejas conversables” que nos esperan si aceptamos la invitación de sentarnos a la mesa del diálogo cordial, pero exigente, a la que Cunqueiro y Lezama nos invitan.

  • LIBROS EN EL CAMINO

Antes del dar razón del encuentro y diálogo con los libros de César Antonio Molina y de Darío Villanueva, el lector desea manifestar lo siguiente:

Estamos ante unos libros de la autoría de dos escritores gallegos que constituyen cimas de la orografía de la cultura gallega, de su literatura y ensayística. Dos libros que, en mi opinión no podrían ser escritos más que por gente (como diría A. Cunqueiro) perteneciente a la tribu gallega. Pletóricos ambos de conocimientos y de humildades, aderezados, el uno, de nostalgia, a veces de serena tristeza, y de una familiar presencia de la muerte. El otro, de prudencia y sentido común para el tratamiento de lo complejo y de firmes decisiones cuando se precisan, con fina ironía y un sentido del humor muy galaicos que evitan agudas descalificaciones.

Ambas obras, repito, forman parte, en primer lugar, de nuestra cultura, de la literatura gallega y, como tales debemos reivindicarlas. Y al mismo tiempo, caudal que alimenta ese río que serpentea, de una u otra forma, por varios continentes, la lengua española. Estoy convencido que esta gran aportación gallega a la cultura universal llegará a todos los puertos de ese río multicontinental y después, previo el paso por las esclusas de las correspondientes traducciones, a otros grandes ríos del planeta.

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“TODO SE ARREGLA CAMINANDO”

DE CÉSAR ANTONIO MOLINA

ED. DESTINO. VI VOLUMEN DE “MEMORIAS DE FICCIÓN”, 2016 – p. 477.

El poeta camina lentamente por una calle de la ciudad. Vecinos en el balcón o en las ventanas contemplan a los que pasean o bien corren a sus asuntos. Bajo el cálido sol el poeta piensa su desaparición. Permanece en su andar lento pero gana su imagen en uno de esos balcones y mira para sí mismo, melancólico. “¿Notarán mi falta un día alguna de estas personas, que arrojan desde la altura su curiosidad distraída? ¿La falta de una vida que habitó su tiempo y su lugar? ¿La ausencia de un hombre que camina?”. “El mundo es demasiado alegre pero todo será olvidado”, desaparición y olvido, el poeta sabe que, pese a la alegría, lo sepultarán las arenas del desierto.

El poeta prosigue su caminar, entre la alegría ante la belleza del mundo que se manifiesta y la tristeza serena por la inevitabilidad sabida. Caminar es crear el propio camino, diferente para cada humano. El camino del poeta, de una especial riqueza, abre amplias avenidas a través del mundo y de la literatura, del arte y de la música. Es un camino de esfuerzo del cuerpo y del espíritu, que guían ojos y memoria. En él hay privilegiadas direcciones pero abundan los caminos secundarios, apartadas sendas que llevan a perspectivas impensadas, a parajes tan amenos que el poeta interrumpiría el viaje para descansar en ellos. Así el poeta descansa en la tierra húmeda, “el transcurrir de un arroyo como almohada” mientras una lluvia fina de versos que ama va cayendo: “sobre tu poema siegan bandadas de pájaros”, “la luna ilumina el vacío de mi cama, se expande el frío sobre mi almohada de jade”. El poeta, como humano, pero, por poeta, más agudamente, siente la esencia del camino: “cada hombre está sólo y a nadie le importa nadie, y nuestros dolores son una isla desierta”. Esa soledad del camino no puede ser cancelada. Pero a lo largo del mismo altos nombres, vivos o muertos, de la cultura universal, convocados por el poeta, dialogan con él o saludan en la distancia. En este conversar el camino se alarga y profundiza, un instante entran en contacto soledades diferentes y un hermoso consuelo acaricia el corazón del poeta.

El poeta en el camino, en la pluralidad simultánea de caminos que es su vida. Quizá al comienzo tenía una meta, ¿vaga?, ¿clara? Ahora sabe ya que “adonde llegué no iba y adonde iba aún no he llegado”:

Yo, como lector, a unos pasos de distancia, pienso en “la ciudad tibetana estelar” que Lezama Lima buscó toda su vida sin llegar a ella. El poeta sabe perfectamente de la necesidad de un horizonte en el camino y de la inalcanzabilidad del mismo por la propia naturaleza del camino que, no obstante, regala generoso infinidad de horizontes magníficos y accesibles. El poeta, como Epicuro, exclama: “estamos en la eternidad y por eso es inútil esperarla” y una de las caras de esa eternidad es el reino de una belleza prodigiosa. Paisajes, ciudades, arquitecturas, ríos, mares, fuentes, museos, bibliotecas, pinturas, sinfonías, teatros, poemas, libros, literatura… Y cementerios, tumbas, hombres y mujeres y las memorias que de ellos permanecen. Ante la infinidad de los encuentros el poeta no llegará a su particular “ciudad tibetana” mas, ¿qué importa? El poema de su vida está realizado. El poeta, en su caminar a través de hombres, la acrecienta formando espléndidos mosaicos, con bellos enlaces entre las teselas, en los que siempre está presente lo más valioso. Y esta decoración que alza el poeta en su camino, está entreverada con su vivir, con la presencia constante de la muerte, la aguda conciencia de un mundo con su ausencia. Por ello “la verdadera vida es la literatura”, la carne salvada por el texto. Y el literario caminar del poeta es parte de esa literatura. Un particular significado del “solvitur ambulando”.

El poeta que piensa la cultura como maravilloso don a los humanos se pregunta, con angustia, si Rilke sintió en Ronda que la poesía podía abandonarle. Pero W. Szymborska en Florencia le dijo al poeta “muéstrame tu poema y te diré porqué no fue escrito antes”. Necesidad del poema. La poesía no abandona al poeta. Simplemente se despide cuando lo necesario está dicho. El poeta se siente “perdido en la ciudad, sin versos que mostrar”. El verso al vate llega siempre, pero rechaza la retórica vacía y solo respira en la exigencia. Su ausencia momentánea indica que está madurando esa exigencia. El poeta solo debe esperar y escuchar “con la oreja tensa del gamo”.

En los caminos del poeta no hay puertas entre su espíritu y el mundo. En el recinto de una ciudad ve su paisaje interior, su yo como arquitectura. Persigue jardines impresionistas, naturalezas muertas, las escaleras que dan entrada a las bibliotecas “la verdadera patria”. En una conversación con Borges, el argentino dice “mis libros que no saben que yo existo”, silencio del poeta. El lector murmura “¿agitarán sus páginas mis libros a mi muerte, como agitaron cascos y melenas los caballos de Aquiles a la muerte de Patroclo? En un descanso, el poeta se baña “en la luz eterna de Florencia” y poco después lo sumerge una danza “de azules maravillosos de lapislázuli”. Por una senda secundaria tropieza con “el árbol de la vida” que da al poeta sombra gustosa, un tiempo más y entra en la gravitación del “planeta melancolía”. El poeta se pregunta: “¿Por qué Dios nos cuida tan poco?”. Melancólica pregunta propia de un mundo melancólico.

Más allá asaltan al poeta bandadas de maravillosas bolas de cristal de nieve que giran y giran, y la nieve cubre paisajes y arquitecturas. El poeta recuerda la obsesión de Kieslowski con ellas y yo, lector, a mi vez le recuerdo la fijación de Cunqueiro con su bola de nieve de Carcasonne. Qué más propio de un poeta que contemplar un país amado en la taza de la mano y darle la vuelta para que reine la indiferencia de la nieve. El amor en el camino, compañero esencial del poeta, a pesar de lo que le dice Czeslaw Milosz sobre la frialdad del poeta lírico. Sin embargo el lector, aun compartiendo la afirmación del polaco, cree precisa una distinción: el amor, no ya en la vida del poeta, sino en la de cualquier humano en general, el amor que funda una familia y proporciona raíz a la instalación de la persona en su vida y en la sociedad, acompañándola a lo largo del tiempo. Pero la vida feliz, en ese aspecto, se da por supuesta, incluso en un “lírico frío” y, además, es difícil de poetizar, se vive simplemente. Ejemplos como Miguel Hernández o Pablo Neruda necesitarían un espacio y un tiempo que no son de ahora. El poeta, al emprender su camino, ha salido de esa “cápsula feliz” situada al margen de aquel y encuentra en Pompeya a otra caminante, a Gradiva que simboliza al amor como misterio, como pasión, como experiencia imposible que atraviesa todos los límites espaciales y temporales, que te contempla desde la página. Ventana de un libro. Alguien desde la orilla del camino, que observa al poeta, lo interpela: “en algún lugar, alguien está viajando hacia ti, está viajando día y noche”. Ese es el amor que de modo principal busca el poema. O “cuando se ha amado a alguien, se le ama eternamente, semel, semper”. Por eso al poeta le interesa y conmueve especialmente el tiempo de permanencia del misterio de Gradiva en Pompeya y menos la solución del enigma que abre la puerta a la vida privada feliz de la pareja. El lector, a quien afectó honda emoción la primera vez que leyó la pequeña joya literaria de W. Jensen y, a pesar de sus años, la revivió en gran parte al releerla, comparte la opinión del poeta. Al margen, y como lección de humildad, un escritor menor logra una historia que vivirá siempre, al tiempo que quizá grandes escritores serán más o menos olvidados.

El lector, que sigue con atención el caminar del poeta, cree adivinar lo que busca con especial perseverancia, a través de la encantadora niebla de la belleza de lo humano, de la que “el poeta es y se ve como guardián”. El poeta, viviendo la experiencia de otros escritores y artistas que antes que él (o el lector) vieran interrumpida su existencia por un golpe de esa piedra banal llamada muerte, intenta comprenderla, “mirar el enigma frente a frente”. Y, al final, descubrir su lápida y su tumba. En su particular “séptimo sello” encuentra a lo farándula de Mateusz Kantor, de maniquíes y actores (entre los que no hay verdadera diferencia, actores ensimismados ante el misterio los primeros, maniquíes derribados por la muerte de los segundos) y ya el camino es un peregrinar por cementerios (etimológicamente, lugar donde se duerme). Queda lejos “La dama del armiño” y la pregunta por el adónde dirige su mirada. “Una gran nube suspende el paso de la luz”. Obscuridad del poema. Oscuridad de la plegaria a “la nada de un Dios”. El poeta se pregunta por el relato de Lázaro después de salir a la luz por segunda vez, quisiera oírlo de sus propios labios. En realidad el poeta sabe que Lázaro no tienen nada que contar “no necesito resucitar, pero sí dormir profunda y plácidamente, tan solo un buen sueño, como el que tuve hasta el año en que nací”, “no gritó Laocoonte, incluso, en su sufrimiento”. Tampoco gime o grita el poeta ante la muerte. Ve la evidencia del absurdo de la resurrección y busca tan solo un sueño profundo tras una lápida que lo resguarde. Es natural que la flor de la melancolía crezca en esta tierra estoica. Pero incluso en la perspectiva de la muerte, el poeta como guardián se preocupa de las cosas y pregunta: “¿Sentirán temor los objetos en la oscuridad?

Cementerio de Ginebra, con las tumbas de Borges y de Musil. Cementerios judíos de Ginebra. Tumba de Alberto Cohen. Cementerio de Rakowicki, tumba de Tadeusz Kantor.

Tumba de Eugenio Montes, sombra muy querida y respetada por el lector. Tumba de Castelo Branco. Cementerio de las Puertas Santas. Tumbas de Morandi y Leopardi. Tumba de Milosz con el epitafio “Bene quiescas”. Emily Dickinson advierte al poeta: “los poetas encienden la lámpara nada más, ellos por su parte se extinguen”. El poeta la ha encendido y la alimenta continuamente. Todos los poetas esperan que la pequeña llama sea una luz para su tribu. Y aún si un solo hombre se salva por esa luz, estará justificado tanto esfuerzo.

El poeta está a punto de culminar esta etapa de su camino, antes de regresar al hogar, nuevo Ulises. Al abrir una pausa (que es otra forma de camino) las flechas que los días lanzaron al corazón del poeta, arraigan, en él crecen y maduran en cosecha abundante. Segará entonces, convertirá el fruto en página de libro y volverá al camino pues “caminar es nuestra manera fundamental de estar en el mundo”, encomendado a R. Walsen “santo patrón de caminantes escritores” y sin temor, “pues nadie es extranjero donde reposa pues el exilio es también una patria”.

Incansable recorre el final de estas horas del camino con Yórgos Séferis, por las veredas griegas o las huellas de Juan Ramón en Norteamérica (el lector, por su parte recuerda a Juan Ramón Jiménez en La Habana en conversación magnífica con J. Lezama Lima).

Hay un momento culminante en el caminar del poeta. Es en Cracovia, con el encuentro con la sombra del poeta Czeslaw Milosz, y con sus moradas en vida y muerte. El poder de evocación del poeta está a la altura de la sombra invocada, es decir, a una inmensa altura. El lector, conmovido, lo leyó y lo releyó. Vio esa Cracovia anclada en un agosto soleado, las terrazas llenas de jóvenes en flor, mientras muere silenciosamente un gran poeta. ¿Cómo no ocultó una nube enorme el sol, cómo no se marchitaron las jóvenes en flor?

El poeta ve a Orfeo entrar en el Hades en busca de Eurídice según el gran poema de Milosz. Tanto en el mito griego como en el poema del polaco, Eurídice no puede salir del Hades por una imprudencia de Orfeo que morirá, después despezado.

En la profunda y conmovedora versión del mito en la prosa de Claudio Magrís es Eurídice la que renuncia a salir del Hades. En el poema sobre el mito, del lector, Orfeo libera a una Eurídice indiferente a su amor y también Orfeo muere despedazado por las bacantes.

Como se dijo antes, el “happy end” es asunto de los Hollywood del mundo, no del poeta.

El poeta ha llegado al final, a su hogar. Volverá a caminar. El poeta está en deuda con una inmensa multitud de sombras con las que ha conversado a lo largo de su peregrinar. Esa conversación es una parte esencial del camino y que le da sentido. No hay poeta si no sabe agradecer y él expresa ese agradecimiento con palabras, hermosas, de Raymond Carver “os estoy agradecido, ya veis, y quería decíroslo”.

También el lector es agradecido. Ha acompañado, discretamente, al poeta en su viaje y ha crecido en memoria y en saberes. Una alta belleza le fue mostrada y también la melancolía de los baldíos do crece la flor del olvido.

El poeta, al desplegar las existencias de tantos que con su obra dieron sombra y frescor a las dificultades del camino y crearon un auténtico camino de la humanidad en el que albergar todos los caminos particulares, el poeta, repito, desplegó la suya. Ahora ese camino colectivo del hombre es más rico y nosotros, los lectores, conocemos a un hombre, a un poeta que nos va a acompañar siempre en algún tramo de nuestro propio caminar. Yo también digo: “te estoy agradecido, ya ves, y quería decírtelo”.

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“MORDERSE LA LENGUA”

DE DARÍO VILLANUEVA

CORRECCIÓN POLÍTICA Y POSVERDAD. Ed. ESPASA, 2021 – p. 380.

El autor comienza su libro con unas citas previas reveladoras: “no he de callar”, “los hombres han perdido la razón”, “qué falta de respeto, qué atropello a la razón”, que revelan su voluntad de no “morderse la lengua” en asuntos “que implican lengua y sociedad: la llamada corrección política y la posverdad”.

Un amplio preámbulo sirve de pórtico general a los asuntos que detalladamente se tratan en los tres capítulos siguientes: Corrección política (C. Primero), Cómo nos mordemos la lengua (C. Segundo) y que trata principalmente de la feminización lingüística, el sexismo en el lenguaje y el género gramatical no marcado. El contenido de este capítulo, aunque posee independencia conceptual respecto del primero, está estrechamente relacionado con el mismo pues, por ejemplo, el sexismo en el lenguaje y la corrección de los diccionarios, son campos muy importantes de una problemática de la corrección política. La posverdad es objeto del C. Tercero. Centrémonos por ahora en la introducción y los tres primeros capítulos, dejando para el final el resto del libro.

Ya desde el comienzo el autor (en adelante, el A./DV.) señala, de acuerdo con opinión unánime de los investigadores del tema, el origen de la corrección política (en adelante, cor. pol.) en los campus norteamericanos, a partir de los años ochenta del pasado siglo, asediados por un sectarismo puritano procedente, sobre todo, de departamentos de humanidades en franca decadencia y, desde allí, la cor. pol.  se ha extendido a modo de un virus implacable al conjunto de la sociedad dentro y fuera de los Estados Unidos. Pero según el A. no es sólo la cor. pol., también la posverdad no es ajena a esa influencia de la universidad y relaciona el desprecio absoluto hacia la veracidad de los enunciados (que pone de manifiesto un Trump “catalizador ecuménico de la post-truth”) con el asombroso triunfo intelectual de la llamada French Theory en las universidades americanas. Cree, en efecto, que la “deconstrucción” de J. Derrida y las teorías de Foucault, Deleuze… son responsables del auge de la posverdad, pues “los gurús franceses del pensamiento débil destruyeron la solvencia del lenguaje en cuanto portador de sentidos”. Y no le cabe duda al A. que posverdad y cor. pol. representan otros tantos “síntomas de época”, en relación con una nueva sociedad globalizada de la información y la comunicación, resultante de una profunda transformación, debida sobre todo al desarrollo de la tecnología digital: la galaxia internet.

A continuación revisa el A. la teoría de M. McLuhan y en relación con ella al gran avance tecnológico de la radio, la televisión y los medios de comunicación audiovisual de masas: “se produce un regreso a situaciones premodernas… de nuevo la palabra oral se impone a la palabra escrita y de nuevo la recepción de los mensajes, en vez de ser individualizada, reflexiva y racionalizada por cada sujeto, se hace de una manera colectiva, lo que permite fenómenos de sugestión universal con lo que alcanzamos ese estado de lo que se denomina macluhianamente “aldea global”.

Una sección titulada “Palabras injustas” pasa revista al movimiento del especifismo que supone la deconstrucción de la supremacía de nuestra especie (dimensión posthumana del postantropocentrismo). Y otra “Maquiavelismos” trata de la mentira como un recurso propio de la práctica política y (más suavemente dicho) como “los actos ilocutivos producidos en un mitin político son aserciones exentas del requisito de la verificación” a lo que ayuda el “sesgo de confirmación” del destinatario de la mentira. Cínicamente se llega a condenar “la monstruosa devoción por los hechos” y al elogio de la mentira, hecha con buen fin, como saludable para el pueblo (populus vult decipi, ergo decipiatur). En “Elogio de la necedad” el a. considera un problema de nuestros días, “el de los aludidos y ofendidos” (“la delicadeza de los oídos de nuestros días”) y se extiende sobre la relación entre democracia y el “science denialism” (mi ignorancia es tan buena como mi conocimiento, I’m as good as you), la posmodernidad líquida, el poshumanismo y la inteligencia emocional y “el poder de los idiotas” y el vínculo entre las nuevas tecnologías de la información/comunicación y una omnipresente estulticia. Cita a V. Eco que se atrevió a cuantificar el número de necios en el mundo, “trescientos millones como mínimo” (cifra que al lector le parece muy baja).

Finaliza el a. el preámbulo con el estudio del “abuse des mots” y las amenazas de “la cancelación”, armas de la presión social ejercida por una opinión pública anónima que trata de imponer la cor. pol., lo que lleva a la autocensura, a una “espiral de silencio” a la “new tyranny”, que implica “the self perpetuating machine for driving out the intelligence and the creative”. Y muchas veces mediante “el uso perverso de causas justas para estigmatizar…”. El a. expone la opinión, que me parece muy interesante de R. Vaquero: “la cor. pol. nace del pensamiento único del sistema capitalista”.

Desplegada la panorámica de los principales temas de que se ocupa su libro, el a. los estudia particular y detalladamente en los capítulos siguientes.

Así, en el C. Primero, La corrección política, examina las primeras advertencias críticas: sobre el llamado culturalismo que en las universidades americanas “representó el desplazamiento y la cancelación de los autores y obras considerados clásicos” y sobre la sociedad U.S.A. (escéptica ante la autoridad, proclive a la superstición y corroída por la falsa piedad y el eufemismo).

Se profundiza en el estudio de la cor. pol. como movimiento surgido en los ochenta y en los departamentos de artes y humanidades, entregados a la causa del multiculturalismo, con la consiguiente deconstrucción del canon literario, filosófico y artístico, dominado por el racionalismo eurocentrista para incluir representantes de las minorías invisibilizadas hasta entonces, especialmente las mujeres y los no blancos.

Se indagan los orígenes de la expresión cor. pol., particularmente interesante es la vinculación que efectúa el a. de esos orígenes con la teoría de H. Marcuse resumida en el oxímoron “la tolerancia represiva”, y su propuesta de “una tiranía educativa” más ampliamente estudia el influjo del triunfo en los campus americanos de los “santones de la French Theory”. Desfilan los tabúes (sectoriales) y eufemismos del “newspeak” las políticas de “higiene verbal” y “desinfección puritana” del lenguaje común, los “safer spaces” (“en la universidad a salvo de las ideas que dan miedo”) y la policía de “microagresiones”, “trigger warnings, non platforming, call-out culture, hate speech, cultural appropiation y bias incident protocol”, predominio del sentir sobre el aprender a pensar. En suma, “una regresión reaccionaria, aunque en algún caso promovida desde sedicentes posturas progresistas”, y, en frase de A. Finkielkraut “el triunfo de la memez sobre el raciocinio”.

“El hombre ha muerto” (Foucault) y reina ahora la “identidad cultural” cuyas bestias negras son el individualismo racionalista y el cosmopolitismo.

Muy brillantes son las páginas que el a. dedica al “sentimiento tóxico” y a la “superficialidad emocional moderna” con “el protagonismo heroico de las víctimas”, la “víctima” como héroe (una palabra, añade el lector en constante erosión desde la aurora griega. Los ejemplos, ridículos, los vemos en las páginas diarias de los periódicos). Todo ello determina la “lingua nostrae aetatis”.

El a. insiste en que esta nueva ortodoxia política no emana de ningún poder establecido. Sino de la sociedad civil, “incluso yo diría de la sociedad civil universitaria americana” sin perjuicio de que en algún momento “su impulso de tolerancia represiva fue asumido por distintas instancias del poder institucionalizado, gobiernos, partidos, sindicatos o, incluso por el propio poder legislativo a la hora de elaborar constituciones nacionales”. Las páginas finales de este capítulo se dedican al examen de algunas guías de órganos administrativos para el uso de un lenguaje políticamente correcto, y de algunos textos constitucionales que han asumido la cor. pol. así como a informar de los debates, habidos en EEUU sobre la misma. El párrafo final menciona la amenaza de que la cor. pol. desemboque en una verdadera y deplorable corrección artística.

Antes de pasar a la reseña del C. Segundo y en relación con la fecha de los años ochenta del pasado siglo en que surgió la cuestión de la corrección política me gustaría llamar la atención del a. sobre un artículo publicado en el diario compostelano La noche, el 5/5/1960, titulado “Historia de una fiesta”. Su autor, Álvaro Cunqueiro.

Un párrafo dice: “finalmente el año 2016, al producirse la quiebra de la rama cinematográfica de la Gran Publicidad, quiebra debida en máxima parte a la declaración de la ONU que obligaba a los productores de Hollywood a rectificar todas las películas del oeste en las que hubiera algo ofensivo contra los pieles rojas o estos aparecieran como depredadores, enemigos del ferrocarril o de la agricultura, de Búffalo Bill y de la democracia”.

Veinte o veinticinco años antes de esos ochenta, antes incluso que Marcuse, sin emplear el nombre de cor. pol., sino el de rectificación para una idéntica problemática, A. Cunqueiro con humor, plantea la cuestión de la incorrección política del lenguaje cinematográfico al tratar de los indios americanos. Evidentemente algo leyó u oyó en alguna parte. ¿Había ya algún debate en los campus americanos? Por esos años (59, 60) recuerdo la visita en Vigo a Francisco Fernández del Riego, en su residencia veraniega de Coruxo, del lingüista, discípulo de Chonsky y romanista Carlos Peregrín Otero, entonces profesor de la UCLA, California. Mi padre (y yo mismo) estuvimos presentes, una o dos veces. No recuerdo si alguna vez el profesor comentó algo sobre la cuestión. Algún profesor más, con experiencia americana, pasó por Vigo en esas fechas.

En el capítulo segundo “Cómo nos mordemos la lengua” se empieza tratando de la proliferación de guías con la prioridad de la “comunicación inclusiva para construir un mundo igualitario”, “un lenguaje inclusivo de género”, “un lenguaje no sexista” y su relación con la cor. pol. Continúa después el discurso con la crítica de academias de la lengua y diccionarios desde el campo de la cor. pol. que censura el énfasis logocentrista de la epistemología occidental lo que favorece la constitución por el diccionario, a través de las palabras, de realidades no políticamente correctas, lo que origina el revisionismo lingüístico vinculado a la reivindicación de un lenguaje inclusivo con propuestas que afectan a la ortografía, al léxico y a la gramática de nuestras lenguas. El a. (que no hay que olvidar fue presidente de la Real Academia de la Lengua cuyo sillón D ocupa y, por tanto, une a sus particulares competencias de filólogo, una misión institucional de guardián del devenir de la lengua) adopta una postura enérgica basada en el saber y en el sentido común para luchar contra esta “locura de género” (Asoc. Lengua alemana), contra esta “aberración inclusiva” y “peligro mortal para la lengua” (la academia francesa). Con una enorme riqueza de ejemplos e información comparada (sobre todo procedente del ámbito de la lengua francesa). Toma partido, que en primer lugar significa distinguir, clasificar, diferenciar según matices de una realidad lingüística y referencial inabarcable, sobre la feminización lingüística de nombres de oficios, cargos, funciones y profesiones (teniendo siempre en cuenta la historia particular de cada lengua, con el acarreo de significados estrechamente vinculados a las palabras correspondientes y que no pueden ser borrados de un plumazo). Dice el a. “proceso de civilización que implica la eliminación… de los comportamientos inaceptables en el que la cor. pol. ha introducido una variante tóxica, la de eliminar las palabras o expresiones que los designan, confiando una prerrogativa abiertamente censorial y represiva a minorías o grupos regidos por estímulos y pulsiones emotivas, y no por la racionalidad”.

En la sección “Corrección política y diccionarios” el a., con estudio pormenorizado de un rico muestrario de las propuestas de los “correctores políticos” (y cuya sandez hace sonreír, sí, pero siempre está presente “el peligro mortal” de la estupidez armada) insiste en que una palabra o acepción que figure en el Dicc. Lng. Española no es un hecho arbitrario, sino un ejercicio de veracidad que presupone “no ocultar arbitrariamente los usos reales de la lengua” y alerta sobre la censura de elaborar “un diccionario seráfico y bien pensante”. “Censurar el diccionario: una exigencia que nunca se podrá aceptar”. Otra cosa, aclara, es el metalenguaje diccionarial que acompaña a cada palabra o acepción (v.g. explicar la acepción despectiva de “judiada” en el uso de la lengua por una etiología derivada de una “raza” o cultura judía sería antisemitismo). Veracidad del lexicón, con recogida de las acepciones históricas y vigentes, sí. Metalenguaje al nivel actual de la cultura y de la ciencia, también. En el sexismo en el lenguaje explica que “en determinadas circunstancias, la confusión entre sexo y género resulta especialmente perjudicial. Manteniendo aparte la categoría de género gramatical que, lógicamente sigue vigente en lingüística, desde el ámbito de las ciencias sociales se ha generalizado la noción de género como el grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico, en gran medida una construcción,… más allá del determinismo natural de la genética”. Piense uno lo que piense sobre “la construcción cultural” del género sexual (y no es la ocasión de incidir sobre lo que el lector piensa las evidentes exageraciones) la importancia de la distinción es fundamental y hay que tenerla siempre presente para evitar penosos malentendidos.

El a. dispone un rico escaparate de posturas teóricas feministas: post antropocentrismo posthumanista que critica especialmente en el modelo epistemológico racionalista un “insoportable imperialismo eurocéntrico”. Un activismo anti-humanista, protagonizado por movimientos sociales como “el feminismo, el anticolonialismo, el antirracismo y el especifismo”. Con su fuerza unida se acabará con el humanismo eurocéntrico y androcéntrico”. Crítica de la racionalidad universal “que contrapone la inferioridad del diferente, lo que da lugar a marginaciones nefastas e interdicciones fatales”. Alianza entre el multiculturalismo más radical y el pensamiento feminista. En relación con esto último, el a. se sorprende con razón que se denuncie como una agresión a la visibilidad de la mujer el uso del masculino genérico y no se repare en prácticas plenamente vigentes todavía en muchos lugares del mundo. El elenco del a. es significativo. “En estas latitudes el lenguaje no representa nada en contra de la dignidad de la mujer ni contribuye a coartar sus libertades y derechos, prácticamente inexistentes. En ellas, como se verá luego, pueden coexistir “femenino genérico y sociedad patriarcal, con invisibilidad y opresión de la mujer”. Lo que importa es alcanzar la igualdad real del hombre y de la mujer (y, añado, la justicia social, la igualdad de los seres humanos, la protección de las minorías, la desaparición de la opresión…) y “a nadie le importará el papel de la gramática [ni del diccionario] en estos asuntos”.

El a., antes de tratar el género gramatical no marcado, tan de actualidad, reconoce, no obstante, “la gran revolución del feminismo” con unos “logros irrevocables” sobre todo en la vertiente social y política. “Pero también en los últimos cincuenta años ha creado (el feminismo) un corpus teórico e ideológico que está modificando no solo la investigación y el estudio en las universidades, sino también las propias proposiciones y los debates en el ámbito de la esfera pública” de la misma forma que “el fermento intelectual del multiculturalismo, junto a la perspectiva política del poscolonialismo, ha contribuido muy destacadamente al desarrollo de estudios e investigaciones universitarias que recuperan capítulos de la cultura universal olvidados o preteridos hasta entonces”. El lector está, como no podía ser de otro modo, totalmente de acuerdo con la importancia histórica de la “revolución feminista” y los magníficos e irrevocables logros en el terreno de la igualdad. Pero se atreve a señalar la quizá excesiva generosidad del a. en el reconocimiento de ese corpus teórico e ideológico del feminismo. Corpus que, en opinión del lector, no va a formar parte, por lo menos su núcleo, de la corriente principal, y de valor permanente, del pensamiento humano y científico. Nadie discute que dicha revolución, como la del multiculturalismo, haya provocado la emergencia de temas esenciales, preteridos u olvidados y, sobre todo, un horizonte de igualdad de los seres humanos en cualquier práctica social, cultural o científica. Incluso nuevas perspectivas en temas ya decididos (pienso, v.g., en la investigación prehistórica, un determinado modelo de reparto de tareas entre los sexos). Pero de la misma forma que, en general, el marxismo y sobre todo la investigación marxista leninista no modificó sustancialmente la investigación académica de la antigüedad, por ejemplo, de la Atenas con sus esclavos y metecos y sus mujeres en el gineceo. Puso sin duda el acento sobre factores esenciales de la ecuación, no olvidados pero sí minusvalorados. El lector siempre se ha preguntado si las categorías abstractas del marxismo (y sus prejuicios) pueden explicar las sociedades esclavistas de la antigüedad (más allá de esa llamada de atención a iluminar el total espacio histórico). Un ejemplo claro lo tenemos en el terreno de la hétero/homo sexualidad, con la incompatibilidad explicativa de la situación antigua por la galaxia de concepciones y prejuicios hodierna. Volviendo a nuestro tema, la aportación teórica del feminismo: es la propia incorporación de la mujer al trabajo científico, la proliferación de equipos de hombres y mujeres que investigan juntos, sobre todo el horizonte teóricamente irrevocable de la igualdad de todos los seres humanos lo que hace que la cultura en general y la ciencia en particular se planteen temas con una amplitud de horizontes nunca soñada. Para el lector, esa amplitud es el mérito indudable del feminismo, del multiculturalismo, del marxismo.

En el terreno particular de la justicia, esa perspectiva de género que reclaman las feministas en la formación de los jueces “con mentalidad patriarcal” (obviando la presencia masiva de mujeres en la magistratura) no significa nada en relación con un núcleo teórico. Es simplemente una llamada a la eliminación de prejuicios presentes en los jueces y a que se tengan en cuenta esos horizontes de igualdad conjugados con la realidad biológica femenina (inferioridad física v.g.) y la realidad social hondamente machista. Pero, como señala el a., ahí el papel de la educación es esencial. Sin embargo, y siguiendo en el terreno jurídico, concretamente en el de la represión penal, las modificaciones teóricas legislativas, (como en el caso de la construcción del género sexual) reclamadas por el activismo feminista (y LGTBI) muestran su insuficiencia e incluso su peligrosidad e injusticia. La justicia y la ciencia no pueden marchar al son que les marquen los tambores de los movimientos sociales. Basta con que estos abran ventanas.

Con “El género gramatical no marcado” finaliza el a. el capítulo. Expone las opiniones feministas sobre “el origen patriarcal del género masculino”, “el masculino genérico como una decisión que tomaron un montón de hombres, sin las mujeres”…

Con sabiduría y humildad explica el a. cosas que no habría que explicar, principios básicos de la lingüística (distinción entre lengua y habla, arbitrariedad del signo lingüístico, historia del género gramatical en las lenguas indoeuropeas desde su ausencia en el pie).

Los párrafos finales inciden en nuevos ejemplos de planificación lingüística, constituciones ¿en masculino?, usos de lenguaje inclusivo. Un ejemplo muy gracioso, entre los que cita, es una declaración del presidente Sánchez: ”hay que evitar una fractura interna entre catalanes y catalanas”. Evidencia el peligro para la comunicación cuando se usa una “gramática alternativa”. Es paradójico, pienso, que los que utilizan el lenguaje inclusivo olviden que el masculino genérico, como género gramatical no marcado, ya es inclusivo, y visibiliza a la mujer. Y además con economía, que es también un principio lingüístico.

El a. expone ejemplos de lenguas no indoeuropeas que tienen un femenino genérico como el afar y otras (supongo que las feministas no dirán, [¿o sí?] que un montón de mujeres, sin los hombres, se reunieron y adoptaron una decisión matriarcal).

Por lo que se refiere al afar, lengua afroasiática de la rama cushita, pariente del somalí y del oromo, el adjetivo numeral epíteto se pone en femenino y la secuencia adjetivo numeral más nombre impone la forma femenina del verbo. En esa sociedad, como señala el a. se practica la ablación cliteroidea con infibulación. En las lenguas de clases nominales, como muchas africanas, todas las bantúes y otras más, el problema no surge en este terreno al estar los seres humanos comprendidos en la misma clase. Sin embargo, en checheno, lengua del caucásico nororiental, hay un prefijo de clase para el hombre y Dios, y otro para la mujer. En relación con las lenguas bantúes, como los animales tienen diversos prefijos de clase, ¿podrán protestar los especifistas porque esos prefijos que clasifican conjuntamente a cosas y animales y distinguen a estos de los humanos, invisibilicen a tantas “maravillosas personas que se encuentran en el reino animal”?

El lector finaliza esta glosa al texto del a. con dos observaciones y un deseo: una, ninguna lengua impersonaliza a la mujer, como el francés o el alemán, al hombre: “on parle”, “man spricht”, reduciéndolo a una partícula impersonal. Dos, nada es nuevo bajo el sol. Leamos la magnífica novela “Fray Gerundio de Campazas” del S. XVIII. Allí veremos a los alumnos y alumnas de la escuela de Villaornate. Este maestro consideraba intolerable no distinguir la sujeta del sujeto o la testiga del testigo. Pero su argumento contra el masculino como género gramatical no marcado era naturalmente “machista”: “no falta más que nos quiten las barbas y los calzones y se los pongan a las mujeres. Sería confundir los sexos y parecería romance de vizcaínos”. En cuanto al deseo: leer un libro de paleontología escrito por una feminista radical, conocer sus soluciones a sintagmas como “museo del hombre”, “homínido”, “homo sapiens”, “homo erectus”, “australopiteco”… o un libro de poesía en la que la economía es un principio aún más importante que en la lengua general.

El tercer capítulo del libro que reseñamos está destinado a la posverdad así como el cuarto “Bulos y patrañas. El apocalipsis de la realidad”.

El a. situa el surgimiento del concepto en el contexto de la “posmodernidad” o incluso de la “transmodernidad” caracterizada por la globalización en el seno de una “modernidad líquida que se nutre de una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido” en la que se propala la noción de “poshumanismo”. Estudia el origen del neologismo, con impactantes ejemplos de las presidencias Reagan, Bush hijo y Trump. Ante la equiparación de verdad y malas noticias, cita un artículo al que se atribuye el origen de aquel: “we, as a free people, have freely decided that we want to live in some posttruth world” pero su germen, más allá del nombre, lo encuentra en el relativismo posmoderno, en la deconstrucción y otros excesos de la posmodernidad que conducen a un nihilismo epistemológico y señala la conexión de la posverdad con la cor. pol. “porque cuando la verdad se esfuma, hasta la ortografía acaba por convertirse en una forma de opresión”. El a. ve la generalización, desde posiciones antirracionalistas, de tesis negadoras de la verdad sustantiva, a lo sumo se admiten verdades que son constructos sociales. Se afirma que objetivo de la posmodernidad es “undermine or deconstruct the very notion of objective truth” o “verdad es lo que la sociedad hace y cree en respuesta a la autoridad”.

Examina luego el a. el vocabulario de la mentira posmoderna, ampliamente el caso Trump, nuestra posverdad (traducción, bulos, mentiras, examen de “el político”… de Gracián). Las industrias de la mentira (la fuerza de lo falso) posverdad, medios y tecnología, con el “papel decisivo de las redes sociales” a favor de la posverdad, el concepto posmoderno de posdemocracia donde reina la posverdad (X: “es presidente de su país y rey de la realidad”, X: “somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad”), televisión y posverdad, posverdad y psicología social (con el examen del “sesgo de confirmación” ya apuntado en el preámbulo y su conexión con las teorías conspirativas).

El arte de mentir alegremente”, la reescritura del mundo para reinventar la realidad, vinculado a “la intencionalidad realista con que de modo espontáneo y natural todos solemos leer” ocupa las siguientes páginas con numerosos ejemplos literarios. También las falsificaciones literarias “pane lucrando”, las artísticas, la falsificación de la moneda, “la guerrilla semiológica” con la falsificación del sistema informativo, haciendo saltar “la dictadura del significado”, como estrategia revolucionaria, y muchos ejemplos más de todo el mundo, acreditativos de la “fuerza de lo falso”. Una cima de interés se alcanza con las páginas finales del capítulo y el siguiente “Galaxia post. (pos)modernidad líquida y poshumanismo. Racionalidad y emocionalidad. Poslengua”. El a. alude a la controversia acerca de si lo real puede no consistir en algo ontológicamente sólido y unívoco o, por el contrario, es una construcción de conciencia, individual o colectiva, que, como tal construcción, impide la admisión de un universo real preexistente a la actividad de la mente humana y al lenguaje simbólico de que esta se sirve. La consecuencia es que, al lado de la convencionalidad del signo lingüístico, la realidad presenta “un cierto carácter convencional” (de esta cuestión fundamental añadirá algo el lector al final de la presente reseña). En el capítulo quinto, alrededor del “Programa deconstructivo característico de la pos-modernidad” aparece la “muerte del hombre”, el relativismo epistemológico como catalizador de la posverdad, la verdad como voluntad de verdad, la ruptura del discurso con el referente, y su puesta por entero al servicio del significante (no al del significado ni al de la verdad). Vuelve el a. a analizar la “French Theory” con el relato de su descalificación por el físico Sokal. La consideración de la realidad como una construcción histórica y social, de que todos los hechos que reclaman existencia objetiva son simplemente construcciones intelectuales, merecieron de Niam Chomsky la calificación de “las últimas lecturas de la cultura parisina”.

(Una observación al margen del lector. Recuerda la liberación que supuso para él la lectura de los libros de Sokal por la intranquilidad originada por la incomprensión de la lectura de muchas páginas de los Lacan y Tutti Quanti, no obstante estar avezado a la lectura de textos filosóficos. Recuerda, ahora con humor, su fracaso absoluto ante el muro de la topología lacaniana que resultó un sinsentido desde la topología científica. No solo Sokal, científicos e ingenieros conocidos a los que expuse mis dificultades, y que leyeran alguna página de Lacan, abundaron en el sinsentido de su topología. Y conozco psicoanalistas lacanianos que han llevado a cabo su particular “aggiornamento” y no la tienen en cuenta, análogamente a como muchos católicos no creen en el infierno y otras zarandajas del catecismo).

El a., antes de entrar en la deconstrucción Derrideana del lenguaje, menciona al paso como un componente del posmodernismo, en unión de otros, caldo de cultivo de la cor. pol. y de la posverdad “la negación de la realidad objetiva independiente de la percepción humana”. Una simple mención, que no explicita su pensar. Mención de un problema fundamental del que diremos algo al final.

Con una cita de G. Steiner “no he entendido el movimiento contra la razón, el gran irracionalismo de la deconstrucción” expone la tesis de Derrida, el texto como entidad discursiva inestable, al albur de la subjetividad lectora. No hay lecturas correctas posibles, “il n’ya pas de hors-texte”, no tiene sentido hablar de referencia ante la “inestabilidad de los textos”. Otra consecuencia apuntada: “la ausencia de sentido de los textos eminentes que constituyen la literatura”, y otra: la emergencia de los “cultural studies” sobre la literatura y un “nuevo fenómeno, la posliteratura” o “letteratura debole” con una paradójica “desliteraturización” de la literatura. “Todo ello encaja en el ciclo histórico-cultural de la llamada posmodernidad”, concluye el a., en unión de la exacerbación del relativismo y la quiebra de los grandes relatos legitimadores. Estamos ante la Sociedad o Modernidad líquida ubicada en el espectro del posmodernismo. Unas reflexiones críticas sobre la red y sobre la “inteligencia emocional” y el sentimentalismo tóxico desembocan en el “poshumanismo” con la afirmación de la muerte del hombre y “el rechazo de la identidad clásica humanista, la racionalidad y lo universal”. “Es una suerte de fragmentación de la identidad racionalista” con “asimilación del particularismo identitario triunfante, a posiciones intelectualmente progresistas”. “La retórica de la identidad ha desplazado las contradicciones entre clases” un argumento, piensa el lector, para vincular capitalismo y poshumanismo y destacar la invitación de aquel a todos “los diferentes” humanos, animales, “cíborgs” al paraíso consumista de los supermercados. Bajo esta luz se aclara (sin criticarlo) el ascenso imparable del animal a persona no humana y en el caso de las mascotas, especialmente los perros, la economía floreciente de su vestimenta, cuidados médicos y alimenticios, cementerios…

Con una enérgica defensa del universalismo humanista y de la triple ecuación democracia-racionalidad-verdad como valladar contra “el deterioro de la comunicación” y con la afirmación de “una relación esencial entre verdad y democracia” (Gramsci) finaliza el capítulo, no sin recordar que el “universo está lleno de sentido común”, y la relación entre conocimiento científico y sentido común y que cada uno de nosotros “somos un agente de verdades” (Ortega).

El capítulo VI, último del libro, examina “la verdad de las distopías”. Ese género narrativo capaz de avanzarnos proféticamente el futuro. Páginas muy interesantes sobre las sociedades distópicas, los fenómenos de “neolengua” (newspeak), la distorsión sistemática y programada de la realidad, el “envenenamiento de rebaño”,… Y una pregunta final, en relación con lo políticamente correcto: ¿Cui Prodest? “Ejercicio censorial posdemocrático del poder” (en algunos casos) sin dejar de reconocer “que son muchas las manos que mecen la cuna” pues “cuanto mayor es la población más minorías hay, susceptibles de ser ofendidas”, pero al lector le parece que el auge de toda la fenomenología tan bien estudiada en el libro reseñado no sería posible sin su sintonía con los intereses del capitalismo mundial, de la elite económica globalizada, pues la cor. pol., la posverdad, el poshumanismo, la neolengua, favorecen la doma de los diferentes rebaños que, bajo la apariencia de una “cura” atenta a sus intereses particulares, son conducidos dócilmente a los templos de los dioses del consumo.

Un breve epílogo y una bibliografía multilingüe, clasificada metódicamente en secciones de más de trescientos cincuenta títulos cierran este admirable libro, en el ámbito (mundial) de la lengua española y que, sin duda, ejercerá por su criterio firme y sereno duradera influencia en los futuros estudios de los temas que constituyen su contenido.

Y espero que pronto sea traducido a nuestras lenguas occidentales, especialmente al inglés y al francés como ducha eficaz de realismo, conocimiento científico y sentido común. Supongo que su agua vivificante no llegará a los “idiotas de las redes” pero quizá a algunos activistas de la deconstrucción y de la posmodernidad les hará reflexionar. Sin embargo la principal utilidad del libro es proporcionar orientación clara a tantos millones en busca de una información sólida que obstaculice su arrastre por el viento de novedades que son “un peligro mortal” para la lengua y la comunicación, en definitiva para lo humano del hombre (el “ren” confuciano) y la democracia. Por ello, pediría el lector al a. (y para evitar la erosión que en este tipo de libros produce el transcurso del tiempo, al reducirlos a un testimonio epocal) que las sucesivas ediciones sean enriquecidas continuamente con todo lo que de importancia afecte a los fenómenos tratados y el libro mantenga así el regimiento que merece. Que no se desprenda del autor y le devenga extraño. Puede ser tarea difícil ante la emergencia de nuevos o viejos intereses. Pero merece la pena y, además la propia articulación del libro, al nivel de las secciones de los capítulos, facilita el encaje de la nueva información.

Para acabar esta ya larga reseña, pero necesaria, por la importancia de la materia y el modo de tratarla, unas pocas observaciones del modesto lector.

Con relación al arte contemporáneo (o a una gran parte del mismo) es decir, a aquellas corrientes que desde los últimos cincuenta, primeros sesenta del pasado siglo supusieron una rotura con el arte moderno: minimalismo, conceptualismo y ya después videoarte y la actual proliferación de performances e instalaciones de todo tipo. Variado universo en el que predominan unos conceptos fundamentales: rotura con la definición estética del arte, ausencia de principios objetivos por juzgarlo y dependencia de un discurso o relato que integre y de significado a la mera yuxtaposición objetual y, por tanto, variable según cada espectador. Se llega a decir que arte es lo que hace el artista en su taller y que el arte es un proceso. Parece un fenómeno característico de esa modernidad líquida, tan bien estudiada por el a. y que no sería equivocado el vincularlo con las diversas deconstrucciones contemporáneas y, en general, con la posverdad. Es digno de notar que frente a los que afirman que no hay nada fuera del texto, en el “arte” contemporáneo, su nada la explica un discurso “hors-oeuvre”.

Una segunda observación tiene que ver con “la fuerza de lo falso” o, para atenuar la expresión, los efectos de un texto (en sentido amplísimo) no verdadero o la verdad o no del cual no se puede conocer, incluso que la verdad o no juegue un papel marginal en los efectos del texto. En este último caso, aunque la verdad sea clara y accesible, sin embargo puede no interesar a nadie ante la magnitud de los efectos sobre los afectados o la riqueza de las interpretaciones.

Pensemos algunos supuestos, sin intentar agotarlos: el amor y la imagen de la persona amada en el que ama. ¿Este ve algo que los demás no ven (sin amor) o la poderosa gravitación de la imagen generada es ajena a la concepción clásica de verdad? Lo onírico. Antes los sueños eran heraldos de un futuro inevitable. Y, hoy sean lo que sean, un gran sueño puede turbarnos profundamente. La fe religiosa y las iglesias. Su relación con la verdad es más que cuestionable, pero los efectos y la influencia y poder en la sociedad están a la vista.

El texto literario (ampliamente incluyendo el teatro, el cine, la pintura…). Por una parte, sus héroes y más conspicuos personajes forman parte de nuestra vida y nos afectan más que muchas personas de carne y hueso ¿cómo serían nuestras emociones y sueños sin D. Quijote, por ejemplo? Escribió A. Cunqueiro que en el Imperio Secreto se educaba a la gente para que sospechase la presencia en los caminos de los caballeros andantes de antaño, de D. Quijote. Nadie se plantea la cuestión, irrelevante, de la verdad o no de su existencia. El que vive la imagen como destino lo encuentra.

Por otra, no se puede negar la independencia del texto de su creador y las diferentes interpretaciones, según los receptores y las épocas. Una cosa es lo que pretendió el autor del texto al crearlo (que en la creación puede no ser consciente de las oscuras fuerzas que impulsan la emergencia) y otra el texto sobre el que se inclinan el autor y los que lo reciben. Conjunto de interpretaciones, ninguna privilegiada y con el límite, muy elástico, de la naturaleza del texto. Pretender conocer el sentido objetivo de un texto (y ya no digamos lo pretendido por el autor…) con independencia de la subjetividad inevitable del receptor me parece una quimera. Más fecundo es olvidarse de interpretaciones objetivas y, teniendo presente esta relación dialéctica texto-receptor, consumirlo, para alimentarse con él y crecer.

La justicia. El proceso como texto y su conclusión, la sentencia tiene más que ver con los hechos probados que con la verdad de los hechos. “A mata a B” puede ser un hecho verdadero y, como tal, probado. Pero las infinitas circunstancias en que surgió o a que se debió el hecho, muchas en la psique de los involucrados, pueden fácilmente no llegar a ser esclarecidas y eso influye decisivamente en la sentencia que puede condenar aunque el tribunal de la propia conciencia absuelva. Y fuera del campo penal, en el derecho privado, la seguridad jurídica está por encima de la verdad. Recordemos el apotegma “ius civile vigilantibus scriptum est”. Hechos desconocidos por la ciencia.

Un breve ejemplo. Las investigaciones prehistóricas sobre las bandas paleolíticas y la división de las tareas según el sexo, o la relación del “homo sapiens” con el Neanderthal, ya no digamos en el horizonte del homo erectus…, ante la niebla que cubre los milenios y que solo parcialmente y poco a poco se levanta, constituyen relatos, sin duda brillantemente argumentados, pero en parte significativa, especulativos. Y lo más probable es que gran parte de la verdad de estos hechos y relaciones antiguas permanezca siempre desconocida. Incluso cuando se aclara la verdad de un hecho o aparece una verdad oculta (casos de la armada invencible o de la derrota inglesa con su contra-armada, y que expone el a.) la fuerza del relato transmitido sigue siendo superior en sus efectos.

Los ejemplos anteriores muestran dos cosas: una, la amplitud de los campos en que la verdad juega un papel marginal o no juega ninguno. Otra, cómo influyen en el ser humano y gravitan sobre él causas que no tienen que ver con la verdad. De lo que se deduce el fuerte anclaje y las sólidas raíces del hombre en el relato cualquiera que sea la relación de este con la verdad. Y que la verdad y la posverdad no son opuestas sino que están enlazadas en una relación problemática. Es necesario reconocer a cada una sus límites y sus derechos. Miremos a nuestra experiencia interna. Cometimos una acción de la que no nos sentimos orgullosos. Es la verdad visible en lo público. Internamente rumiamos una y otra vez esa acción procurando justificarla, colocarla en otro contexto, “en realidad yo quise…”. Al final tenemos una acción mucho más compleja, que nos borra el disgusto, una verdad que transmitida al exterior suministra más información sobre el hecho y el autor que la verdad que resulta del puro hecho visible.

Dijimos páginas atrás que comentaríamos la afirmación del “ingrediente del posmodernismo, la negación de la realidad objetiva independiente de la percepción humana”. Si de lo que se trata es de la comprensión de la verdad como “un constructo social”, en la medida de que se niegue una verdad substantiva independiente de las variables sociedades humanas, la afirmación es rechazable. Pero si por realidad entendemos el mundo que abre la especie humana o, en negativo, hablamos de realidad en ausencia de vida orgánica, desaparece tal rechazo, y todo sería muy matizable. Lenin calificó de cretino a quien negase la luna en ausencia del hombre (creo que su blanco era el filósofo Avenarius). Asumo mi cuota en tal cretinismo, provisionalmente, en espera de mejor ocasión para tratar el tema.

Pero no puedo comprender que, en ausencia de vida orgánica, se pueda hablar de luna (y de su brillo, color, textura o forma, tal como las conocemos).

Finalizo con unas palabras del aqueménida Darío que expone Herodoto en el libro III de su historia: “pues cuando es menester contar alguna mentira, hay que contarla, ya que quienes mienten, como quienes se atienen a la verdad, ansiamos lo mismo. Los unos, sin duda, mienten únicamente cuando, mediante la convicción de sus mentiras van a obtener algún provecho y para que se confíe más en ellos. Así, sin adoptar los mismos procedimientos, todos aspiramos a lo mismo. Y, si no hubieran de obtener provecho alguno, tanto le daría mentir a quien dice la verdad, como decir la verdad a quien miente”.

Cierto que en el razonamiento del rey de reyes hay mucha argumentación sofística. Pero también mucha verdad en el seno de la no verdad.

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¿NECESITAN LOS DELFINES UNA CIVILIZACIÓN TECNOLÓGICA?

Un libro, excelente, “Vida, la gran historia” de divulgación biológica sobre la evolución, del paleontólogo J. L. Arsuaga. Al exponer el horizonte científico vigente, las diversas teorías que explican los datos y las dudas que surgen y los problemas planteados, anima al lector, a partir de ellos, a utilizar su cerebro. Invitación posible en biología pues, expuestos los resultados de la investigación científica de base, sobre los que el profano naturalmente no tiene nada que decir, sí puede pensar con provecho sobre la problemática que aquellos plantean. Y con mayor provecho cuanto mayor es la generalidad de aquella, cuando está involucrado el papel y el destino de la especie, cuestiones que no pueden ser ajenas a ninguna inteligencia. Al fin y al cabo estas cuestiones y problemas, decisivas para el ser humano, se piensan y se comunican en su mayor parte en un lenguaje natural y solamente es preciso aprender el vocabulario técnico correspondiente y su uso por los diversos autores y corrientes científicas, lo cual por supuesto, no es pequeña tarea. La situación es muy diferente en la divulgación de los resultados de la física o de la química. Aquí hay una tarea previa, sin la cual es imposible pensar críticamente la divulgación: conocer la lengua de estas disciplinas, las matemáticas. Sin ese conocimiento, no digo que sea perder el tiempo leer esa divulgación, pero sí imposible conocer con un mínimo de rigor el alcance de lo que se dice y debatirlo críticamente. En la traducción al lenguaje natural del lenguaje físico-matemático se pierde prácticamente todo y solo quedan problemas flotando vagamente como medusas que al rozarnos con sus tentáculos a algunos inadvertidos les inoculan el veneno de un ridículo falso saber. Cuántos conocemos que procedentes de terrenos muy distantes al de la física, incluso del literario, te informan sin embarazo de que se apasionan, por ejemplo, por la mecánica cuántica, como si supieran de lo que hablan. Siempre les pregunto si tienen algún conocimiento de matemáticas, si pueden comprender matemáticamente los problemas planteados. Y siempre es negativa la respuesta, pero no importa, seguirán creyendo que conocen y pontificando con voz engolada, puentes que se hunden al primer atisbo de examen serio. Y la metáfora del gato de Schrödinger seguirá causando daños en estos espíritus ingenuos. Más hubiera valido que este elemento literario no se hubiese introducido en la exposición ya que, mal entendido, a él se agarran estos apasionados cuánticos, como a un rostro amigo en una muchedumbre de desconocidos. La invitación cordial de Arsuaga es imposible de aceptar en la divulgación física. Quizás, como me dice mi hija Leticia, física de profesión, permanece la posibilidad de plantear preguntas. Y, añado yo, la posibilidad de pensar el material científico divulgado, desde el horizonte literario o poético. La literatura y la poesía se nutren de todo, incluso de material científico de segunda o tercera mano. Y los resultados pueden ser deslumbrantes y de una profundidad significativa en nuestras vidas. Seguro que J. L. Borges comió del famoso gato y con su digestión alumbró luz perdurable para todos nosotros. Pero volvamos a los delfines.

Examina Arsuaga en el libro citado “la posibilidad de que la mente racional pudiera evolucionar en un tipo de animal que no fuera humanoide en cualquier lugar del universo. Y al mismo tiempo nos preguntamos si para que un animal llegue a convertirse en un humanoide tiene que seguir los mismos pasos que ha seguido el curso de nuestra propia historia”. “¿La disyuntiva es los humanoides o nada? ¿Hay una vía única hacia la inteligencia? En un capítulo interesantísimo titulado “Los humanoides” examina con amplitud de criterio (y generosidad) si nuestra aparición era muy improbable o, por el contrario, nuestra evolución era predecible. Su conclusión (pgn 510) es que después de todo “no haya que esperar nada realmente nuevo de las demás especies, no porque carezcan de potencial evolutivo sino porque mucho me temo que las especies del futuro serán como los humanos queramos que sean, y solo existirán las que permitamos que existan. Las reglas del juego evolutivo han cambiado definitivamente”.

Antes, “suspendiendo la incredulidad” ha jugado con “moluscos viajando en naves espaciales” o “delfines o elefantes artistas plásticos” y recoge la clásica narración del relato evolutivo. Postura bípeda, extremidades anteriores libres de la locomoción y disponibles para el manejo delicado (y creación) de instrumentos, “precisión tremenda en la información que nos llega a través del tacto y de la visión binocular” (prerrequisito para el pensamiento conceptual (Huxley). “O que solo un vertebrado terrestre grande, para que le cupiera un gran encéfalo, con manos… dotadas de pulgares oponibles y dedos con uñas planas y yemas sensibles podría haber llegado tan lejos” (Wilson). El propio Arsuaga se pregunta si, “por muy inteligentes que sean, podrían llegar los delfines o los elefantes a producir una civilización tecnológica… ¿No estarán limitados por la ausencia de órganos prensiles…? Y en relación con esto expone el parecer del antropólogo Howells sobre las dificultades para que en el mar pudiera surgir una civilización. Superada la antigua objeción de la comunicación difícil en el medio acuático (por lo que sabemos de los cetáceos, permanece la que surge de tener aletas en vez de manos y en consecuencia crear y manipular instrumentos). Parece hacer suyo, al recogerlo sin comentario, el aforismo de Jorge Wagensberg “la aleta es un tapón evolutivo para el conocimiento. ¿Qué haría un delfín después de tener una idea genial?”

Según pienso es preciso tratar separadamente dos cuestiones: la posibilidad (y necesidad) de una civilización tecnológica, por ejemplo, para los delfines, en su actual estado evolutivo y la posibilidad de evolución de su grado de encefalización hasta un nivel sapiens. Y otra: los límites de esa evolución según los requerimientos de la adaptación al medioambiente de un concreto nicho ecológico que harán que la evolución seleccione o no variantes o mutaciones que puedan producirse. Todo el planeta constituye el nicho ecológico del homo sapiens y supongo que cuanto más general y abierto es ese nicho, la adaptación al mismo es más compleja, sobre todo si ese carácter abierto y general del nicho ecológico se combina con una explotación no especializada del mismo.

Si dentro de un millón de años sigue habiendo humanos y los perros (ese humano “honorario”) siguen siendo su compañero ¿(dejando aparte en esta hipótesis la selección artificial y los progresos de la tecnología genética) quién descartaría una evolución en los perros análoga a la de los homínidos?

La explotación de su medio ambiente por los delfines supongo que es la adecuada, que están perfectamente adaptados a su nicho y que en consecuencia no hay necesidad de que la selección natural favorezca variaciones o mutaciones que no necesitan para la explotación, que incluso podrían suponer un peligro para aquel. Pero si (según el aforismo que recoge Arsuaga) un delfín tuviera una idea genial, la expresión implica que pensaría y en consecuencia que tendría un lenguaje cuya gramática podría ser estudiada por los humanos, mediante las oportunas grabaciones y después comunicarse con ellos. Prescindiendo de que, según lo dicho antes, de los eventuales peligros para su especie de poseer un pensamiento, aparte de una comunicación intraespecífica más completa con las consecuencias económicas y culturales deducibles, podrían, por ejemplo establecer convenios con los humanos, mutuamente beneficiosos accediendo al uso de instrumentos que no les son accesibles por su carencia de manos. Podrían domesticar, quizás, animales marinos como el pulpo (ese vertebrado “honorario”) y utilizar sus tentáculos. Sin hablar de la potencia de las ondas eléctricas de su cerebro que hoy les permiten comunicarse a enormes distancias y que con ayuda de la tecnología humana, traducirlas en mecánica para mover objetos.

Como se ve, los delfines podrían hacer muchas cosas con sus “ideas geniales”. Otra cosa es que las mismas, como dije antes, pudieran alterar el equilibrio en la explotación de su medio acuático, por otra parte muy limitado comparado con la superficie terrestre.

Hablar de delfines “artistas plásticos” me parece antropocentrismo. El arte no tiene por qué ser una consecuencia inevitable de toda inteligencia superior. Vuelvo al comienzo. En sus condiciones actuales, el grado de encefalización de los delfines es el adecuado a las mismas y no creo que la selección natural seleccione variaciones o mutaciones que no mejoren la adaptación de aquellos.

Más sobre una civilización de los delfines. Desde otro ángulo, a la luz del horizonte mítico griego, podemos pensar la evolución de los delfines incluyendo, como testimonio, la admirable cerámica clásica que representa en infinitas variedades escenas de los principales mitos.

Se ha dicho bellamente que para el pensamiento mítico griego “La metamórfosis es la propia naturaleza de las divinidades marinas”. Y que hay “un polimorfismo inherente al mundo acuático”. Como claro ejemplo recordemos las transformaciones de Tetis, la oceánida hija de Nereo, que al ser enlazada por Peleo, que la quiere como esposa (Aquiles será el hijo de ambos) se resiste inicialmente en una serie metamórfica que va del fuego al león.

Si pensamos los cetáceos y, concretamente los delfines, con una mirada no embarazada del conocimiento biológico acumulado en los últimos 250 años, su doble realidad de mamíferos (“que exhalan entraña e inhalan transparencia”) y de seres marinos, se nos aparecen en un equilibrio inestable, que fácilmente puede decantarse por un medio o terrestre o acuático. Se comprende así ese esencial polimorfismo atribuido por los griegos.

Tengo ante mis ojos la fotografía de una hermosa Hidria etrusca (ca.510-500 A.E) que incorporo. La franja central, que es la que nos interesa aquí, representa la escena final del secuestro de Dionisio por los piratas. El Dios del vino se transforma en un león que ruge con rugidos de trueno. Llenos de pavor, los piratas se lanzan al mar donde se transforman en delfines. La Hidria recoge ese momento de la entrada en el agua marina, con la transformación en curso al contacto con las olas.

Pero démosle la vuelta a la escena, en un giro de 180 grados, tal como se ve en la segunda foto aneja, y olvidemos el mito. 

¿Qué es lo que vemos? Seres marinos en el fondo del agua, en posición erguida, mitad hombres y mitad delfines, que muestran distintas posibilidades en su proceso de evolución, transitorias o definitivas. La figura de la derecha es un ser humano desde la cintura, pero que puede respirar dentro del agua. Todas las demás son humanas de la cintura a los pies. Y todas ellas miran en dirección a la superficie marina, un ritual quizás, de adoración de la luz solar que los ilumina. Nótese como las aletas delanteras parecen casi brazos, sin mano, en las primeras 5 figuras visibles desde la izquierda. Estas posibilidades de transformación, coexistirán en su polimorfismo o la sexta figura indica la dirección que privilegiará el proceso metamórfico? Dentro de uno, dos, tres millones de años, qué nuevas criaturas emergerán de las olas y titubearán en la playa a la luz del mediodía? O surgirán nocturnas, ante sorprendida luna?

También puede suceder entre los seres marinos una evolución de su inteligencia, sin transformación física, satisfechos con su forma, tan adaptada al medio marino. O que esta forma, en los delfines, evolucione hasta eliminar la respiración fuera del agua. Recordemos el texto, atribuido a Plutarco, que refiere como un compañero de Ulises, transformado en cerdo por Circe, aunque conservando la conciencia y el lenguaje, se niega a volver a la figura humana cuando la maga, obligada por Ulises, revierte la situación de los compañeros de éste. Y se niega con abundantes y convincentes argumentos.

Por cierto, los cerdos de Circe me hacen recordar el término vasco para delfín: izurde, cerdo de agua, acuático o marino, desafortunada comparación. Para desagraviar a nuestros simpáticos amigos, les recitaré un par de versos del poema “Delphine” de Rike: “…Anders als die stumme, stumpfgemute Zuckt der Fische, Blut von ihre Blute und von fern dem menschlichen geneigt…warme zugetane…die Trireme heiter weiter trug”. “…Distinto de la muda, apática especie de los peces, sangre de su sangre inclinado a lo humano…cálido, amistoso…llevaba sereno el trirreme hacia adelante”.

De todas formas, no es solo la lengua vasca la descortés con los delfines, el propio griego antiguo con su “delfís” (emparentado con  delfax, joven cerdo o cerda), pensó probablemente en un cerdo de mar. Pero después supo colocar en lo más alto al delfín al atribuir a Apolo el epíteto de delfinios y, como tal, amigo de los marinos.

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7. ANALECTA DEL PARAÍSO

A todos los seres humanos está abierta la posibilidad de la imagen. Lo histórico, sin embargo, con el fuego y el humo que arrojan por la boca sus dragones, oculta a los más la transparencia del espejo y los encalla en lo

sucesivo. Sólo unos pocos, maestros en la decapitación del monstruo, tensan el arco y lanzan la flecha a un horizonte que gravita como un destino.

Cada cultura humana posee su constelación particular de imágenes, pero toda diferencia es morada que puede habitar quien vive en la imagen, sin importar su origen. Por ello, todos los paraísos posibles del hombre se confunden en un único paraíso, en la ciudad paradisíaca. En ella, el unicornio chino y el unicornio de Paulus se encuentran en un claro del bosque. Ambos sueñan bajo la luz de la luna. Arde una hoguera de plata.

ANALECTA DEL PARAÍSO

DÍAS DE LA CIUDAD PARADISÍACA

  1. Confucio en el año 486 a.C. vio un unicornio muerto, cazado por unos campesinos. Supo entonces que moriría pronto, dos años después.
  • Lao Zi (el niño viejo) nació bajo un ciruelo después de sesenta y dos años de gestación y desapareció en el oeste. Al final llegó a la India, allí se convirtió en buda.
  • Un libro paradisíaco de medicina: el cuerpo de los inmortales tiene huesos de oro y carne de jade. Se recomienda carne de unicornio para la dieta de los inmortales. Treinta y seis mil son los dioses que habitan en el cuerpo humano.
  • El emperador-general Guan Yu, que ayuda al cielo y protege al Estado, muere en 1220. En 1813, defiende la entrada de los aposentos imperiales, durante una conjura en la que el emperador Jin Ging estuvo en peligro de perder la vida.
  • La isla de la inmortalidad se halla en el mar oriental. Pero al acercarse las naves de los que la buscan, las olas las rechazan y las islas se ocultan.
  • En una taberna de la plaza mayor de Paradiso dialogan jóvenes y ancianos y todas las clases de fruta madura. Todos veneran al Dios que se alza, enigmático, en el centro de la mesa, una gran damajuana de un vino oscuro.

Un filósofo: “la naturaleza es naturaleza humana. La poética puede dislocarla o transformarla en infinitos segmentos o universos paralelos”.

Otro: “la pluralidad de imágenes que evapora un objeto tocado por la flecha de la metáfora lo salvan en la nueva gravitación visitada. El objeto se salva históricamente por la imagen”.

Un urbanista: “la ciudad del poeta, con su gravedad de planeta exterior, cancela, por absorción, el urbanismo hostil y antipoético.

Un joven poeta apasionado: “la imagen, la evaporación de imágenes es consustancial al primer hombre, preexiste al hombre concreto. Nacemos en un universo de imágenes, en una biblioteca poética”.

Una joven exaltada: “¡vivir paradisíaco! ¡Devenir texto poético! ¡Vivir en la gravitación de la imagen!”.

Un joyero de imágenes: “pureza diamantina de la imagen. Creada, brilla para siempre. Pueden surgir y surgirán otras diferentes, de luz más pura también. Pero la belleza lograda es para siempre.”

Lezama Lima se acerca sonriente y cortés. Abre los brazos, como para abarcarlos a todos, y sentencia oracularmente: “en una misma agua se baña el inmóvil paisaje y los animales más finos”.

A. Cunqueiro, seguido por una corte que, visiblemente, le produce ligeros agobios, desemboca de su paseo y saluda a Lezama, y le dice: “nunca pensé que el número de mulos en Paradiso superase al de las ferias de San Lucas de Mondoñedo”. “Está claro”, añade, “que la muerte no altera la calidad de nuestra luz”. Ríe Lezama y apostilla “Mūlus Semel, Mūlus Semper”.

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ANALECTA DEL PARAÍSO

(TEXTOS DE LA CIUDAD PARADISÍACA)

  1. D. Quijote al canónigo (capítulo 50 – 1ª parte). “¿Hay mayor contento que ver, como si dijésemos, aquí ahora se muestra delante de nosotros, un gran lago de pez hirviendo a borbollones, y que andan nadando y cruzando por él muchas serpientes, culebras y lagartos, y otros muchos géneros de animales feroces y espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice: tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en mitad de su negro y encendido licor, porque si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas que debajo desta negrura yacen”.
  • La cueva de Montesinos en el corazón de La Mancha (II Parte, cap. 22).

Se dejó calar hasta el fondo de la caverna espantosa”.

Al recoger la soga, surgió D. Quijote con muestras de estar dormido.

Me habéis quitado de la más sabrosa y agradable vida. Entré en una oquedad, me salteó un sueño profundísimo”.

Sin saber cómo desperté de él y me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la natura”.

Ofrecióseme a la vista un real o suntuoso palacio o alcázar”.

  • Zhang Daoding, maestro taoísta de la vía de los cinco celemines de arroz o vía de los maestros celestes, en la última prueba a sus discípulos, les propuso un salto al vacío para recoger en la pared de un precipicio los melocotones de la inmortalidad. Él y su mejor discípulo, Nang Cheng, saltaron, comieron de la fruta prodigiosa, se elevaron como inmortales en el cielo y desaparecieron.

D. Quijote y Zhang Daoding nos muestran las puertas del paraíso. Un gran salto, dejarse penetrar por la gravitación más poderosa, volar la flecha de la metáfora a un horizonte inconcebible y así habitar la morada de la imagen, ganar el paraíso.

IMAGEN POÉTICA Y PSEUDO IMAGEN RELIGIOSA

Lo contrario de la imagen poética es la pseudo imagen religiosa. La religión institucionalizada repudia su nacimiento en la imagen y olvida la metáfora prodigiosa que lo provocó. Quiere la inserción en el ámbito de la realidad de su creencia, una realidad más, a cuyo servicio se halla la organización que no puede servir a sueños sino a una ambición de poder. Impone así su creencia, como experiencia por todos observable, que ha exigido y exige la violencia, la más terrible incluso, para una imposición exitosa. Paradójicamente, después de afirmar “mi reino no es de este mundo” lo abraza con abrazo desesperado y dice “mi reino es de este mundo, con vocación universal de gobernarlo”, vestida de una fe en lo invisible (por inexistente) que deja desnuda a la iglesia en su pura materialidad. Fe en lo invisible, que al autonegarse como imagen, es en sí locura, por colectiva, ampliamente aceptada socialmente a diferencia de las variadas demencias individuales.

En la imagen poética, al contrario, no hay jerarquía y organización, cada imagen genera su genealogía y su descendencia. No se impone, no exige fidelidad u obediencia colectiva. La imagen, cada imagen no promete el paraíso, es el paraíso.

Por los campos paradisíacos de La Mancha cabalga D. Quijote, ebrio de imágenes y son precisamente poderes de esa iglesia, material y violenta, párrocos, canónigos, quienes fuerzan por destruir su paraíso o impedir que en él entre, en una mañana clara. Muere al cabo D. Quijote como el hidalgo Alonso Quijano vencido por los enemigos más feroces de la imagen pero, como “caballero de la triste figura” permanecerá siempre en el horizonte de nuestros sueños, fuente la más fértil en la generación de imágenes, vecino de cualquier paraíso imaginable.

LA CIUDAD PARADISÍACA

Cunqueiro no elaboró explícitamente una historia poética pero sí privilegió un mosaico de épocas y lugares de la historia universal, a las que extirpó el nervio de lo sucesivo excluyente para yuxtaponerlos en una sola era imaginaria o, mejor, en una ciudad imaginaria, fuera del espacio y del tiempo. Si comparamos la ciudad paradisíaca cunqueiriana y las eras imaginarias de Lezama vemos la semejanza de los motivos del mosaico, en parte determinado por el comienzo griego. Sin embargo en Cunqueiro al construirse la ciudad sobre el texto paradisíaco no hay sucesión de eras imaginarias sino cambiante yuxtaposición de cualquier geografía o época. Y consecuentemente vivos y muertos son vecinos de un espacio-tiempo sin distancias ni duración, espacio-tiempo que se contrae o dilata para engendrar, como el caos griego del origen. En semejante vecindad, revelados por la imagen los enlaces ocultos, las identidades que subyacen a la diversidad aparente, un hombre es todos los hombres. Y en una prosopopeya exasperada no hay diferencia entre hombres y cosas, no solo por el animismo generalizado sino también por las metamorfosis que no conocen obstáculo alguno en cualquier dirección.

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