JULIO, 15

Pienso sobre el origen de las existencias y de las geografías que aparecen en mis sueños. Muchos son pensamientos e imágenes que pueblan mi memoria, desde sus profundidades abisales hasta la superficie luminosa de aguas invitadoras, pero una parte considerable es de procedencia extranjera, me parece segura la realidad de una red que conecta los cerebros de las diferentes personas, una “internet” de las redes neuronales individuales que permite la transmisión de recuerdos y deseos de una persona a otra, bajo condiciones que no conocemos pero que se realizan continuamente. En su gran mayoría habitan las fosas marinas del mar del cerebro y la voluntad de la memoria no puede traerlas al recuerdo. Son los sueños el lugar único (o casi único) de su emergencia.-

            Esos rostros y paisajes, seres y construcciones extrañas que se mueven y se edifican en los sueños, son el fruto de la muchedumbre de pensamientos, deseos e imágenes que nos puebla, cualquiera sea su procedencia. En fértil intercambio se combinan entre ellos, se esfuerzan en emerger para persistir en el recuerdo y realizan una frenética actividad teatral con la representación de relatos en los que se estructuran para atraer nuestro interés y con sus escenas oníricas y permanecer así accesibles a la memoria. Ninguno quiere residir, olvidado, en el nirvana de la inconsciencia, anhela generar y conmover, escuchar el aplauso de nuestra emoción que los vuelve peces de las aguas someras de la atención diurna. Con frecuencia no es posible esta transformación, o por las carencias de la pieza o del espectador pero siempre retornan a escena, con obras renovadas y ambiciosas hasta lograr el ascenso a la luz.-

            Esta noche, como cada noche, acudiré al teatro de los sueños, con la esperanza de ver sus luces encendidas y, en un instante, situado en el medio de la escena, actor yo también, ser arrastrado y sumergido por los remolinos de una corriente cuya gramática se ha forjado en lo oscuro.-

            Un año tras otro y noche tras noche se abren para mí, luminosas y sonrientes, las puertas del teatro de los sueños. Siempre espero impaciente el comienzo de la melodía del lenguaje de las sombras. No es mucho lo que comprendo pero nada he olvidado de lo visto y escuchado, que pesa en mí con mayor peso que el de gran parte de lo vivido.-

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