INTRODUCCIÓN
Amo la palabra latina satura que designa una macedonia de frutas, una ensalada de verduras, una mezcla de géneros literarios, incluso una ley para vehicular disposiciones diferentes. Los romanos decían “legem per saturam ferre”, algo parecido a lo que se hacía en nuestro país con la ley de presupuestos u otras leyes (y se sigue haciendo).
Pues bien, todo, “sub especie literaturae”, podrá ser objeto de este boletín. Una satura literaria para expresar la satura en que consiste una existencia.
Y como lema que a aquel orienta y regula, estos dos versos de R. M. Rilke:
“Lang ist die zeit
es ereignet sich aber das wahre.”
(Largo es el tiempo pero lo verdadero acontece)
PRIMERA PARTE
- POEMAS
DESDE EL FONDO DEL MAR
XI TIMONEL CELESTE
Azul profundo, tú! Celeste río,
Puerto de la noche. Mi naveluna,
En sueños de vaivén alegre, danza
La canción del abismo que la acuna
Con sus brazos de luces y negrura,
Ebrios están mis ojos marineros.
___
Quiero subir a bordo al alba, luna,
Para ser tu capitán y alejar
La tierra seca y las cadenas duras
Que oprimen y retienen mi estatura.
Lanza, mi luna, luminosa escala
Por la amura, rayos pisando llegue
Donde con golpe de timón cancele
Esa órbita pequeña que acostumbras
Y puedas navegar la gran corriente,
Atravesando eternas soledades,
Aunque esferas gigantes te importunen,
Surgiendo repentinas de lo oscuro,
Con brutales abrazos, tiernamente.
___
Iza anclas, luna, despide la noche
Protectora, camina, vagabunda,
Los espejos y nieblas de serpiente
Que visten paraísos arcoíris.
Muy abiertos los ojos en mi tiempo,
Últimas tules pilotando insomne,
Deslizaré mi luna, sorprendida,
Como en sueños, por raras geometrías.
___
Después, siempre en soledad extasiada,
Seguirá mi destino, cuando muerto,
Hado fatal de timonel inmóvil,
Vigía de los siglos. Sin fatiga,
De horizontes de luz, ciega atalaya.
___
Mi ataúd reluciente serás, luna
Perdida en cielos cada vez más hondos
Si no te alcanzan redes, fugitiva,
De titanes celestes cazadores.
___
Viajero erguido eternamente muerto,
Copa sin sed, los huecos de mis ojos
Luz de estrellas derraman, como llanto,
Luz, fría luz, antorchas del silencio.
___
XII DE LOS PERIÓDICOS
Ayer, atardecer de agosto en llamas,
Entró lento en ausencia sin reversa
Cunqueiro, César. Era hijo de Álvaro
Y de Elvira. Aconteció el suceso,
Según informan voces de familia,
Rodeado de libros, sus amigos.
Su mano acarició los más cercanos,
Contemplaron los ojos los distantes
“Que devendris, sin vida que os enlace?
Perdida la vecindad apretada
Del estante tibio ¿será el destierro
Un destino? ¿Tendréis nueva morada?”.
___
Quisiera, como los antiguos reyes,
Compartir con las vuestras mis cenizas,
Resplandeciente pira funeraria,
Y siempre las tinieblas, compañeros.
Hoy, sin embargo, seguiréis viviendo,
Nuestra amistad grabada en arcoíris
En páginas sin número, testigos
De felices encuentros cada día.
___
Luego de todo se encargó el silencio,
Discreto abrió el olvido su camino,
Comenzó su trabajo la memoria.
___
Notas. Bastardo fuego indiferente
Al mediodía borrará lo inerte,
De banales ultrajes abstenerse
A los pocos que tristes se lamentan.
No se aceptan las grises condolencias
De vuestra impertinencia ante la muerte.
___
XIII INMENSOS SON TUS OJOS
“Ausgedehnt von
riesigen gesichen
…sind die augen.”
(R. Rilke)
Último tramo del camino. Lento,
Sin horizonte urgente que me oprima,
Entro en el ancho río de esta tarde,
Atento. “Humano, presta atención”.
Sí, una gran atención. Y silencio.
Atrás queda el ruido de los días,
El bazar de las cosas y deseos,
Esas voces que ordenan o seducen,
El poder de señores de otro tiempo.
___
Rumores, estados, presencias nuevas
Me acompañan. Pronto devienen fieles
Familiares del naufragio que cruje
En cada paso, grietas de mi cuerpo,
Soñado cedro que atraviesa invicto
Las edades en fiesta duradera,
Lleno de pensamientos su ramaje,
Jóvenes, fuertes, siempre sin fatiga.
___
Vuelven a abrirse puertas olvidadas,
Resuena, como ayer, mi nombre en ellas,
Invitan a pisar umbral oscuro,
Insisten, me sorprendo en responder.
Sombras de lugares, pálidas sombras
De vidas que fueron, sombras lejanas,
Van creciendo en color y se iluminan
Con plenitud de gesto y de figura,
Mientras se alza la sombra que voy siendo.
___
El hondo sueño habito de la noche,
Y cada noche, madre, estás presente,
Precisión y riqueza del dibujo,
Regalo de un artista generoso.
Es el huerto de mi infancia, la tierra,
Bajo un arco de camelios, nevada
De flores que besas leve, semeja
Colorado tapiz de Corpus Christi.
En mis labios resecos, nuevamente,
La palabra mamá de cuando niño,
Oigo entonces mi nombre en tu voz clara
Y veo el cristal verde que me llama
De una inmensa mirada dilatada,
Luna de faro sobre el agua negra
De repentina fosa entre nosotros.
Vacilo en la orilla, dudo, despierto.
___
“Por gigantes visiones los ojos
Dilatados” dejó escrito el profeta.
En la noche sin fin, aún tu luz,
¿Qué mundo habitas, qué ciudad? Pregunto,
¿Qué disposición rara de las cosas
Necesita de claridad tan grande?
¿Lo exige la distancia en que resides,
Mi humana pequeñez, para acercarte?
___
XIV DE UN SUEÑO
(Alguien llama a la puerta y no es la hora, Claudio Rodríguez)
Estoy en la casa de mi infancia,
En la habitación de los miedos,
Cuando niño.
Pero ya no soy un niño.
Y hace mucho que mi madre ha muerto.
Algo aguardo, o a alguien,
Vendrá de lo oscuro, está viniendo,
Lo sé.
Llegará en horas de la noche.
___
Una ansiedad crece en mí,
Antigua, familiar. La reconozco.
Sus espuelas me llevan al cuarto de mi madre.
Luz de pálida bombilla, un libro
Caído, mariposa de alas desplegadas,
Cabello negrísimo en la almohada,
No es el suyo.
Mamá!, despierta!, susurro.
Me mira y sonríe confusa,
Se mueve un poco y, de nuevo,
Se abandona al sueño.
___
Luego, de pie, frente a la puerta
Que cierra el pasillo, tenso pero firme,
Estatua sobre ancha base de mármol,
Sombra entre las sombras.
Espero.
En el reloj de pared la medianoche canta
Sus horas. Ataúd vertical, figura egipcia,
¿Qué momificado cuerpo en su madera?
Se repite el canto,
“Es temprano” pienso “todavía”.
___
De repente, tres golpes en la puerta.
“Adelante!”, vacila mi voz sobresaltada.
Vuelven a llamar.
“Adelante!”, casi un grito.
Un ronco sonido tras la puerta,
La clavija se alza, entonces,
Despierto, lejos del país del sueño,
Borrados los caminos de la noche.
Una carta de las sombras no fue entregada.
¿O quizás sí? Imagino…
Habrá más sueños,
Nueva llamada retumbará en la puerta,
Sus instrucciones confirmará lo oscuro.
___
XV IMPOSIBLE REGRESO
Tantos años! Y ayer un nuevo encuentro,
De nuevo en el jardín incomparable
De otro tiempo, sus caminos secretos,
Los misterios apenas entreabiertos.
Advierto ramas deshojadas, flores
Secas que van cayendo, fatigadas,
En la tierra que pisas, lenta nieve.
___
Sonríes con tristeza, “nada queda
Del reino” dices (casi una pregunta)
“Un montón de ruinas que no explican
La belleza antigua”. Miro callado
Tu rostro, su blancura de albayalde
Pálida luz bajo la noche oscura
De tu pelo, las manos, como entonces,
Senda no fácil marcan en el aire,
(Yo quise andarla un día, sin lograrlo.)
Aún hay fuegos que queman tu mirada
Y el cuerpo sigue con vaivén de nave,
Oscilas como caña bajo el aire.
Aunque ciudad sitiada por los años
Todo en ti llama y al regreso invita.
___
No eres tú. Soy yo, mío es el vacío,
Mía la cicatriz de aquella herida,
Luna de sangre de afilados cuernos
Que, ¿recuerdas? Me abrió, cuchillo amargo.
Hoy hay en su lugar reseco cuero,
Suelo de lisura en que amor no crece.
___
Sobre el débil andamio de la carne,
Esa harina amasada sin descanso,
¿Es posible elevar tan grande imagen,
Soñando, convocar la magia ausente?
¿O posee el amor sus estaciones,
Ardiente juventud de los humores,
Después sólo amistad, pues las pasiones
(Ulises entre los brazos de Circe)
Aburren fatalmente, aunque divinas?
___
XVI EL TIEMPO QUE NO PASA
(“El tiempo está en tus
Manos, tócalo, tócalo.”
Claudio Rodríguez)
Desde su horizonte en mí, fuera de mí,
El tiempo, de la humana ceguera se admiraba:
“Mostrada le fue honda belleza,
Claro camino, aunque exigente, de vivirme.
Me equivoqué, no me necesitaba”.
“No acabas nunca, cómo me aburro”.
Decía, del regalo abundante de mis tardes.
“¿Qué puedo hacer con ellas? Tu silencio…
Vete!, no lo quiero”.
Buscaba confusión, ruidos que no tengo.
Ese falso amigo que me imita, el reloj,
Con horas breves viste su vacío.
“Hay tiempo hasta”, “qué pronto pasó el tiempo”,
Utilizando mi nombre, le susurra.
“Llegó la hora” “Mira a mi ligero andar,
Movimiento que no cesa y que te ocupa”.
___
“Transcurre así su vida con la nada,
En banales tareas que precisa tempus fugit,
Bastardo inevitable que me usurpa”.
“Pensarte evita, fatiga estéril,
Y el libro sabio, y la poesía,
Veneno mortal que te desnuda.
Repetir lo que siempre se repite,
Comer y beber, reír con camaradas,
Disponer el equipaje de mañana,
Y el de pasado mañana,
Siempre llenar con el futuro tu presente.
Volará la luz, pasará, inadvertido, el día,
Sin tardanza llegará la noche
Y su cálido lecho para el sueño.
Él agradece la rápida visita de las horas,
Tan atentas, que borran la angustia y el hastío”.
___
“Atado al correr de relojes y clepsidras,
Con el temor, como vecino, de la fatal caída
De la máscara que disfraza su mentira,
Nunca sabrá del tiempo que no pasa,
La eternidad que soy, la alegría
De la quietud sin movimiento,
Nadar el agua de un inmóvil río
Que sin fluir fluye en dilatada esfera.
¿Cuándo el hombre quebrará los calendarios,
La urgencia terrible de las horas,
Cárcel que lo clausura presidiario
En corredor de muerte sin sentido?
Y entonces beber eterno instante,
Ajeno a medidas y a segmentos,
Y naufragar en él, embriagado de azul
Cielo y perder en mi seno su ser otro”.
___
“Una oscilación, un balanceo,
En hondura sin fin y sin mudanza
He aquí el evangelio, la buena nueva
Del tiempo que no pasa, gravitación
Inmensa del momento que todo concentra
Y todo, hasta el durar, absorbe.
Al habitar tu vida mi morada,
Conmigo lo mismo devenido,
Morir, ¿qué significa? Nada. Nada.
No preguntan tus restos en la arena”.
CASA Y CAMINOS DEL POETA
II LAS PEQUEÑAS COSAS
Como se clava el molusco en la roca
Y el musgo crece en la piedra
Entran en mi vida las pequeñas cosas.
Pero ellas no permanecen, ciegamente fijas
En su lugar primero. Al contrario,
Se mueven con mis manos, buscan,
Y se esfuerzan, hasta encontrar su vivienda.
Descansan, entonces, satisfechas.
___
Sí, desconoce las cosas quien las piensa
Inertes, indiferentes, al deseo ajenas,
Quien no ve su aburrimiento de vecinos,
O cuando caen y se rompen,
“Un suceso”, “un hecho molesto que
Nada significa”, dice.
No, no es casualidad, hay voluntad de muerte.
Están bien sujetas, cuerdas de diez dedos,
Se desprenden, sin embargo, y te dicen adiós.
Tal los humanos, las cosas se deprimen
Y se suicidan. Porque tienen alma.
Piden compañía, pues son como personas,
Y amigas además, siempre presentes,
Tener en cuenta sus anhelos de armonía,
Modestas ambiciones, y hablarles…,
¿No hablamos con los libros, parientes no lejanos?
Si cumplimos, y las cuidamos, las cosas
Vibran, adquieren brillo, ellas mismas
Te indican los amigos elegidos,
Su íntima comodidad con los afines.
Ámalas y alegres se asomarán a tu mirada
Para dentro mirar, siempre curiosas.
___
En la ciudad de los libros donde habito,
Hay un golem de barro. Caminó tenaz
Distancia larga, desconocidas avenidas,
Pobladas de libros extranjeros.
Lo saludaba cada día, sin conocer sus razones.
Hoy vigila (¿aguarda?) la puerta de una casa
En la ciudad vieja de Praga,
Levantada con ladrillos de Chápek y Kafka.
A veces, en la alta noche, escucho una melodía,
Las voces checas del golem y de difuntos rabinos.
Cerca, una caja de música, ya viejecita,
Cantora de polcas y rigodones,
Interpreta, vacilante, melancólicos conciertos,
De otro tiempo. Acuden sombras familiares,
Que recuerdan. Así, las cosas llegadas a mi orilla
Ofrecen tierno regalo inesperado.
___
Embarco en lenta nave azul de porcelana
Y navego, marinero en sueños, los ríos,
Como mares, que ciñen los puertos de mi vida.
Modestas maravillas van pasando,
Barbudo pope lee griego antiguo,
Audiencia esperan pacientes dignatarios chinos,
La espera será larga, el emperador duerme,
Ebrio de decretos celestiales, en hondo lecho
De páginas a sábanas por miles.
Caballos de bronce o sus cabezas de mármol,
Decapitadas por el hacha en el combate,
Vencen sus operaciones militares
Y galopan, incansables, por las colinas escritas.
___
Más allá, mezquitas, catedrales, basílicas de Oriente,
Altos pastores de una ciudad de convivencia.
Visita, ébano negro, de lenta manada de elefantes.
Ante la danza extasiada de un derviche
Que vuela en su talle redondo de campana,
Un toro se detiene sorprendido, hociquea
Y brama arte tan nuevo, largamente.
Los bloques de obra completa cierran
La ciudad de los muertos donde reposan, semiolvidados
Faraones de innumerables dinastías literarias,
Máscaras de Anubis sellan las puertas.
___
La travesía me lleva hasta mis padres,
Ella, desde el balcón de su fotografía,
En animada conversación con Nefertiti
Su igual geometría en cuello y rostro me confunde.
Él, viejo Simbad, cargado de fatigas,
Sumergido, absorto, en el redondo cielo
Que cubre de nieve a Carcassonne.
“Pienso” responde a mi pregunta
“La igualdad de la nieve y la palabra
Que cancela la frontera de las cosas”.
Acodado en la borda contemplo la extensión lenta
De mi casa. ¡Siempre nueva la casa del poeta!
Los que la habitan, poeta, libros, cosas
Ensayan sin cesar otras gravedades,
Estancias no pensadas, imposibles amistades.
Todo se abre, todo es puertas y ventanas,
Todo, dilatado vuelo de la imagen.
Se anulan las distancias, que expresan nuestras lenguas.
Con adverbios de lugar y tiempo y de manera.
Un diccionario, reina, sólo una página contiene,
Y en ella, una única palabra: paraíso.
___
2. POEMAS DEL MUNDO
Un poema del poeta indonesio Toto Sudarto Bachtiar (1929-2007)
Setiap kita bertemu, gadis kecil berkaleng kecil,
Every time we meet, little girl with your begging bowl,
Siempre que nos encontramos, pequeña muchacha, con tu cajita de lata,
Senyummu terlalu kekal untuk kenal duka,
Your smile is too eternal to know sorrow,
Sonríes con una sonrisa eterna que no conoce la pena,
Tengadah padaku, pada bulan merah jambu
You look up at me, at the light red moon
Miras hacia mí, y a la luna rosa
Tapi kotaku jadi hilang, tanpa jiwa.
But my city has disappeared, soulless.
Pero mi ciudad ha desaparecido, sin alma.
___
Ingin aku ikut, gadis kecil berkaleng kecil,
I want to go with you, little girl with your begging bowl,
Yo quiero seguirte, niña que vas con tu cajita de lata,
Pulang ke bawah, he, jembatan yang melulur sosok,
To your home, under the bridge, which expunges every shape,
Volver bajo el puente, ay, que devora la forma,
Hidup dari kehidupan angan-angan yang gemerlapan,
To live from the life of radiant fantasies,
Vivir (de) una existencia de brillantes sueños,
Gembira dari kemayaan riang.
To be gay in the illusion of happiness.
Alegre de pensarme feliz.
___
Duniamu yang lebih tinggi dari menara katedral
Your world that is higher than the cathedral spire
Tu mundo, más alto que la torre de una catedral,
Melintas-linta diatas air kotor, tapi yang begitu kauhafal
Flashes past on the dirty water, but you know it by heart
Va y viene por encima del agua sucia, eso lo conoces bien
Jiwa begitu murni, terlalu murni
Your soul is so pure, far too pure
Alma muy pura, demasiado pura
Untuk bisa membagi dukaku
To share my sorrow
Para poder participar de mi pena.
___
Kalau kau mati, gadis kecil berkaleng kecil
If you die, little girl with the begging bowl,
Si tu mueres, niña con tu cajita de lata,
Bulan diatas itu, tak ada yang punya
Then the moon up there will no longer have an owner
Esa luna de arriba, no tendrá dueño,
Dan kotaku, ah kotaku
And my city, ah my city
Y mi ciudad, ay mi ciudad,
Hidupnya tak lagi punya tanda
Will live on without a beacon
No habrá destello en su vivir.
___
(Traducción directa del indonesio, con la traducción inglesa a la vista).
___
___
NÂZIM HIKMET (1902-1963)
(Sin título, en “Últimos poemas” – Son S̩iirleri)
Yîkandîm bütün havuzlarinda Roma sokak c̩ocuklariyla bakar
Paralarla turisler ve lükres borc iyaˀyla beraber tas̩ gemilerin ve tas̩ baliklarin arasinda.
Me he bañado en todos los estanques de la ciudad de Roma, con los chicos de la calle y las monedas de cobre,
Con los turistas y con Lucrecia Borgia, entre naves de piedra y peces de piedra.
Yikandim bütün havuzlarinda Roma s̩ehrinin
Bindim bütün atlarina Roma sehrinin mermer atlarina tunc atlarina sokak cocuklarinin ve Ispartaküs’ün terkisinde ke kosuldum faytonlarina turist lerle beraber
Bindim bütün atlarina Roma, s̩ehrinin
Mermer atlarina tunc̩ atlarina sokak
c̩ocuklarinin ve ispartaküs’ün terkisinde
Ve kos̩uldum faytonlarina turistlerle beraber
Bindim bütün atlarina Roma, s̩ehrinin
Me bañé en todos los estanques de la ciudad de Roma,
Monté a todos los caballos de la ciudad de Roma, caballos de mármol, caballos de bronce, con olvido de Espartaco y de los chicos de la calle y corrí hacia los carruajes con los turistas.
Fui jinete de todos los caballos de la ciudad de Roma.
___
Ic̩tim bütüm c̩esmelerinden Roma s̩ehrinin alanlarda avlu ic̩lerinde ve kös̩e bas̩larindakilerden
Kiminin kandilleri yanıyor sularında kiminin günes̩ten dökülüyor suları
Ic̩tim bütün c̩esmelerinden Roma s̩ehrinin.
Bebí en todas las fuentes de la ciudad de Roma, de las que están en sus esquinas, en el interior de los patios, en las plazas.
Los candiles de algunas flotan, encendidos, en las aguas que manan, también, del sol de otras.
He bebido en todas las fuentes de la ciudad de Roma.
___
Dante’yle beraber Girams̩i’yle beraber milano is̩c̩ileri ve yahudi esnaflarla beraber ve sokak c̩ocuklariyla
Ve Sen Piyer kilisesi’ne girdim ve koka.kola s̩is̩elerine
Ve seyrettim antonioni’nin filimlerini
Ve seyrettim resimlerini yoldas̩im Gutuzo’nun
Ic̩tim bütün c̩esmelerinden Roma s̩ehrinin
Con Dante y con Gramsci y los obreros de Milán y los comerciantes judíos y los chicos callejeros
He entrado en la iglesia de San Pedro y en las botellas de Coca Cola
Y vi las películas de Antonioni,
Y vi las pinturas del camarada Gutuzo.
He bebido en todas las fuentes de la ciudad de Roma.
___
ÜMIT YAS̩AR OǦUZCAN (Poeta turco, 1926-1984)
Fragmento inicial de la primera parte “El destino llama a la puerta” (“Kader kapiyi c̩aliyor”) del poema “Un mundo para dos” (“Iki kis̩iye bit dünya”).
Gelme diyorsun bu gel demektir birazdan günes̩ dogǎcak Dolu dizgin atlılar gec̩ecek yüreǧimden Seni düs̩üneceǧim Gümüs̩ mahmuzların parlaklıǧinca Yaǧmur nal izlerini örtmeden Sana gelečim Bekle beni Hindistan’da banaras s̩ehrinde seni aradım Ganj’ın sularında lânetlenmis̩ insalar yıkanıyordu. Ganj’in suları pisti bulannıktı Ic̩tim. Bir kadın tanıdım haydarâbat’da Cüzzamlıydı güzeldi üstelik Sana benziyordu Etli dudakları vardı Brahman mabetlerinde sevis̩tik üc̩ gün üc̩ gece Tas̩ların üzerendi yattık Bir hayvan tarafımız vardı alımlı Bir tanrı tarafımız vardı iǧrenc̩ Bir insan tarafımız olacaktı Aradık üc̩ gün üc̩ gece Bulamadık Bir tanrı tarafımız vardı korkunc̩ Sevemedik. | No vengas, dices, esto, ven, quiere decir dentro de poco saldrá el sol. A rienda suelta los jinetes, atravesarán mi corazón. Pensaré en ti. Brillando las espuelas de plata sin velar la lluvia las huellas de herradura, vendré a ti. Espérame. Te busqué en la India, en la ciudad de Benarés en las aguas del Ganges las gentes malditas se bañaban. El curso de las aguas del Ganges estaba borroso. Bebí. Conocí a una mujer en Hayderabad, era leprosa, era hermosa además, se parecía a ti. Sus labios eran carnosos. En los templos de Brama nos amamos tres días, tres noches, yacimos encima de las piedras, había un animal en nosotros, atractivo. Había un Dios en nosotros, repugnante. Una persona habría en nosotros, Tres días, tres noches la buscamos. No la encontramos Había un Dios en nosotros, terrible. No nos amamos. |
___
BITORIANO GANDIAGA (1928-2001)
Poeta vasco
HUTSUNE NABARMEN BAT (UN HUECO EVIDENTE)
Hutsune nabarmen bat Un hueco evidente
Geratu da frontoian, permanece en el frontón,
Estali gabeko sin cubrir,
Frontisa betean; en plena fachada.
Eta hutsuneari De él fluye un silencio aún mayor,
Darion isiltasun
Nabermenago bat, hasta los montes que lo rodean.
Mendie tarainoko
Inguru guztian.
Ezin zitekean No puede caber
Hutsuni hori baino en la piedra
Ezer gandiagorik nada más grande
Kabitu harrian. Que ese vacío.
Hutsuni hori da Ese vacío es la
Jurgi eskultore figura más grande,
Handiak utzi digun y la más notoria,
Irudi handiena, que el gran escultor
Eta nabar menena. Jorge nos ha dejado.
Euskaraz egun esan Ahí, dispuesta en vertical,
Zitekeen hitzik la más grande de las palabras
Handiena jarri du que se puede hoy decir en vasco,
Frontisean zutik.
Euskaraz egun esan La más sonora palabra vasca,
Zitikean hitzik alzada desde el frontón
Ozenena jaso du del monte.
Mendiko frontoitik.
Kalbario mendiko En la cercanía dolorosa
Dolorezko inguruan del monte Calvario,
Ireki zen hitza, surgió la palabra,
Eta hitz haren hotsa, y el sonido de esa palabra,
Ta haren oihartzuna. y su eco.
Euskaraz bakarrik Palabra crucificada,
Aditu ditekeen hitz que sólo puede escucharse
Gurutziltzatua. en vasco.
Hutsune dardaraz dagoen Así, quienes preguntan
Hortaz galde egiten duenak, por ese vacío que vibra,
Ez daki euskararik. no saben vasco.
Hutsune antsia den hortaz Los que cuestionan
Galde egiten duenak, que importa no
Ez dauka Euskal Herriarik. Sienten a Euskal Herría.
Hutsune latz hortaz No se ha fijado en
Galdetzen duenak una madre euskalduna
Ez du begiztatu quien hace preguntas
Euskaldun amarik sobre la oquedad dura
Ez du begiztatu ni mirado al
Euskaldun semerik hijo euskaldún
Ez du begiztatu ni a Euskal Herría.
Euskal-herriarik.
___
___
3. POEMAS DE GALICIA
Dos poemas de ÁLVARO CUNQUEIRO (1911 – 1981)
ULISES VAI FALAR
Cando comeza a noite no teu peito
Cando desce de ti cando confusa
Nao polo fusco da mariña voa.
Ulises tamén por outra noite indo
– Cando sentado, falando a man erguía
E nos áers illión resucitaba
Esas curvas de muros esas brancas
Ameas onde o vento: sempre venta
En Troia anterga cando fai luar:
Ameas onde o vento pousa a hedra:
Agora relembrando Ulises fala.
___
Pensativa area do mar aloumiñando
Tal sentado falando a man erguía
Tal erguía e decía eses paxaros
Fume das tellas propias choviñando
Namentras o celeste cabalo das estrellas
Onde acende esas altas candeeiras?
Sentado e recollendo o roxo manto
Cal unha nuben que lle cingue o peito
Ponse a falar falando repetindo
Erguendo a man decindo como foron
Dous ventos a encontrarse nunha vela
Coma dous brazos nunha mesma espada.
Os Deuses non estaban e unha ovella
Onde antes nevou agora sangra.
A boca franca de longos beizos longa
E asubía surés onde asubía
A sirte un negro lume nas facianas.
Tal van os ventos nos seus brazos indo.
___
Después del mortal peligro en la batalla, del combate feroz de las espadas que a los dioses asusta y los ausenta, aún presentes en la nieve las huellas del degüello, y la sombra en su rostro del fuego y las cenizas, Ulises, “quien decía como verdades muchas mentiras” se pone a hablar, contando hazañas, luchas, historias repitiendo.
Voluntad incansable de contar historias en Ulises y en Álvaro Cunqueiro. Al igual que en la lucha fluye, incontenible la sangre, en ambos la palabra, en manantial perpetuo.
___
RETORNO DE ULISES
(Herba aquí e acolá)
Pende en que pende Penélope pensativa
Perde novelo nove novamente canto
Ese rostro que ás augas envexando
Como sorrí tecendo cando o vento:
Ás augas como sorrí envexa que tecendo
Ese rostro en que pende que amañeza.
Cando o vento o novelo novelovento leva,
– os longos dedos que naceron frautas
Na boca de Ulises, cando namorado.
Digo que os longos dedos non resisten
Os pos do vento que nas oliveiras,
Os longos dedos que solprendidos dicen
Novelovento, novelo nove pido,
O meu corazón tecendo mar e soño
Baixo esa ponte de ignorados ríos.
___
Ouh venus!, onde camiña o fío revoando
Que as miñas brancas pernas amorosas,
Onde os muíños, onde o vento xira,
Canles por onde o vento pasa, pisa?
Dígoche Venus por cómaros, valados,
Rocas, camiños, pontes, asubíos,
Ese fío é un rostro que sorrí tecido:
Lembrándome agora estou que no novelo
Nove os beizos cando se pregan falan.
Soamente dicen que cando ven a sede
polas celestes pontes desas illas?
___
Penélope teje el rostro de Ulises y sueña. Ve a Ulises, sonriente navegante y envidia a las aguas que lo llevan/acercan. Cuando el viento vence la resistencia de sus dedos el “novelo nove” vuela, ese ovillo tejido de hilo, mar y sueño. Ella recuerda la sonrisa de Ulises en el tejido fugitivo, que sus labios hablan, dicen que vienen, al encuentro de un ardiente y recíproco deseo.
4. GRANDES POETAS DE GALICIA
JOSÉ ÁNGEL VALENTE (1929-2000)
ENEAS, HIJO DE ANQUISES, CONSULTA A LAS SOMBRAS
(Interior con figuras, III, 1973-6)
Oscuros,
En la desierta noche por la sombra,
Habíamos llegado hasta el umbral.
___
La mujer era un haz de súbitas serpientes
Que arrebataba el Dios.
___
Oh virgen, dime dónde
Está en el corazón del anegado bosque
El muérdago.
___
Volaron las palomas
A la rama dorada.
Habíamos llegado hasta el umbral
(De mares calcinados, del infinito ciclo
De la destrucción).
___
Aquí desnudo estoy,
Ante el espasmo poderoso del Dios.
___
Aquí está el límite.
Ya nunca,
Oscuros por la sombra bajo la noche sola,
Podríamos volver.
___
Pero no cedas, baja
Al antro donde
Se envuelve en sombras la verdad.
Y bebe,
De bruces, como animal herido, bebe su tiniebla,
Al fin.
___
OSCURO
(Al dios del lugar, 1989).
Oscuro es como la noche el canto.
___
Tú dices,
Vienes, estás, no hay nadie, el canto,
El vuelo circular de las aves hambrientas
Sobre el cuerpo del pez,
El brillo mineral de las escamas
En los limos del fondo.
___
Surge, surte del mar
El hombre,
De mares sumergidos en la noche.
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¿Hasta cuándo golpearán los vientos
El vientre de las aguas
Para que el hombre húmedo de noche venga?
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Salinidad aérea del albatros,
Noche del primer sol.
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Vendrá sin cuando ni jamás,
El hombre, el canto,
Cabellera de algas
Sobre los hombros, brazos
Que arrastran las mareas,
Aguas madres.
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Bebimos estas aguas
Sin cuando ni jamás
Y no podíamos llegar de las entrañas
Del oscuro animal a las riberas
Y no podíamos saber
De qué palabra habíamos nacido
Y no podíamos sin ella
Engendrarla en nosotros
Y no sabíamos aún el canto
Ciego del despertar,
La voz que resonaba
Insistente llamándonos.
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Lindes quemadas de la luz,
Abrasadas arenas.
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Dijiste,
Desde las aguas viene el hombre
Con figura de mar,
Pone su planta, el límite, establece
Las luces del poniente
Y los umbrales del amanecer.
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Un ave vuela sola en la mirada.
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Tú dices vienes,
Estás, no hay nadie aún en la inundada
Extensión de la noche.
(Figuras)
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El título del primer poema sombríamente lo ilumina. Descenso a las sombras, como destino, y allí, en el inframundo, beber, hasta saciarse, la tiniebla de la verdad.
El segundo poema habla del misterio del surgir del hombre de las aguas madres, en la noche. Y luego, nada más poner la planta de los pies en la arena, alfarero de la divinidad, la invoca como Dios del lugar.
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5. COLECTÁNEA POÉTICA
- Versos desprendidos de su fuente y que nos acerca el viento.
“Cauldron of red sicilian moon
And white greek lips.” (Anne Carson)
“Soñar es sencillo pero no contemplar” (Claudio Rodríguez).
“Y aquello que ella me dijo
Fue en un idioma del mundo
Con gramática e historia.”
(Pedro Salinas)
“Naked as paper to start
But in twenty-five years
She’ll be silver
In fifty, gold.”
(Sylvia Plath)
“A wound gives off its own light.” (Anne Carson)
“Siempre hay un hombre sencillo y una mañana clara.” (Claudio Rodríguez)
“Man könnte die augen ein lichtklavier nennen” (se podría decir de los ojos que son un piano de luz) (un poeta alemán).
Si la voz tiene sus festivales, flor solitaria o alzándose entre la espesura de la orquesta, ¿por qué no habría conciertos que celebrasen la música de los ojos y la sonrisa humana?
La profundidad inagotable de la instrumentación del rostro, la hermosura de los sentimientos que afloran y se desvanecen o se transforman para dar paso a otros. Una melodía que desenvuelve sus ritmos en un sublime silencio, indecible, sin obstáculo alguno para la comunicación de los seres.
“Ojalá pudiera prescindir de las palabras” (un poeta chino).
“Ípia apó dinatá krasiá, kazós pu pínun i ándrii tis idonís”
(Bebí de vinos poderosos como beben los guerreros del placer) (Constantino Kavafis)
El gran poeta alejandrino se embriagó con los más fuertes alcoholes que ofrece Eros, y también con los del conocimiento. Su poesía extrajo de ellos los frutos de los que siempre gustaremos. Algunos, sin embargo, no toleramos ni necesitamos destilados del placer de tan alta graduación. Unas gotas y, mejor, un poco de vino. Pero me pregunto si una tibieza frente al exceso no influye en la fuerza de la iluminación poética.
- La poesía es o no es. No hay malos poetas, solamente banales versificadores o autores de ripios. Y sin perjuicio, ya dentro de la poesía, de una escala celestial.
“O mamâ, dulce mamâ, din negurâ de vremi… Tu mâ chemi… Mereu va plînge apa, noi vom dormi mereu” (oh madre, dulce madre, desde la niebla del tiempo, tú me llamas… Siempre llorará el agua, nosotros para siempre dormiremos” (Mihai Eminescu).
Sé que de las cenizas de los cuerpos solo brota el silencio. Pero, como seres poéticos que somos los humanos, es decir, como constructores, necesitamos alzar una morada, una morada poética cuyo rasgo esencial es la posibilidad de escuchar lo inaudible. En ella es real todo lo pensable. Solo la poesía es capaz de tal arquitectura, “grössen werden durch grössen konstruirt” (lo grande lo construye lo grande). La casa del poeta. Sus dimensiones abiertas que, fuera de la poesía, se pensarían intemperie, hacen posible aquello de “nicht ist dem geist erreichbaren als das unendlichen” (lo propio del espíritu es alcanzar el infinito). A la dificultad o imposibilidad material de acceder a un punto concreto del espacio o del tiempo, responde la inmediatez del espacio-tiempo poético en el que cualquier infinito es navegable y lo imposible se manifiesta con poderosa gravitación. Así, desde la intemperie, desde el desabrigo, podemos escuchar las amadas voces dormidas.
Novalis: “poesie ist das echt absolut reelle…, je poetrischer, je wahrer” (la poesía es lo real de un modo auténtico y absoluto, cuanto más poética, más verdadera).
Este fragmento puede ser estudiado en relación con la referencialidad de la poesía (así Darío Villanueva en un gran libro, pequeño por su tamaño pero oceánico en su contenido, “La poética de la lectura en Quevedo”, del que hablaremos en “Interpretación y alimentación”).
Aquí, colocado en otro horizonte, atendemos al valor de verdad del pensamiento poético, sin relación con el concepto de verdad científica. La verdad poética es la profundidad a la que se ve arrojada la existencia individual, después de su encuentro con ella. La verdad poética siempre se relaciona con una existencia concreta a la que conmueve en su fundamento y desarraiga de lo habitual. Y ello con mayor violencia cuanto más poderosa su visión. La existencia alcanzada por esa visión entra en otros mundos que aquella desvela. La verdad poética es un mostrar. En griego antiguo “alezeia” significa verdad. “Lazein” es estar oculto. Lo que está oculto se olvida (“lanzanomai”). Verdad es entonces el desvelamiento, resultado de un mostrar. La poesía aparta los velos de lo oculto y olvidado. “Ven y asómate a la puerta cubierta por la negligencia y el abandono de lo acostumbrado” te dice. “Contempla la hermosura de un mundo que solo a ti te pertenece pues única es también tu visión de lo oculto en el abrazo de lo poético, no hay otra igual”.
Novalis: “Die poesie ist der held der philosophie. Die philosophie ist die theorie der poesie” (la filosofía es la teoría de la poesía y la poesía es el héroe de la filosofía). Más de doscientos años después esta afirmación revela su verdad. El avance de las ciencias físico-naturales, que vuelve imposible la metafísica tradicional y también el de las ciencias humanas y económico-sociales que desarrollan su propia epistemología, deja sin su terreno a la filosofía que queda reducida a su historia (historiografía filosófica, ciertamente muy importante para la historia cultural de la humanidad). Por otra parte, si se considera que la filosofía es un pensar “radical” sobre problemas científicos, sociales… (a la vista del temario de algunas semanas filosóficas) esa radicalidad se solapa con los resultados de las teorías generales de las diversas disciplinas o de las investigaciones interdisciplinarias.
Sin embargo, el pensamiento de Novalis rescata a la filosofía de la confusión de su estatuto teórico y le otorga, como teoría de la poesía, la máxima dignidad que no le podrá ser arrebatada. Así, por ejemplo, creo que hay que entender la obra de Heidegger, como teoría de la poesía y de sus héroes (Nietzsche, Hölderlin…). Un pensar poético ajeno al valor científico de la verdad, pero esencial para la humanidad.
Pedro Salinas: “Todo, incluso lo más tenebroso y atormentado, es aclarado por el poema. La poesía, más que la filosofía, pone en claro las cosas”. Frente a esta concepción, Américo Castro, en carta a Jorge Guillén, establece esta ecuación: “poeta = pensador sin pensamiento; poesía = oquedad de pensamiento, ansias de pensar…”. Con ella, tan extraordinario historiador rebela su incomprensión de la esencia de la poesía, que nada tiene que ver con la racionalidad del método científico.
Pedro Salinas (carta a Jorge Guillén) (1949): “Además, cada día considero menos valioso, casi diría menos existente, ese montón de vacuidades y minucias que pasan hoy por “scholarship” o erudición. ¿No crees que dentro de cincuenta años… no habrá nadie que acuda a leer esos mamotretos o esos articulejos, escritos sin amor ni alma? Ya la adjetivación de “científico” aplicada al estudio, mejor dicho, al “approach de la literatura” me sacan de quicio. No es solo que sea esencialmente erróneo porque la poesía, por ejemplo, no puede ser objeto de estudio científico sino poético. Es que ese error, cultivado interesadamente, es la causa de la existencia de tanto pedante y pedantuelo que se pavonea por ahí, mirándonos de arriba abajo”.
Y añade en otra carta de 1951 al mismo Guillén: “El descubrimiento de todos esos esquemas estilísticos, de esos “tópicos” como dice el otro, Curtius, por interesante que sea, no toca jamás a la entraña del fenómeno poético. Pasa igual que con las famosas fuentes: todo eso, precedentes, fórmulas, está en el poema… Y observarlo puede ofrecer algún interés. Pero no es el poema… Sigo creyendo que a esa esencia <del poema> no se llega por escalerilla de tópicos ni de fuentes. Precisamente el nuevo poema es lo otro: lo que no había en las fuentes, o lo que supera la mecánica de un recurso estilístico… Siento cierta sensación de pena al pensar en que Dámaso, con su tremenda inteligencia y su sensibilidad, se ha pasado meses y meses, en la averiguación de minucias, en el agotamiento de bibliografías… Para dar, al cabo, con un tranquillo que usan ciertos poetas… Quizá no sea todo ello sino otra forma que toma la antigua retórica… Hay además debajo de todo eso un querer saber, que no es el fin primordial de la poesía, si no de la ciencia…”.
- Antigüedad y poesía. Noticias de Estrabón.
“Las ciudades de los griegos educan a los niños, ante todo, mediante la poesía”.
“No por naturaleza son los atenienses estudiosos de la lengua y no los lacedemonios y los tebanos”.
“La poesía no es amiga de los lacedemonios”
Y de Pausanias (libro III): “Me parece que los espartanos son los que menos admiración sintieron por la poesía y la alabanza que de ella deriva pues, excepto…, ningún otro poeta conmemora a los reyes de los lacedemonios”.
6. CAMINANDO CON LOS LIBROS
Xulio L. Valcárcel. “MEMORIA DOS DÍAS, FORMAS DA LEVIDADE. Poesía reunida (1979-2017)”.
(Edición e introducción de Luciano Rodríguez). Medulia. Poesía.
He leído dos veces el hermoso libro recibido y que recoge toda la poesía del autor, resultado de inspirar la belleza y el dolor de su vivir y de exhalar como poema lo absorbido. La edad del poeta me confirma que el título indicado no puede ser más que un título provisional, pues “los versos crecen como crecen las estrellas y las rosas, como la belleza…” (Axmátova) y para ese crecimiento su horizonte vital le ofrece magníficas décadas.
Decía que leí el libro dos veces. Una, rápida, para alcanzar visiones e impresiones de un panorama general. Otra, lenta, para experimentar el oleaje de cada poema y sumergirme en la corriente nacida del mismo. Una lectura de poemas que, con frecuencia, los sentí míos, por sus tristezas y alegrías, deseos, añoranzas, poemas-espejo en los que me contemplé. Una alta poesía, pletórica de verdad y de perfecto talle. Naturalmente, en una cosecha tan abundante siempre hay, sobre todo al comienzo, algún altibajo (ocurre en todos los poetas) lo que también cumple una función pues permite el reposo antes de continuar la escalada de las cumbres que lo rodean.
Caminando ya el contenido del libro, mi preferencia se dirige a “Casa última”, un libro grande, de sentimiento hondo, recogido por versos inolvidables que anidan en uno irrevocablemente, también yo me veo como guardián, el último, de la memoria familiar en trance de naufragar.
“Ver o pai
Dobrado sobre si
A cabeza contra o peito
Reclinada…”
Yo también contemplé a mi padre con la cabeza vencida sobre el pecho. “Tristitia rerum…” “serenamente aceptar o terribel”, con el convencimiento de que “somos os últimos gardiáns, os sentinelas que velan os Eidos asediados…”. Resumo el contenido del libro “Casa última” y su impacto en mí con un endecasílabo que creo refleja el núcleo esencial de la poesía de Valcárcel: memoria de amor y sombra de muerte.
De “Límites” y “Outono nos espellos” sentí especialmente el golpe de “agoiro”. Y un verso para siempre, “cognac de fracasos” que, unido al verso de Lezama “una carroza de mariscos y delfines” constituyen mi menú poético preferido. De “A melancolía dos corpos” me atrajo el agua de “acto final”, “insomnio” y, en especial, “olvido”. De “Artikun boreal” recogí desde “rompendo o círculo…” hasta el final como brújula para la navegación a Tule que figura en otro lugar de este boletín. De “Memoria de agosto” destaco “Outro poema dos dons”. Y versos como “elévase Bach sobre a tormenta”, “miro cruzar indiferente lentas carrozas de tedio”, “corpo de amor e xa ausencia”.
“O sol entre os dedos” es otro gran libro, para mí muy difícil de elaborar. De hecho, nunca escribí un poema sobre la hija soñada por el temor de un desbordamiento sentimental. Con versos tiernos y fuertes el poeta ha disciplinado y embridado su corazón, el resultado, un gran libro sobre “el pequeño touro” que “ven da eternidade”.
“Solaina de ausencia”. Fragilidad de las felices presencias que resbalan al vacío de la ausencia. Ilusiones. “Quixemos gardar a eternidade nos labios. Pero, al final, habito un mundo en sombras”. Y “mirar un río, sentir unha canseira longa”. Nos queda solamente la luz de atardecer de la memoria.
“Alba de agua sonámbula”. Presencia de la casa, descenso al comienzo de la memoria. “Por mi chaman as horas doutros días”, mientras navega el poeta en “lentos barcos de lembranzas” y destapa “un frasco de aire enfermo”. Bello poema el de “Pensativa aboa presente” que me lleva a un poema mío sobre la muerte de mi abuela materna, hace setenta y dos años, en luminosa tarde de agosto (“solo veo sombras” le dijo a mi madre).
Y un verso muy lezamiano “a tenrura do café con leite”.
“Véspera do día” es el primer poemario, dominado por un horizonte existencialista y de angustia, propias del contexto de la época (y que menciona en su introducción el editor L. R.). Afortunadamente superados en el fluir del poemario por la autenticidad del poeta que bebe a plenos sorbos de la dulzura y de la amargura de la existencia, de la brevedad de las escenas felices que se desvanecen. “De súpeto todo se esvaecía”, “ninguén saberá desta tarde nosa nin de ti nin de min amor perdidos” (recordé un verso mío: “alguien sabrá que te busqué un domingo?”). Un poema excelente, “Irédevos consumindo”… “Irédevos facendo vellos, vellos pero xuntos” o “a ti veño de lonxe, atraveso páramos inmensos” y a pesar de que “nada teño máis que medo” lo que importa es mantenerse como “o decidido guerreiro que te habitou no fondo” para poder pastorear “a melancolía das tardes” que se volvía “inmensidade deserta nos teus ollos”.
En fin, poesía como baño de luz en alta cima, poesía que en su esencial núcleo siento mía, y que, como mía, me llama y me aclara.
SEGUNDA PARTE
- BIBLIÓPOLIS
Atardecer con colores de manzana y de cereal maduro. De pie, en su gabinete de trabajo, el Protector recorrió con la mirada el amplio panorama que le ofrecía su ciudad, Bibliópolis, extendida sobre una docena de colinas de diferente altura y cuyas laderas descendían en suave pendiente hasta el amplio estanque de la mesa de trabajo que reflejaba en sus aguas de transparente cristal, como asomada a una ventana, a la ciudad. Un incendio pálido, alimentado por la luz de la tarde fatigada, repartía claridades apacibles y amables sombras sobre las avenidas y calles que articulaban los diferentes barrios y que, a menudo, finalizaban en lugares apartados, casi secretos, llenos de un encanto, que sobrepasaba la dificultad frecuente del acceso.
El protector sonrió complacido. Amaba a su ciudad y gustaba de pasearla en horas vespertinas, observar la rica y pacífica vida cotidiana de sus habitantes, los biblía. Organizados en tribus y clanes, ocupaban diferentes zonas residenciales, cada una con sus propios coloridos, aromas y lenguas, una fiesta permanente que convocaba a todos los sentidos. Una babel variada y ordenada, en pacífica convivencia de sus cultos y tolerantes ciudadanos, asomados a las ventanas o recorriendo las calles, en animada conversación que interrumpían al paso del Protector para saludarlo con respeto y afecto o agradecerle alguna mejora, por ejemplo, en el alojamiento de las diversas familias o el embellecimiento de las calles y plazas con estatuillas, porcelanas, pinturas o figuras de dioses o de grandes hombres y mujeres. Pero la aprobación ciudadana recaía especialmente sobre la política firme y coherente del protector de mantener a Bibliópolis como un centro del saber y de la cultura, sin fábricas o empresas, sin comerciantes, trabajadores, agricultores, funcionarios o políticos. Una ciudad de la que el capital está ausente, sin afán de lucro o ganancia y en la que son desconocidas palabras como comisión, interés, banco o entidad crediticia. Una ciudad volcada en el desarrollo del espíritu de sus ciudadanos y en la que la poética es reina absoluta. Los habitantes de Bibliópolis, los biblía, altamente educados, disfrutan en magníficas conversaciones de su inmensa variedad en un silencio estimulante del que está ausente el ruido. Precisamente, por petición unánime de la ciudadanía, fueron clausurados en el año cuarenta de la fundación de la ciudad, los medios audiovisuales, fuente mayor de aquel y de toda confusión e ignorancia.
Sin embargo, mantener a Bibliópolis como ciudad de alta cultura y poética no era tarea fácil. Su esencia se veía constantemente amenazada desde el exterior por la presión de la inmigración ilegal en sus fronteras. Una presión constante de la barbarie causante de las mayores crisis vividas por la ciudad en su historia al sufrir infiltraciones que amenazaron con desestabilizar a Bibliópolis y hacerle perder su razón de ser. Gracias a la enérgica política del protector en defensa de la polis y de sus biblía se pudo controlar a los inmigrantes de tribus salvajes e iletradas, los “infra” en la jerga de la seguridad de Bibliópolis. Rígidos controles y protocolos impiden que libros, revistas, archivos, mapas o fotografías no deseados adquieran carta de naturaleza en la ciudad y contaminen y destruyan el orden reinante. Al igual que la moneda mala expulsa del mercado a la buena, la vulgaridad y la incultura arrinconan o expulsan al saber y a la poética.
Instrumento decisivo de las políticas del protector fue la creación de una fuerza policial, “la policía literaria”, “poli” en acróstico.
“No hay estética sin policía” era una máxima favorita del protector quien había llegado al convencimiento de que la violencia era el lado oculto de la cultura y de la poética. Violencia sobre el lenguaje, violencia del esfuerzo sobre el tiempo, violencia contra todo lo que suponga amenaza u obstáculo en el proceso de desarrollo del espíritu. Para la eficacia de la represión ejercida por la policía literaria, contaba esta con el apoyo de una ley penal muy desarrollada, con una gama amplia de penas y castigos, según la gravedad de los delitos cometidos por los ilegales. Entre ellas, en una variedad de formas, destacaba la pena capital, aplicada con generosidad en las afueras de la ciudad, delante de sus puertas. El suplicio más corriente era el descuartizamiento o sparagmós, según el viejo término griego. El propio protector poseía un sello, con una palabra “sparrasso” (desgarro, descuartizo) que se imprimía en la piel del “infra”, condenado antes de ser entregado a la policía para la ejecución de la sentencia. Si había algo valioso en el ilegal condenado se procedía al trasplante del órgano utilizable, formando volúmenes artificiales, al servicio de los biblía. Otra forma corriente de ejecución era la “expositio ad bestas”, en vertederos. Minoritaria era la hoguera. Para los delitos más leves se reservaba la venta en los grandes mercados de esclavos, también las donaciones como política de buena vecindad con las ciudades exteriores, intercambios, esporádicamente, y expulsión de Bibliópolis, dejando al ilegal en manos de su destino.
El protector suspiró hondamente. Su vida había acompañado la fundación y crecimiento de la ciudad, se podría decir que su vida segregara la ciudad como el caracol su concha. Bibliópolis era la vida objetivada del protector. Avatares de años, de décadas, habían constituido, poco a poco, con ritmos variados y algunos graves sobresaltos, la ciudad, la cual, últimamente, llegara a su madurez, a su forma definitiva después de variados horizontes formativos y preclásicos, un clasicismo que no devendría nunca tardío pues, como la vida del protector, solo podría ser sucedido por la muerte.
En su juventud el protector, que entonces no ostentaba tal denominación, era más un aventurero que un gobernante, fácilmente seducido por todas las novedades, viajero sin criterio por las más variadas ciudades de los libros, siempre abierto a las cambiantes direcciones de los vientos. Con el paso de los años y la fiel amistad y consejo de los más eminentes biblía, tuvo lugar un lentísimo proceso de maduración de aquel frívolo aventurero que lo condujo a la prostasía o presidencia de la ciudad como protector de la misma (o prostatirios, según la denominación griega de la que gustaba) por aclamación de sus conciudadanos.
Sesenta eran los años transcurridos desde la fundación de Bibliópolis. Protector y ciudad eran las dos caras de una misma moneda. Pasear la ciudad era encontrarse con el protector en cada esquina, toda ella lo reflejaba como un espejo, el protector se reconocía en cada uno de sus conciudadanos y él mismo no era más que un altavoz, una poderosa caja de resonancia para las peticiones y anhelos de los biblía. Por ello, y como ya se dijo, para la legislación penal de la ciudad el mayor delito concebible era la inmigración ilegal que turbaba la transparencia del espejo y hacía imposible la identificación de protector y ciudadanos y, con su algarabía, cualquier posibilidad de diálogo fecundo.
En sus primeros tiempos Bibliópolis, se puede decir, carecía de fronteras. En su urbanismo confuso aceptaba y daba cobijo a cualquier biblos que a ella llegaba, apenas sin limitaciones. Cualquier viento de seda o canto de sirena, cualquier novedad que la publicidad coronara, seducía al entonces mediocre dictador. El resultado de las diversas olas de inmigración ilegal que inundaron la ciudad fue la aparición de enormes barrios cuyo crecimiento metastásico ahogaba e infiltraba el centro donde residía la aristocracia de los biblía. Con sus tentáculos, un pulpo enorme y bárbaro asfixiaba el futuro de Bibliópolis.
Fundada siendo muy joven, el protector recordaba con extremado desagrado aquellos barrios de inmigrantes, procedentes de todas las direcciones de la rosa de los vientos. Una política equivocada de llamamientos e incentivos para residir en Bibliópolis y la ausencia casi total de controles atrajo a ese número tan elevado de pobladores, en su mayoría bárbaros procedentes de ciudades exteriores, por tratados con las mismas que transformaron la joven ciudad en inmenso campamento que ni siquiera era un ordenado campamento romano. El protector recordaba una y otra vez, con pesar, su culpa en el desorden a que estuviera sometida la ciudad durante décadas. Sí, había madurado muy lentamente, le había llevado tiempo desplegar sus fuerzas y concentrarlas en una estrategia de futuro, tiempo para decapitar una enorme ambición de saber, con frecuencia impertinente, y que no sobrepasaba la frívola curiosidad. Pero sus esfuerzos no habían sido vanos si bien el fruto de los mismos se producía en una edad tardía para los estándares habituales, cuando otros gobernantes entregaban el cetro a su sucesor y se retiraban a la vida privada, mientras él se encontraba en la plenitud de sus capacidades para desempeñar su cargo de protector.
Al tiempo que se servía un pequeño vaso de un excelente Oporto envejecido, su bebida favorita, volvió a rumiar en su memoria aquellos primeros tiempos de la ciudad y de los que aún quedaban huellas visibles cerca de las fronteras de Bibliópolis, en forma de asentamientos de esa plebe odiosa y siempre amenazante y que con su mera presencia mostraban la fragilidad de la delicada flor de la armonía y de la belleza, acechada por el caos.
Al tiempo que saboreaba el licor, se deslizaban en su interior, como en una gran pantalla, imágenes de aquella época convulsa de la ciudad. De cada seducción de su juventud surgía un nuevo barrio de carácter étnico que se extendía como lengua de aceite en llamas y cercaba los antiguos y respetados clanes patricios dedicados al estudio de la antigüedad, de la lingüística, de la teoría general del derecho, a la filosofía o a la literatura, y a la poesía. Las calles de la ciudad eran recorridas por las tribus del materialismo histórico, propagando las voces de sus héroes epónimos Lenin, Stalin, Mao o Fidel. Entre la descendencia de los respectivos clanes, solo algunos nombres, entre los más activos, recordaba el Protector, sobre todo al hijo de Mao, el libro rojo, también los de Stalin especializados en la cuestión nacional y en la lengua o los brutales y simplistas de Lenin. De sus fanáticos seguidores recordaba la presencia de los miembros del clan Marta Honecker, caracterizados por su dogmatismo o los del clan Althuser, envueltos en opacas nieblas. Un ejemplo tragicómico lo constituyó la residencia en la ciudad de un miembro del clan Gadafi, el libro verde, que paseaba petulante embozado en su capa. De la misma época es el auge en Bibliópolis de tribus gastronómicas y eróticas cuyas viviendas visitaba asiduamente el joven prostator para satisfacer vulgares deseos.
Bibliópolis estaba amenazada en su ser. Los biblia patricios fundadores se veían cercados por un mar cuyas aguas cada vez más altas los arrinconaban a espacios siempre más exiguos. En el tercer año de la tercera década de la fundación de la ciudad, el Protector adoptó la decisión de convocar el consejo ciudadano, restringido a las familias fundadoras. En la reunión expuso la situación, lacónico y grave, sin dramatismo, llegando a la conclusión de la necesidad de depurar el censo de residentes, por muy elevado que fuese el número a tratar. En lo que se refiere a la reacción frente al materialismo histórico de corte leninista-estalinista y variades asiáticas y del tercer mundo, tuvo el apoyo entusiasta de Marx y Engels, de Morgan, de Bakunin, de los socialistas utópicos. Y, sobre todo, del griego Demócrito. Entre los juristas Kelsen y Betti expusieron el crecimiento exponencial de familias jurídicas caracterizadas por convertirse en basura por una palabra del legislador (en la terminología de Kirchmann “shitty families”), y que, en consecuencia, era inexcusable que la prevista depuración las abarcase. Todos, incluido el protector, jurista de formación y principal responsable de la presencia de esas tribus, mostraron su acuerdo. En el ámbito de la discusión sobre el alcance de las medidas de purificación, el filósofo Heidegger introdujo el interesante concepto de “unterbuch”, variante del superado “untermensch” pero que aplicado a los biblía podía ser muy eficaz. Un gran número de residentes se caracterizaban por su modo de ser divulgativo, simples ante lo complejo, de horizontes muy elementales y claramente insuficientes, cuando no directamente propagadores de mentiras y falsedades lo que era intolerable en una ciudad con vocación cultural y poética. También hubo acuerdo unánime al respecto. Un grupo de poetas, encabezados por Pedro Salinas, propuse extender el concepto de “unterbuchlichkeit”, a tanto mal versificador y poetastro con fama de poeta y a la multitud de mediocres narradores con vecindad a la ciudad y que con las líneas de su escritura insultaban a la literatura. Pero el Protector, no obstante estar de acuerdo en la represión inevitable contra esta plaga ciudadana, consideraba conveniente dejarla para más adelante, por razones que se pondrán luego de manifiesto, y no confundirla con la ahora prevista. La fecha de depuración del censo o de la purificación de la ciudad fue fijada significativamente en el día 17 de octubre. Y finalmente fueron nombradas varias comisiones encargadas de elaborar las listas de represaliados (“la revolución traicionada”) que abarcaba los leninistas, las “shitty families” de juristas prácticos, y la de “unterbücher”. El propio protector se encargó de las de residentes eróticos y gastronómicos. Otra comisión, con el protector al frente, comenzó a preparar la lista de “ruiseñores afónicos” (referida a los falsos poetas y narradores) y a precisar el tipo penal de mediocridad (ante la tarea exigible, simbolizada por una colina, no ya la incapacidad de llegar a media ladera sino de descansar al pie de la misma). Todo ello en vista de los procesos públicos previstos.
Al alba del 17 de octubre, la policía literaria, con las listas en su poder, en una operación de una amplitud nunca vista, arrestó en sus domicilios a los integrantes de aquellas. Ninguno logró escapar. Sin dilación fueron conducidos a un terreno próximo a Bibliópolis y arrojados a enormes contenedores de basura (en una moderna “expositio ad bestas”) para, en beneficio de todos, ser reciclados. De la pena capital se salvaron la mayoría de los biblía de saber erótico y gastronómico, a los cuales, por mor de sus lazos con la juventud del protector, les fue conmutada por la venta en los mercados de esclavos o a cambio de ser enviados a repoblar ciudades lejanas. Todavía hoy no hay una cifra incontestable de represaliados pero se estima que Bibliópolis perdió un treinta y cinco o un cuarenta por ciento de sus habitantes.
El 17 de octubre se fijó como la fecha de la purificación o segunda fundación de la ciudad. Se sucedían las manifestaciones aclamando al Protector como Soter. Ante la gran cantidad de espacios vacíos, algunas zonas superpobladas pudieron ser descongestionadas para una reubicación más cómoda de sus ciudadanos. Por ejemplo, el numeroso clan Bieito Iglesias que se encontraba un poco apretado. Se anunciaban días felices para Bibliópolis, eliminada la gran amenaza ideológica, representada por los diversos ismos de materialismo histórico, acrecentada por la funesta manía de los dictadores de izquierda, a diferencia de los de derecha, de escribir, de engendrar hijos con los que colonizar las ciudades de los libros. Franco, v.g., murió sin biblía que pudiesen incordiar en el futuro. Y caso, raro, que un dictador fascista tenga descendencia (v.g. Hitler) es tan grotesca que todas las puertas se cierran ante ella. Ello no ocurre con los dictadores de izquierda que ocultan el mortal veneno bajo un aparente amor y preocupación por la humanidad. Con el último sorbo de Oporto entrecerró los ojos el Protector. Depositó el pequeño vaso en una mesilla, se repantingó cómodamente en el sillón y volvió a arrojar una mirada complacida sobre su ciudad, contento de haber salvaguardado su humana dimensión, de haber evitado un crecimiento propio de una megalópolis con una periferia de ínfimo nivel cultural y de mortal peligro para sus ciudadanos. Haber salvado la armonía y el futuro de Bibliópolis era la tarea que justificaba su prostasía.
¡La armonía! Puede ser flor de un día, pensó el Protector, mientras se servía otro vaso de Oporto, sin un esfuerzo constante de vigilancia y control pues los vientos del caos soplan constantemente en todas las direcciones. Al pensamiento del protector volvió su expresión favorita: “Sin policía no hay estética”. Ni cultura ni saber ni armonía. Precisamente la policía literaria venía de entregarle la lista recibida de la comisión correspondiente de “ruiseñores afónicos” y que ya eran objeto de discreta vigilancia. También había recibido de la policía un informe sobre la presión inmigratoria en las puertas de Bibliópolis y las infiltraciones producidas.
Según el citado informe, la purificación del 17 de octubre había sido un completo éxito y los casos de recaída eran pocos y de carácter anecdótico. Las amenazas en el horizonte eran otras. Debido a la situación de la ciudad en el país gallego, los intentos de inmigración ilegal a Bibliópolis o de presión inmigratoria en sus fronteras por parte de unterbücher (o infralibros) extranjeros eran prácticamente nulos. Los que devenían ciudadanos lo debían a una invitación del prostator, en atención a sus méritos. El problema se planteaba con los biblía nacidos en España y, sobre todo, con los nacidos en Galicia, no solo por razones de proximidad sino también por un auge demográfico sin precedentes debido a políticas de ayudas y subvenciones sin criterios eugenésicos. Luego una crítica, silenciosa con los mejores, alababa indiscriminadamente cualquier medianía o incluso el vacío o lo simplemente malo, sin más calificativos. El informe policial sospechaba que en este elogio de lo peor subyacía el afán de la sediciente crítica por atribuirse una superioridad sobre una obra “creativa” agradecida y subordinada. Lo que no era posible con el auténtico talento que no era comprendido por los “críticos” y además amenazaba su posición. La creación poética era el blanco predilecto de esta persistencia de la crítica y de las instituciones en promocionar, exaltar y propagar lo más mediocre e inconsistente. Y entre las instituciones destacaba la Real Academia Gallega con sus Días de las Letras Gallegas dedicados en los últimos años a nombres involucrados en una versificación inconsistente de la que la Poesía se hallaba ausente. Esta dedicación producía seguidamente una inundación de publicaciones de todo tipo, glosadoras de la nada premiada, y generadora de confusión en el cánon. Se originaba así una tremenda presión en la frontera de Bibliópolis que no siempre la policía literaria acertaba a resolver con el mejor criterio, desconcertada ante los sellos, cartas de recomendación, premios y elogios de que eran portadores los solicitantes de la ciudadanía. Señalaba el informe que estas presiones se veían reforzadas desde el interior pues era frecuente la existencia de parientes en la ciudad que aducían el argumento de la reagrupación familiar. Unas veces estos parientes eran ciudadanos eminentes que, sin embargo, eran familiares de biblía que no reunían las cualidades exigidas para la residencia en Bibliópolis. Pero con frecuencia se trataba de los integrantes de la lista de “ruiseñores afónicos”, numerosos en la ciudad desde antiguo, por lagunas de la legislación sobre inmigración de la época.
El Protector concluyó la lectura del informe policial. Se levantó, dio unas vueltas por su despacho y se sentó nuevamente. Reflexionó largo tiempo y cuando el análisis de la situación se precisó y la estrategia a seguir, fue definida, procedió a convocar una reunión conjunta del consejo y de la cúpula de la policía. Había llegado el momento de la rectificación de la purificación de la ciudad. Pero así como esta última se había caracterizado por la pura actuación extrajudicial de la policía, a causa de la urgencia de las amenazas contra la ciudad, ahora predominaba un afán pedagógico, de enseñar y convencer, lo que exigía un instrumento adecuado como el proceso, con su publicidad y sus garantías. Y también unas instrucciones claras a la policía literaria que le permitiesen defender y explicar con convicción las decisiones administrativas de admisión o rechazo de solicitudes de ciudadanía.
Conforme a lo decidido, se llevó a cabo en los siguientes meses “La rectificación de la purificación” en todos los frentes, procesal, policial y pedagógico-explicativo como fecha iniciadora de la misma se fijó el 17 de mayo, cuya significación no podía escapar a nadie medianamente advertido. Fueron tan numerosas las actuaciones llevadas a cabo al amparo de la campaña de rectificación que resulta imposible enumerarlas en su totalidad. A su conclusión, con la mayoría de los ruiseñores afónicos, eliminados o expulsados, la población de Bibliópolis disminuyó en un veinticinco por ciento, aproximadamente. Con ello adquirió la ciudad su configuración definitiva.
Lo que sigue es una relación de los principales episodios de la campaña de rectificación, extraídos y extractados de fuentes policiales.
- Reagrupamiento familiar. Solicitado por el eminente ciudadano “Os Eidos” de la familia Novoneira. Se pide la ciudadanía para su hermano Vietnan Canto.
Resolución: rechazada la solicitud.
Motivo: ausencia de cualidades interesantes para la ciudad.
- Reagrupamiento familiar. Solicitantes: Pólvora y magnolias, Arraianos y Estirpe, eminentes ciudadanos del clan Méndez Ferrín. Asunto: petición de ciudadanía para sus parientes Contra Maquieiro y No ventre do silencio.
Resolución: solicitud rechazada.
Motivo: ausencia de cualidades interesantes para la ciudad.
- Proceso a los poetas de la Academia Gallega (circunstancias principales del correspondiente expediente judicial). Procesados: todos los miembros de los clanes de María Mariño, Manuel María, Lois Pereiro, Xela Arias, F. Delgado Gurriarán y un hijo, Poesía completa, de Valentín Paz Andrade. Los cargos más graves recayeron sobre los clanes María Mariño, alias, “Dinamiteira da fala”, Xela Arias y F. Delgado Gurriarán. A los María Mariño se les acusaba de corruptos en la tierra por destrozar la poesía y la lengua, aparte de ser un montaje de servicios exteriores. La misma acusación a los Xela Arias (referida a la poesía) y de querer defender lo indefendible, con la aportación del arbotante de su cuerpo. Con idéntico cargo de corrupto en la tierra por intentar destruir la poesía, los F. Delgado Gurriarán tenían más agravantes por ocultación de su vacío poético mediante la exhibición de cartas laudatorias, tan hiperbólicas que los miembros del tribunal quedaron anonadados. Una de ellas decía que F. D. Gurriarán era a Córgomo lo que Joyce a Dublín, Kafka a Praga o Álvaro Cunqueiro a Mondoñedo. Y otra venía a decir que por debajo de Homero o de Dante, todos eran iguales.
- Los Lois Pereiro no eran objeto de graves cargos. El breve tiempo de vida de su fundador impedía calibrar con justicia su poder creativo. Su acusación decía “poesía sin interés para la ciudad”. Poesía completa, el único hijo literario del eminente gallego D. Valentín Paz Andrade era acusado de mediocridad poética. En las actas del proceso figura una nota: “Indicación del protector: tener en cuenta la importancia para Galicia del padre del acusado y el hecho de que otro hijo, Galicia como tarea, es importante ciudadano de Bibliópolis”. El caso de los Manuel María presentaba matices muy complejos. Acusados de mediocridad poética al cubo (por el inmenso número de hermanos) el padre había mantenido cordiales relaciones con el protector quien recordaba con humor una afirmación de Manuel María joven “no cambio un verso mío por toda la obra de tu padre”. Por otra parte en Bibliópolis poseían los Manuel María una hermosa vivienda de mosaico azul (las obras completas en dos edificios) habitados por el clan familiar (que, según nota en el expediente, gustaba mucho al protector).
Hubo tres condenas a muerte (María Mariño, Xela Arias y F. Delgado Gurriarán) ejecutadas por Sparagmós y los restos arrojados a los contenedores de reciclaje. Los Lois Pereiro y poesía completa de V. Paz Andrade, condenados al exilio en bibliotecas lejanas. Con respecto a los Manuel María se llegó a una solución salomónica. Mientras los diferentes miembros del clan fueron condenados unos a la venta en los mercados de esclavos y otros, al exilio, (según su mediocridad) el hermoso edificio azul de las obras completas sigue en pie en una de las mejores calles de Bibliópolis. En la misma sentencia se calificó a la academia gallega de corrupta en la tierra por su manifiesta enemistad con la poesía y se ordenó la venta como esclavos de todos los biblía residentes en la ciudad que hubieran alabado a los condenados. Y se prohibió la entrada en Bibliópolis a los residentes fuera.
Algunos nombres del listado Ruiseñores afónicos con el sello de Sparrasso de la condena a muerte, Lulú del clan Almudena Grande, sus otros descendientes, vendidos como esclavos; los clanes de Antonio Gala y Pérez Reverte, “expositio ad bestas” en los vertederos de basura; previo Sparagmos, el capitán Alatriste. Los X. Alcalá, acusados de inanidad literaria y, algunos, de haber reducido una tierra mítica para el Protector, Patagonia, a una caricatura, arrojados a las llamas. Todos en virtud de simple expediente administrativo, dada su evidente culpabilidad. Como curiosidad, en la lista de Ruiseñores afónicos condenados figura un biblos sin nombre y engendrado por autora también anónima, acusada de la habitual inanidad literaria y, además, de injurias a Homero por ofrecer una ridícula versión feminista de La Odisea, con intercambio de cartas entre Calipso y Penélope. Quemada en la hoguera, previo Sparagmos.
Un capítulo muy interesante son las instrucciones del Protector a la policía y algunos casos llevados personalmente por él:
Biblía nacidos o procedentes de Mondoñedo, patria natal del Protector. Los cuales habitaban una urbanización apacible y umbría en la ciudad baja. Todos ellos recibían de la policía permiso de residencia y carta de ciudadanía. Solo ante un caso de mediocridad absoluta, podía surgir un problema. El caso Díaz Jácome, llevado y decidido por el mismo protector, mostró claramente la generosidad de este con sus paisanos. La evidente insuficiencia poética de esta familia no fue óbice para su naturalización en Bibliópolis. Se tuvo también en cuenta, a modo de precedente, un antiguo prodigio. El fundador del clan, cuando niño, había caído al río Valiñadares y un molino del mismo lo rechazó a la orilla, sano y salvo. La carta de ciudadanía contenía una reserva o limitación, la de llevar una vida discreta, sin participación en actividades relacionadas con la poesía. Los expedientes mindonienses recogen también el relativo al clan de Marina Mayoral. Aunque al protector no le interesaban las cualidades literarias que adornaban a los miembros del mismo dedicados a la escritura, los pocos que solicitaron la ciudadanía la obtuvieron sin obstáculo alguno.
Del mismo favor del Protector, con algunos matices, gozaban las obras de eruditos locales de otras villas y ciudades de las que decía, formaban un primer escalón indispensable en la obtención del conocimiento.
Expedientes de confirmación de ciudadanía o retirada de la misma y políticos de admisión y rechazo en Bibliópolis: de todos los grandes nombres de la cultura y literatura gallegas desde el siglo XIX hasta los nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX, pasando por los integrantes de la generación Nós, la mayor parte de los clanes y familias por ellos fundados formaban parte de Bibliópolis desde sus comienzos y habían incrementado constantemente su presencia en la ciudad. Se ve por el gran número de instrucciones y directivos que contienen aquellos que la presencia indiscriminada de tales familias constituía un problema para el protector que estaba convencido de la mediocridad o sobrevaloración de muchas de ellas o de miembros suyos. Esta sobrevaloración o ausencia de crítica, por razones históricas y políticas hacía muy difícil la adopción de medidas radicales, digamos de rectificación del censo, por la segura incomprensión de la opinión pública y por previsibles dificultades en las relaciones exteriores con otras ciudades. Todo esto constituyó una preocupación constante para el Protector quien llevó personalmente las actuaciones sin permitir arbitrios policiales.
El protector pensaba que, en general, con relación a los ciudadanos de Bibliópolis, había que dejar las cosas como estaban, salvo la actuación en casos concretos. También eran necesarios criterios ante las solicitudes de ciudadanía de los inmigrantes, numerosas, pues muchas procedían de biblía, regalados en el curso de las relaciones con otras ciudades e instituciones.
Todos esos grandes nombres mencionados tenían su propia y detallada ficha. De la de Rosalía de Castro, por ejemplo, se ve claro la poca estimación del Protector por parte de su poesía. Lo mismo resulta de la del llamado “poeta de la raza”, Cabanillas. Ambos necesitados de una crítica “no patriótica” que definiese su estatura. Peor era la opinión del protector respecto de Curros Enríquez. En el expediente correspondiente figura, como informe, un artículo de A. Cunqueiro en el que se reconoce consciente del gran papel de Curros Enríquez en el renacimiento literario gallego pero afirma que no fue un gran poeta y que no lo incluiría en una antología poética de la lengua gallega.
Castelao y Risco son otros nombres recogidos en los archivos policiales. El Protector aborrecía a un hijo del primero, siempre en Galicia, por su simplismo e insuficiencia intelectuales. Del segundo solo respetaba sus trabajos etnológicos. De Mitteleuropa le parecía incomprensible la fama y se había asombrado con Historia del diablo.
El Protector insistía continuamente en la necesidad de una revaluación y crítica de estas épocas de la cultura gallega, sin las cuales esta sería siempre una cultura enferma, por ser tratada míticamente gran parte de su historia, sin aplicarle los criterios con que se evalúan las obras actuales.
Tratando de resolver un problema irresoluble, las instrucciones del protector distinguían según que los epónimos de los clanes tuvieran en Bibliópolis casa “obras completas” para albergarlos que seguirían manteniendo con todos sus derechos. Caso negativo, se aplicarían a los miembros aislados de los clanes los criterios de las políticas rectificatorias, moduladas por la ostentación de tatuajes de dedicación, ser primera edición… Así con discreción se siguieron ejecutando las políticas de venta en mercados apartados de esclavos, exilio en Bibliópolis lejanas, expositio ad gentes y alguna ejecución aislada. La Historia del diablo de V. Risco fue salvada de la pena capital por voluntad del Protector que decidió musealizarla, para edificación general. Este biblos lleva a otro expediente policial “Actividades religiosas dogmáticas en Bibliópolis”. Del mismo resulta que la policía nunca consideró un problema la presencia o inmigración a la ciudad de Biblía confesionales por la naturaleza laica y tolerante de Bibliópolis (por no mencionar el a-teísmo del Protector). En la ciudad gozaban de gran prestigio los ciudadanos expertos en historia de las religiones y los portadores de sus textos sagrados, científicamente editados, y los confesionales eran expulsados, sin más trámite, de Bibliópolis. Como anécdota, un archivo recuerda que en los tiempos fundacionales fue sorprendido por la policía, haciendo proselitismo, un biblos “camino” del clan José Escriva. Llevado a presencia del Protector, este, al conocerlo, se indignó y encolerizó. Fue condenado a la inmersión en agua hirviente y sus restos descuartizados y arrojados al desierto.
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Sí, largo y complicado había sido el proceso histórico que había conducido a la realidad actual de Bibliópolis. Pero el esfuerzo había valido la pena. Cierto que en el curso de las difíciles compañas de purificación y rectificación se habían cometido injusticias que el Protector era el primero en lamentar y que, con frecuencia, quiso reparar con la concesión de ciudadanía a biblía gemelos. Pero también, cuánta generosidad y cuánta flexibilidad en la aplicación de la legislación. Para apreciarlas, bastaba un paseo por Bibliópolis. El Protector se sentía razonablemente satisfecho. Sin embargo, últimamente y cada vez más frecuentemente circulaban sombras por su pensamiento que ponían melancolía en su rostro. ¿Cuánto duraría esta armonía? ¿Cuánto Bibliópolis? El Protector entrara ya en su octava década de vida. Ciertamente, no aparentaba los años, se encontraba bien de salud, sereno y lleno de capacidades y de energía. Se sabía inmortal mientras viviese, como le decía su amigo y consejero el biblos Epicuro pero no podía ignorar la muerte, su muerte, caída de una piedra en el vidrio brillante de la vida. Y entonces, ¿qué sería de Bibliópolis, perdido el elemento unificador, el espíritu vivificante de su fundador? Un conjunto desarticulado en lugar de una universitas. Aun sujeto a amenazas, un libro puede ser inmortal pero las bibliópolis son mortales. A veces el Protector tejía fantasías, imaginaba una ciudad funeraria sepultada en la arena, su Bibliópolis rodeando y vigilando el ataúd del Protector eternamente. O veía fascinado una inmensa pira con llamas como dragones, alimentándose del Protector y los biblía. Un tiempo consideró introducir a Bibliópolis y a él mismo en la transparencia de La invención de Morel, según el consejo de Bioy Casares. Dificultades técnicas le hicieron desechar el proyecto. Pero, jurista al fin, y ante la ausencia de un sucesor, identificado con él, que continuase su tarea al frente de Bibliópolis, decidió organizar la dispersión, consecuencia ineludible de su desaparición, nombrando albaceas que procurasen cobijo y estancia en otra ciudad a sus biblía que, tatuados con la vida del Protector, proclamarían noticias de un pasado glorioso.
Con su inevitable vaso de Oporto se alzó el Protector, satisfecho de su subjetiva inmortalidad, y salió para visitar a la familia de su amigo Luciano de Samosata, con los que había vivido tantas horas agradables.
2. POLIS Y ANTI POLIS
(Igualdad de los ciudadanos en el ágora y desigualdad de los participantes en los misterios)
El triunfo de la democracia en las ciudades de Occidente ha conducido a la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadanos. Todos son iguales ante la ley. La norma jurídica protege también a aquellos afectados por deficiencias psíquicas o somáticas para garantizar una posición activa, en la medida de lo posible, en la polis y extiende su manto protector sobre el extraño (forasteros, extranjeros, emigrantes) concediéndoles derechos antes privativos de los ciudadanos, de suerte que esa extrañeza va reduciendo su campo paulatinamente. La solidaridad social, pública y privada palía la desigualdad económica y acude en ayuda de los damnificados por una catástrofe. Hasta los animales (domésticos y salvajes) encuentran protección en la ley y a ellos se extiende el concepto de persona (no humana). Incluso la naturaleza (un río, un lago, un paraje montañoso…) pueden acceder al estatuto de sujeto de derecho. Con todas las insuficiencias y retrocesos que se quiera pero el avance es claro y define a la polis democrática. Cualquier amenaza a esa igualdad suscita inmediatamente el reproche de la sociedad.
El ciudadano que discurre por las calles de su ciudad, participa de la vida social, ejerce sus derechos políticos en la vía pública o en las instituciones o acude a los templos de las diferentes religiones es un ciudadano vestido, su cuerpo está oculto, en mayor o menor medida, según las situaciones. Sería inconcebible la participación del ciudadano desnudo en la vida sociopolítica de su ciudad. La policía lo retiraría inmediatamente de la esfera pública, aunque se tratase de Diógenes. Solo a contextos muy concretos (playas nudistas, v.g.) está reducido el nudismo. La protesta política, con la exhibición total o parcial del cuerpo desnudo, suscita la intervención policíaca inmediata. Casos de nudismo con finalidad artística o medioambiental (modelos de escuelas, performances) están sujetos a rigurosos códigos. Se puede decir que un ciudadano desnudo deja de ser visto como ciudadano, yo diría que ya no puede predicarse del mismo la cualidad de atractivo, de ser visto bajo el ángulo del erotismo que exige un juego sutil de opacidades y transparencias sin el cual aparece la brutalidad animal del mamífero. Fijémonos que, incluso en aquellos casos en que parece reducirse el vestido y aumentar la superficie nuda (según los contextos) en realidad el cuerpo sigue oculto por el empleo de tintes, tatuajes, adornos… Una construcción cultural que vuelve invisible el cuerpo animal o lo deja sin acento.
Hasta a los animales, tratándose de mascotas, se extiende la vestimenta. No olvidemos que la autoridad habla desde la púrpura, los machos y hembras alfa desnudos solo se dan en las manadas de animales salvajes.
Así la importancia del vestido no ha hecho más que crecer, importancia que es compatible con una simplificación y mayor sencillez. Esta importancia se ve bien en la vestimenta femenina donde el zapato y la media, v.g., entra en una relación casi metonímica con el pie y la pierna.
Este ciudadano vestido lleva el rostro descubierto, con la misma imperatividad con la que oculta el cuerpo (y salvo contextos muy particulares, carnavales, fiestas…) el ciudadano se ve imposibilitado de ejercer sus derechos o de participar en la vida social si lleva el rostro cubierto. Cubrir el rostro, no solo puede ser, o verse como una amenaza, también impide evaluar la mirada, la sonrisa, el lenguaje gestual. Con un rostro cubierto no cabe un diálogo digno de tal nombre. Los ciudadanos frente a frente se transmiten una información decisiva que es la base de la confianza recíproca. Y una mirada o una sonrisa pueden generar el enamoramiento, imposible ante un rostro cubierto.
Ciudadano vestido y con el rostro descubierto. Añadiría una tercera característica (con mayor permisividad para ser infringida, sin embargo): la claridad de la figura que implica el rechazo social de ese hipervestido femenino de ciertas minorías religiosas que la ocultan bajo un ropaje sin forma, tal un saco. Ese hipervestido (más propio de un personaje de carnaval) impide también (consideraciones estéticas aparte, pero también importantes pues destruyen la forma) el intercambio de información que demanda la transparencia de la ciudad democrática. Pero toda ciudad, digna de tal nombre, no consiste solamente en calles, avenidas, plazas bajo el cielo azul, un ágora sobre cuyo mármol brilla el sol y donde los ciudadanos participan del diálogo democrático y político. La ciudad tiene su anticiudad, al haz de la polis corresponde el envés de la antipolis, al reino de la luz, el de las tinieblas, la luminosidad exige la oscuridad. Su entrada se encuentra en el teatro de los sueños, un templo que no conoce el día, amigo de la noche. Podemos asignarle un nombre, laberinto si esta vieja palabra tiene relación con labrys, la doble hacha, símbolo de poder y jerarquía, poder y jerarquía sagrados, que no conoce la ciudad. En el laberinto, esta anticiudad en un inframundo de oscuridad, ajena al sol, que únicamente iluminan la llama ondulante de las antorchas no hay ciudadanos ni igualdad sino desigualdad y servidumbre. Hay actores, actores que aparecen en la escena del laberinto, con los poderes y obligaciones que dimanan de los papeles o roles que pide la función o ceremonia de que se trate. Hierofantes, teletarjis, mista gogos, coros, mistes o postulantes de los ritos o ceremonias, siervos y víctimas. Mundo de la imagen frente al mundo real de la polis. Característica esencial de los actores que “orgiadzun” es decir, celebran órgia (ritos, ceremonias religiosas, cultos de misterios) (pie ˟werg, acto sagrado) es la máscara. Rostro descubierto de los ciudadanos, rostro enmascarado de los actores del teatro de los misterios y de los rituales sagrados. Máscara animal, antropomorfa o de cualquier clase que impide la igualdad que habita el ámbito de lo conocido y hace surgir lo desconocido donde reina lo misterioso, lo sagrado y un poder que impone sujección o servidumbre. Máscara del sacerdocio del misterio, máscara de coros y participantes, máscara de los siervos. Únicamente la máscara no es necesaria en los destinados a víctimas. Salvo estos últimos; el cuerpo de los restantes participantes es también un cuerpo total o parcialmente vestido si bien con códigos vestimentarios muy diferentes a los del ciudadano. Pero lo decisivo es la máscara, es ella la que transforma al cuerpo en un supercuerpo, la que elimina la banalidad humana y permite pensar la rotura de la igualdad que implica la especie por el hecho de pertenecer a ella. Detrás de la máscara puede encontrarse un ser de una diferente especie o un ser mitad humano, mitad animal. Incluso un Dios o un semidiós. En el arte griego, cuando los dioses entran en un friso en procesión, la máscara es para Dionisio la insignia de su divinidad (M. Detiènne). El Dios se revela enmascarado. Y en cualquier caso, la máscara genera metamorfosis.
El misterio, lo sagrado no surge en el terreno del diálogo, entre conocidos. Exige la máxima diferencia y jerarquía, solamente posibles con la máscara, fuente de poder y sujección. El rostro descubierto de la víctima subraya su situación de inferioridad frente al poder enmascarado. A esa máscara siempre se le puede preguntar: ¿quién eres, un Dios, un semidiós? Sin máscara no hay ceremonia sagrada (que nada tienen que ver con las banales de la polis) ni culto de misterios ni ejercicio del poder que nace de la máscara. Si es válida la ecuación Dios igual al que ejerce un poder absoluto, la máscara, que oculta a un Dios o lo crea por metamorfosis, impone la jerarquía y la servidumbre en una situación de máxima diferenciación. El polo opuesto de la igualdad ciudadana de la polis.
Asimismo, si portar la máscara transforma, entonces, posibilidad de reversibilidad de los roles actoriales.
Si la máscara quiebra la unidad de la especie en la ceremonia sagrada de los misterios no hay lugar para el diálogo ciudadano. En la relación de sujección que nace de la diferenciación jerárquica, una lengua, aún desconocida, empleada por el Dios, cumple su función, apoyada por una deixis inequívoca, la deixis del poder. Una eventual traducción accesoria utiliza una gramática y unos tiempos verbales esenciales: imperativo, futuro inmediato, presente progresivo, optativo. Entre los casos, el vocativo de las invocaciones y maldiciones.
Y la ausencia de diálogo implica lo que el griego conoce como “arreta”: lo que no puede conocer quien no se inicia en los misterios de las teletai, orgías o ceremonias. Los griegos decían de lo sagrado “ti aporreton” (lo prohibido). El silencio sobre el laberinto. Ese silencio es el que permite escuchar al iniciado el paso del tigre que anuncia al Dios. A toda polis, repetimos, corresponde o debe corresponder su envés del templo laberíntico que posibilite el paso desde lo cotidiano histórico al encuentro con lo desconocido, a la gravitación de la imagen, manteniéndose no obstante claramente separadas ambas ciudades, polis y antipolis. Su confusión acarrearía su destrucción. Con esta dualidad se vuelve posible la reintegración de las pérdidas de riqueza de lo humano en el curso de su evolución a causa del unilateralismo del desarrollo económico y tecnológico, ya que, en último término, si es posible la coexistencia de las dos ciudades es porque en el espíritu del hombre, ser social, habita la memoria y la añoranza de lo arcaico y sus imágenes prodigiosas, tantas veces en vano, ocultadas o reprimidas.
Otros espacios en las ciudades podrían ser relacionados con la celebración de lo sagrado y del misterio donde se abren puertas a una visión de otro mundo, inalcanzable en el ágora. Quizá en origen el hipódromo griego, en el de Olimpia había un enorme altar, taraj.ipo (que asusta a los caballos) y donde podían suceder y sucedieron hechos pavorosos. Recordemos a Glauco, devorado por sus yeguas, por decisión de Afrodita, ya que impedía que aquellas se acoplasen, para correr más rápidas. Y, claramente, el juego de pelota mesoamericano, en maya pokta.pok, recreador del mito cosmológico de los gemelos divinos, un espacio que era un portal al tiempo y al espacio de otro mundo y que en este dejaba un reguero de muerte.
Para finalizar, todos los iniciados o telestai en estos espacios sagrados en los que se celebra el misterio y que constituyen portales a otro mundo, devienen epoptai, los que han visto (Claudio Rodríguez: “Y oigo de mil maneras lo que no se escucha y con mil voces lo que el hombre no oye”) y también mejor ciudadano de la polis y mejor conocedor de lo real pues “Quien es ciego para el misterio es tuerto para lo real” (Claudio Rodríguez).
3. INTERPRETACIÓN O ALIMENTACIÓN (APUNTES)
UNO. Creo que es un buen comienzo empezar por alguna de las cuestiones que suscita el libro (pequeño por su tamaño pero grande por su contenido) del profesor Darío Villanueva “La poética de la lectura en Quevedo”. Cuestiones que tienen que ver fundamentalmente con la naturaleza referencial de la poesía y la interpretación de textos líricos y ficcionales. También el concepto (problemático) de “Poética de la lectura” “Análisis del conjunto de principios o reglas, explícitos o no, que los textos contienen en sí mismos al objeto de ser leídos óptimamente”. Así, el texto teoriza, explícita o implícitamente, la lectura que podemos hacer del mismo, “nos da libertad o nos limita y condiciona”. Reflexionaremos sobre esta poética de la lectura al tratar de la interpretación de un texto legislativo vigente y de un texto religioso sagrado, que se hallen sujetos a límites interpretativos en virtud de decisión del legislador o de la autoridad religiosa.
DOS. Ciñéndonos ahora a la poesía lírica, defiende el autor (y uno no puede menos de estar completamente de acuerdo) la presencia de la misma “en el marco del fenómeno literario de la productividad realista”, incluso “como la forma literaria más realista” por la intensa identificación. “La poesía abre un horizonte referencial hacia el lector” mientras que la ficción “lo encierra en su mundo imaginario, autorreferencial”. Y sigue el autor: “hay poemas que logran transmitir una emoción simple y pura proyectada intencionalmente por el poeta desde su experiencia y recreada cointencionalmente por el lector desde su propia vivencia”. En tal caso el poema “provoca una vivencia que coincide intencionalmente o no con la del autor”. “Cuando la intencionalidad del receptor viene a coincidir con la de quien ha creado el texto, el efecto de realismo se incrementa” (supuesta la vinculación originaria de la literatura con la realidad).
TRES. Sin embargo reconoce D. Villanueva que esta cointencionalidad es menos común que la intencionalidad exclusiva del lector (en los textos actualizados realísticamente). En mi opinión (con experiencia como poeta y como lector de poesía) esta cointencionalidad no es que sea menos común, probablemente es la aproximación menos frecuente en la lectura de un texto lírico. Lo normal será la intencionalidad exclusiva del lector que interpreta el poema con la misma actitud con la que se acerca a otro texto, procurando “comprender” además de disfrutar de sus cualidades estéticas. Claro que la interpretación de un texto lírico ofrece una problemática diferente a la de un poema filosófico y no digamos a la de un texto histórico o legislativo. Cada clase de texto exige métodos específicos de interpretación. Cabe una teoría general de la interpretación pero siempre en relación recíproca con las teorías interpretativas particulares (del texto lírico, ficcional, filosófico, histórico, legislativo, musical, religioso…). Por ejemplo tenemos el impresionante libro “Teoría general de la interpretación” de Emilio Betti, genial civilista y filósofo del derecho, que responde a esta concepción.
CUATRO. Volviendo al poema lírico, una aproximación no frecuente al mismo es la que trata de llegar a la génesis de la obra de arte en el espíritu del creador en parte a través del texto, fundamentalmente ficcional o lírico, en parte por otras vías.
QUINTO. Un supuesto muy importante es el del texto poético hermético o de un asociacionismo tan complejo en la cadena sintagmática que la llave del mismo escapa al mejor lector. Un ejemplo es la poesía de Lezama Lima (una gran parte de la misma) lo que no impide al lector gozar y crecer con la lectura de un tal texto. El mismo Lezama dice en alguna parte que comprender un texto poético carece de importancia. Lo decisivo es el goce poético lo que se produce siempre que el poema esté “imantado poéticamente”. Parece un círculo vicioso, mas no sabría decirlo de otro modo. Un lector experimentado y sensible sabe siempre cuándo se encuentra ante la poesía en un poema. Quizás la interpretación es imposible o se halla extremamente dificultada. Pero no importa, el lector entonces se encuentra ante el poema como ante un hecho y lo trata como hecho. Un poema o uno o varios versos del mismo lo golpean, aunque no comprenda, como lo impresiona una piedra preciosa, una flor o un atardecer hermoso, los cuales, como hechos u objetos, no son interpretables. Pero la impresión que surge de la lectura o de la contemplación es duradero alimento para el espíritu que crece y madura con el mismo. Tal alimento puede suministrar energía para un nuevo texto de la misma especie o de otra diferente.
SEIS. Me atrevo a afirmar que, tratándose de poemas líricos, incluso fuera del círculo del poema hermético, el tratamiento del texto como producto alimenticio es mucho más frecuente (excluyendo al ámbito de la crítica y de la investigación literaria) que la interpretación del texto. Insisto, incluso en el supuesto de un gran poema, no digamos si lo que destaca en él es solo un verso o una estrofa. Si la comprensión es fácil, esta es secundaria con respecto al momento alimenticio, aun pudiendo ser el resultado objetivo de la interpretación un componente del gusto tan importante como el sonoro del significante. Pero fijémonos que en la lectura del poema pasamos a paso legionario por lo que antecede o sigue a ese verso o estrofa ante el que nos detenemos. La interpretación, en su caso, es de ese verso o estrofa y ha roto su vínculo con el resto del poema. Teniendo en cuenta la variedad infinita de lectores, los lugares en que cada uno de estos cae del caballo son muy diferentes, sin perjuicio de que los círculos de lectura se solapen. Lo que a uno lo deja indiferente, al otro lo hiere. Y así, en general (y con todas las excepciones que se quieran, tanto con relación a poemas concretos como a determinados lectores) el momento alimenticio(1), lejos de ser una consecuencia de la interpretación, se adelanta, protagonista al primer plano, aun en ausencia de interpretación.
No me resisto a poner un ejemplo de mi experiencia lectora. Aprecio extraordinariamente al poeta Claudio Rodríguez, si bien hay poemas suyos en los que encuentro dificultad para una interpretación concreta, fuera de una idea general. Otros en que abundan versos que no me conmueven o alimentan. Pero, de repente, tropiezo con un verso que me detiene y que sé, no olvidaré. Recuerdo uno (que a otro lector quizá no llamará la atención) “los inmensos pastos del futuro”. Lo recuerdo aislado de su contexto en el poema. Pero en mí es un “fragmento imantado”, combustible para la creación.
SIETE. Ante otro tipo de textos (ensayo, histórico, filosófico, ficcional) formalmente el proceso interpretativo recupera su primacía, apareciendo el proceso alimenticio como consecuencia. Ya que como señala E. Betti “el proceso interpretativo en general responde al problema epistemológico del entender… La interpretación es la acción cuyo resultado es el entender, el cual se opera a través del lenguaje”. El lenguaje ajeno no es para nosotros algo corporal, un hecho sino “como exigencia de traducir y expresar en nosotros la idea”. El pensar ajeno objetivado en un texto se encuentra ante serias, yo diría irresolubles, dificultades para ser entendido como resultado de la interpretación, dificultades, las más decisivas, estructurales, inherentes al texto escrito, otras coyunturales. E. Betti apunta al proceso interpretativo en la sociedad de masas, “la tendencia a volver automático el entender”, agotándolo en el “comprender inmediato”. Los alemanes hablan de la “pumple deutlichkeit” (claridad tosca). Un ejemplo de esta tosquedad es el aforismo jurídico “in claris non fit interpretatio”. Hay una tendencia a reducir al mínimo el proceso interpretativo. “Se trata de alcanzar directamente la impresión” (gefühl erleben ohne gestaltung, sensación experimentar sin concepto), de “una inmersión en el efecto sin el trabajo de justificarlo”. Y sin embargo, dice, “condición para la posibilidad de entender”, es una específica figura o estructura, “Gestalt”, “pattern”. Y señala al cine como un supuesto de mínimas exigencias al esfuerzo de comprensión de la masa inerte.
OCHO. Siendo muy acertado el condicionamiento del proceso interpretativo por la sociedad de masas, no comparto la minusvaloración de la sensación como reacción ante la presencia del hecho, que, en sí, no necesita del concepto, del entender para dar lugar, en su caso, al nacimiento de obras artísticas o literarias valiosas. Por lo menos, como ya vimos, en el ámbito del texto lírico. O del fílmico, ¿no es el cine, acaso, fuente de imágenes extraordinarias que no presuponen un entender para surtir su efecto? Claro que lo anterior no vale para un texto de pensamiento que raramente puede ser tratado como un hecho puro, que pueda originar una sensación en el lector sin concepto previo. Aquí la interpretación y la alimentación (tropʜ) asumen características particulares como veremos.
NUEVE. Decíamos que en esta clase de textos (históricos, filosóficos, de ensayo…) que llamábamos de pensamiento (inexactamente y por abreviar, no hay texto sin pensamiento) había obstáculos estructurales para lo que se piensa es un proceso interpretativo ideal. A diferencia de lo que ocurre en el diálogo donde el discurso permanece embridado al espíritu de los participantes en el mismo, donde cada palabra o frase puede ser retomada, aclarada, precisada, incluso revocada y no alcanza total autonomía mientras no finaliza el diálogo, buscando idealmente los participantes el recíproco entenderse (y esforzándose en ello). El texto escrito deviene independiente de su autor. El pensamiento de este se ha objetivado en él, el texto, como conjunto de formas representativas, penetra en la esfera pública y emite señales que postulan su actualización por las lecturas ajenas. Como escribe bellamente Betti: “La obra se convierte en propiedad noética de todos los que pertenecen a la comunión de espiritualidad en que se inserta la obra, los que pueden penetrar su sentido”. Al tiempo que se aleja del autor que pasa a ser un eventual lector del texto, un miembro, objetivamente no privilegiado, de esa comunidad noética. Claro que el autor y ahora lector puede escribir un nuevo texto que revoque o matice el primero. Pero este permanece incólume en la historia, no le afecta la eventual negación de su autor, pertenece a una comunidad de lectores, copropietarios con el autor. Igual destino corresponderá al texto rectificatorio. El segundo Wittgenstein no asesina al primero ni el Heidegger posterior a la Kehre, al anterior.
Los textos posteriores del autor con relación al texto original confirman la negativa a atribuirle privilegios en su posición interpretativa del mismo: descubren una nueva intencionalidad (v.g., en la ficción) o revocan o matizan en función de la vida del propio pensamiento, de la crítica de otros lectores, incluso a causa de cambios político-sociales. Una causa frecuente de esta matización o aclaración es la insatisfacción del autor ante el resultado de la objetivización de su pensamiento. Por exceso o por defecto. Mientras vive el autor, sin perjuicio de que el texto original surta todos sus efectos, desde un punto de vista subjetivo, la objetivación del pensamiento de aquel es un proceso en marcha, un “work in progress” que solo concluye con su muerte. En definitiva, el texto se alza frente al autor con total independencia.
DIEZ. El texto, compuesto de signos lingüísticos, flota por así decirlo entre una pluralidad de lectores que pueden pertenecer y de hecho pertenecen a contextos muy diferentes, en la propia sincronía y por supuesto diacrónicamente, cuando el texto atraviesa las edades y penetra en el ámbito de comunidades sucesivas.
ONCE. El texto, en sentido amplio, literario, (con exclusión del lírico que, como vimos antes presenta una problemática específica) con su entrada en la esfera pública corta el cordón umbilical con su autor y lo convierte en lector, un lector como los otros (con algunas particularidades). Como ideal, el lector de ese texto literario debe leerlo, no arbitrariamente, sino interpretando el pensamiento objetivado en el mismo el cual puede coincidir, en mayor o menor medida, con el del autor, es decir, con la intencionalidad creadora que posibilitó el nacimiento del texto. Pero buscar esta intencionalidad más allá de las fronteras del texto (apoyándose en la investigación biográfica, pluralidad de contextos…) resulta una entelequia. El uso de contextos en la interpretación en general es imprescindible pero lo que permite tal empleo es facilitar la pretensión de entender, precisamente el texto, nunca una intencionalidad del autor para siempre inalcanzable. Si me es lícito referirme a mi propia experiencia como autor de Beatum Corpus, el texto fue escrito con un chorro de energía, frenético y oscuro, siguiendo direcciones descubiertas en el proceso de escritura. Ahora, pasados casi treinta años, convertido el libro en un extraño, descubro intencionalidades no pensadas entonces, como cualquier lector puede descubrir las suyas y el único privilegio que me reservo es el de rechazar interpretaciones arbitrarias (una crítica sostuvo que la protagonista era en realidad Galicia, machacada por el centralismo), pero cualquier lector competente puede rehusar interpretaciones arbitrarias, v.g., la de que el mago Merlín (en Merlín e familia) es un alter ego de Franco.
DOCE. Decíamos que la tarea ideal del lector es entender la intencionalidad objetivada en el texto, brevemente, comprender el texto. Otra cosa es que esto sea posible en su totalidad. Por las razones que diremos a continuación, la obtención de la transparencia total es una asíntota, la trayectoria interpretativa se acerca, sin alcanzarla nunca, a la curva del sentido textual, que se aleja siempre, transformándose, como Tetis abrazada por Proteo, en un bestiario infinito.
Las razones de la naturaleza asintótica del proceso interpretativo son muchas y bien conocidas y han sido señaladas innumerables veces: la naturaleza lingüística del texto, lo que implica, ambigüedad, pluralidad referencial de un único signo (2), uso metafórico del lenguaje, indeterminación textual (unbesttimheitsstelle) la cual tiene relación con la problemática de “lo pensado y no dicho” por el autor (Heidegger). Como dice Darío Villanueva, elementos ontológicamente constitutivos del texto pueden encontrarse en estado potencial.
Por otra parte la variación de contextos históricos, culturales, sociales afecta al texto por mediación de los lectores pertenecientes a esos contextos.
Y, en especial el papel del lector. Un lector es una pluralidad (como el propio autor) lectoral, independientemente de la variación de contextos colectivos y que efectúa lecturas diferentes a lo largo de su vida. Además, la actualización por el lector de lo potencial del texto y de lo pensado y no dicho por él mismo, es una puerta que se abre y no se sabe adónde puede conducir. Como escribe Betti: “Un texto por el hecho de ser entendido es otro ya” y Gadamer (citado por D. Villanueva): “No se puede hablar del sentido original sin que se haya introducido el sentido propio del intérprete” pues, Betti de nuevo: “Es un error gnoseológico creer que el sujeto pueda contactar directamente el objeto sin sus propias categorías subjetivas” pretender despojarse de la propia subjetividad es recaer en el error de la paloma kantiana. La subjetividad del lector es la condición de posibilidad de su comprensión.
Es muy importante, también la paridad de nivel entre el texto y el lector. La complejidad del mundo de un lector concreto puede no estar a la altura del texto considerado. Sin perjuicio de que la lectura produzca efectos tróficos beneficiosos para su espíritu, texto y lector “dialogarán” sin entenderse (sie reden eineinander vorbei) y el lector omitirá o empequeñecerá contenidos significativos del texto. Paradójicamente, un texto inferior en su complejidad al mundo del lector puede producir una sobreinterpretación que inserte su contenido en asociaciones, en una arquitectura intelectual ajena al texto. Solo unos mundos semejantes del texto y del lector pueden conducir al ideal alcanzable por la interpretación, en el que se igualan (o tienden a igualarse) la ganancia del sentido textual y el efecto trófico para el espíritu. Pero, incluso en el supuesto de semejanza de nivel entre texto y lector, por mor de los diferentes contextos y cualidades individuales, siempre está presente alguna suerte de malentendido (misunderstand).
Vemos pues que si cada lectura hace aparecer otro texto, entramos en una biblioteca de infinitos textos leídos por una infinidad de lectores en una infinidad de contextos, un espacio borgiano. Por ello, y salvo, como ya dijimos, la obligación profesional de críticos, profesores e investigadores que deben fatigarse en la asíntota de los fines de la interpretación, el lector común y, sobre todo, el lector creador deben, sin caer en la arbitrariedad, privilegiar el momento trófico de enriquecimiento de su espíritu y de liberación de su energía creadora. Es cierto que, en este caso, el sentido del texto se recibe en el espíritu que lo acoge, con una tendencia mayor o menos a disgregarse en fragmentos para de esta forma mejor encajar y ser utilizados en el mundo del lector y en su eventual creación, todo ello con una relegación del momento interpretativo de aclaración del sentido objetivado en el texto.
Pero no se entienda todo lo anterior como una oposición presencia del elemento trófico/ausencia del momento interpretativo (en sentido propio). Ambos están siempre presentes. No puede haber trofʜ (alimentación, desarrollo de aquello a lo que le es propio crecer) sin interpretación, aun mínima. Y lo normal es que el esfuerzo interpretativo alimente el desarrollo de ese crecer. Ya dijimos antes que en el poema lírico (o en un ensayo poético) puede reducirse en mayor grado el esfuerzo interpretativo, pero la sensación que surge ante la belleza de una imagen, no está desprovista de ese esfuerzo, si bien predomina su recepción trófica en un mundo que crece al acogerla.
TRECE. Escribimos al comienzo de este ensayo que algo diríamos al final sobre la poética de la lectura tal como quedó recogida en la definición de D. Villanueva. De lo argumentado en estas páginas ya se deduce que para mí esa poética de la lectura como conjunto de instrucciones del autor para leer “óptimamente” su texto no es más que una lectura posible entre tantas otras, una lectura, importante, sin duda, y para tener en cuenta en el proceso interpretativo como contexto, pero nunca decisiva o condicionante de los resultados de la interpretación. Tampoco forma parte del texto, como intencionalidad objetivada en el mismo, sino una lectura incorporada al texto. Por otra parte, el texto puede engañar al autor, como decía Arsuaga: “No hay que creer todo lo que uno se dice a sí mismo”.
En el campo del derecho hay una problemática análoga a la de la poética de la lectura, con los condicionantes, matices y diferencias propios de una disciplina diferente. Glosando a Giambattista Vico diría que juristas y teóricos de la literatura deberían caminar juntos un largo trecho y atender a los resultados de las respectivas ciencias en ciertos campos, uno de ellos el de la interpretación que ha sido objeto de profundos e innumerables estudios en el campo del derecho público y privado. Y concretamente en este, interpretación de la ley, interpretación de estatutos, contratos, testamentos… En este campo inmenso, y para no alargarnos demasiado, no siendo la interpretación jurídica el tema que originó estas páginas, diremos, siguiendo ideas de E. Betti, que el texto jurídico no es solo una actividad teorética y representativa sino práctica, en relación con el obrar y el decidir. La interpretación de la norma nunca puede reducirse a un análisis del lenguaje legislativo pues “no hay que olvidar que las normas no son puras enunciaciones de juicios tendentes a comunicar un saber acerca de la síntesis de un sujeto y un predicado, sino que son instrumentos para un fin de convivencia social”. El jurista no puede limitarse a una interpretación filológica del discurso legislativo.
En la interpretación jurídica no hay un puro entender, sino “un entender para obrar o decidir, para tomar posición respecto de preceptos a observar”. Aquí hay una gran diferencia con el texto literario que vincula al intérprete, en mucha mayor medida que el legislativo al jurista, que goza de una libertad interpretativa inimaginable en un lector de aquel, el intérprete normal.
CATORCE. El ordenamiento jurídico (en su totalidad) y cada uno de los ordenamientos particulares constituyen un sistema y, en consecuencia, debe ser coherente. Si hay una contradicción aparente, fruto de la coexistencia de ordenamientos diferentes o de normas contradictorias dentro de un ordenamiento, la interpretación tiene que eliminar la contradicción para que no se obstaculice el igual decidir en casos iguales, una misma justicia para todos. En cambio el texto literario, sobre todo el ficcional puede ser incoherente y el intérprete no tiene por qué esforzarse en restituir una coherencia inexistente.
QUINCE. Otra de las causas de esta libertad del intérprete jurídico reside en el hecho de que un determinado ordenamiento nace en un concreto ambiente social históricamente condicionado, respondiendo a unas exigencias y necesidades sociales, económicas, culturales muy definidas, pero que, con el transcurso del tiempo, cambian y la vida entra en contradicción flagrante con el ordenamiento. Si este no se deroga, total o parcialmente, el intérprete (teórico del derecho, juez, abogado, etc.) atribuirá a la norma desfasada o un nuevo significado o la hará formar parte de un nuevo sistema por él construido. Donde las personas, en sus derechos y obligaciones, se ven afectadas por una norma obsoleta, la interpretación restablecerá la coherencia entre dicha norma y la vida pues “no se puede atribuir a una forma representativa un mismo significado a través de épocas diversas” con diferente clima cultural. Este nuevo significado, en su caso, es compatible con el mantenimiento de la letra de la ley (recordar los aforismos latinos: “ministri non literae sed spiritus”. “Litera enim occidit, spiritus autem vivificat”. “Qua in sententia scriptus fuerit, ex ceteris eius scriptis, factis, dictis animo atque vita eius sumi oportet”).
DIECISÉIS. En relación con la “poética” legislativa de la lectura, en el derecho hace mucho que fue desechada la investigación de una voluntad mítica del legislador, lo decisivo es la objetivación plasmada en el texto legislativo. Solo en ámbitos muy concretos, por ejemplo, el testamento, se busca la auténtica voluntad del testador, siempre con apoyo en su voluntad plasmada en el documento de últimas voluntades. Este sería el ejemplo más parecido a la búsqueda de la intención del autor.
DIECISIETE. Ocurrió con cierta frecuencia en el pasado que las codificaciones tenían tendencia a conservar inalterado el derecho promulgado como algo completo y autosuficiente, sin lagunas, mediante cláusulas que prohibían la interpretación al jurista. Imponiendo una interpretación literal “ad pedem literae” o limitando “nominatim” el número de intérpretes. Recordemos al emperador Constantino “inter aequitatem iusque interpositam interpretationem nobis solis oportet et licet inspicere”. Y la prohibición de Justiniano de comentarios al digesto. Estas limitaciones ocurrieron también en codificaciones de los siglos XVIII y XIX (derecho territorial prusiano, italiana, leyes fundamentales rusas de 1832 que vinculaba a los tribunales a una interpretación literal). Todas fracasaron y fueron superadas. Hoy el legislador es más humilde y se ha vuelto más consciente de la naturaleza del ordenamiento.
DIECISIETE. Donde las limitaciones a la interpretación han tenido un gran éxito es en el terreno de la interpretación teológica en el ámbito de ciertas religiones monoteístas como el catolicismo o el islam. Ciñéndonos al terreno de la religión católica, los límites a la interpretación de los textos sagrados por fieles y teólogos son casi absolutos bajo pena de excomunión o condena a no publicar, con las correspondientes reprimendas. Un texto sagrado, es decir, “aquel que recibe esta cualificación en el ámbito de una iglesia o de una confesión religiosa” solo es susceptible de ser interpretado por la iglesia oficial(3). Con ello se asegura “una función normativa en orden a los dogmas y a la valoración moral que se obtiene de los textos sagrados… Y que un valor genérico de experiencia religiosa sea recíprocamente comunicable”. Ello contrasta con la reforma protestante que consiente el libre examen individual e incluso algunas corrientes defienden que no hay diferencia entre la hermenéutica sacra y profana.
Sin embargo, y basta con leer libros escritos por expertos laicos sobre Israel y su historia y compararlos con los que tienen como autores a protestantes para percibir una diferencia fundamental y frecuente. Los últimos tienden a forzar la interpretación de las fuentes bíblicas en un sentido favorable a la fe, a la verdad del Holyland. En no recuerdo qué autor leí este reproche, que tengo anotado, de Nietzsche a Lutero: “Luther lieferte die heiligen bücher an jedermann aus, damit gerieten sich endlich in die hände der philologen, das heisst, der vernichter jeden glaubens, der auf büchern ruht” (Lutero entregó los libros sagrados a todo el mundo, con eso fueron a caer en las manos de los filólogos, es decir, el destructor de toda fe que sobre libros, descansa).
DIECIOCHO. Parece ser que en la tradición judía las cosas funcionan diferentemente. En una entrevista reciente una rabina de París manifestaba “en la tradición judía el texto nunca es más importante que su interpretación. La literalidad del texto, por decirlo con cierta crudeza, nos importa un pito. Nunca sabremos qué quiso decir el autor. Lo que logra decir a través de la voz de sus lectores siempre será mucho más pertinente”. Y a la pregunta de si se adelantaron a la muerte del autor, responde: “En la tradición judía, esa idea se ha visto reforzada por la habitual polisemia del hebreo, donde algunos términos pueden significar conceptos opuestos. El ejemplo más conocido es que la misma palabra sirve para decir Santa y prostituta”. (Babelia, 9/4/22).
- O momento trófico.
- También valores denotativos y connotativos del signo.
- El mismo evangelio pone delante de la escena (“comed y bebed, esta es mi carne, esta es mi sangre”) el momento trófico, con ausencia de cualquier intento interpretativo de la transustanciación. Y así han continuado los fieles dos mil años, alimentándose, mientras que la losa del dogma ahoga el entender que sin ella se revelaría como imposible, con consecuencias catastróficas para la iglesia oficial.
TERCERA PARTE
MISCELÁNEA CUNQUEIRIANA Y MINDONIENSE
- ÁLVARO CUNQUEIRO, EL ÚLTIMO PEREGRINO
Siempre caminó A. Cunqueiro, sin cansancio. Niño y luego muchacho, los caminos de Mondoñedo y sus parroquias y los que serían los de la tierra de Miranda. Después, durante toda su vida, los de Galicia. Y, como escritor, los caminos de una geografía soñada, principalmente europea. Sin distinguirse claramente unos de otros. Mondoñedo y Galicia están siempre presentes en los paisajes literarios que atraviesa y los caminos que pisó en su tierra están envueltos en la fiesta de la imagen que habitó Cunqueiro.
Toda su obra literaria (relatos breves, mal llamados artículos periodísticos, y sus obras mayores) está atravesada por caminos y caminantes: caminos de Bretaña, a Tule y a las islas asulagadas, caminos marinos de Simbad y Ulises, soñados de Paulos que lleva el camino atado a su cintura para no perderse, caminos felices de Fanto por una luminosa Italia, indeciso caminar de Orestes por tierra griega, caminos gallegos con el terror de las encrucijadas, donde el lobo ataca siempre por una izquierda inevitable. Caminos ibéricos y europeos que recorren los demonios de los que Cunqueiro nos proporciona precisa geografía. Los caminos de las vidas en el tarot y los que llevan, y pueden ser muy largos, a las ciudades que no existen.
Camino es una palabra esencial en A. Cunqueiro. Muy joven, escribió en un artículo tres palabras, no solo importantes para él, sino para cualquier humano: “caldo, pan, camino”. Pero hay un camino que es el camino, por él recorrido físicamente y del que escribió largamente. Lo llama “la flor de los caminos”. Es el Camino de Santiago. Viene de muy lejos, sus fuentes están en Europa Oriental, es difícil precisar su comienzo, quizá en la “vilna letrada” o en la “tilsit feiral” sin excluir a la “Praga dorada”. Fluye hacia Occidente, hasta su desembocadura en Compostela, como un Danubio inverso. Atraviesa la selva germánica “con posada en nobles y ricas ciudades”. En la isla de Francia confluye con las aguas peregrinas que bajan de Flandes. Allí comienza verdaderamente el gran río que ya “va ancho por la dulce Francia”. Por Somport y Roncesvalles el camino entra en Navarra y llanea por Castilla y León hasta llegar a los montes gallegos, con el ascenso a Pedra Fita y a O Cebreiro.
Sobre el santuario de O Cebreiro escribió Cunqueiro en la primera serie del Imperio Secreto, un relato “La capital invisible” esencial para la comprensión del caminar cunqueiriano y de su camino de Santiago, y que fue comentado en el número anterior de este boletín (“Los imperios secretos de A. Cunqueiro. El imperio poético”). Desde Triacastela el camino discurre sin sobresaltos hasta Compostela. Al final de su vida pasa “bajo la más hermosa puente, el pórtico de la gloria”. Las aguas de este río trajeron a Galicia, dice Cunqueiro, al trovador y al provenzal, al románico, al Cister y a Cluny, a la suma teológica.
Pero este caminar cunqueiriano el camino de Santiago no tiene nada que ver con la actual riada a Compostela, con la floreciente industria jacobea, con el turismo de masas y su bagaje antipoético. Para comprenderlo cabalmente, es preciso remontarse al medievo. Surge entonces el camino en una época de fe colectiva, inconmovible, donde santos, milagros, caballeros andantes, animales que hablan, demonios sublunares, la eucaristía son realidades físicas. Las puertas del mundo celeste y del infierno están abiertas y entre esos mundos y el nuestro se transita sin dificultad. El mundo del medievo constituye una “era imaginaria” (en sentido lezamiano) que se produce cuando la imagen, como niebla, inunda una sociedad y una época determinadas. Lo maravilloso acontece en ese mundo porque está estructurado paradisíacamente por la imagen. Hoy, hace mucho que desapareció esa niebla, desaparición que vuelve imposible el milagro. Por eso hoy, perdida esa fe colectiva medieval, es imposible revivir el camino de Santiago que en su configuración actual es un carnaval en el peor sentido de esta palabra o, como se dice ahora, un parque temático. Como fenómeno colectivo es una de las manifestaciones de la nada dominante que desfila al final ante la cripta y la nada de su interior, sin emoción. En 1964, cuando ya faltaban pocas décadas para el fin de la gran solución de continuidad en el camino y comenzase la eclosión de la llegada estacional de las masas de turistas, A. Cunqueiro realizó el camino por tierras gallegas. Él fue el último peregrino. Delante de él se extendió el camino para que lo pisase. Sin la niebla de la muchedumbre turística, Cunqueiro, habitante de la imagen, solo en el camino que crea con cada paso, enlaza, gracias a la imaginación poética, de alguna forma, con la gran metáfora colectiva del medievo. Veo muy difícil, por no decir imposible, la aparición de un peregrino futuro en el camino (peregrino y camino, haz y envés de única moneda) ya que se precisa esta conjunción improbable de un vivir en la imagen como el cunqueiriano y la soledad de los caminos, aniquilada por la muchedumbre.
“El viaje es para mí una experiencia poética” (Cunqueiro). Habitante de un mundo en trance de desaparición, con un fuerte acento medieval, abierto a la posibilidad del milagro y del acontecer de lo maravilloso, poeta antes que nada y por ello, arquero del viaje metafórico, A. Cunqueiro emprende el camino. El camino, o los caminos, “se tienden a sus pies como un perro fiel”. Es, como dijimos, el año 1964 del señor, una fecha histórica concreta sumergida por la experiencia poética. En este caminar se produce un diálogo entre una lugareña y Cunqueiro que ilustra con claridad la diferencia entre la realidad prosaica y el ámbito de los sueños en el que fluye “la flor de los caminos”. Cunqueiro le pregunta si pasan muchos peregrinos y la mujer responde que solo recuerda uno. Cunqueiro piensa que puede tratarse de Bertrand du Guesclin y precisa si era de mediana estatura, de rubia barba, que cuando habla cruza las manos detrás de la cabeza. La señora, sin decatarse del abismo de siglos donde se origina el preguntar cunqueiriano, le informa que “non, alto coma vostede, dispensando e de bigote”.
A. Cunqueiro, educado en la poética del Imperio Secreto que habituaba a la gente a sospechar de caballeros andantes en los caminos de este mundo, a ver en ellos a D. Quijote o a S. Francisco, entra el 9 de abril del 64 en el santuario de O Cebreiro. Arrodillado ante la carne y la sangre, ante “la cecina colorada y seca”, dirige la mirada hacia atrás, ante la sospecha de “la entrada del artúrico”, al oír “el ruido del hierro al arrodillarse en los tablones carcomidos”.
A. Cunqueiro avanza en el camino, entre la niebla. A veces resulta invisible y solo sirve de guía el galope de los caballeros antiguos. Cuando el sol levanta la niebla, ve florecer las lanzas “como cuando el lúpulo se enrosca en el varal”. A su lado pasan reyes, santos, reinas, viudas ilustres, la flor de la caballería, burgueses de Flandes y de la isla de Francia, monjes, mendigos, gente humilde de Europa. Ve a Gaiferos de Mormaltán, duque de Aquitania, ocho veces en el camino, muerto ante el apóstol. Pasan bandadas de pájaros fieles a la llamada de Francisco que marcha lentamente. Pasa D. Quijote que sospecha una aventura en aquellos paisajes apartados.
Lo maravilloso está siempre presente. Busca, sin encontrarlo un tesoro, consistente en una fanega de oro, ocultado por un francés. En una posada, un hombre que ayudó y albergó a los peregrinos, fallecido, tiene las manos llenas de luz para iluminar, benéfico, en la noche. Conversa con alguien que carga con una gran jaula verde donde viaja, convertido en faisán, un monje de Mostar, que comió pechuga de tal ave en viernes Santo. Será perdonado por el apóstol. En una lareira encuentra al poeta Germain Nouveau que conversa con los campesinos sin dificultad pues es sabido que el don de lenguas es fruto del camino. A. Cunqueiro sabe que la atmósfera del camino te hace pisar la tierra de otra manera y comparte la afirmación de G. Noveau: “Camino a Santiago porque quiero volver al día del Bautismo”. Así rejuvenecido, con un cuerpo “noviño” y vivificado, puede maravillarse ante “as donas” de Vilar de Donas, “las más hermosas damas gallegas del s. XV”, recluidas en el claustro “con sus modas floridas, azul, rosa, verde y amarillo”.
La osamenta de los antiguos caballeros, sepultada bajo el pavimento del claustro, al ser pisada por tan hermosos y delicados pies, todavía se estremece, “polvo sí, pero polvo enamorado”.
Y Cunqueiro, feliz y apasionadamente vivo, declama “de tódolos amores, o voso amor escollo”.
Cunqueiro está ya ante Compostela. En la lejanía “azul patinir” aparece el pico sacro que reconocen todos los peregrinos, sin haber visto nunca, como él conoció a Bretaña, antes de caminarla. Llega a Compostela cuando ya las sombras han sido convocadas. “Vamos por una estrecha rúa y entramos en una amplia plaza cuyos límites se pierden en la niebla nocturna. En el enorme silencio, a un oído prevenido es fácil el escuchar diálogos que hubo allí o reconocer sombras que quedaron de siglos esperando la resurrección de los cuerpos para unirse de nuevo a ellos… Y hay una sombra como un río, la sombra del río de la romería compostelana. Te llega el río a las rodillas y te obliga a arrodillarte”. Cunqueiro ve y reconoce los dos confesionarios con sendas leyendas “lingua germánica” y “lingua hungárica”, siempre le fascinaron. Tras una breve vacilación, armado con el don de lenguas del camino, se arrodilla ante el último.
Según A. Cunqueiro: “Compostela durará lo que el hombre dure”. Pero el camino se pierde (Cunqueiro) por el estado en pecado mortal, transformado en selva; allí al peregrino, indigno de tal nombre, lo devoran los lobos. ¿Y qué mayor pecado que la pérdida de la imaginación que abre las puertas de lo imposible prodigioso y que tan poderosamente gravita, desvelado?
Millones de ciegos a la experiencia poética se apresuran hacia Compostela, con pisadas que no cambian, sin don de lenguas y cuerpos que no mudan.
Álvaro Cunqueiro, el último peregrino.
2. NOTAS SOBRE LOS “ÍNDICES ONOMÁSTICOS” EN LA OBRA DE ÁLVARO CUNQUEIRO
En el verano de 2021, escuché una ponencia de la profesora Arantxa Fuentes Ríos (de la USC) presentada a un curso universitario sobre la obra de Álvaro Cunqueiro, que tuvo lugar en Mondoñedo. Se titulaba la ponencia: “Álvaro Cunqueiro o la furia nominativa: de índices onomásticos e historias mínimas”. Por amabilidad de la profesora Fuentes, obra en mi poder el texto de la misma, de ocho folios, que creo es un avance de un artículo enviado a una revista universitaria USA.
Siempre me había llamado la atención esta casi constante presencia de las “dramatis personae” en la narrativa cunqueiriana sin que, por diversas razones, reflexionara sobre esta “originalidad” del escritor. La ponencia de Fuentes espoleó mi atención a la misma, en coincidencia, además, con un momento en el que la naturaleza paradisíaca del texto cunqueiriano me parecía evidente, lo que me permitió poner en conexión texto y paratexto (índices onomásticos, apéndices, notas, epílogos…). Señala A. Fuentes: “El llamativo empleo de los paratextos en Álvaro Cunqueiro es uno de los rasgos que tradicionalmente ha sido comentado por la crítica. Cunqueiro condensa buena parte de sus técnicas narrativas en estos ejercicios de hiper brevedad… Esta furia nominativa responde a la propia idiosincrasia cunqueiriana, donde lo para-textual, lo marginal… cobra tal vuelo que ilumina y completa el texto principal”.
Y añade: “Cada uno de los índices onomásticos debe ser analizado en relación a la novela en la que se incluyen”.
Antes de seguir creo conveniente examinar en cada una de las “novelas” de Álvaro Cunqueiro sus paratextos. También los efectos de la traducción (autotraducción) al español de “Merlín e familia” en aquellos, pues A. Fuentes, con referencia a un trabajo de M.X. Nogueira (que no conozco) afirma que “el proceso de autotraducción al castellano implicó una reescritura del paratexto”.
VIDA Y FUGA DE FANTO FANTINI
- Un prólogo en el que se hace referencia al trabajo de investigación del autor, “paciente trabajo de investigación y crítica”. Con una nota sobre la fecha de la muerte de Fanto y otra nota sobre la influencia en el Otelo de Shakespeare del discurso del caballo Lionfante.
El prólogo y la novela comprenden 102 páginas. Los paratextos, 62 páginas. Estos comprenden: “Retratos y vidas” de Nito Saltimbeni, del caballo Lionfante, del Braco Remo, “Las gulas del clérigo que leía etrusco” (esta última se extiende sobre 16 páginas) y La soledad de donna Cósima Bruzzi. Un apéndice sobre el discurso de Lionfante en el senado veneciano, anunciado ya en el prólogo, y el propio índice onomástico, con 89 entradas, referidas a personajes de la historia o literatura universal, a los del libro (incluidos équidos, mona, perros, campana, nave, Fanto Fantini y Sánchez Mazas, figuras de teatro de Fanto en la imaginación de Capovilla, sirena, isla de dudosa existencia, Capovilla, horca).
El caballo Lionfante aparece en el prólogo, en el texto, en Retratos y vidas, y en Apéndices, pero no en el índice de nombres.
La deliciosa historia “Las gulas del clérigo que leía etrusco” (el bachiller Botelus, que figura en el texto, en Retratos y vidas y en el índice onomástico) es en sí una novela corta sin relación con el texto, salvo por la anécdota de su estancia en Florencia e intervención en la compra del caballo Lionfante, y así lo explica el i. o. (índice onomástico).
- Las mocedades de Ulises. Hay una introducción sin título que constituye una justificación del libro “que no es una novela”, sigue el texto y finalmente un i.o. de 153 entradas (personajes de la cultura e historia universal, reyes, reinos y reinas, abades, sastres, pilotos, señoras y criados, un agoráfobo, mendigos, escultores, figuras de Ulises, novelistas, marineros, músicos, arcedianos, parientes de Ulises, perros, vigilantes, señores y emperadores, boyeros, ciudades, artesanos, sátiros, esposas, cónsules, actores, asesinos, constructores de naves, desconocidos y desterrados, genoveses, pinturas, cantores, eolios, bailarinas, ricos y dueños de rebaños, sacristanes, bosques, boticarios y campaneros, gobernadores, niños, doncellas, antepasados équidos, arqueros, países, islas, mujeres, duques, mancebías, vientos, viudas, garañones, alfareros, posaderos, nudos, amas, ciervas, pregoneros, ventrílocuos y médicos, emperatrices, santos, jueces, amadas).
La segunda parte lleva por título “Los días y las fábulas” y la cuarta “Encuentros, discursos y retratos imaginarios”.
Un hombre que se parecía a Orestes. Después del texto propiamente dicho articulado en tres partes, la cuarta parte (páginas 171-205) comprende el teatro de Filón el mozo sobre los amores de doña Inés (paso del galán de Florencia, el músico, paso del rey y del capitán dialogante) la historia de la viuda del sastre Rodolfito, y el paso del mendigo. Como para-textos, seis retratos (Agamenón, Clitemnestra, Electra, Ifigenia, La Nodriza y Orestes). En el retrato de este “se explica el final de la gran aventura”.
Finalmente, el índice onomástico con sesenta y tres entradas (abades, obispos, reyes, santos, legos, patriarcas, misioneros, reinos, mozas, amas, vecinos, militares, posaderos, correos, niños, doñas, amantes, mujeres, oficiales, señores, barqueros, dramaturgos, mozos, criados, prostitutas, falsos Orestes, viudas, músicos, ciudades, équidos, mendigos, monstruos, difuntos, cánidos, pedagogos, pilotos, tratantes en grano, estudiosos del centauro, enanos).
Merlín e familia (en gallego). Presentación sin título. Primera parte (páginas 11-97), segunda parte (páginas 101-120) que contiene las historias de “O enano grego”, “O paxe de Aviñón”, “O hugonote de Riol” y “O galo de Portugal”. Por cierto, salvo error, en esta segunda parte solo se menciona una vez al mago Merlín. Sigue La novela de Mosiú Tabarie (…ista novela moito lle gustaba a mi amo (Merlín) que a contase). Remata con un final (una página) y un i.o. de 89 entradas (que remiten a páginas del texto): moros, portugueses, princesas, provincias, islas, ciudades, canónigos, cazadores, pazos, condes, hombres y mujeres del común, obispos, naciones, princesas, caldeos, criados, gatos, demonios, enanos, curas, autoridades, santos, dueñas, magos, castillos, gallos, exclaustrados, cantores y músicos, ferias, alquimistas, aristócratas, médicos, reinos, reinas, fantasma, abades, pajes, taberneros, pescadores, équidos, paraguas, infantas, conventos, reyes, escopetas, canes, hombrelobo, inquisidores, portugueses, relojeros, caballeros, jeques, serpientes, señores, sirenas, una mujer de plata, procuradores, viudas, Hamlet, Merlín y Mondoñedo.
Merlín y familia (en español). El final, que en la edición gallega está situado antes del i.o., pasa al final de la primera parte. La oración “aquel camiño era un vello mendiño”, que titulaba la presentación de las historias de la segunda parte, se ubica ahora bajo “segunda parte”. Bajo la clasificación Apéndices, y además de La novela de Mosiú Tabarie, se incluyen “Pablo y Virginia” y “Noticias varias de la vida de D. Merlín, mago de Bretaña” (páginas 169-212). Finaliza con el i.o., con remisión a la página correspondiente del texto. Tiene 102 entradas. Más rico en cantidad y calidad literaria que el i.o. en gallego. Si bien los dos últimos del texto gallego no figuran en el texto español.
Si o vello Simbad volvese as illas (gallego). 1ª edición, 1961 (5ª reimpresión, 2022). El libro comienza por El retrato de Simbad, continúa con El país de Bolanda y Vísperas de viaxe y el texto finaliza con Navegaciones y naufragios de Simbad (páginas 129). Al texto siguen los apéndices “Plática de mares arábigos…” y “Una pieza de teatro chino”. No hay índice onomástico.
Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas (español. Ed. Argos, 1962). En el índice (2ª parte) no se menciona El país de Bolanda. Páginas del texto: 135. Además de los dos apéndices del texto gallego, añade otro, el de la viuda Alba, y un i.o. de 51 entradas: ciegos, pilotos y marineros, propietarios de camellos, viudas, el propio autor, cazadores, princesas, reyes, ciudades, taberneros, emires, señoras, duques, reinos, príncipes, vecinos, guardianes, islas, oficiales, chinos, cocineros, cordeleros, artesanos, criados, mercaderes, el sogún de Cipango, sultanes y familia, magos, turcos, sirenas, naves y Ulises.
As crónicas do Sochantre (gallego) (3ª edición, 2004. 6ª reimpresión, 2022). Texto: parte 1ª: A carroza. Parte 2ª: As historias. Parte 3ª: Os viaxes. Antes del final está intercalada una pieza teatral “Romeo e Xulieta, famosos namorados” (que encontraba entre los papeles de Sochantre de Crozon) de 13 páginas. El texto en total, 144 páginas.
Siguen un apéndice primero “Dramatis personae” de 75 entradas (“fanegueiros”, mujeres y hombres del común, el judío errante, mozos, cuervos, señoras, mulas, mayorales, capadores, taberneros, alcaldes, soldados, condesas, linajes, pajes, cobradores de renta, santos, demonios, marinos, Franklin, menciñeiros, criados, ciegos, médicos, vizcondes, tejedores, équidos, hidalgos, artesanos, condes, sacristanes, viudas, boticarios, monjas, viejos, señores, mendigos, cacos, escribanos, sastres, abades, músicos, prostitutas, albéitares, caballeros, cazadores, verdugos, mariscales, marqueses, señoritas). Finalizan los paratextos con el apéndice segundo “Noticia de Ismael Florito”.
Las crónicas del Sochantre (español). Las diversas partes del texto están, en parte, diferentemente tituladas. La 1ª se denomina “La hueste viene por el Sochantre”. La 3ª, “Viajes y aventuras”. Siguen la pieza teatral de Romeo y Julieta, el final, los dos apéndices (el de “Dramatis personae” es equivalente al gallego, con las diferencias nacidas de una traducción). Pero añade un “Epílogo para bretones” de tres páginas, muy importante.
El año de cometa con la batalla de los cuatro reyes. La obra, por confesión del autor, comienza con dos “prólogos”: “El autor había escrito un prólogo para esta novela. Después, escribió otro. Como no ha logrado saber cuál de los dos es el más apropiado, publica ambos”. Sigue el texto, articulado en cuatro partes (La ciudad y los viajes, Anuncio del cometa, Los reyes en presencia y Audiencia con Julio César). Final. No hay apéndices ni i.o.
Para completar el horizonte de los i.o., y antes de entrar en su estudio, traigo a colación la novela de R. Bolaños “Monsieur pain”, 2018. Al final del texto hay un epílogo de voces “La senda de los elefantes”, páginas 145-157, en el que se arroja luz sobre el destino posterior a los acontecimientos del texto de nueve personajes del mismo. Naturaleza realista, sin misterio alguno, puramente informativo. Hay más sombras de misterio en el texto que en el epílogo. En realidad podría ser el epílogo un capítulo final del texto con el título ¿qué fue de ellos?
Establecido el inventario de los llamados paratextos en la narrativa cunqueiriana (luego diremos algo sobre este término que si puede ser útil por su abarcante concisión, lo creemos engañoso para precisar la naturaleza de los mismos). Vamos a examinar algunas de las principales cuestiones de su problemática. Y ello en diálogo con la ponencia de A. Fuentes, el único texto importante que conozco sobre los i.o. en Cunqueiro (a reserva de que sus afirmaciones puedan haber sido ampliadas, matizadas o revocadas en su posterior trabajo anunciado).
UNO. Afirma Fuentes que “la ausencia de epílogo o i.o. en El año del cometa, tan característicos en Cunqueiro, se compensa aquí con la incorporación de dos prólogos, en plural… En realidad Cunqueiro escribe dos antiprólogos, rompiendo las convenciones genéricas de este tipo de paratextos”. Y más adelante, “el llamativo empleo de paratextos en Álvaro Cunqueiro, en forma de prólogo/s…”. En mi opinión, el prólogo nº1 de El año del cometa no es tal prólogo, aunque lo llame así Cunqueiro al anunciar que había escrito dos, sin poder decidirse por ninguno, recurso retórico como disfraz de exigencias de la planificación narrativa. Es parte, y principal del texto, que anticipa, como en otras muchas obras literarias el final, en este caso, la muerte de Paulos en lo sucesivo histórico por dejar de soñar, peligro mortal del soñador. El propio Paulos, en el mismo prólogo, advierte a María: “me perdí, María”, “pero Paulos no estaba”. Y en el prólogo 2, asimismo parte esencial del texto, cuando el hombre del sombrero verde encomienda una misión al hijo de la tabernera, transmitir “aquel que ama vive y volverá. Vive e ritornerà, ritornerà”, la madre pregunta: “¿y vuelve a casa?” “Eso”, responde el hombre, “cuando uno va por el mundo llevando tales recados, nunca se sabe”. “Es mucho precio por el sombrero verde”. “Sí, mucho. Mucho”. El recado es el evangelio de la imagen, del amor como metáfora de vivir en el sueño, de aceptar la imagen como destino en el que se puede perecer (“un destino peligroso”, Lezama) y el mayor de los peligros, abandonar el sueño del retorno para recaer en la historia, en el caso de Paulos por una preocupación por unas monedas. Recordemos al hombre de la capa negra del prólogo 1: “Si pudiese reunir todos los sueños suyos, este hombre resucitaría”. Y Paulos, en el mismo, habitante aún de la imagen: “De todos los países se regresa…también de aquel del que las gentes dicen que nunca volvió nadie”.
El hombre de la capa negra y el hombre del sombrero verde son Álvaro Cunqueiro soñador, habitante de la imagen, anunciándola y velando la caída en la historia de Paulos. Otro Álvaro Cunqueiro, muerto por dejar de soñar o quizás asesinado por los enemigos de los sueños. Así resulta de la cita del génesis que abre el libro: “… Aquí viene el soñador; ea, pues, matémosle y echémoslo en un pozo abandonado, y digamos que lo devoró una alimaña. Se verá entonces de qué le sirvieron sus sueños”. Al escribir A. Fuentes la escritura por Cunqueiro de dos antiprólogos y que rompe las convenciones genéricas de este tipo de paratextos, parece estar reconociendo que los tales prólogos no son prólogos.
Desde otro punto de vista, parece claro que la naturaleza de El año del cometa, el carácter trágico del destino de Paulos, la ambición cunqueiriana en esta novela que clausura su narrativa y que reafirma su confianza en la imagen que le regala “la ingenuidad de habitar un nuevo paraíso” (Lezama) es incompatible con toda clase de apéndices e i.o.
Lo cual no quiere decir que, “a contrario” que obras como Fanto Fantini, Orestes, Ulises, Simbad, el Sochantre, todas con “paratextos” puedan ser consideradas una “parodia” dentro del género historiográfico y de la novela de caballerías. Reducir a la narrativa cunqueiriana a “parodia” (igual a “imitación burlesca”, diccionario de la academia) es estar ciegos al reino de la imagen y a la voluntad de paraíso que marcan el destino de Álvaro Cunqueiro.
DOS. “Lo paratextual, lo marginal, lo que se supone relegado al final por accesorio e incluso prescindible cobra tal vuelo que ilumina y completa el texto principal hasta el punto de obligar al lector a un juego de continuas idas y venidas. Cada uno de los índices onomásticos debe ser analizado en relación a la novela en la que se incluyen puesto que sus engranajes narrativos, sus funciones y tipologías de personajes difieren unos de otros” (A. Fuentes). Y recoge la conclusión de un trabajo de M. X. Nogueira (que no conozco) que muestra que los i.o. en Merlín e familia, en el proceso de autotraducción al español, implicó una reescritura del paratexto.
Acerca de “lo marginal, lo que se supone relegado al final…” hablaremos más tarde. Aquí diré simplemente que el análisis de los i.o. y en general “paratextos” en relación a la novela en la que se incluyen, ya que varían los personajes, me parece algo obvio ya que el contenido de las entradas de los i.o. está en evidente relación con el texto de la novela, v.g., en Simbad abundan las entradas de pilotos y marinos arábigos; en Crónicas, vecinos y fantasmas de Bretañas; en Ulises u Orestes, personajes helénicos. Pero hablar de diferencias de engranajes narrativos y funciones es, a mi modo de ver, exagerado, sobre todo en el contexto de una literatura paradisíaca como la cunqueiriana dominada por la habitación en el paraíso donde todas las diferencias superficiales se borran. Y por lo que se refiere a la afirmación de Nogueira, cabe decir lo siguiente: en Merlín e familia, obra inaugural de una etapa muy fecunda, aparece el i.o…. Basta con leerlo para percatarse con su carácter más pobre en cantidad y riqueza literaria que el de la autotraducción en español y, en general, también con relación a los i.o. posteriores. Como si el autor ensayara un recurso por vez primera, sin ser consciente de todas sus posibilidades, descubiertas en la edición española. El único ejemplo que he encontrado en el i.o. de esta última que pudiera ser interpretado como adaptación a un lector español no gallego, es la sustitución en una entrada de las ferias de Monterroso y San Lucas del i.o. gallego por la de Medina del Campo en el i.o. español. Y sin embargo, en el mismo i.o. gallego mantiene en una entrada posterior las ferias de San Lucas. Nada hay de obligación en la traducción que lleve a una reescritura del paratexto sino la libérrima fuerza creadora del autor, “la negativa cunqueiriana a cesar de contar” (A. Fuentes). La perpetua explosión narrativa siempre en expansión, de Álvaro Cunqueiro.
Y tampoco veo la obligación del lector a un juego de idas y venidas i.o./“texto principal” (llamémosle así provisionalmente). La ocasional remisión del i.o. al texto mediante un número, aparte de ser eso, ocasional, no es más que una cortesía, no una obligación de consultar, para el lector. Sí, adelantándome a lo que se dirá luego, el i.o. (dejando aparte su forma superficial) forma parte del núcleo textual, no hay más idas y venidas que las que efectúa un lector en un único texto (en sentido formal), es más, en general los i.o.s en Cunqueiro, para apreciar y gozar de su contenido, no hay necesidad en su lectura de remisión alguna al núcleo textual.
Del inventario realizado al comienzo de estas notas resulta que los índices onomásticos cunqueirianos se caracterizan por su gran homogeneidad con las lógicas diferencias de cosas y seres animados que aparecen en las entradas según el tema de cada obra. Oscilan entre 51 y 153 entradas con una media de 87 entradas. La población es la típica del mundo cunqueiriano y la clasificación que se puede efectuar en cada i.o. de sus objetos, lugares, animales y seres se solapa con las de los otros índices en cuanto a la especie y categoría, variando los individuos de las mismas, aunque algunos se repiten en varios i.o.
TRES. Señala la profesora Fuentes en su trabajo que “no resulta fácil trazar una tipología de las funciones del i.o. Todas ellas tienen una finalidad centrípeta y subrayan el carácter inabarcable de la historia principal, debido a la falta de voluntad de su autor por cerrar historias. Aun con ciertas reservas en algunas, las he categorizado de la siguiente forma (un total de nueve): función recapitulativa, expansiva, nominativa, explicativa, conclusiva, poética, potenciadora de la fantasía, anecdótica-lúdica y genética”. Considera, entre ellas, la más numerosa la función recapitulativa “que responde al carácter informativo propio de este tipo de paratexto”, función subvertida frecuentemente por el escritor al añadir nuevos.
Empezando por esta categorización de funciones, parece que el término función significa aquí la tarea que realiza un elemento del i.o. o su finalidad. Sin entrar en el examen de las diversas funciones propuestas por fuentes, creo que las mismas son extravagantes a la esencia de los i.o.(s) y que no los explican, no aclaran su naturaleza. Una tarea o una finalidad, variables, no definen al portador de las mismas. Y por supuesto ajenas al escritor que crea los i.o., Álvaro Cunqueiro. Son clasificaciones extrínsecas, pertenecientes al ámbito de la crítica literaria, todo lo útiles y didácticas que se quiera, pero inundadas, sumergidas “por el carácter inabarcable de la historia principal”, por “la falta de voluntad de su autor por cerrar historias” que precisamente subraya la autora. En mi opinión, para captar la naturaleza del i.o. en la obra de Álvaro Cunqueiro, es preciso tener en cuenta su texto paradisíaco, con tiempo y espacio reversibles, en el que el primero se convierte en un conjunto de espacios sincrónicos y el segundo, con anulación de las distancias, en un punto de máxima concentración. Su población, animada o inanimada, está sujeta a continuas metamorfosis y a traslados en el tiempo y en el espacio. Como consecuencia el tema principal o núcleo de la mayoría de los textos cunqueirianos, con excepciones significativas, entre ellas El año del cometa, posee una fuerza gravitatoria o de atracción débil e identidades (individuales) lábiles. Los i.o. de Álvaro Cunqueiro, como fruto del mismo proceso creativo, forman por naturaleza, parte del texto (de cualquiera de sus núcleos) pero su inserción formal en el mismo diluiría el efecto gravitatorio del núcleo(s) textual, conduciría a un conjunto de historias varias, v.g. “Merlín y otras narraciones”, incluso a un conjunto de narraciones diferentes. Aparte de que esa perpetua creación cunqueiriana que hace que una historia nunca esté acabada, incluso al final del libro, impide esa inserción en el curso de la escritura. Téngase en cuenta que en las sucesivas traducciones y ediciones pueden aparecer nuevos frutos de esa constante creación, lo que llevaría a la fatigosa modificación del texto. Por ello hay que distinguir entre i.o. como ubicación formal, como continente, y el contenido. Este último no tiene nada de marginal o accesorio, es principal, no se diferencia del tema o temas del texto. Como continente el i.o. es un espacio formal, diferenciado del texto. Tampoco se puede predicar de las entradas del i.o. una voluntad de hiperbrevedad, un objetivo cunqueiriano de creación de una “miniatura ficcional”. La brevedad de las entradas la explican limitaciones formales del espacio i.o., pero todas las entradas, como fragmentos imantados, preñados de energía creativa, tienen un tremendo potencial de expansión. Basta con un ejemplo: el bachiller Botelus, de entrada del i.o. pasa a constituir un núcleo del texto de Fanto “Las gulas del Clérigo que leía etrusco” sin relación con las historias de Fanto (salvo la anécdota de la entrada del i.o.). Y otro, los seis retratos de “Un hombre que se parecía a Orestes” (pertenecientes al núcleo del texto, explicándose en el de Orestes el final de su aventura). De una entrada negativa en el i.o. (que aclara Álvaro Cunqueiro) se llega a los amplios retratos de los personajes.
Finalmente, y con relación a narraciones como la novela “Mosiú tabarie” incluida en el texto de Merlín y familia, “Las gulas del clérigo que leía etrusco”, en Fanto Fantini; la pieza de teatro chino, en el Simbad; y otra, Romeo y Julieta, en las crónicas, hay que remontarse al concepto de libro en Cunqueiro, que tiende a ser un vehículo portador de historias (análogo a un libro de narraciones o cuentos, con tantos núcleos como relatos). Es no más que una tendencia pero son muy fuertes las corrientes que llevan a disgregar el texto, su tema principal en pluralidad de núcleos o a una proliferación de historias con débiles vínculos entre sí. Lo explicamos antes por la naturaleza paradisíaca del texto cunqueiriano. “Las gulas” son un relato de 16 páginas, un núcleo secundario al lado del fundamental de Fanto. “La novela”, de Mosiú Tabarie, de menor extensión, es también un pequeño núcleo en la edición gallega, que en la edición española aparece como apéndice. Lo mismo se podría decir de las piezas de teatro. Me parece que es el texto de Merlín e familia un ejemplo sobresaliente de esta disgregación cunqueiriana del tema proyectado como principal del texto en una pluralidad de historias con débil relación recíproca, a veces el vínculo es solo un nombre, v.g., Merlín.
Compárese ahora el i.o. de Bolaños y lo dicho sobre él con los i.o.s de Cunqueiro. El i.o. de Bolaños, que podría ser el final del libro, es aparentemente informativo, pero también puede ser, lo es de hecho, como parte del texto, un fruto creativo, banal, si se quiere, pero texto principal. Quizás el recurso formal de Bolaños a un i.o. se justifica por su comodidad para tratar textualmente nueve peripecias individuales sin un fuerte lazo para un capítulo final o un epílogo.
3. MONDOÑEDO EN EL DESTELLAR DE SUS FRAGMENTOS
“Toda sangre llega al lugar de su quietud”
(proverbio maya).
Cuando desciendo hacia ti, ciudad natal, y te contemplo tendida al pie del Padornelo, ese “león que descansa” (lence santar), tus casas de blanco y pizarra que pastan el milenario herbazal del pasado, bajo la vigilancia de la catedral, alta como pastor Watusi, siento aquietarse a mi sangre y aligerarse al perder sus alborotos y urgencias. Me aproximo a ti, entro en tu silencio, el sueño invade a la sangre y una imagen brillante decapita al tiempo.
“Mondoñedo” (Álvaro Cunqueiro en Merlín y familia, texto español) “Ciudad de Galicia, nombrada en el prólogo del Quijote, por poner Cervantes cita de famosas cortesanas, que la vida de estas escribiera el obispo Guevara. Tiene ferias de fama el día de San Lucas y lo son de caballar bravo, hierro, boj y miel. En ella nació el Sr. Cunqueiro, donde se oye cantar el agua de la fuentevieja, que fue quien puso en romance estas historias. Es rica en pan, en aguas, en recoletos huertos con camelios, naranjos y mirlos y en latín”.
En la edición española de AHR (1957) figura por error camellos en vez de camelios. O quizás no es un error, sino una visión del Mondoñedo celestial, del Mondoñedo paradisíaco, que alberga los rebaños de camélidos de los mercaderes de Farfistán en trato con Simbad.
En el prólogo de la primera parte de D. Quijote de la Mancha está escrito: “Para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo como en vuestra historia… Si tratáredes… de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo, que os prestará a Lamia, Laida y Flora…”. Aunque el obispo Guevara sea fuente tan insegura, ¿cuántas ciudades en nuestro mundo pueden recordar agradecidas el nombre de tres de sus rameras? ¿Y merecerían calificativo tal esas mujeres, acaso simplemente hermosas e independientes, que chocaron con siglos tan patriarcales e inquisitoriales? De ser yo alcalde de Mondoñedo alzaría un monumento, grupo escultórico, estela o placa, a la memoria de estas tres gracias mindonienses de una primavera feminista temprana. Seguiré buscando en cada visita a Mondoñedo, en la tierra y en el aire, huellas de vuestro vivir.
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Con la amabilidad del buen tiempo, recorro largamente la ciudad y me demoro con la gente que conocí en mi juventud (ya no abundante) o con sus descendientes. A pesar de tantos años de vivir fuera, me reconozco como mindoniense entre mindonienses, un aire común de familia, como si hubiéramos sido invadidos por la imagen de la ciudad cunqueiriana, transparentados en gentes de la tierra de Miranda que Álvaro Cunqueiro inventó (en sentido etimológico), es decir, la hizo aparecer en la escena visible al descorrer las cortinas de los invisible. Por ello, en mi vagabundear la ciudad, veo figuras de cosas y seres duren o no aquellas, vivan o estén muertos estos, imágenes que me interpelan, una más yo entre ellas, fuera del tiempo. Me abraza la eterna cordialidad de la imagen, anterior al tiempo, entonces la muerte no importa porque la imagen prevalece sobre ella.
Siempre con mayor amor vuelvo a Mondoñedo, una voz me llama y solo calla cuando sumergido en el río en el que flotan, y entrechocan suavemente todas las imágenes de la ciudad que configuran la mía.
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Tengo ciento cincuenta años y he atravesado tres siglos. Siendo niño de muy pocos años disfruté de la compañía de tres tías bisabuelas, Josefa, Romana y Rufina, fallecida la última en 1951, todas ellas con más de noventa años, sin llegar a los cien. Eran unas jovencitas al estallar la guerra francoprusiana. Vivían en una gran casa, con solana y huerta, en Mondoñedo. En ella, mobiliario, cortinajes, cuadros, luces y sombras eran los propios de la segunda mitad del siglo XIX, ese siglo de ciento veinte años que finalizó con la gran guerra. Sus horizontes, sus saberes, sus canciones eran, también, de otra época. Escucharlas era como un viaje a través del tiempo y eso que el Mondoñedo de los años cuarenta y primeros cincuenta del pasado siglo poco cambiara en su vida cotidiana desde principios del mismo. Al envejecer, recordamos con predilección los años de la infancia y adolescencia primera en las que padres y parientes poblaban nuestra vida con una presencia, eso parecía, irrefutable. Mis tías volvían siempre a los años ochenta y noventa de su juventud. Hoy, su imagen viene a mí, desgranando memorias como espigas de maíz que sorbía goloso el propio poeta Luis Pimentel, casado con una mindoniense, cuando visitaba Mondoñedo, por las ferias de San Lucas, por ejemplo, prefería permanecer con ellas, conversando en el salón, que recorrer las rúas o el ferial.
Soy ahora un sobreviviente de un mundo desaparecido, extrañado ante la nueva gente del planeta digital, un mundo sin el ritmo lento de la carta, ave que espero todos los días, y no llega. Solo el molesto sobresalto del móvil. ¿Cómo ha de haber carta? Pregunta el correo en “Un hombre que se parecía a Orestes”. “¿Quién la escribirá? Una carta, ama, supone que alguien estuvo con la pluma en la mano dando noticias, poniendo cómo va de salud, el tiempo que hace, noticias de intereses. Y mete el papel en el sobre y baja deprisa por la calle que lleva al correo y echa la carta en el buzón. ¿Hay ese alguien? Pues no, no lo hay”. No lo hay, no, ni siquiera los poetas escriben hoy cartas, quizá debo escribir una carta, con mi nombre como destinatario, en la que se contengan largas y numerosas noticias de Mondoñedo, semejantes a las de mi madre, a fin de gozar nuevamente del dulce pájaro en la jaula del buzón.
Entre los etruscos se creía que los hombres podían alcanzar siete decenas de años, mediando prórrogas que los dioses podían conceder, a través de la oportuna piedad y el sacrificio.
Pero cuando se excedía tal edad, los dioses no se preocupaban ya de uno, lo dejaban abandonado a su suerte y eran inútiles las plegarias y el ofrecimiento de víctimas. Eran puros sobrevivientes. La misma doctrina, variando el tiempo, se aplicaba al estado.
Así pues soy un sobreviviente de un mundo o mundos desaparecidos, sin que tenga que preocuparme de la benevolencia o malevolencia divinas, abandonado y a la azarosa sabiduría del cuerpo. La serenidad me ha cogido del brazo y me acompaña, y con tranquilidad espero el momento de solo habitar una fotografía, mientras cumplo con el deber de mantener encendidas las luces de la memoria.
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Nunca abandona la vecindad de mi memoria la figura de mi profesor de latín, el canónigo D. Francisco Fanego Losada, profesor en el seminario de Mondoñedo, persona entrañable si bien con ocasionales estallidos de mal genio. Vivía con su hermana Aurora en una pequeña casa en la calle que de A Fonte Vella discurre al Barrio dos Muíños. Restos de no sé qué viejo negocio familiar, su bodega conservaba viejos olorosos y oportos que de cuando en cuando y a escondidas de su hermano, nos permitía saborear doña Aurora, a mí y a mi primo Miguel, estudiantes de latín, con acompañamiento de pan y chorizo, rara armonía de otros tiempos. El sueño del canónigo era ligero y breve. A las cuatro de la mañana se despertaba y en las horas del amanecer, recitaba el rosario de sus poetas latinos, supongo que gesticulando en la oscuridad como hacía en las clases que nos daba, con voz que entonces nos parecía preciosista y cursi y que nos provocaba la risa que nos esforzábamos en contener.
D. Francisco, por un infarto sufrido, tenía un régimen draconiano en su comer y no digamos en su beber, solo agua, creo que también al misar obligando así a la divinidad a aceptar el agua en lugar del vino para su transformación en sangre, claro que por razones de salud. Su plato preferido era una tixolada de ajos, cebolla y perejil fritos que, ingerida, exhalaba perfume permanente. Como el hipérbaton latino me atormentaba, mis errores en la traducción eran graves y frecuentes. Irritado me cogía de las solapas de la chaqueta y agitándome y volcando en el rostro la oleada olorosa de su interior, rugía: “Burro, más que burro, parece mentira que seas hijo de quién eres”, y si yo le respondía, modesto, que los latines de mi progenitor eran harto inseguros, su furor aumentaba y también la potencia de su aliento.
Pero aquellas inundaciones de frituras evaporadas tuvieron un final feliz, me acostumbraron de tal forma al ajo y a la cebolla que hoy su abrazo es lo que más aprecio y gusto de un simple condumio compuesto de pan duro, un par de dientes de ajo y de cebolla cortada en anillos, todo regado con aceite de oliva. Aunque sólo puedo hacerlo en raras ocasiones por la oposición familiar ya que por todos los poros de mi piel brota el espíritu del ajo. Entre otras, recuerdo dos curiosas anécdotas de nuestro canónigo. Acorazado contra la lanza del frío, cuyas heridas le causaban angustia profunda, vestía bajo la sotana capas de prendas de lana y camisas que en días de calor podía entreabrir para mostrar a sus estudiantes más próximos la cajita pendiente de su cuello, relicario que contenía los dientes fallecidos en la estacada de su boca. Nos decía, para justificar la conservación, que está escrito que resucitaremos con nuestro mejor cuerpo por lo que suponía que el trabajo del demiurgo se vería facilitado si contaba con los originales.
Los que tenemos como nombre propio a César, en Galicia celebrábamos el 15 de marzo. No sé el porqué, ya que no hay un San César en el santoral (sí un San Cesáreo). Lo notable es la coincidencia de la indicada fecha con los idus de marzo, fecha del asesinato de Julio César. Conociendo mi devoción, que dura hasta hoy, por el genio del romano, intentaba justificar la “homosexualidad” del dictador como si ésta afectase a todos los Césares. En los tempranos años cincuenta mis ideas sobre el “pecado nefando” eran más bien confusas y desde luego ignoraba que no se puede hablar de la homosexualidad antigua con realidades hodiernas en la mente. Por los méritos históricos de César, D. Francisco, generoso, lo absolvía, año tras año. Nuestra relación llegó a ser entrañable y siempre le preguntaba a mi madre ¿cómo va nuestro César? Como si fuera el padre de la criatura.
A mi padre siempre le admiró la voz del profesor, alzando el vuelo desde las aulas del seminario y mezclándose con el vocerío y los tratos del mercado, que tenía lugar en la plaza sita delante de aquel. Virgilio y el cereal mezclados, cultura y agricultura, tal el latín.
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Cada vez que voy a Mondoñedo permanezco fascinado ante el rosetón de la catedral, un cúmulo estelar, un portal a otro mundo. Al poco tiempo comienza a vibrar, vibración que se extiende a los vitrales, a las columnas y a los arcos, a la piedra toda. Parece una maquinaria celestial en movimiento que pugna por romper el vínculo con la tierra y alzar el vuelo, conmigo como viajero celeste, para siempre.
Después encamino mis pasos al Barrio dos Muíños, vestido de blanco y pizarra en el regazo del verde. Sentado en el banco delantero de una casita, junto a los pequeños canales de los antiguos molinos, escucho la canción clara del Valiñadares que apresura sus aguas al encuentro del Masma, tal un Alfeo enamorado. Dicen que el poeta local Díaz Jácome, siendo niño, cayó al río y la rueda de un molino, en vez de aceptación fatal, lo despidió ileso, quizás no gustó de la futura poesía del vate. Ser un poeta mediocre puede salvarte la vida en este país nuestro, los cuchillos de la crítica vueltos dulces elogios. ¡Campanas de Mondoñedo! La “Paula” de la catedral que a tantos licenció en sutiles tristezas y melancolías parece que no toca más que en ocasiones señaladas. También “El esquilón” que señalaba el comienzo de los oficios en la catedral para los canónigos (diez menos cuarto de la mañana y cuatro menos cuarto de la tarde). A la pregunta sobre la hora, la respuesta decía: “es el esquilón” o “faltan diez minutos para el esquilón”.
A mediodía tocaban las campanas de la catedral y de las iglesias y monasterios de la ciudad, se respondían unas a otras, todavía sigue en mí resonando su conversación.
Y en esta selección de estampas, el río Masma, convertido en ría en La Espiñeira, cerca de Foz, puerto o pireo de Mondoñedo. Me acerco al río en Viloalle, configurado por la confluencia de ríos y regatos en ambas márgenes (Valiñadares, Pelourín, Tronceda…) entre las imágenes de la infancia, una lámina de agua tersa, transparente, con sombras de un libro de fábulas en las orillas. En una, una vieja barca de madera, pensativa, quizás la del barquero Felipe u otro de la extensa nómina cunqueiriana. En mi memoria la admiración que sentí, verbo de un tío mío, César como yo, cuando supe que en una mañana clara se lanzó al agua del río y la nadó hasta la ría de Foz. Mis sentimientos fueron análogos a los experimentados, en la inevitable etapa maoísta, viendo a Mao entre las aguas del Yang.Tse.Kiang.
El nombre del río me lleva a pensar en aquella época de la historiografía gallega del siglo XIX, en la que se defendía alegremente la presencia de reyes y héroes griegos en Galicia y su papel de fundadores de ciudades. Mi querido compañero de estudios jurídicos y, después, catedrático de griego en la universidad compostelana, J. Moralejo, desgraciadamente fallecido, trató el asunto con ciencia e ironía en diversos trabajos de los que me envió separatas. Yo también quise emular a los Murguía y compañía en esta tarea de construir una “Galicia helénica” descubriendo en el hidrónomo Masma la huella de la búsqueda de tierras para una polis por la colonización griega. Masma, -atos significa en griego precisamente eso, búsqueda. ¿O hay una referencia a Herakles cuando buscaba los rebaños de Gerión?
4. BIBLIOTECA MINDONIENSE
Esta sección del B. L. M., Biblioteca mindoniense, nace para dar cuenta de cuanta publicación relevante llegue a conocimiento del mismo, sobre Mondoñedo y los mindonienses o sobre obras literarias de la autoría de estos.
Dación de cuenta que no se verá afectada por prisas o urgencias de actualidad que obstaculicen la lectura placentera y demorada.
- “As orixes de Mondoñedo” (prehistoria, idade antiga e tardorromanidade) de Abel Vigo García. Páginas: 192. Edición Concello de Mondoñedo. 2021.
Abel Vigo es arqueólogo de profesión. Como tal trabaja en el ayuntamiento de Mondoñedo en cuyo término se alza el castro de Zoñán en cuyas campañas de excavación ha participado y, también, dirigido. Además de su excelencia profesional, todos sus lectores apreciamos en él unas dotes magníficas de claridad como escritor, y escritor de difíciles materias que para el profano pueden resultar áridas. Divulga maravillosamente lo complejo y un buen ejemplo es el presente libro que resume en sus casi doscientas páginas más de diez mil años de la vida de nuestros antepasados desde el final del paleolítico superior hasta los siglos V/VII de la tardo romanidad. Todas las grandes etapas y sus huellas en el término de Mondoñedo son estudiadas con precisión y brevedad. Pero brevedad compatible con el detenimiento en lo que es esencial en la prehistoria de la zona y armonizando lo universal de la evolución humana con las particularidades de lo local. Magnífico es el estudio del medio local en el Neolítico, el tratamiento del fenómeno Megalítico y del nacimiento de la metalurgia, y su desarrollo a través del Calcolítico y Bronce. En mi opinión, el libro alcanza su cima con la Edad del Hierro y la cultura castreña: ausencia de retórica y, sin perjuicio de la concisión, análisis detallados de lo que importa y es necesario para una comprensión precisa y sintética del tema. Siempre con ayuda de fotografías, mapas, escalas, esquemas e ilustraciones que lo aclaran y facilitan.
Para la fase galaico-romana utiliza el autor los datos directos obtenidos en las excavaciones del castro de Zoñán. Al estudiar el tipo de asentamiento que es el castro, y para ejemplificar lo que eran las cabañas del mismo, escribe el autor: “Vamos a construir una en Zoñán, comenzando, como es lógico, desde la cimentación”. El resultado son diez páginas que nos convierten, a los lectores, en albañiles de las viviendas castreñas y que eliminan nuestras dudas e interrogaciones. Este lector, de lecturas no escasas en la materia, reconoce que en ninguno de los libros por él leídos, algunos muy grandes, encontró un didactismo tan satisfactorio, tan aclarador y fijador de ideas y conceptos, de métodos y técnicas.
El resto del libro está dedicado al proceso de abandono de los castros, y a los mundos romano y tardorromano, con una cronología final. El epílogo de veinticinco páginas está dedicado a los restos arqueológicos medievales, modernos y contemporáneos de Mondoñedo hasta el año 2019 con apéndices analíticos y de Carbono 14 de restos del castro de Zoñán, del hacha votiva de Villamor y documental de la muralla de Mondoñedo.
Un listado de archivos, fuentes, bibliografía y recursos web cierra tan valioso libro.
Lector agradecido, confieso que cuando en el futuro tenga sobre mi mesa algún libro sobre estas materias, el libro de Abel Vigo estará también presente como “traductor” y fiel compañero en el caminar por estos complicados vericuetos de la prehistoria.
- Arqueoloxía cunqueiriana.
Autor: Abel Vigo García. Edita Casa – Museo Álvaro Cunqueiro / Concello de Mondoñedo. 2021 (es el nº IV de la colección Selva de Esmelle, 67 páginas).
El conocido arqueólogo mindoniense estudia en este breve pero denso libro, con su precisión y detalle habitual, “el origen e historia de la casa-museo Álvaro Cunqueiro”.
La conclusión es que “consideramos que pode estar construido (el arco que se constituye como entrada de la bóveda, en la planta baja) con anterioridade, que pode estar feito entre os séculos III e V d. C. pero non é descartable unha cronoloxía posterior, pois o que temos documentado en Mondoñedo son continuidades nestes séculos. Os restos materiais do século IV, do V ou VI, están na mesma liña e a escaseza de datos fainos ser prudentes na sinaléctica para non levar a enganos”.
El libro comienza con la descripción del inmueble y continúa con la historia de las intervenciones en el mismo, resultado de las excavaciones, hallazgos de cerámicas, entre ellas un grupo de producción local, sin vidriado, retrotraíble al mundo castreño y que podría ser anterior al siglo V n. e.
Otros restos cerámicos se pueden adscribir a época galaico-romana con paralelismos en el castro de Zoñán. Particular interés tienen los restos hallados en la huerta de la casa que pueden ser ejemplos de TSH (terra sigillata hispánica) datables alrededor del siglo III n.e. los cuales, aunque mencionables, hay que tratarlos con mucho cuidado por las razones que expone el autor.
Aparte la fase galaico-romana, en el estudio se plasma la evolución histórica de la casa-museo a través de los siglos por medio de los restos históricos documentados en ella. Yendo atrás en el tiempo todos los siglos han dejado su huella en la casa y solar. Como última fase, dentro de la casa, los tres pavimentos documentados, con una cronología medieval, Alta Edad Media, muy probablemente tardorromana. Y una estructura cuadrada en piedra, con una bóveda en su parte sur la cual, por indicios propios y otros complementarios, lleva a pensar en una cronología que encaja perfectamente en la época del Bajo Imperio, entre los siglos III y V n.e.
El libro contiene un gran aparato de fotografías y planos, muy esclarecedor.
Al finalizar la lectura pienso en la alegría que tendría Cunqueiro si conociese este libro, él, tan amante de Roma. Saber que vivió y escribió en una casa alzada sobre un solar de raíces imperiales, ubicado en una ciudad romana. Y no me queda más que expresar mi agradecimiento, que es el de todos los mindonienses, al autor por su investigación histórica sobre el inmueble y su restauración y preservación, un elemento más (y significativo) en la reintegración de la memoria y patrimonio histórico de Mondoñedo, nuestra ciudad.
- “Contrahistorias de Galicia”.
Autor: Antonio Reigosa. Editorial Embora. Páginas: 108. 2020.
El autor, escritor y cronista oficial de Mondoñedo, nos dice en la presentación: “Con estas contra-historias tratamos, sequera metaforicamente, de traer ao presente mediante textos breves, apoiados contra profusas e fermosas ilustracións, unha visión desde ángulos dispares, coas cores, figuras e memorias dunha presada de personaxes secundarios, esquecidos e ignorados pola historia oficial”. Son historias o contrahistorias, como reza el libro de objetos o sucesos, hallados o acontecidos en Galicia o protagonizados por gente de nuestra tribu gallega. Para que el eventual lector se pueda hacer una idea del contenido de estos relatos, escolmo en el índice: “O medulio, o mito das orixes. O torque de Burela. Roubo de reliquias na Galicia do século XII. Unha historia de amor colonial. María Rodrígues. O crego que fabricaba robós. Eustorgia Acebo, o amor imposible de Pascual Veiga. Por que Rosalía de Castro deixou de escribir en galego. As dúas mortes da “bandoleira” Antonia Díaz Pérez. Monchiño o xigante de Magarelos. Curuxás, o fuxido do franquismo. El pintureiro, toureiro e paracaidista. El divino hojalatero John Balan. Inventos de Galicia: o trampitán de Juan de la Coba. O futbolín de Alexandre Finisterre”.
Y muchas contrahistorias más.
Todas tremendamente atrayentes y espléndidamente ilustradas las cuales, en su brevedad, dejan al lector sediento de conocer más detalles de los sucesos y de los personajes, sed que exige una nueva edición y otra, siempre con más noticias de nuestros paisanos. Solo puedo decir que disfruté hondamente con la lectura de este libro. ¡Cuánta riqueza humana e imaginación en los miembros de la tribu gallega, desde Gelmírez hasta Alexandre Finisterre o el rey de los jíbaros! Todos, grandes y pequeños, a su modo todos grandes merecen nuestra perpetua memoria y este libro, también un muy hermoso objeto, de Antonio Reigosa, contribuye a construirla.
- Episodios mindonienses.
Autor: D. Antonio Reigosa, escritor, investigador y cronista oficial de Mondoñedo. Editorial Embora. Páginas: 217. 2021.
Según manifiesta el autor en la presentación “reúnense neste libro arredor de 80 textos de diferente orixe pero co común denominador de trataren única e exclusivamente temas mindonienses… Xa que logo este libro fala de nós, dos e das mindonienses, de quen se sente tal por empatía e tamén de quen, algún día, nalgún lugar do mundo, nacese onde nacese, pronunciou o nome que nos convoca canda o suspiro nostálxico dun tempo feliz”.
Con el denominador común de Mondoñedo y de los mindonienses, el libro nos ofrece en sus más de doscientas páginas un contenido variadísimo: sobre la propia ciudad, siempre presente, cualquiera sea el tema tratado. Sobre sus literatos y artistas (Pimentel en Mondoñedo, Pascual Veiga, Noriega Varela, A. Cunqueiro, Leiras Pulpeiro, Lence Santar…), sobre ferias y fiestas, sucesos en la historia de Mondoñedo y presencia de mindonienses en Argentina y Cuba.
No podía faltar en esta memoria pacífica de Mondoñedo un capítulo dedicado a la desmemoria, a los años de silencio y miedo que velaron la represión franquista. Capítulo que comienza por recordar a los tres vecinos “paseados” el 12/1/38, Graciano Paz, Siervo González y Manuel Rodríguez, y continúa con la memoria de otros represaliados de y en Mondoñedo.
Relato preciso y apasionado. Una emocionada “in memoriam” de Alicia Tella-Villamarín, mindoniense entrañable para los mindonienses, cierra el volumen.
Antonio Reigosa, no solo cumple, una vez más, con su oficio de cronista de la ciudad (y lo hace magníficamente) salvando del olvido y trayendo a nuestra mesa de lectores una muchedumbre de noticias, grandes y pequeñas, siempre importantes, que redondean, completan y dan color a la historia local y a la vida cotidiana de sus vecinos. Siempre he sido un convencido del interés y del valor de esta clase de libros que constituyen el fundamento imprescindible de obras históricas de ámbito más general. Además, como el libro está muy bien escrito, hermana la historia y la literatura y en esa fraternidad habita el lector, olvidado del tiempo.
Rematado el libro, uno vuelve a sorprenderse, como se sorprende siempre, con la riqueza cultural, artística, literaria, musical, artesana de Mondoñedo. “Somos un val, feituco e breve coma un berce que arrola un libro ilimitado… Mondoñedo é un libro,… é un libro sonoro e ilustrado…”, escribe Reigosa. “…Velaí a nosa pequeña patria”.
Dos libros muy importantes han llegado a esta Biblioteca mindoniense y que serán comentados “deo volente” en el próximo B. L. M.
Se trata de “Mondoñedo, 1550-1800. Arquitectura y urbanismo de una sede episcopal” del lucense J. Gómez Darriba. Y de “Claves para un análisis comparativo de la narrativa de Italo Calvino y Álvaro Cunqueiro” de la también lucense C. Sanfiz Fernández.
CUARTA PARTE
- OTRO PUEBLO YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS
Desde hace muchos años me preocupa el “alterum iam populum esse” que según el senado-consulto de represión de las bacanales amenazaba con sustituir al “populus romanus”, el otro pueblo, otra clase de gente que se va extendiendo entre nosotros, un nuevo y extraño tipo de gente, nuevo y extraño, por lo menos, para los que, por nuestro horizonte cronológico, pertenecemos a un antiguo régimen del que conocimos la última etapa de una rica cultura campesina y las formas de comunicación anteriores a la revolución digital. Kurosawa, el director de cine, decía que el hombre ha comenzado a cambiar en todo el mundo en los años posteriores a la segunda guerra mundial, cambio causado o acelerado por el fin del mundo agrícola tradicional, el éxodo rural a las grandes ciudades con multiplicación de las megalópolis, la globalización y, sobre todo, la revolución tecnológica de las comunicaciones.
Una mera observación de la vida cotidiana nos permite identificar a los integrantes de este pueblo que surge entre nosotros y que tan extraños nos resultan a los que podríamos llamar “los antiguos sapiens” o “humanos antiguos”. Paseando por la ciudad llegué a un barrio en el que se celebraba una fiesta relacionada con el mar, desafortunadamente nombrada en inglés, sin que a nadie pareciese importarle el daño a la lengua oceánica, haber nacido en la cual es “una dicha indecible”. La presencia física del mar y la propia fiesta me recordaron otras, hace dos mil quinientos años, cuando Dionisio desembarcaba en El Pireo y tenía lugar una solemne faloforia por las rúas de Atenas. Dirigí la mirada al horizonte marino pero nada parecía alterar la tranquilidad de las aguas. Tampoco había expectación alguna entre el público. Por todas partes se alzaban tiendas donde se vendían ropas y objetos banales y puestos de comida donde, integrando la cola correspondiente, se podían obtener pequeñas tapas o “pinchos”, de productos marinos preparados de diversas formas, que no pretendían saciar el apetito y, por supuesto, nada baratas. Música ruidosa en el aire y en tierra, ríos de personas, con el móvil en la mano que fotografiaba lo menos digno de ser fotografiado. En definitiva, mediocridad generalizada y aburrida, puro ruido y poco más. Pero a la muchedumbre se la veía contenta y entretenida.
Me parece una de las características del “otro pueblo” (y claramente favorecida por el poder): hombres y mujeres, de todas las edades, que se divierten con la nada, bien adobada de confusión y ruido, y que la fotografían y reenvían por sus móviles, enriquecida con capas sin fin de comentarios intrascendentes que se doblan por las glosas no menos vanas de los destinatarios.
Nada, que determina el horizonte de complejidad en que se encuentran cómodos sus adictos, fuera del cual lo importante les resulta invisible, excepto si pueden reducirlo o achicarlo, acometiéndolo por el lado más accesible.
Con esta operación de sinécdoque asaltan el conocimiento que les es ajeno y en el espacio público, con su no saber, vigoroso y florecido de tópicos, reducen al que sabe al silencio, con la ayuda del móvil y sus aplicaciones, aparato representativo del “nuevo pueblo” ascendido a miembro de su cuerpo y en el que el cerebro delega parte cada vez mayor de sus funciones. En tu paseo por la vía pública debes esquivar continuamente la salida brusca del portal oscuro del hombre-móvil concentrado en postura característica, inclinado sobre la pantalla que contempla devoto y sobre la que teclean dedos nerviosos. Así lo encuentras caminando, sentado en cafeterías y terrazas, apoyado en muros, en toda clase de espectáculos, solo o en grupo de fieles atentos a la buena nueva que florece en su espejo y que su proselitismo enfebrecido reenvía sin pausa. Durante su conversación con el aparato suele aparecer en sus rostros una expresión de placer, una vaga sonrisa que me recuerdan la felicidad tranquila del adepto a una secta en presencia del fundador, como, por ejemplo, la que he visto en los que oían al señor marqués de Peralta. No tengo dudas de que, con el tiempo, se producirán cambios evolutivos en el cerebro y en el cuerpo de los adoradores del móvil para adaptarse al manejo constante del aparato y a la localización en el mismo de parte esencial de las funciones cerebrales. Llegarán a constituir una nueva especie con la que el “humano antiguo” no tendrá intercambio sexual (si bien posible físicamente, por lo menos en una primera etapa, imposible por la recíproca repulsión”).
Ya nadie entre las nuevas gentes ve con emoción, fotografía compulsivamente, todo es adecuado para ser fotografiado y ser reducido a fotografía. Millones y millones de fotografías que con su estupidez mancillan y oscurecen la belleza y que se multiplican en instantánea comunicación que ambiciona sustituir páginas de la historia del arte o de la naturaleza por las nuevas “personalizadas”. La capacidad de recordar está en horas bajas, la falta de memoria, la madre de las musas, se confiesa casi con orgullo “no se necesita en la familia”. En su lugar, el archivo que permite dulce siesta a la cada vez más fatigada cabeza. Y para qué la capacidad de la asociación si tenemos la búsqueda en el archivo.
Ciego a lo que no sea su pantalla, camina el nuevo pueblo, en posición semejante a la del celebrante de la misa sobre el cáliz. No es por casualidad la semejanza. Ambos se doblan ante la divinidad que adoran. Sin embargo siempre hay lugar para la decadencia histórica. El vino del cáliz promete al sacerdote la vida eterna. La pantalla solo confirma al que la contempla absorto su lugar entre los idiotas del mundo.
Como ya se deduce claramente de todo lo anterior, el nuevo pueblo es adicto al turismo, se desplaza compulsivamente en masa, armado de su móvil, por todo el planeta y da rienda suelta a su fotomanía en los lugares más insospechados. La historia y la geografía de las tierras que visita, su cultura le son largamente ignoradas. No es el amor ni un interés el que guía su bulimia consumista (hay una bulimia geográfica al lado de la alimenticia) a la que es indiferente cualquier horizonte, solo poder decir: “estuve allí”, un allí fotografiado hasta la náusea y cubierto de densas capas del guano que originan. Luego, cuando retornan, se empeñan en comunicarte el relato inaguantable de sus tópicas emociones, propias de una guía turística, en mostrarte la pobreza de sus fotografías, todo ello salpicado de expresiones “tienes que verlo” o “como amanece el sol en el lugar X”. Aún resulta más difícil de soportar el descubrimiento de mediterráneos o, lo que es peor, de mediterráneos inexistentes y la pasión efímera que les despiertan, pronto apagadas, como burbujas en una copa de champán. Si esos mediterráneos tienen nombres oficiales muy diferentes a los usuales los pronuncian con la familiaridad propia del trato con un viejo conocido (Myammar, Sri-Lanka…) y por supuesto niegan su condición de turistas, se afirman viajeros pues “cada uno puede prepararse su propio viaje” aunque luego sus comentarios desmienten tal preparación. No son conscientes que, en las condiciones del mundo actual, la categoría de viajero, el honor del viaje son prácticamente imposibles, y que el auténtico viaje es hoy un concepto cultural, que solo es realizable en el mar infinito de los libros y del arte con la vela de la imaginación más poderosa.
Finalmente, el “nuevo pueblo” es adicto a la droga del consumo innecesario, al consumismo, a la pulsión por adquirir y poseer cosas. La visión de un adulto, seducido por la banalidad iluminada de un escaparate, la pienso como una derrota del espíritu. Es penoso contemplar a la gente vagabundeando por las tiendas, sin objetivos concretos, excitando su deseo de adquirir que acaba en la compra innecesaria.
Estoy convencido de que cuanto menor la gravitación del espíritu y mayor la pobreza en dones del mismo, cuanto mayor la necesidad de tener, para construir una identidad (?) fragmentada en la exterioridad de la posesión. Solamente el tener les proporciona un sucedáneo, inestable, del ser.
Un proverbio turco dice “para.sî keymet.lĩ olanîn, canî ucuz olur” (el alma de quien considera valioso su dinero es barata). Ata.sözü (proverbio). Quiere decir “palabra del antepasado”. Hace mucho tiempo que el lenguaje de la publicidad y del escaparate me resulta incomprensible, me llega como una algarabía insoportable.
Y únicamente me parece atractiva, por necesaria, la adquisición meditada, que no extiende la posesión, sino que cubre una intemperie, el único consumo “sano y bueno” (Lezama).
Quisiera recordar algunas reflexiones de Pedro Salinas en el prefacio a “Todo más claro” referidas a este otro pueblo que empezó a expandirse después de la segunda guerra mundial (Kurosawa): “…las monstruosidades materiales y mentales, convertidas en pan nuestro de cada día… La gran paradoja… En los laboratorios, celebrados templos al progreso, se elabora del modo más racional la técnica del más definitivo regreso del ser humano, la vuelta del ser al no ser”. Y en la variación XII de “El contemplado” contrapone la ciudad del mar a la gran ciudad de los negocios, la ciudad enemiga donde “no hay nadie allí que mire, están los ojos a sueldo… vacío abajo corren ascensores, corren río arriba, transportan fantasmas impacientes: la nada tiene prisa… Hay que ser almas fugitivas… Los que nada fabrican y emplean en las nubes vagabundos ojos que no se alquilan”.
2. DE RELIGIÓN Y POLÍTICA
2-1. Los calendarios religioso y civil de España, el segundo ampliamente colonizado por el primero, están llenos de festividades de carácter religioso, sobre todo el mes de diciembre que celebra “la Inmaculada Concepción” y el “misterium natalis”. También en el mismo mes se conmemora “el Día de la Constitución”, aniversario este perteneciente al ámbito de la política si bien se halla muy avanzado el proceso de conversión en misterio, posible núcleo de una religión laica (la Francia de la Revolución!).
La aproximación del llamado “misterium natalis” propicia la aparición en los medios de artículos de expertos teólogos que explican, nos explican la inteligibilidad del misterio. Y lo hacen en una lengua y con una lógica que solo tiene valor de curso legal en el interior de los templos. Pero los predicadores no se contentan con el monopolio del ámbito litúrgico, en el espacio de la arquitectura sagrada ni con el bello espectáculo de ver sus palabras a lomos de caballos de incienso que asaltan oídos, abiertos o cerrados, en ningún caso críticos. No: quieren salir a la vía pública, que el mensaje salvador se anuncie a la generalidad y que por su reiteración incontestada, adquiera como una suerte de evidencia que no solo legitime sino aventaje su posición en el diálogo democrático. Naturalmente no se molestan en traducir su lengua o en emplear otro tipo de lógica, tarea por otra parte imposible en el caso de las religiones basadas en un libro (judaísmo, cristianismo, islam). La naturaleza de sus misterios es puramente lingüística, un signo cuyo significado carece de posible referente en la realidad y que viola toda la legalidad de la misma. Estas religiones solo podrían aspirar a la belleza literaria de un texto paradisíaco en el que todo puede suceder, hasta la desaparición del espacio-tiempo y la identificación de todos los referentes, reales o imaginarios. Pero como una religión reducida a estética, sería literatura, el misterio quiere imponernos su deseo de operar en el plano humano (descendiendo del sobrenatural, que nadie le disputa) de encarnarse en la realidad donde se encuentra el oro del poder y la riqueza que son las vestiduras de su espíritu santo.
Como ejemplo de esta lengua del misterio con la que nos encontramos en el exterior del templo, cito unos párrafos de un artículo de un experto teólogo, aparecido en la prensa: “El Cristo solo resulta inteligible desde una clave: la sacramentalidad, es decir, la referencia del significante al significado, del signo al misterio”. Después de hacer una referencia a la lógica cristiana (oxímoron) continúa: “Todo en la vida de Jesús es signo de su misterio. La humanidad de Cristo aparece así como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de su divinidad”, todo ello para glosar el “misterium natalis”. Confieso mi incapacidad de traducir a un lenguaje comprensible los párrafos transcritos, de construcción gramatical correcta, sin duda, pero cuyo significado aparece como sin sentido.
En fin, estos especialistas en el logos de Dios (sea lo que sea esa especialidad) harían bien en inclinarse sobre los misterios de la antigüedad y, en general, estudiar las viejas religiones de misterios. Que no duden del mucho provecho que obtendrían de su estudio. El principal, que los misterios no se explican ni se disputa lingüísticamente de los mismos. Se experimentan, los sentidos se abren en una atmósfera indecible. De ellos los iniciados no hablaban. Los siglos guardaron el secreto de Eleusis. Recordar a Apuleyo. Apulei Metamorphoseon L. XI, 23, 6: “Accesi confinium mortis et calcato proserpinae limine per omnia uectus elementa remeaui, nocte media vidi solem candido coruscantem lumine, deos inferos et deos superos accesi coram et adoravi de proxumo” (no creo necesario traducir latín tan claro). Y nada más revela, para no cometer sacrilegio.
Del oxímoron “Inmaculada Concepción” no diré nada ni creo sea necesario. Precaria y risible es la vida de lo que ofende la humana inteligencia. Basta con decir que el misterio (o los misterios) del cristianismo son palabras que visten el “quia absurdum” de Tertuliano. Siempre, detrás de la palabra misterio, está el conjunto vacío, eso sí, adornado con el ropaje de sintagmas y oraciones cuyo significado se contradice frontalmente con la lógica de la experiencia natural y científica. Y si se afirma que hay cosas que escapan a la inteligencia humana y la sobrepasan, la afirmación yerra totalmente el blanco. Si nos referimos a la realidad regida por leyes físico-químicas que el hombre habita, claro que hay infinidad de cosas que no conocemos pero que podremos conocer algún día porque en potencia, podemos comprenderlo todo, al ser invariables las leyes de la naturaleza. Y si alguien postula una realidad sobre-natural, sujeta a otras leyes (y no olvidemos que lo hace desde la realidad humana), lo mejor para ese alguien será que, por enajenado, no lo tomemos en serio.
También en el ámbito político han aparecido y aparecerán continuamente festividades y exaltaciones nuevas, nuevos mártires y santos en los santorales democráticos. Lo cual, en general, no solo no es malo si no inevitable. La gran polis democrática que es la España oficial y sus ciudades particulares necesitan fiestas, incluso misterios, que las elogien y cohesionen e integren diferencias y contradicciones. Con ellas se multiplican las fiestas y aparecen sacerdocios encargados de las nuevas liturgias, nuevas condecoraciones y premios. Si no se sobrepasan ciertos límites, repito lo beneficioso de estos calendarios laicos de la democracia. La crítica es de orden estético. La religión de la ciudad moderna comparada con la de la ciudad antigua carece de imaginación, es roma y aburrida, reducida a actos protocolarios y cócteles estereotipados y de los que la alegría y la participación de los ciudadanos está ausente, que solo hallan disponible la lectura en los medios y, si acaso, el carácter feriado atribuido al día.
Con motivo del Día de la Constitución los ciudadanos pueden visitar el edificio del Congreso, dos o tres días. Numerosos, pasean las instalaciones o se sientan en los asientos de los diputados. Su natural impulso a ocupar el banco azul del Gobierno tropieza con un categórico ¡Prohibido!. Razones de seguridad explican condescendientes los ujieres, ante el crecimiento de los males venéreos entre los electores. En realidad, ujieres y ciudadanos desconocen una norma básica de la democracia, que todos los culos son iguales, pero algunos culos son más iguales que otros. Satisfecho, de todas formas, el pueblo, arrellenado en las plazas de los diputados, no observa, en relación a los representantes que votó, una distancia que le impida sentirse elegido y por ello sonríe beatíficamente.
En su visita a las diversas dependencias pueden observar las huellas del baleado de Tejero (¡Qué cojones!, piensan muchos) para a continuación inclinarse ante la Santa Virgen y mártir Constitución de Cádiz, ferozmente violada y asesinada por el Borbón Fernando VII.
Entrevistados por periodistas obsequiosos que cumplen sin desmayar las instrucciones manipuladoras de sus medios que buscan regar la flor amable e ingenua del consenso constitucional, responden, vacilantes, con fragmentos incoherentes e inacabados: “es muy importante estar aquí, sí, pienso que sí”, “te das cuenta de la importancia de tu voto?”, “sí, me haría ilusión ver a un político”, “sí, mucha” (remarca el cónyuge). “¿Qué es la Constitución?”, “la Constitución es, es… lo que nos manda a todos”. De repente recuerdan lo que tantas veces han oído por televisión. “Es lo que nos hemos dado los españoles”, y pone acento intenso en el nos. La periodista lo despide y nos despide con una sonrisa. Objetivo logrado. Cumplido el riego diario del consenso constitucional.
Tengo que reconocer que, aunque viviera doscientos años, no visitaría el Congreso ni respiraría nunca su atmósfera banal. Y aunque en la práctica no tengo dudas acerca de que la democracia es el único régimen político que puede proporcionar paz y satisfactoria convivencia social (régimen siempre susceptible de perfección) no comprendo cómo uno se puede enamorar de la “aurea mediocritas” de la democracia, de la banalidad del culto democrático a la Santa Constitución y de su sacerdocio, los políticos democráticos.
En Orígenes ya se habla del “taedium verbi divini” del aburrimiento infinito, en los primeros siglos del cristianismo, de los creyentes (creyentes sí, pero gente de sentido común) ante la corriente de absurdidades teológicas del oficiante de turno (Tertuliano: “credo quia absurdum”). Cesáreo, obispo de Arlés (503-543), antes de comenzar a predicar, echaba el cerrojo para evitar la fuga del personal, mareado por la explicación del misterio. Pues bien, hay otro tedio comparable en magnitud, el “taedium verbi politicorum democratiae”. Afortunadamente aquí no hay cerrojo que valga, presionamos el mando de la TV o pasamos, sin leerla, la página del periódico.
Este tema del tedio me trae a la memoria la pregunta de Sócrates a un ciudadano de si hay algún conciudadano en Atenas con el que hable menos que con su mujer. También está escrito el infinito aburrimiento de Ulises, el “polimetis” con Calipso. Y es que salvo algún caso de hechizamiento erótico de hombre o mujer, solo la palabra justa nos golpea y excita a devolver, solo ella puede iluminar al cuerpo como a un templo, borrando su mudez.
Volviendo a los rituales democráticos, hay que reconocer que se hallan en clara desventaja ante las iglesias. Y ello a pesar de que la palabra de la democracia en principio está libre del absurdo que golpea la palabra de Dios. Pero claro, están las catedrales, la belleza de las iglesias y pequeñas capillas, los conciertos de las campanas que como bandadas de pájaros sobrevuelan las casas del vecindario, la melopea incomprensible de las lenguas sagradas, los perfumes que se enroscan como serpientes en el aire que respiras, los cánticos de los coros, los órganos… No importa la hondura y firmeza de tu ateísmo. La atmósfera sagrada del templo te somete a vaivenes de zozobra. Por ejemplo, en una iglesia ortodoxa rusa, el canto en viejo eslavo por una tríada sacerdotal, el incienso que te envuelve. Todo eso explica, en gran parte, la supervivencia de las iglesias a través de los siglos. Eso y la desesperación y el miedo de tantos.
Visto lo cual, no se comprende el proceso de sustitución de las lenguas sagradas por las vernáculas en la liturgia cristiana. Desaparece el misterio, un lenguaje de orates queda al descubierto que nadie en su sano juicio puede aceptar.
Además creo que rezar en vernáculo es inútil. Los dioses conocen las viejas lenguas sagradas (latín, griego, eslavo eclesiástico, siríaco, geez, copto…) pero nunca han tenido ocasión de estudiar los vernáculos ni interés. Incluso pueden ofenderse por la oración en vulgar y castigar con lo que se quiere evitar. Yo, desde luego, si alguna vez me hallo en el caso de rezar, lo haré en latín, seguro de que mis faltas serán perdonadas. Pater noster qui est in caelis (y con la pronunciación clásica, no con la italo-opusdeista, chelis!!).
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2-2. Los Dioses y Semidioses antiguos, al igual que los héroes, existen con independencia de la fe que se tenga en ellos. Hace muchos siglos que nadie cree en Zeus o en Apolo, y se ignora lo histórico detrás de nombres como Perseo o Belerofonte. Su existencia no pertenece al ámbito de la creencia, es independiente de ella (en cuanto a los Dioses) y su historicidad (la de los héroes) es irrelevante, de la misma forma que lo es la de los altos personajes de la Literatura Universal, Antígona, Hamlet o Don Quijote. La pregunta por su realidad sublunar o en alturas celestes, más allá de la Luna, es inadecuada. Lo era incluso, pienso, en la Grecia Clásica o en la Roma Imperial para los mejores espíritus. El ámbito de su ser es el mismo que el del pasado histórico que sigue influyendo en nosotros. Lo que nos interesa y se halla en primer plano son las imágenes poderosas que genera y que nos llegan, multiplicadas en fuerza y en belleza por los sueños y emociones de las generaciones que se alimentan con ellas e ininterrumpidamente las recrean. La cascada del presente efímero se precipita con estruendo en el río, sin orilla y fondo, del pasado. Y después, generación tras generación, nos bañamos en las aguas de ese río, diferentes para cada uno, una muchedumbre inabarcable de ríos imaginarios, llenos de la luz y del resplandor que emiten todos los Dioses, héroes, seres de ficción, o históricos. Una luz que no cesa porque su fuente brota de lo permanente humano. Mitología, historia e imaginación se retroalimentan de modo constante y encienden nuevas luminarias en las aguas imaginadas del pasado que recrean siempre su geografía celeste.
Es esencial tener en cuenta que cualquier gran personaje o acontecimiento histórico es él y nuestros sueños en mezcla indescifrable, y por ello, con cada generación que pasa, entra más decididamente en la morada de la imagen, en la que establece las relaciones y amistades más impensadas con las imágenes de los siglos de la especie.
Por el contrario, el Dios (y sus familiares divinos y sus santos, sus ángeles y demonios) de las grandes religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam, mantiene una relación sustancial con la fe, con la creencia del fiel. Sólo en una atmósfera de fe es fértil ese Dios para proyectar imágenes fecundas para la acción, el pensamiento o el arte. Sin esa fe, el Dios se vuelve eunuco.
A diferencia de la mitología, siempre grávida de imágenes, embarazo que no condiciona la creencia, la historia sagrada nada dice, o dice muy poco, para quien la fe es una palabra vacía, y sin perjuicio de las grandes obras de arte, creadas por las imágenes nacidas de esa fe, por ejemplo la arquitectura sagrada. Precisamente una catedral solo pudo alzarse en un mundo de creencias sin fisuras y lo mismo es válido para la pintura o la escultura religiosa. En cambio la mitología sigue inspirando, siglo tras siglo, perdida ya la fe en los grandes Dioses antiguos, el nacimiento de obras y textos bellos que nos emocionan y también imágenes y modelos para la acción heroica, dimensión inmarcesible de lo humano y con un valor universal, que no tiene fronteras. Heroísmo que está clamorosamente ausente de la historia sagrada.
Al contemplar una obra de arte debida a la fe cristiana, el ajeno a esa fe no se encuentra en situación muy diferente al que contempla la selva de las imágenes soñadas por el artista de un tempo hindú: desconcierto frente a una teología encarnada que, más allá de su altura artística, no evoca algo universal, que de inmediato se apodera de uno y lo conmueve. Se siente la fuerza de las fronteras teológicas, la necesidad del pasaporte de la fe.
Lo mejor del arte negro y de los pueblos llamados primitivos es también independiente de la creencia y así entramos libremente en él.
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2-3. Visita a la catedral de Orense. Siempre observo con interés creciente cuando entro en las sombras de una catedral el sueño profundo de las figuras yacentes de prelados u otros religiosos o de personajes de la sociedad de su tiempo que cubren sus sarcófagos de piedra dispuestos en los muros de las naves o de las capillas y las lápidas que resumen los altos hechos, la dignidad de los oficios o la noble familia del difunto, hoy, en la mayoría de los casos, solo información para eruditos locales.
Con gran fe todos ellos cerraron sus párpados, pensando despertar en el paraíso. Resulta difícil imaginar la absoluta evidencia que ofrecía esa fe. Nunca se verán decepcionados pues su pétreo sueño no podrá ser destruido más que a golpes de martillo.
Me dirijo a los primeros bancos de la nave central, casi bajo la cúpula. Abrazo con la mirada la total arquitectura y, cada vez, la misma sensación, la de hallarme en el interior de algo inexplicable, no solo entonces, en la sociedad medieval, con la tecnología de su tiempo, sino incluso hoy, una maquinaria estelar, una nave que ha llegado de un largo viaje y ocupa un terreno abierto en el centro de la población. Inmediatamente será un templo para la incomprensión de las gentes que a lo largo de los siglos colonizan el espacio sagrado con tumbas, altares barrocos y verbenas de santos. Pero hoy ha llegado el día y me cabe la suerte feliz de presenciarlo. Las galerías que ciñen el interior del cimborrio se llenan de extrañas sombras que acarician placas y botones de piedra. Los vitrales se llenan de luz, sus rayos multicolores todo lo inundan, paredes, columnas, arcos, techumbre vibran suavemente al principio, después con mayor energía. El rosetón gira con potencia, de él brota una claridad inmensa, como un sol de mediodía. La piedra se agita, quiere romper las raíces seculares que la unen a la tierra, pero la fuerza de ésta parece resistir. Nada, sin embargo, puede ser obstáculo al vuelo de la piedra, en auxilio de la luz viene la música, música celeste que el órgano vierte generoso. La vibración aumenta, me pregunto si serán música y luz el combustible de la piedra. Finalmente la tierra renuncia y la catedral, vacilante, se alza en el aire. La hojarasca de los retablos barrocos, cruces y estatuaria religiosa, objetos del culto, púlpitos y confesionarios se derrumban y caen al pavimento, multiplicados en polvo y en fragmentos y una luminosa hermosura se ofrece desnuda.
Ya está la nave en la más profunda lejanía y se dirige, cumplida su finalidad, al mundo de su origen, a la amistad de las estrellas, y yo voy dentro o, vuelto silencio de piedra, en piadosa actitud de anhelar el cielo.
Finalizo en el pórtico de la gloria de la catedral. Una teología de piedra que dice la verdad de los espíritus de quienes lo alzaron, sin espacio para la corrosión de la duda. Esa fe veía en los órdenes y rangos verticales de las puertas sublunares el reflejo del orden celestial en el que reina el Pantocrátor.
Este pensamiento de correspondencia entre las esferas terrestre y cósmica es habitual fundamento en las más diversas culturas. Ciñéndonos a Roma, pensemos en el descenso del templo y en el ascenso del firmamento o en el Dios Terminus que garantizaba los términos o mojones de los propietarios rurales latinos, mojones que traducían límites geográficos de los cielos superiores. Por ello quien alteraba la disposición de un mojón alteraba límites divinos y sufría una terrible sanción, la de ser declarado “sacer esto”, es decir, consagrado a los dioses infernales, lo que implicaba que cualquiera podía ejecutarlo sin reproche penal o jurídico. Cuantas veces me ha llevado esto a pensar en los campesinos gallegos, en su frívola facilidad para remover los “marcos”, cuantos serían “sacer” y el número de los sacrificados al inframundo.
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2-4. La palabra fe en español es un cultismo o semicultismo que viene del latín fides. Fides encuentra su ámbito natural en la lengua jurídica de Roma, buena fe, lealtad, contratos de buena fe, respeto a la palabra dada. Fides, como fe en los Dioses, es un desarrollo propio del cristianismo y su testimonio no abunda en latín (Ernout).
La fe, entendida en sentido romano como buena fe, genera confianza en una relación o situación concreta. Confianza y seguridad. Este concepto romano de buena fe podemos aplicarlo a un ámbito filosófico o existencial que, es claro, no es el propio del mundo antiguo. Lealtad existencial, confianza en nuestra situación de arrojados a la existencia, confianza en la vida, en la vida mortal. Desde el ámbito de esta situación de confianza, confianza en la evolución biológica que condujo a la vida y, por ello, es una violación de la fides el miedo a la muerte, la angustia ante la muerte.
Para el cristianismo fe es fe en Dios y en la historia sagrada, transmitida por la tradición y que piensa palabra divina. Frente a la confianza en la vida (y en la vida de la especie en particular) la fe religiosa es una respuesta a la pérdida de la natural confianza en la vida humana y a la confusión e inquietud que resultan de esa pérdida de confianza. Por eso es absurdo hablar de perder la fe o carecer de fe. La ausencia de fe no es pérdida o carencia. Al contrario, la fe es la consecuencia de la pérdida de confianza. El creyente es alguien que perdió la natural confianza en la existencia y busca consuelo y solución a esa pérdida en una creencia que contemple su individualidad que anhela persistir. Por ello el creyente es un megalómano que coloca el momento efímero de su existencia directamente bajo la mirada de una divinidad, con la que pueda dialogar y ofrecerle adoración a cambio de una confusa eternidad.
Es cierto que, en muriendo, nadie se podrá sentir decepcionado, pero la fe, la droga de la fe, impide comprender cabalmente la vida, el estado de ebriedad al que induce la grandeza de la vida irrepetible.
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2-5. En el manuscrito que recoge el scivias (las visiones de la alemana Hildegard Von Bingen, S. XII) hay una figura, correspondiente a la undécima visión de la tercera parte. La iglesia en Imago Muliebris que nos ofrece al anticristo sólidamente instalado en el área genital de la iglesia (locum illum ubi mulier cognoscitur) y bajo forma de vagina dentata que muestra férreos ac horribeles dentes. Si en el manuscrito vuela, dejando libre a la iglesia, en la realidad histórica continúa allí donde la vio Hildegard, y con apetito creciente. Sigue siendo tarea pendiente para la iglesia lo de calcare caput dragonis.

2-6. Al igual que Cesáreo, el obispo de Arlés, antes mencionado, los curas de Sacapulas, Guatemala (s. XVII) doce siglos después, cerraban la iglesia para que los indios no escapasen de la misa.
Del libro Chilam Balam de Chumayel, redactado por mayas en español en el S. XVIII, sobre fuentes más tempranas. Extracto los siguientes párrafos que constituyen el envés del haz luminoso de las catedrales erigidas por los conquistadores: “La tristeza que entró a nosotros el cristianismo”, “anticristo sobre la tierra, puma de los pueblos, gato montés de los pueblos, chupador del pobre indio” (españoles, padres, caciques, maestros, fiscales), “creían que eran dioses, pero tal vez no lo eran”, “llegaron los hombres de Dios del Oriente, los que trajeron el dolor. Si no hubieran venido los hombres de Dios no habría despojos ni menosprecio de la sangre de los otros hombres, ni de las fuerzas de los humildes”.
3. DE LOS SUEÑOS
3-1. Habito el sueño como el lugar privilegiado donde se revela “el terrible lenguaje de lo oscuro”. Voces, rostros, escenas, tramas en su gran mayoría familiares, pero en una disposición extraña e inquietante que deforma aquella familiaridad inicial y la inserta en una gramática desconocida, la propia de la lengua de las sombras. Cierro los ojos cada noche con la esperanza de una invitación que me traslade desde la ciudad diurna a otra diferente donde quedaré sujeto al señorío de una gravitación nueva, la propia de la ciudad del sueño, la cual, si llamado, camino vacilante y sorprendido, inseguro, quizás con temor en la espera de lo distante impensado que irrumpe de repente y que te abraza con naturalidad como un reencuentro largo tiempo aplazado.
Dentro del continuo cambio de geografías algunos lugares permanecen obsesivos aunque con diferencias significativas que hacen que el agrado de lo conocido pierda su cordialidad. Crujen grietas en la arquitectura que habitas como costuras de un traje incómodo con las dimensiones que viste y por los descosidos fluye lo ignoto presentido por tu inquietud, un laberinto angustioso o un mar geométrico y profundo cuyo lomo negro respira a tus pies, a veces tumbas angostas con las sombras de sus accesos abiertos en las que hay cuerpos que se remueven para regalar espacio mientras, interrumpidos en su descanso, te observan. Y sientes claramente que eres esperado. Pero Eros está también presente en las esquinas de la noche y aguarda, bien dispuesto, tus pasos deseosos o se desvela, irresistible cuando no lo buscabas.
Al salir del sueño sabes que has sido interpelado. Todo te ha hablado con un decir que es ambiguo, como el de los oráculos antiguos, oscuro y por ello peligroso. Pero necesitamos la oscuridad. Sin una raíz oscura no alzan la piedra y el mármol su vuelo de columnas. Y no olvidemos (Lezama) “que si el hombre no tiene oscuro no puede tener iluminaciones”.
3-2. Vivimos y aprendemos en el sueño cada noche. Con placer expectante y también con respeto cierro los ojos y espero que la nave de los sueños con las velas de sus metáforas me arrastre a geografías que pueda navegar como Ulises, antes del regreso a Ítaca, más sabio y mejor caminante de los caminos de haz y envés, de vida y muerte que somos.
No siempre están abiertas las puertas del teatro de la noche. A veces no hay representación, quizá los accesos se hallaban cerrados y los actores no pudieron acudir o asistir a una función que no recuerdas, o sólo de un modo vago pues no estabas preparado para intervenir activamente. La conversación con lo oscuro es esencial para el hombre y grande es la pérdida por su ausencia.
Si durante el día te esfuerzas por recordar con mayor detalle las palabras nocturnas y las piensas con profunda atención, mayor será la frecuencia de las actuaciones de los sueños y su calidad y su difícil claridad, ya que lo oscuro, aunque pueda ser lo más pavoroso, es agradecido y corresponde a tu esfuerzo por facilitar su manifestación.
3-3. Pienso sobre el origen de las existencias y de las geografías que aparecen en mis sueños. Muchos son pensamientos e imágenes que pueblan mi memoria, desde sus profundidades abisales hasta la superficie luminosa de aguas invitadoras, pero una parte considerable es de procedencia extranjera, imagino una red que conecta los cerebros de las diferentes personas, una red de redes neuronales individuales que permite la transmisión de recuerdos y deseos de una persona a otra, bajo condiciones que no conocemos pero que se realizan continuamente. En su gran mayoría habitan las fosas marinas del mar del cerebro y la voluntad de la memoria no puede traerlas al recuerdo. Son los sueños el lugar único (o casi único) de su emergencia.
Esos rostros y paisajes, seres y construcciones extrañas que se mueven y se edifican en los sueños, son el fruto de la muchedumbre de pensamientos, deseos e imágenes que nos puebla, cualquiera sea su procedencia. En fértil intercambio se combinan entre ellos, se esfuerzan en emerger para persistir en el recuerdo y realizan una frenética actividad teatral con la representación de relatos en los que se estructuran para atraer nuestro interés con sus escenas oníricas y permanecer así accesibles a la memoria. Ninguno quiere residir, olvidado, en el nirvana de la inconsciencia, anhela generar y conmover, escuchar el aplauso de nuestra emoción que los vuelve peces de las aguas someras de la atención diurna. Con frecuencia no es posible esta transformación, o por las carencias de la pieza o del espectador pero siempre retornan a escena, con obras renovadas y ambiciosas hasta lograr el ascenso a la luz.
Esta noche, como cada noche, acudiré al teatro de los sueños, con la esperanza de ver sus luces encendidas y, en un instante, situado en el medio de la escena, actor yo también, ser arrastrado y sumergido por los remolinos de una corriente cuya gramática se ha forjado en lo oscuro.
Noche tras noche y año tras año se abren para mí, luminosas y sonrientes u oscuras y terribles, las puertas del teatro de los sueños. Siempre espero impaciente el comienzo de la melodía del lenguaje de las sombras. No es mucho lo que comprendo pero nada he olvidado de lo visto y escuchado, que pesa en mí con mayor peso que el de gran parte de lo vivido.
3-4. Un sueño. Desperté en la alta noche. Cuando esto ocurre, tengo dificultades para reanudar el sueño si permanezco en el mismo lugar, así que me levanté y fui hasta una pequeña sala donde, en los brazos de un cómodo sillón volví a dormir fácilmente. De repente, y no habían pasado más que minutos, como comprobé después en el reloj, alguien se sentó en mis rodillas y aproximó su rostro al mío. Después del inicial sobresalto, contemplé sereno las facciones de una vieja amiga, fallecida hace ya años y por la que nunca había sentido otra atracción que el cariño de la amistad. Manteniendo su cabeza junto a la mía, que sujetaba con ambas manos, dijo algo sobre una situación de fecha muy lejana. No sé a qué se refería, pero ella aprobaba mi comportamiento. Me besó y con fuerza abracé sus muslos que respondieron con dureza bajo mis manos. Sentí que la carne seguía siendo carne en la muerte. Al reacomodar nuestros cuerpos vi con asombro, pero sin temor, que no tenía vientre, como si sus piernas prolongaran directamente los costados y, entre ellas, presentaba un vacío, un enorme hueco de un negro intenso y de forma vagamente circular. Por él empezó a brotar una oleada de calor que subía rápidamente y que me envolvía sin molestarme. Al contrario, cuanto mayor la temperatura, más cómodo me sentía, era algo muy agradable, diferente a cualquier experiencia anterior, que invadía mi cuerpo por todos sus poros y orificios y lo dilataba como si cada órgano o cada parte del mismo, olvidadas la gravedad y la dependencia del conjunto quisiera flotar libremente y mostrar su particular belleza, de modo análogo al prisma que doblega la luz sobre su espejo y, desnudándola la abre en canal y deja que muestre libre su entraña de colores.
Un poco fuera de lugar, expresé mi sorpresa por una calidez tal en la muerte. Entonces una voz me hizo girar y vi sentado, majestuosamente obeso, con un cigarro entre los dientes al poeta Lezama cuya vivienda y tumba había visitado en La Habana. En realidad, lo recordé luego, la disposición de su aparición era una foto muy conocida. Sus palabras decían mientras ascendían entre las volutas de humo: “Es el Eros del vacío. Amígate confiado pues todo es cordial y sonriente en el camino”. La escena se borró de golpe al abrir los ojos. Respiraba agitado, abrazaba aún el aire, llamas diversas se fueron apagando en mi cuerpo con una lentitud que mantuvo vivas un tiempo las caricias de ese calor misterioso que parecía disolver mi forma en círculos de burbujas juguetonas. Así ocurre en la playa, pensé, con las arquitecturas de arena. Las olas cosquillean sus articulaciones y cada una que avanza aporta una disgregación mayor hasta la suave y tranquila desaparición.
Otro sueño. Durante años, después del fallecimiento de mi padre, tuve un sueño que volvía con frecuencia, siempre el mismo. Yo era un muchacho que caminaba la carretera que, ascendiendo, conduce de Mondoñedo a Villalba. Al alcanzar el lugar denominado “Os paredóns” veía a una furgoneta, subiendo detrás de mí, a gran velocidad. Ya la vez primera sabía que me buscaba y que quería darme alcance. Me adelantaba y con un gran ruido de frenos y chirridos, se detenía en la orilla de la carretera. Yo me acercaba y entonces se abrían las puertas traseras. Solo había un espacio con dos ataúdes, ambos vacíos. Después de un momento se oía una voz: “uno es para tu padre y el otro es para ti”. Luego despertaba. Así durante años, aunque para mí el significado estaba claro. De niño me gustaba pasear esa carretera que me alejaba de Mondoñedo. Me preguntaba por el mundo, pasadas aquellas curvas ascendentes entre montes, qué me ofrecería el futuro cuando dejase atrás a Mondoñedo que permanecería como olvidado, sepultado en los años de mi infancia. Pero el sueño, maestro, me enseñaba que mi padre y yo estábamos unidos a Mondoñedo, que jamás podríamos abandonarlo, siempre presente en nosotros y que el valle nos ofrecía su suelo nutricio para el reposo eterno de nuestro cuerpo o ceniza.
3-5. Recién apareció en mis sueños una conocida desde hace muchos años con la que me une trato afectuoso. Hace tiempo que no la veo por su baja laboral. Ni guapa ni fea, la hallé bellísima. Me saludó seria y en voz baja, como para no ser oída, me dijo: “padezco una enfermedad terminal, me preparo para morir en tres meses”. Quedé sorprendido y apesadumbrado. Para visitarla y ofrecerle consuelo, le pedí el teléfono. Me lo negó. “Pienso que la soledad es el aire del morir” añadió. Yo miraba sus brazos desnudos y no podía creer lo que me decía. Piel dorada, con tenue vello de espiga soleada. Ninguna huella de mal en su rostro, ojos de aguas verdosas, llenos de algas. Pensé el árbol de la vida, en la última maduración de sus frutos, llenos de sabor. ¡Los melocotones de la muerte!
4. PENSAR LA MUERTE
4-1. Leyendo sobre los dioses de la muerte en diversas culturas, me encuentro con Libitina, diosa de la muerte en Roma. De probable procedencia etrusca, me dice mi viejo amigo Ernout. En su templo de Roma se guardaba el material de pompas fúnebres. Libitinarius era el empleado o empresario funerario y el nombre acabó designando el lecho mortuorio y el lugar al que son conducidos los muertos, pero lo más notable, continúa Ernout, es la errónea etimología popular latina que puso en relación el nombre de la diosa con “lubet” o “libet” (tener ganas, de mihi libet, me place, me agrada), palabra que pertenece a una raíz indoeuropea, con abundante presencia en los dialectos: gótico, lubains (esperanza) eslavo (ruso: ljubov (amor) ja tebja ljubliú (te amo), o palabras, hoy internacionales, como libido y libidinoso. No es extraño que los latinos crearan una Venus, infernal sí, pero con la carga erótica propia de una afrodita.
Etimología, si bien equivocada, no por ello gratuita. Al contrario, responde a profundas necesidades humanas, pensar la inmensa soledad del morir como una escena de diálogo en la que sea posible una cierta compensación o incluso un afecto, que abra camino a la esperanza.
Todos recordamos “el séptimo sello” y la partida de ajedrez que Antonius Block (Max Von Sydow) juega con la muerte (Bengt Ekerot), una fina presencia, en cierto modo tranquilizadora. La ascensión final del monte entre la niebla con los accidentales compañeros de destino, entreabre puertas. Vemos más claramente a Venus infernal en el musical de Bob Fosse (all that jazz) la muerte aquí es una hermosa mujer (Jessica Lange) vestida de traje nupcial que se aproxima lentamente al protagonista a medida que éste va cesando en su frenético baile, hasta que domina la pantalla al sellar con sus labios los del agonizante en el momento en el que se detiene su corazón.
Sería hermoso que el final de la vida estuviera marcado por una partida de ajedrez con la muerte o por el abrazo de Libitina. Más allá de la belleza de imaginar de tal forma el final y que, como toda belleza, se justifica por sí misma, las ilusiones, si no las vemos como tales (y en su justo papel) nos impiden captar el significado del morir.
Hace muchos años, escribí un poema “Rota caja de música” del que extraigo algunos versos:
“La muerte la pensaba cuando joven
Como alguien que llamaba desde fuera,
Una diosa ebria de furor antiguo,
O muchacha inocente y homicida,
Quizá inflexible, triste caballero pero cortés en su terrible oficio.
Envejecí y sé que no hay llamada,
Ni voz sin voz, ni funesto lugar que aguarde deseoso mi llegada, nadie a quien decir ¿por qué? o espera! Nada. Mejor todo. Todo está en mí, fruto soy de la muerte que maduro”.
Y así es: el cuerpo que tanto amamos puede, en un súbito, transformarse en amenaza, monstruosa, incluso, que crece y se alimenta de sí mismo. Somos inevitable floración de muerte y no hay combates o amores infernales que nos den esperanza. Esta naturaleza “pavorosa” del cuerpo, aún en su plenitud de fuerza y hermosura la podemos experimentar, por ejemplo, en un laberinto de espejos, al ver multiplicada nuestra imagen. Al cabo de cierto tiempo se va desprendiendo algo parecido a una amenaza que fluye sin cesar de las mil miradas que nos observan fijamente e incluso sobra el laberinto, con un espejo es suficiente, pues un espejo es siempre mucho más que un espejo, en él podemos ver lo invisible para nosotros de nosotros mismos, nuestra cara oculta de la luna y su transparencia homicida aclara las grietas de la carne y provoca su hervor.
Borradas las ilusiones, sabido que somos planta de muerte, nos queda el más difícil aprendizaje, cesar en el esfuerzo por perseverar en lo heterogéneo, facilitar la disolución de la dureza de las formas y gozar de la dulzura de la disgregación.
Pensar la muerte, es decir, mi muerte. Tu muerte y la de los otros, conocidos y desconocidos y, en especial, la de los seres que amamos, exige otro modo de pensar.
Y al pensar mi muerte, tropiezo con Novalis. Me dice “Der tod ist eine selbstbesiegung” (la muerte es un triunfo, un triunfo sobre sí mismo). Lo comparto si lo dicho significa la aceptación de la muerte. Sí, esta aceptación es el máximo triunfo de la persona. Y añade que la vida es el comienzo de la muerte. Lo confirma Lezama Lima “empezamos a morir antes de morir”. No solo en el obvio sentido físico o biológico, sino porque la muerte es “forma vitae” está en el meollo de cualquier momento de nuestra existencia, nos configura esa posibilidad estructural de ausencia en un instante, de ahí la necesidad de ese aprendizaje de la cátedra de morir (o vivir). Y parte fundamental de ese aprendizaje es la eliminación de cualquier ilusión metafísica o religiosa, también de la más pálida y sombría, un hades o el “totensreich” de H. von Hofmannsthal, su reino de los muertos. Pero ello no excluye, antes exige que sobre la base puramente física de nuestra muerte, alcemos una construcción poética en cuyo seno florezca la aceptación. Como seres culturales, nuestra muerte es una construcción cultural, o, dicho de otra forma, con nuestra vida, como muerte en vida, componemos una sinfonía cuyos timbales abren la puerta al silencio.
Novalis, muerto a los veintinueve años, se preguntó: “ist denn das Weltall nicht in uns? In uns…die Ewigkeit, die Vergangenheit und Zukunft?” (No está el universo en nosotros,…la eternidad, el pasado, el futuro?). “¿No es el hombre completo un pequeño pueblo?”. “(Ein kleines Volk?)”. Tenemos el cosmos inconmensurable y también lo infinitamente pequeño. Pero si nos sumergimos en nuestro interior nos hallaremos en una insondable dimensión en la que flotan extrañas y mudables geometrías pobladas de voces tan numerosas que ni siquiera el propio yo conoce o puede dar cuenta de sus gentes y paisajes. Sí, somos un universo y un pueblo innumerable que solo se hace parcialmente visible al exterior, en una mínima parte, a través de la acción y del lenguaje.
Millones, miles de millones de universos constituimos la especie humana a través de los cuales ésta va expresando todas sus posibilidades, en un proceso inacabable, y a su vez la especie es uno de los instrumentos de conocimiento, de autoconocimiento de la materia que experimenta de esta forma todas las posibilidades. La consecuencia, que toda la historia humana, en su conjunto e individualmente, está justificada, desde el más espantoso mal a la acción más generosa y heroica. Todo lo experimenta y conoce la totalidad de que formamos parte (llámalo ser, si quieres) que experimenta y conoce por sus órganos humanos y no solo a través de ellos, ni siquiera de la manera más elevada.
Nosotros somos un momento de la especie que desaparecerá o evolucionará a otras, pero que sobrevive y se desarrolla a través de nuestras muertes y nacimientos individuales. Naveguemos, como Ulises, la experiencia de la especie y el océano interior y contemos luego lo que hemos visto.
El mismo Novalis escribe: “Aufhebung des Unterschieds zwischen Leben und Tod” (cancelación de la distinción entre la vida y muerte). Como dijimos antes, hay una tendencia humana muy fuerte a considerar la muerte en positivo, a otorgarle consistencia como algo exterior a nosotros, ajeno a nuestra vida, que desde fuera la amenaza. Incluso a imaginarla como un agente dotado de conciencia y voluntad, obediente a un mandato o necesidad superior con el cual, aunque inflexible, es posible el diálogo. La historia del arte, de la literatura o del cine lo muestra con claridad. El fundamento de esta actitud es obviamente psicológico, la búsqueda de una esperanza. Si la muerte viene y nos ve, si el resultado inevitable del encuentro no impide la conversación, algo se afirma tras la muerte, una luz de alba ilumina la posibilidad de un persistir de la sustancia individual, hay un lugar legítimo para la esperanza. Tenemos entonces la máxima distinción posible entre vida y muerte.
Pero si dejamos la imaginación y la fantasía y la belleza de sus obras en su terreno natural, el arte, advertimos que no hay un solo elemento positivo atribuible a la muerte, independientemente de la vida. Al hablar de muerte tenemos que distinguir dos significados: uno es banal: un accidente, un accidente nos siega abruptamente la vida. O en el curso de una enfermedad llega el momento final en que perdemos la consciencia antes de morir. Lo que queda visible para los demás es un cadáver (cosa mueble de naturaleza especial, según definen los juristas, materia inanimada en trance de descomposición. Este cadáver del que está ausente el yo preocupado no nos interesa.
El otro significado es el importante, el decisivo: El viejo “todos los hombres son mortales”, el saber sobre la certeza del morir, sobre la naturaleza finita de la vida. Moriremos aunque no sabemos cuándo. Siendo la vida estructuralmente mortal, vida y muerte coinciden, moriremos por el hecho de ser seres vivientes. La definición del ser viviente como mortal es la definición de la vida como el conjunto de los seres vivientes. No hay exterioridad alguna de la muerte, salvo la muerte como resultado, donde justamente no hay vida.
Pero es este saber de muerte de los humanos, de que inevitablemente los organismos de nuestro cuerpo desarrollarán procesos de enfermedad que aniquilarán nuestra vida, de nuestra ausencia de un futuro que continuará sin nosotros, extinguidos aquí y ahora con la transformación más radical que se puede pensar para una persona, la trasformación en cadáver, es este saber lo que nos ocupa y preocupa y nos angustia. Y también fuente de tanta belleza en la historia de la civilización, determinada decisivamente por aquel – pero esta ocupación con la certeza de morir y la angustia que origina dicha certeza tiene lugar en el ámbito de la vida, nos preocupa y angustia la vida tal como es, mortal, no es que la mortalidad amenace una vida indefinida desde la exterioridad. Esta posibilidad sería realmente angustiosa. Por el contrario produce consuelo y tranquilidad pensar que la vida es así, mortal y que preocuparse por la normalidad de la existencia es como preocuparse porque no hay elefantes sin trompa o porque estamos obligados a procesos de digestión.
La preocupación por morir se resuelve en la preocupación por vivir que implica la exigencia de estar a la altura de una vida única o, si se quiere, a la altura de la posibilidad de morir.
Exigencia ética y estética de ser dignos de vivir la vida en la que aparecimos contra toda probabilidad y a la que paulatinamente se abrió nuestra conciencia y, por ello, exigencia ética y estética de borrar la angustia del morir y de aceptar, con serenidad y sin reservas, la ausencia, lo cual solo es posible si convertimos nuestra vida en una melodía que, como toda melodía, exige un fin, en el que durante un instante, vibra el silencio.
Hace dos mil quinientos años escribió Anaxágoras (fragmento 21) “es difícil, mientras uno vive, tener una estatua de Kuros. Hay muchas razones para ello pero la decisiva, es que solo después de la muerte es posible la erección de una estatua al Kuros, al guerrero, que evidencie la autenticidad de su vida por el cabal ejercicio de la cátedra de morir que es el ejercicio de vivir.
“Graves y eternas son las hondas trivialidades de … morir” (Borges). Después de escribir las líneas anteriores, leo un poema de Kavafis, mejor dicho, una relectura de algo olvidado. En “El dios abandona a Antonio” se encuentran los siguientes versos que traduzco del neogriego: “Cuando de repente en la media noche oigas el cortejo invisible que pasa … no te lamentes sin esperanza, como un valiente, escucha con emoción, último placer, los acordes… y despídete de la Alejandría que pierdes”.
En el poema vemos la inminencia del morir como el final de la melodía de la vida, los últimos acordes, grandiosos, a la altura de lo que desaparece, “la Alejandría que pierdes”. No hay lugar para el miedo ni para la lamentación, indignos de la melodía de la vida, sino escuchar con redoblada atención, con emoción, este último goce que nos es dado. Este atento y conmovido escuchar no implica la desaparición de la inquietud que nos elaboró con barro. Según el mito que dice que los dioses nos entregaron a ella mientras vivamos, la inquietud es propia de los seres que tienen conciencia del reloj de su corazón. Al escuchar, como a cualquier actividad humana, pertenece el “ocuparse con” y la preocupación (griego “epimelia” alemán “Sorge” latín “cura”). En el amor, ante los estrellas de la noche, al pensar … sentimos goce e inquietud. También con la muerte. Y emoción. Una profunda emoción cuando antes de cerrar los ojos vemos Alejandría por última vez. Pero el miedo y la lamentación nos ensordecen y nos hacen perder la última belleza, el último placer. El miedo es antinatural, no es propio del barro, al que solo corresponde el agradecimiento. Como también son inhumanas las doctrinas que defienden la ataraxia, la total indiferencia y ausencia de emociones. Aunque se acote la actitud ante la muerte, es situarse, y es imposible, fuera de la vida.
En cuanto a la lamentación, “La lamentación sin esperanza” (Kavafis) si bien es un sinsentido para el que se asoma a su final, posee pleno significado ante la muerte ajena en general y de los que uno ama, en particular. Sufrimiento ante la ausencia que ensombrece nuestra particular Alejandría. Hasta los caballos inmortales de Aquiles, que no conocen la vejez ni la muerte, se conmueven ante el cuerpo sin vida de Patroclo, sacuden la cabeza, agitan las crines y golpean la tierra con sus herraduras, que suena como tambor fúnebre. Con emoción y belleza lo recuerda Kavafis.
Tan solo pidámosle a ese sufrimiento que sea fértil para la vida, que no se consuma en la amarga esterilidad.
4-2. Un verso de Petőfi Sándor, poeta y luchador por la libertad de Hungría contra los austríacos: “Egy gondolat bánt engemet, lassan hervadni el mint a virág” (un pensamiento me aflige, lentamente marchitarme como la flor).
No es, claro está, el pensamiento sobre la muerte lo que atormenta a Petőfi, quien el 15 de marzo de 1848 entona en las escaleras del Museo Nacional el “Nemzeti dál” (Himno Nacional) y muere en la más tierna juventud en el campo de batalla. Al contrario. Su poesía piensa los procesos de envejecimiento, de deterioro físico, con la paulatina disminución de las facultades físicas e intelectuales y los cuales cosifican al ser vivo volviendo gradual, en vez de abrupta, la aparición del cadáver. Si no es posible ejecutar la melodía de la vida con la dignidad que ésta exige, una decisión se impone, que es simultáneamente una decisión ética y estética: el suicidio romano, al que la desesperación o angustia es lo más ajeno, decisión adoptada con plena conciencia de lo que puede exigir la vida, que se vive como melodía, para salvaguardar la armonía final. Pues los procesos físicos que desembocan en la muerte pueden ser terribles entre los humanos, el ser “más pavoroso” también en este sentido, si no tiene lugar su interrupción.
R. M. Rilke se pregunta:
“Meinst du dann dass man sich sinken sieht? Nein.” (¿Piensas que uno ve cómo naufraga? ¡No!). Mi respuesta y mi deseo dice: ¡Sí! Con la excepción de una catástrofe repentina y total que te transforma en cosa. Pero un proceso tiene un inicio y la mirada que nos es más propia, una mirada como la del Auriga de Delfos y que es tarea principal de nuestra vida conquistar, nos abre la puerta del correcto decidir. En una de sus odas contempla Hölderlin un bosque de robles. Embriagado, poetiza: “Aber ihr, ihr Herrlichen! Steht, wie ein Volk von Titanen in der zahmeren Welt…” (pero vosotros, permanecéis majestuosos, como un pueblo de titanes en un mundo de mansedumbre…) Seguramente los titanes de la mitología griega dejaron genes suyos en nuestro ADN. Despertarlos, sacarlos de su sopor en el Tártaro. Con ellos al mando, desaparece la sombra acurrucada y el temblor, se impone la decisión que transforma el hundimiento en una escena que los dioses contemplan con interés, incluso con pasión.
Pero el peligro está siempre presente.
“All obscurity starts with a danger” (S. Plath). El peligro es el fruto de la decisión. Nuestro camino consiste en una serie indefinida de encrucijadas, cada una de las cuales exige decidir. Por ello vivir es habitar el peligro, mayor o menor según el calado del decidir, en estrecha relación con la calidad de la encrucijada. Cuanto más noble es la vida de la persona, mayor es el peligro y mayor la obscuridad a la que se abre. Quien vive ajeno al pensar poético (algo diferente del poeta y del poema) es ajeno al peligro y a la obscuridad, aunque consideremos ese alejamiento como una negación, una carencia de las más esenciales posibilidades de lo humano.
Una decisión ejecutada con autenticidad alumbra una elección que es siempre verdadera, aunque pueda ser errónea en el mundo práctico. Verdad poética y error práctico son, con frecuencia, las dos caras de la misma moneda.
Vacilamos ante las elecciones posibles, que decapitamos con la decisión, en un ámbito que es peligroso por la variedad que se nos ofrece, con el riesgo de una equivocación y el aumento de la obscuridad. Sin embargo, una decisión verdadera nos regala un relámpago de luz que nos deja ver la siguiente encrucijada y de nuevo el peligro y la obscuridad, siempre en aumento, con la progresiva ampliación del horizonte de la decisión que tiene lugar en la evolución de una vida que vive poéticamente.
La serena aceptación de la muerte, de su posibilidad anidada en el núcleo esencial de la vida es el instante del mayor peligro y de mayor obscuridad, y nuestra vida puede naufragar en ellos de modo irreversible si la decisión equivocada poéticamente coincide con el momento de la muerte física. Pero si esa aceptación, poética aceptación, tiene lugar, toda nuestra vida se ve iluminada por una claridad que la justifica, aunque esa claridad de aurora solo sea visible en nuestra conciencia que se desvanece en un resplandor, y, en parte, para las personas amadas. Ejemplo y cátedra de muerte cuya memoria sea luz en su camino.
QUINTA PARTE
- ANALECTA DEL PARAÍSO
(TEXTOS Y SUCESOS DE LA CIUDAD PARADISÍACA)
1. Del “El maestro y margarita” (Mijail Bulgákov) “tu novela fue leída -empezó a decir Woland, volviéndose hacia el Maestro- y solo dijeron que, por desgracia, está inacabada. Por eso quería mostrarle a su héroe. Hace unos dos mil años que está en este terreno y duerme, pero cuando aparece la luna llena, como ve, lo tortura el insomnio. Y no solo a él, sino a su fiel guardián, el perro… Dice… Siempre la misma cosa. Dice que ni siquiera a la luz de la luna hay reposo para él… Eso es lo que dice siempre… Y al dormir ve siempre lo mismo: un sendero de luna a lo largo del cual quiere andar y hablar con el prisionero Ga-notsri, porque, según afirma, no terminó de decirle algo entonces, hace mucho tiempo, en el décimo cuarto del mes de primavera de Nisán. Pero, ¡ay! Por alguna razón no puede tomar ese sendero, y nadie va a verle… Odia su inmortalidad y su fama inaudita… Aquí Woland se volvió de nuevo hacia el Maestro y dijo: “¡Bien, ahora puede completar su novela con una frase!”… El Maestro… gritó… “¡Eres libre!, ¡eres libre!, ¡él te espera!”… Sobre el negro abismo en el que los muros se habían hundido se iluminó una ciudad sin límites… Situada sobre un jardín que había crecido frondoso y exuberante a lo largo de miles de esas lunas. Directamente hasta este jardín llegaba el sendero de luna tan esperado por el procurador, y el primero en echar a correr por él fue el perro de orejas puntiagudas. El hombre con la capa blanca de forro color sangre se levantó del sillón y gritó algo con voz ronca y entrecortada… Se vio solo que había seguido a su fiel guardián, y que él también corría por el sendero de luna… Empieza a caminar por él hacia la luna. A su lado camina un joven con un quitón andrajoso y la cara desfigurada. Mientras andan con ardor… Sigue subiendo cada vez más hacia la luna, atrayendo a su compañero. Los sigue un gigantesco perro de orejas puntiagudas, tranquilo y majestuoso. Entonces el camino de luna hierve, y de él empieza a brotar un río lunar que se derrama en todas direcciones… En el torrente de luz una mujer de inconmensurable belleza toma forma… Se acerca a Iván y le dice… “Todo terminó y todo termina… Y le voy a besar en la frente y todo le irá como debe ser” (traducción del ruso de Marta Rebón).
Entre un suceso dramático de la historia y la eternidad, un texto literario abre un portal al paraíso. Aunque leído fuera del tiempo, un ritual incompleto no puede surtir efecto. Es preciso que el Maestro lo complete. Con sus frases exhortativas, el texto finaliza y ante la puerta abierta aparece un sendero a la ciudad celeste por el que ascienden el procurador y Ga-Notsri ya libres de lo histórico. ¡Qué maravilloso destino de un texto literario! Cancelación (Aufhebung) de la historia en el plano superior de lo celeste fuera del tiempo, donde todo se reconcilia y pacifica con su fin.
“Escucha la ausencia de ruido” decía Margarita al Maestro y la arena crujía bajo sus pies desnudos. “Escucha y disfruta de lo que nunca se te dio en vida, el silencio. Mira, ahí delante está tu casa eterna, la que te han dado en recompensa… Yo velaré tu sueño…”. Alguien estaba poniendo en libertad al Maestro, así como él acababa de liberar al héroe que había creado… El cruel quinto procurador de Judea, el caballero Poncio Pilato.
1-2. Don Quijote: “Quizá por no ser armados caballeros como yo lo soy, no tendrán que ver con vuestras mercedes los encantamientos de este lugar y tendrán los entendimientos libres y podrán juzgar de las cosas, de este castillo como ellas son real y verdaderamente y no como a mí me pareció”.
Bacía de barbero o yelmo de Mambrino: “Mira Sancho… que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo”… “Todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos. Y que son todas hechas al revés. Y no porque ello sea así sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos y así, eso que a ti te parece bacía de barbero, lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino”.
“Siempre con imaginación que no podía faltar por aquellas malezas alguna aventura”.
Ser armado caballero simboliza entrar en la imagen, asumir la imagen como destino. Los que permanecen en la comodidad de lo sucesivo histórico no se ven afectados por “los encantamientos de este lugar”. Es decir, por la gravitación de la imagen. Esa “caterva de encantadores” que mudan y truecan son los tropos, principalmente la metáfora, que con el resultado de la imagen transforman la realidad. Como la imagen no se puede alcanzar sino es partiendo de formas sensibles los “Sanchos” que las habitan no ven en lo poético más que quimeras en el mejor de los casos. Y simplemente no perciben la nueva geografía de las viejas malezas. (Me parece oportuno recordar el deseo que A. Cunqueiro expresó en alguna parte, de que D. Quijote fuese nombrado patrón de la espeleología española por su descenso a la cueva de Montesinos. Y yo añadiría, de los arqueólogos españoles, por su decisión de sumergirse en el lago de Pez hirviente para descubrir las maravillas albergadas en su seno.
1-3. Pedro Salinas:
“Paraísos claros o tenebrosos paraísos.
El paraíso está debajo
de todo lo supuesto, lo sabemos”.
“El arribo a las costas celestiales,
Paraíso sin lugar, isla sin mapa”.
“El río seguro canta
Los imposibles posibles,
Tan trémulos como cañas
En la orilla.”
1-4. Uno de los protectores del taoísmo, que recorre el mundo para convertir y salvar a los hombres, montaba un asno blanco. Cuando no lo utilizaba, lo doblaba como hoja de papel y lo guardaba en un cofrecito.
1-5. El púgil Damarco, arcadio de Parrasia, vencedor en Olimpia, se transformó en lobo en el sacrificio de Zeus Liceo y, pasados diez años, volvió a ser hombre.
1-6. En el S. VII n.e., al final de la vida del eminente monje Dao Xuan, venían los dioses continuamente a visitarlo y a conversar con él.
1-7. Hacia el 533 n.e., un peregrino encontró el Paraíso o tierra pura de Amitabha en Occidente, en la frontera de lo que hoy es el Turkestán chino.
1-8. Los Shvar (amazonia ecuatoperuana) dan al recién nacido la ayahuasca o yajé para que aprendan a distinguir el mundo físico del mundo de las visiones que aquella les proporciona y que es el real. La visión crea su mundo. Habitan ellos en la imagen.
1-9. Pao.Chu.I vio florecer un ciruelo en el quinto día de la segunda luna. Y en hermosos caracteres nació el siguiente verso: “Un abanico de seda para la sonrisa de un anciano”.
1-10. En Acaya lanzan sus naturales al mar pasteles a fin de que el río Alfeo, que fluye sumergido a Sicilia, los entregue a su amada la fuente Aretusa.
1-11. En la misma Acaya, se busca en el mar por arqueólogos submarinistas alemanes la hoz que arrojó desde el promontorio Drépano Cronos y con la que mutiló a su padre Urano. Hecho recordado en el nombre del promontorio.
1-12. Una mula parió un potrillo en Venecia en 1527. Otra, en 1762, en Valencia. Pero ya en Babilonia, en la sublevación contra Darío o Jerjes (521 o 478 a.n.e.) también parió la mula de Zópiro, lo que tuvo consecuencias decisivas en la victoria persa. Lo cuenta Herodoto.
1-13. Recientemente fue vista en la Élide Afrodita. Se hallaba sentada sobre un macho cabrío y con el pie sobre una tortuga.
1-14. Fuentes de Grecia.
Fuente en el Ténaro que hacía ver puertas y naves a quienes miraban sus aguas. Se acabaron estas visiones cuando una mujer lavó en sus aguas ropa sucia.
Fuente Cianeas en Licia. Si uno mira su agua, contempla todo lo que desea.
Fuente Castalia. Proporciona inspiración sagrada a los poetas cuando beben de sus aguas.
Fuente Cassotis, en Delfos, alimentada por el río Infernal Styx. Su agua permite adivinar y recibir mensajes de los muertos. De ella bebía la Pitia.
Fuente del lago Mnemosyne, cerca de la habitación de Hades. Muy apreciada por los Órficos.
Fuente Lusos en Arcadia. Su agua hace aborrecer el vino. Muy visitada por los obligados a prescindir del alcohol.
Fuente Estigia, hija de océano y esposa del titán Palante. Causa el fallecimiento de todo ser vivo que apaga la sed con su agua.
Pozo en Potnia, Tebas. Las yeguas que allí beben, enloquecen.
En las Cícladas, en Andros, el santuario de Dionisio se transforma en fuente de vino. Es preciso beberlo en el lugar, de lo contrario se vuelve agua.
La fuente Lethé, al contrario que la Mnemosyne, borra el recuerdo del pasado.
Fuera de Grecia, hay una fuente que compite con todas las helenas y que se halla en Escandinavia. Es la fuente enterrada al pie del árbol Igdrassil, que nace en la cabeza decapitada del gigante Mimir. Ella es la fuente de todo saber.
1-15. “Muchas cosas se pueden ver en Grecia y muchas son las maravillas que pueden ser oídas”. Pausanias, Libro V.
No hay mejores palabras para introducir una reflexión sobre la geografía mítica griega.
Al comienzo de los tiempos, en eras más allá del actual tiempo histórico, Grecia conoció una geografía paradisíaca. Desde que el caos comenzó a parir, lo imposible devino posible en tierra Helena. Una era imaginaria la abarcó en su integridad, inamovible. Toda aproximación de cosas y seres, todo acoplamiento devino fértil, linajes de las genealogías más contradictorias hicieron su aparición. Un denso entrelazamiento unía y unificaba lo existente, invalidando la distinción animado/inanimado, en una red de parentesco generalizado.
Aparentemente este paraíso se ha desvanecido y su memoria se conserva tan solo en textos paradisíacos que nos muestran y señalan las huellas que se conservan en el suelo de Grecia, de una riqueza y de un poder de evocación incomparables. Si viajas a Tebas, en Beocia, en un breve espacio geográfico, te indicarán, y podrás verlos, cosas y lugares decisivos para los seres humanos. Sin pretensión, imposible, de agotar lo contemplado: el sepulcro de Mardonio, la roca de Acteón desde donde observó el baño de Ártemis, el Citerón, donde Penteo fue despedazado por su madre Ágave, el lugar de exposición de Edipo, el camino de esquiste en el que Edipo mató a su padre, el lugar donde sembró Cadmo a los espartos, la cámara nupcial de Anfitrión y Alcmena. Allí dobló la vaca blanca de Cadmo su rodilla, allá la piedra sofronista (que refrena) lanzada por Atenea a Heracles. El tálamo de Semele donde Zeus escondió a Europa. Están a la vista la ceniza de la pira de los hijos de Anfión y Níobe, la fuente Edipodia en la que lavó Edipo la sangre del asesinato de su padre, las tumbas de Héctor y de Tiresias y las de los gigantes escaladores celestes, Otón y Efialtes (en Beocia). Cerca de Tebas, el lugar donde Hera amamantó a Heracles, la fuente de Narciso en Tespias, el punto de partida del vuelo del carnero de lanas de oro con Frixo y Hele en su lomo. La tumba de Hesíodo y la tumba de Layo y su criado Polifonte.
Si el viajero mira hacia el monte Helion verá la morada de las musas y el rumor de sus cantos, en procesión camino del Olimpo, hacia su padre Zeus. Y si visita el Citerón, cadena montañosa que delimita la frontera de Beocia, hallará la morada de las vengativas Erinias.
¿Volverá este paraíso? ¿Volverán los dioses y los héroes? ¿Los ríos y árboles capaces de engendrar? Ɵeωrós es en griego aquel enviado a consultar un oráculo, porque es capaz de Ɵeωría, de contemplación. En su conjunto, la humanidad actual es incapaz de contemplar, es “tuerta para el misterio” (Claudio Rodríguez). Por ello los dioses y los héroes seguirán esperando, dormidos gigantes y titanes, ocultos los poderes genesíacos de ríos y fuentes. Pero a alguien, en algún lugar, como a Dao Xuan podrán, quizá, visitarlo los dioses. Aunque el cuerpo de Orfeo está enterrado en la ladera del monte Olimpo, su cabeza sigue profetizando en la isla de Lesbos. Consultado, responderá, si la abertura original, el caos, sigue fértil.
1-16. Un viejo texto cuenta una terrible historia de amor.
Zeus, dormido, vertió semen en la tierra, lo que originó el nacimiento de un demonio, Agdistis, con órganos sexuales masculinos y femeninos. Los dioses le cortaron los órganos masculinos y de la sangre vertida nació un almendro con fruto en sazón. Lo comió una hija del río Sangario y quedó embarazada, dando luz a Atis, de belleza sobre humana. Agdistis se enamoró de Atis. Más tarde cuando Atis se casaba con la hija del rey de Perinunte se presentó Agdistis. Locura de Atis que se cortó sus órganos sexuales y murió desangrado. Agdistis logró de Zeus que no se corrompiese ni pudriese parte alguna del cuerpo de Atis.
(¿Cómo puede haber corrupción en el reino de la imagen?)
Atis era bisnieto de Zeus y nieto de Agdistis. Este era hijo de Zeus y abuelo de Atis. Un excelente ejemplo de esta red de parentesco que todo lo enlaza.
1-17. La muerte como portal hacia otros paraísos.
La arcadia de los poetas.
Un autor enumera las diferentes posibilidades de que disponían los antiguos para evitar el destino común que es el morir y el ingreso en el Hades. Las estudio atentamente por si me son de aplicación. Deshecho inmediatamente la de los Campos Elíseos pues no tengo parentesco de afinidad con los dioses, como Menelao, yerno del padre de los dioses por su matrimonio con Helena.
Olvido la vía del Olimpo, ante la falta de una hermosura que me permita albergar esperanzas de ser raptado, tal Ganímedes, por Zeus enajenado. Por otra parte, no parece muy atractivo un eterno oficio de copero.
Más accesible parece la opción de las Islas Bienaventuradas, reservadas a los héroes y a los hombres piadosos. Sin embargo, y aunque tengo por segura la dignidad de mi comportamiento si a mí, hombre de libros, la muerte, como en el verso de Borges, “me buscara a campo abierto”, es probable que el héroe homérico no me reconocería como su igual e incluso, protestaría por mi presencia. Yo tampoco me sentiría cómodo con su compañía y sus agones. En lo que atañe a la piedad, para con los dioses, no sé lo que es y solo me atrae su belleza resplandeciente.
Queda la Arcadia feliz, reservada a los poetas:
Modestamente confío en la calidad de mis poemas que me permita la entrada en ese país de música. Descansaré en la yerba mientras observo a los bueyes del sol escogiendo el pasto más sabroso y como de la flauta de Pan nacen serpientes del aire. Espero, en el calor del mediodía, la visita al arroyo cercano de alguna diosa o ninfa, aunque también sería suficiente el baño de una pastora. Una duda me asalta ¿una eternidad de armonía? Pronto, quizás, desearía menos vida que una sombra en el hades, ser sombra de sombra, fugitivo brillo que vacila, nada.
1-18. Ignorancia y eternidad
En la vida cotidiana, una fuente constante de sufrimiento es tropezar con la ignorancia ajena. No me refiero a la ignorancia de un saber concreto sino a la carencia de algo fundamental, por ejemplo, del panorama que se alcanza cuando con esfuerzo y pasión se llega a una altura y al que se renuncia por pereza o insensibilidad. La palabra latina “mediocre” lo expresa muy bien: el que se halla a la mitad de la pendiente de un monte y no tiene fuerzas o ganas para seguir hasta la cumbre.
En la geografía funeraria egipcia del imperio medio hay puertas guardadas por demonios cuyo nombre significa “el que rechaza a los ignorantes”, es decir, las puertas del más allá están cerradas a los ignorantes.
El paraíso cristiano, con su criterio democrático de admitir a todos los arrepentidos, resucitados “con los mejores cuerpos y almas” que tuvieron, resulta insoportable, imaginemos millones de tontos, en el momento más hermoso de su ignorancia, tropezando eternamente contigo.
Pero la materia es más sabia que nuestras mitologías, ni un paraíso de sabios ni otro de eternas muchedumbres, ni la injusticia del primero ni el infierno del último. Disolución.
Y experimentemos y conozcamos nuestra muerte, sabiendo que en ese proceso contribuimos a enriquecer la materia. Si lo consideramos adecuadamente, la aceptación del morir, es una posibilidad de indecible belleza que nos arroja al éxtasis, “el éxtasis de participar en lo homogéneo”, palabra de Lezama.
1-19. Paraísos de la infancia.
Mientras bebo un café enriquecido con un poco de brandi, un café “corretto” según la justa expresión italiana, veo la hermosa caja de música que vino a mí desde el siglo XIX a través de las generaciones familiares. Vuelan lentamente las notas de rigodones, polcas y habaneras aunque es claramente audible un leve chirrido metálico de fatiga. Los años también pasan para los cuerpos mecánicos. De repente recuerdo un fragmento de Novalis: “Jeder gelibte Gegenstand ist der mittelpunkt einer Paradise” (en todo objeto amado se encuentra el centro de un paraíso). Este paraíso lo recuerdo claro cuando lo habitaba niño, bajo los ojos brillantes de mi madre. Pero ya entonces la música de esta caja me llenaba de melancolía, me impulsaba a un gran río que arrastraba épocas y horizontes diferentes, rostros, sonrisas y lamentos que conformaron escenas vivas, hacia el olvido, incluso mi propio mundo era golpeado por el agua caudalosa. Tenía yo tres tías que en la guerra francoprusiana eran jóvenes de unos doce a quince años. Lúcidas y con toda su memoria, sus relatos me hicieron vivir unos tiempos muy anteriores. Fácilmente imaginaba la vida cotidiana de épocas pasadas con sus horizontes irrepetibles, las veía como escenas teatrales sustituidas “fatal y babilónicamente” por otras, siempre así, precipitándose, silenciosas o alborotadas por la cascada de la nada. Creo que la melancolía, serena melancolía es el estado de ánimo propio del humano que presta atención, y, también, que es deber sagrado de la especie recordar, alzar una arquitectura, puede ser de fragmentos, pero vivos, por los que circule la sangre, una geografía coloreada en la que florezcan los hermosos rostros y cosas que fueron, y ese deber incumbe a todos, y no solo y en primer lugar, a sabios, artistas, escritores y poetas.
Recordar, por supuesto, no tiene nada que ver con la actual obsesión de archivar y de fotografiar, vocación y trabajo de sepultureros.
1-20. Notas.
Fórmula inicial de un cuento que situa al oyente en una situación paradisíaca, en la que todo es posible. En los ejemplos de hoy, el esquema de la fórmula consiste en una afirmación y una negación contrapuestas, seguidas de una afirmación final. La afirmación/negación inicial indica con claridad que abrimos un espacio diferente del de la realidad.
Kryz (lengua caucásica del Daguestán): sa.r ya’ni, sa.r da.r ni, sa.b kum yaˀuni (había una vez, no había una vez, una aldea había).
Húngaro (lengua finougria): hol volt, hol nem volt, volt egyzer (donde había, donde no había, había una vez).
También pueden ser fórmulas de lejanía o de toponimia imposible, como el mismo húngaro:
“A tengeren túl
As üveg hegyeken innen volt egyzer.”
(Más allá del mar,
Del lado de los montes de cristal, había una vez).
El finés como el español emplea una fórmula sencilla: oli.va kerran (había una vez). Expresión fijada y que pronunciada se entiende como apertura de un espacio de fantasía. Los cierres de ese espacio varían desde el complejo español (“y fueron felices y comieron perdices” o “colorín colorado, este cuento se ha acabado”) hasta el sobrio finés “sen pituinen se” (esto así de largo, es decir, se acabó).
2. TULE
Tule, la isla montañosa, lejana y evocadora de misteriosas resonancias. Para quien la busca, navegando las aguas o los antiguos libros, es una geografía que oscila entre la realidad histórica y el mito, participando de una y otro en desigual medida según la fuente.
Para comenzar nuestra navegación particular, nada más oportuno que inflar las velas con el viento, siempre favorable de la poesía y para ello escogemos un poema de X. López Valcárcel y unos versos de P. Salinas. Magnífico doble pórtico para el viaje a la inquietante Tule.
Poema de X. L. Valcárcel:
“Rompendo o círculo iremos ao país dos samis,
A escuridade perenne iluminarase tinguida de verde,
De amarelo, de lila tinguida
De vermello, envolvéndonos un veo de rosada,
Ou de sea,
Tan alto.
Pero nós seguiremos incansábeis, sen deternos,
Cara ao norte, máis ao norte sempre
Cara Ívalo e a lagoa de Inari.
Pouco importa se chegamos ou non”
Versos de Pedro Salinas:
“Los mapas falsos,
Trastornando las sombras,
Juegan a nuestra pérdida
Entre riesgos sin faro”.
Y “Las tierras más remotas,
Con colores azules,
Verdes prosas entregan
Su secreto en los mapas”.
Así dispuesta nuestra nave comencemos el recorrido de las antiguas fuentes y crónicas.
Estrabón (geografía libro IV).
“Más confusa aún es nuestra información de Tule. La situan en la punta más septentrional de las regiones a que se da un nombre”. Rechazada por Polibio la realidad física de Tule, Estrabón no encuentra pruebas de su existencia.
Píteas de Massalia, en su periplo, llegó, dice, a Tule. Considerada por él como la más septentrional de las islas británicas, a 46.400 estadios del Ecuador, a seis días de navegación del norte de Britania (lo que corresponde a la latitud de Islandia). Píteas fijó la latitud de Tule en el grado 63, que Eratóstenes corrigió en el 66.
Se cree que Píteas no pasó de las islas Shetland y que tuvo información de los nativos sobre Tule (Islandia, costa Noruega). Se piensa también en un uso vago y amplio de Tule como el nombre de la tierra más al norte, un uso semejante al de Escitia o Etiopía en las fuentes antiguas.
Píteas emplea una metáfora para describir la atmósfera general de Tule, una mezcla grisácea de tierra, mar y aire, Pleumωn (pulmón, sobre todo en plural, de ahí medusa, el pulmón como órgano que flota en el agua), y habla de unas aguas marinas coaguladas (por la congelación).
La gente de Tule se alimenta, según Píteas, de mijo, frutas y raíces.
Avieno (descripción del orbe terrestre): “Si se hace una larga singladura en nave veloz por la superficie marmórea del mar y se pone proa a todo trapo hacia las lejanas osas licaonias, se halla Tule que emerge con su inmensa cumbre. Aquí, cuando el fuego de Febo alcanza los carros situados en el polo, la rueda del sol naciente arde por la noche en un ascua permanente y la noche rivaliza en aportar la misma claridad que el día, pues el sol se desplaza girando por el eje del universo en sentido oblicuo y al declinar, muy próximo a la región de poniente proyecta sus rayos directamente encima, hasta que el noto reciba de nuevo el tiro solar, jadeante después de haber recorrido el cielo”.
Herodoto (L. IV, 25 y LIII, 115): “Sobre los límites occidentales de Europa no puedo hablar a ciencia cierta… Ni tengo noticias de la verdadera existencia de unas islas Casitérides… No he podido escuchar de labios de ningún testigo ocular que los confines occidentales de Europa estén constituidos por un mar”. “Sin embargo, nadie sabe hablar con conocimiento de causa de lo que hay más allá” [más al norte] “pues elevadas montañas, de imposible acceso, cortan toda ruta y nadie puede franquearlas” (para Herodoto, Europa y el norte de Asia se confunden). “Por lo que a Europa se refiere, (LIV, 45) es evidente que nadie conoce si, por el este y por el norte, se halla rodeada de agua”.
Cunqueiro (Álvaro). Mucho más tardías son las informaciones transmitidas en los fragmentos geográficos de A. Cunqueiro, caracterizados por el tratamiento fantástico de la incógnita de Tule, tratamiento en parte recogido de fuentes medievales.
- En Merlín y familia nos informa que el reino hiperbóreo de Tulé es la tierra última, después de la calzada de los gigantes. Tierra abundante en médicos. Allí estaba prisionera la hija de Doña Carolina (reina del pueblo Pigmeo) que fuera a Tule a aprender bordado y dulce de almendra. En la isla gobernaba como regente Miss Spinelle, veleidosa fémina y cuyo lecho fue deshecho por todos los almirantes ingleses. Nos dice también que el sello real de Tulé es un cuervo en una dorna y las armas las lises de Francia que le vienen a aquella familia por una tía segunda que tuvo un hijo de un francés, náufrago frente a la isla.
La moneda es de ámbar y electrón ya que allí el oro no tiene más aprecio entre ellos que entre nosotros el hierro.
- En Reino da Chuvia. “Yo he coleccionado durante algún tiempo noticias de Tule”. “Desde la última Tule” seenquiana hasta “Lo roi Thulē” de Gerardo de Narval. Parece que había en ella viñas y olivos, pese a la hiperbórea condición de la isla “a siete noches de Irlanda que dice un mapa mallorquín del siglo XV, y panteras y leones… historias que aseguran que allí reinaban grandes y pacíficos señores, longevos y noblemente barbados en plata, y siempre melancólicos. No se es en balde el rey de la última tierra al borde del abismo y el torbellino negro y sonoro de las aguas. Ignoro si sigue existiendo Tule y, si existe, si hay allí, ya, primavera”.
Otras noticias cunqueirianas aparecen en la Crónica de Miguel Somovilla. “Al pasar de los años”, pág. 261: “Tierras que fueron. De incógnita nación las gentes que la poblaban, Thule pacía el mar con sus golfos, más allá del estaño y de Ivernia, pasados los estrechos de Albión. En el corazón del mar helado era la fuente del amor… Un libre lugar desenfrenado donde la sangre desconcertaba, cada día, el corazón de los hombres, y el corazón alborozaba, cada hora, la sangre de las mujeres. Mal lugar Thule, porque era riquísimo. Ni San Patricio, que bajó a los infiernos, logró predicar en sus plazas ni San Balandrán pudo levantar iglesia en sus collados. A Thule no llegó cristiano. Se veía la tierra amenazar el horizonte, lejos, bajo mantel de oscuras nubes, de vez en veces corrían… noticias, que pasaban a la Bretaña y a Francia… Un relato oído en una posada bretona… El reino de Thule… Sin que haya otro camino para llegar a él que el mismísimo infierno… Thule reino de gentes de desconocida nación”. Otra noticia cunqueiriana, que aparece en La crónica de Luján, págs. 158 y siguientes: “Grandes ballenas, como islas oscuras, navegaban al lado de las naves y los pilotos escuchaban el fragor de las aguas en los grandes abismos que creían ponían término al océano en el oeste, al norte estaba el mar de la última Tule con sus noches y días semestrales. Alguien vio, alguna vez, en víspera de tempestad, una hoguera en el extremo boreal. La habían encendido los de Tule para calentar la sangre de los vientos boreales… Desde Bares se veía la hoguera de Tule”.
Noticias las cunqueirianas, en gran parte, aparentemente contradictorias. Y digo aparentemente ya que el propio escritor aclaró “Todo es posible en los caminos que no tienen principio ni fin… El camino es una parte esencial del misterio”. Geografía, pues, paradisíaca en la que Tule, envuelta en velos, cada vez que los aparta, nos ofrece una configuración o fasquía diferente que espolea a nuestra imaginación y alimenta nuestros sueños.
Examinadas las viejas fuentes y crónicas parece oportuno acudir a la lingüística histórica para examinar qué huellas en protolenguas reconstruidas o en las lenguas actuales se encuentran de la base Tule y qué relación mantienen con las características de lejanía y de tierra montañosa de la isla Tule.
A. Bonhard, en su obra sobre el nostrático, recoge tres raíces: nº 165 ˟tнa/Ձly (1 to stretch, spread, extend; extended, broad. 2 to endure, suffer, bear).
Nº 164 ˟tнa/Ձl (head, top, end).
Nº 187 ˟tнu/ol (to lift, to raise; to pile up, to stack in a heap; hill, maund, stack, heap).
Dolgopolsky (base 2.268) ˟tulİ (tip, sprout, something protruding, summit).
Según Bonhard el indoeuropeo (pie) confundió dos bases nostráticas, 165 y 187 (˟tнa/Ձly y ˟tu/ol) en pie ˟tнe/ol, tнḷ (to lift, to raise, to pile up; hill, maund, heap). De la base nº 165 altaico ˟tнaly (any flat level or open surface or space).
De la base nº 187, pie ˟tнul/tнl (secondary full grade forms ˟tнel, tнol (to lift, to raise)). Vemos que los significados de estas bases nostráticas reconstruidas y de sus familias (altaico, pie…) son: estirar, extender, desplegar, soportar, levantar, alzar, amontonar, apilar, montón, colina, cerro, llanura o superficie abierta, espacio, …
Significados que se mantienen en las lenguas históricas con otros nuevos por derivación semántica.
Antes de entrar en el examen de estas últimas, recordemos que, según las fuentes, a la tierra o tierras lejanas de Tule, las más septentrionales, les convienen los versos de Homero en la Odisea (referidos a la ciudad de los Cimmerios “ocultos por bruma y nieves, en los confines del océano nunca sobre ellos brilla el sol resplandeciente sino que sobre ellos se extiende noche funesta”). Es una etapa en el camino del Hades, tierra de confines (esxatia). Resulta pues que en las antiguas fuentes Tule está asociada con la lejanía, una lejanía a la que se llega por largos caminos que atraviesan la llanura infinita del mar, después de ir más allá de los límites y abandonar lo que está más acá de estos, la seguridad del suelo sobre el que se asienta el hombre, vuelto domicilio, casa acogedora. Al traspasar los límites, el humano se transforma en viajero, explorador, en el peor de los casos, náufrago o vagabundo errante, para perderse, quizá en el más allá, sin alcanzar jamás su meta.
Pasemos ahora a las diversas lenguas históricas:
Etrusco (forma arcaica del húngaro, según Mario Alinei, o de una lengua ugria, según Ballester). Tular raśnal (confines del territorio), selvans tularias (silvanus terminalis), mi tular (io, el confine), tulerase (extranjero). Dos ideas clave en la base etrusca: la del extranjero, gente más allá de los confines del territorio; y la de confín, límite de la propiedad. Como dice M. Alinei, “el orden cósmico se refleja en la tierra a través de los ceppidi confine”. Terribles castigos, para los que los violan. Declaración de “sacer esto”, que implica consagración a los dioses infernales y posibilidad de ser ejecutado por cualquiera, sin sanción penal.
Húngaro (lengua finougria, del urálico).
A tengeren tul (ultramar) dúnan tul, a folyon tul (trans Danubio, del otro lado del río), túl- (prefijo) (ultra) tuli (l’aldilà) túlér (sobrepasar, ir más allá de, superar) a raynan tuli (d’outre rhin) túl·ról (del otro lado) túljár (être au de là quelque chose) túlmegy (depasser, franchir) túlmegy a határon (aller trop loin, depasser les bornes). Tulaj (propietario) tulajdon (propiedad privada). Túlsó (de l’autre côté).
De los lexemas húngaros transcritos vemos que en la base tul hay dos ideas predominantes: lo que hay más allá de un límite, franquearlo e ir hacia la lejanía y lo que hay detrás de este límite que lo protege y determina: propietarios y propiedad.
Finés (urálico), tuonela (reino de los muertos) tuoni (la muerte) talo (casa).
Livo (perteneciente al finés común reciente), tal (pl. talud) paisano (s).
Letón (báltico), tālu (lejos), talāk (más lejos).
Lituano (báltico), tólimas (lejano) toli (lejos) toliau (beyond, farther then). Turiene (lugar, país lejano). Letón alauôt (errar).
Estonio (urálico), talu (granja).
Mongol (altaico), río tūl, tula, tuˀla (atraviesa la capital Ulan Bator), urՁgni tolgai (ūrgani tolgoj) (extremidad de la percha de enlazar caballos) tulՁgԺ (trípode de hierro que sostiene el caldero togo en la ger. Idea de altura o lejanía con relación al suelo). Tūli (epopea) tolgoi (cabeza) talar (en el dominio de) túl (extremidad, polo). Tuulč (bardo), tala (plain, steppe).
Čukče (paleo-asiático, grupo luoravetlan), tilek (to go).
Kryz (caucásico nororiental) ṭul (baguette, idea de longitud).
Lenguas túrquicas.
Kirgiz: tulpar (pegaso, caballo alado, corcel rápido). Dul.dul (pegaso), karačai/balkar: tulpar (bravo, courageux, fort) (idea de velocidad y esfuerzo para llegar a lo lejano).
Iranio (pie) farsi rāh.e.tulāni (camino largo) tūl– (durar) dar tul e zemestan (en toda la duración del invierno) tolu2 e āftāb (lever du soleil, sunrise).
Wahi (iranio del Pamir) tՁrič (oscuro).
Oseta (N. E. iranian) dalae (là.bas, en bas).
Afroasiático ˟tul (to pile up, maund, heap). Dentro del afroasiático:
- Cušítico somalí tūlo (village), dul (surface).
- Oromo tullū (montaña, colina) tūlū (empiler).
Semítico: hebreo tēl (mound), árabe tal (id), arameo tillā (maund).
Chino daluo (el cielo más alto de los 36 cielos).
Lenguas amerindias.
Kakčikel (maya), tulān (lugar de origen). Tul topónimo del Yucatán (lingüísticamente maya).
Purepecha (tarasco) (macroqišwa) tuli (negro) + šî = extranjero.
Čibchakuna (Panamá, lengua čibcha), tule (hombre por excelencia, indígena. Monte más alto de la cordillera de los Andes o Darién). El Olimpo de los Cunas.
Sin embargo, con las lenguas precolombinas son necesarias muchas reservas pues puede haber formas que no tengan nada que ver con las bases nostráticas expuestas. Por ejemplo Tula, capital de los toltecas, parece que significa “lugar de cañas”. Tula, relacionado con tollan (lugar de cañizos y juncos, una gran concentración de gente, tan densa como juncos). Tollan xilocotitlán (lugar legendario azteca).
Dravídico tamil tulei (to end). Talai (head, top, end, tip, hair) (según Bonhard, de la base nostrática nº 164). Dravídico alei (to wander).
Eslavo ruso tulup (zamarra larga) tuljap (copa de sombrero) po.tolok (plafond, techo, cielo raso (en sentido figurado y familiar), cumbre, límite, término), viejo ruso tulo (suelo, fondo, plancher).
Eslovaco tulák (vagabundo) tulát’sa (vagabundear). Tulaví, tulácky (vagabundo).
Polaco tuᴌac (errar) tuᴌacska (vida errante) tuᴌaćsie (errar, vagabundear) tuᴌow (tronco, torso) tᴌo (fondo).
Checo tulácky, tuláství, tulačka, tulák (vagabundo, vagabundeo, vagabunda, vagabundo).
Esloveno tlà (sol, plancher) túj, tújec (extranjero, adj. y nombre) tujína (país extranjero).
Cróata tlo (suelo) lutati (errar) lutajući (vagabundo).
Davvisápme (urálico) dološ (ancien, d’autre fois) duol badas (plateau) dálon (cultivateur, paysan, propietaire foncier) dállu (maison, ferme) eana·doallu (agricultura).
Griego tʜ̄le (adverbio, lejos, lejos de) (P. Chantraine, Delg, págs. 1113-1114): “La formación en ˟e de este viejo adverbio no está explicada” P. Ch., en cuanto a la etimología, piensa en una labiovelar inicial, ˟ kwel. Considera dudosa la hipótesis de Szemerényi que ve en th̄ele una dental inicial con correspondencias bálticas (hipótesis que aquí seguimos).
A͗la.omai, P. Ch., Delg, pág. 53 (errer, aller c̩a et là, s’é carter de, parfois être exilé). Sustantivo de verbal: a͗le (course errante). Alhthes (errante, vagabundo) a͗lema (nombre de acción). “Toda la familia de a͗la.omai” “a été victoriousement concurrancée par celle de planá omai”.
H͗láskw (errer, aller çà et là).
Tulʜ (bosse, coussin, bourrelet). Tulωn (de piel callosa). Neogriego tulos (durillon, callosité) tulωnω (gonfler, durcir).
Irlandés talam (tierra).
Sumerio tal (broad, to be or make wide. Relacionada con base nostrática nº 165, Bonhard).
Latín (E/M Dell, pág. 679).
Tellūs-ūris, f. (tierra, sinónimo poético de tierra). “El nombre es quizá un antiguo neutro como Venus, Eris, pero la ū no se explica.” Es el único ejemplo de esta flexión en latín. Céltico: irl. tellur.
IE ˟ telo. Eslavo, con vocalismo cero, tĭlo (suelo), lituano tiles “fondo de barca” viejo prusiano talus (suelo de una casa).
“Un mot italique à l’origine aurait. Il été emprunté par l’étrusque, puis, après modification, emprunté par le latin?” – Lātus (ancho).
Tollō – is – tollere, sustuli, sublatum (emporter, enlever). Originariamente, porter, supporter.
Alemán diele (vestíbulo, tabla del entarimado).
Seguramente varios de los lexemas de las lenguas históricas expuestos no deriven directamente de las raíces “nostráticas”, pueden ser raíces emparentadas o sin relación (semejanza por azar, cruces semánticos…). En mi opinión, no obstante, la mayor parte están relacionadas.
El nombre de la isla Tule probablemente que deriva de una de esas bases “nostráticas” y, por medio de lengua(s) imposible(s) de precisar, quizá una hiperbórea, llegó al griego.
SEXTA PARTE
NOTAS Y EFEMÉRIDES
- NOTICIAS DE LA ANTIGÜEDAD
TÍTULOS FUNCIONARIALES DEL ROMANO IMPERIO, SOBRE TODO DEL TARDÍO.
En ninguna época histórica hubo títulos más hermosos, incluso poéticos, en nuestro occidente: v.g., magister memoriae. Comes sacrarum largitionum (conde de las distribuciones sagradas, una suerte de ministro de Hacienda). Quindecenvir sacris faciundis (magistrado de los sacrificios a los dioses). Procurator metallorum pannoniorum et dalmatiorum (encargado de las minas de P. y D.). Duumvir aquae perducendae (magistrado para el suministro del agua). Vicarius dioceseos ponticae. Dux mesopotamiae. Dux Scythiae. Primicerius notariorum. Comitis limitis aegypti. Magister equitum et peditum per orientem (jefe militar de caballería e infantería).
Como por mi edad carezco de la energía física suficiente para soportar las ásperas marchas y las fatigas que implica una jefatura militar del tipo de la del magister Militum Prasentialis, aceptaría con satisfacción, de serme ofrecido, el cargo de praepositus sacri cubiculi de la emperatriz, cubicularius de la misma, si no fuera reservada tal función a los eunucos, aunque mis años a ellos me aproximen.
1-2. Leyendo diversos estudios sobre las representaciones teatrales atenienses en los festivales dionisíacos y sobre el circo romano y el significado institucional y cósmico del mismo, surgen inevitables comparaciones, quizás injustas por la diferencia de contextos y por ello simplistas, pero inevitables.
Por un lado las “venationes” o actividades cinegéticas circenses, ofrecidas a la furia del pueblo romano. Se preguntan los eruditos que sucedía con las carcasas o restos de los animales muertos en la arena. Parece según algún texto que alguna vez se ofrecían a los espectadores que en tumulto descendían a la arena y allí “rapuit quisque quod potuit” (cada uno arrebataba lo que podía). Un pueblo brutal y enloquecido.
Por otra parte, los “polites”, los ciudadanos de Atenas, escuchando, atentos y críticos en las gradas la musicalidad del verso griego bajo la mirada brillante del dios, de Dionisio, cuya estatua se alzaba próxima a la escena y abría un espacio sagrado para la representación.
Ojos y oídos de los ciudadanos, voces de la tragedia, la protección del dios, luna llena sobre la ciudad. Nunca conoció Roma noches como las noches de Atenas.
1-3. CATASTERISMOS.
Leo en un libro sobre la Alejandría de los Ptolomeos que, habiendo desaparecido del templo donde se hallaban consagradas, mechas del cabello de la reina Berenice, Conón de Samos las encontró en el cielo. Hoy es el objeto celeste que conocemos con el nombre de “cabellera de Berenice”.
Estos catasterismos eran muy frecuentes en la mitología griega, como una compensación por una desgracia o injusticia en la Tierra o como una medida equitativa.
En Roma recordemos el emperador Hadriano que, para consolarse de la pérdida de su amado Antínoo, ahogado en el Nilo, lo contemplaba en las noches claras transformado en brillante cuerpo celeste.
Hoy el ser humano ha cambiado y el catasterismo no está de actualidad. Sin embargo, a poco que pensasen nuestros entrañables políticos corruptos, con frecuencia sometidos a implacables investigaciones judiciales, se darían cuenta de la utilidad del fenómeno. De modo análogo a la información sita en la nube, podrían responder a la pregunta del juez sobre el lugar de ocultación de los sustraído o defraudado de cualquier forma: “Señoría, la divinidad lo ha arrebatado y ahora es una lejana luz que nos ilumina en la noche”. Al lugar adecuado iría la comisión judicial, con el investigado y el correspondiente experto en estrellas (otra plaza a crear). “Señoría, ¿no ve cómo abulta el cinturón de Orión, o el vientre de la Osa?” o “Fíjese su señoría en el desnivel de la balanza de Libra. No hay que buscar en otro lado”.
La inmensidad del cielo es propicia para ocultar el fruto de todos los delitos del mundo, a salvo de la policía. Recuerdo unos versos de no sé quién y no sé dónde leídos:
“Alicia, amada mía, huyamos al cielo,
Que la policía no sabe astronomía”.
Pero no es cuestión de conocimiento, pronto tendrían las fuerzas de seguridad sus secciones y especialistas en asuntos celestes, sino de tiempo y de distancia.
1-4. Sobre Aristóteles. Un autor afirma que el filósofo niega la naturaleza corpórea de la luz y que es energía en la que hay una fuente luminosa. Que la luz no es “soma” (cuerpo) ni “aporroé” (flujo) ni “kinesis” (movimiento). Es “alloíosis” (alteración) del medio transparente en el que se instala con carácter instantáneo. Seguramente el valor científico de estas afirmaciones es nulo, pero para la Poesía hay en ellas un alto valor poético.
1-5. “Odi profanum vulgus et arceo” (aborrezco el vulgo ignorante y me aparto). Pero nunca formulemos la ecuación una persona = profanum vulgus. Este sintagma no abarca la totalidad de la persona ni es por necesidad una dimensión permanente. Al contrario, de todos puede ser predicada en algún momento o aspecto la “vulgaridad profana”. Es esos términos hay que entender el “aborrecer” y el “apartarse” que siempre implicará rechazo de algo de uno mismo.
1-6. Julia la mayor, esposa de Agripa: “nunquam enim nisi navi plena tolle vectorem” (que no suba a bordo un pasajero salvo que la nave esté llena). Respuesta que se le atribuye ante la admiración suscitada por la semejanza de sus hijos con el padre. Me asombra la actitud moderna y emancipada de esta matrona romana. No parece que nos separen de ella dos mil años. Si fuese trasladada al seno de la alta sociedad romana de nuestros días, se sentiría muy cómoda aunque creo que le extrañarían unas costumbres tan morigeradas.
2. NOTAS SOBRE LENGUAJE INCLUSIVO, CORRECCIÓN POLÍTICA, VERDAD Y MENTIRA, GÉNERO Y LENGUAJES NATURALES.
VERDAD Y FALSEDAD.
“¿No será mejor, más feliz, vivir en la mentira que en la verdad?” (Ramón G. de la Serna). Pienso que antes de ensayar una respuesta habría que precisar qué se entiende por mentira, si la clausuramos en el terreno de juego de la verdad y como mera negación de la misma, entendida esta como “aedecuatio rei et intelectus” o, libre, vuela en el cielo de la imagen, con las alas de los tropos.
“Luego todo aquello que los poetas enamorados dicen, ¿es verdad? En cuanto poetas no la dicen, mas, en cuanto enamorados, siempre quedan tan cortos como verdaderos” (D. Quijote).
Y así dice la verdad el caballero de la triste figura cuando, enamorado, ve en la campesina Aldonza a la sin par Dulcinea del Toboso, “archivo del mejor donaire” y le pregunta a Sancho si no percibió “ese olor sabeo (a incienso) al encontrarse con su enamorada”.
No parece comprenderlo así Claudio Rodríguez quien pregunta: “¿Por qué quien ama nunca busca verdad, sino que busca dicha? ¿Cómo sin la verdad puede existir la dicha?”. Si hay que entender la doble pregunta del poeta como imposibilidad del amor sin verdad (pues dicha equivale a amor en el contexto de ambas preguntas), me coloco al lado de Francisco Quijano, pues no hay amor si no se percibe “el olor sabeo” en quien se ama, si no se lee, absorto, ese “archivo de donaire”. Los enamorados viven en la imagen. Cuando se desvanece el perfume y se borra el archivo, puede haber el más hondo cariño y firme amistad, pero el amor como pasión ha desaparecido.
“Sabía decir muchas falsedades semejantes a verdades” (Homero, sobre Ulises). Y Spinoza en su ética, en la proposición 35: “Falsitas consistit in cognitionis privatione, quam ideae inadaequatae, sive mutilatae, et confusae involvunt”. Parece claro que las falsedades de Ulises no tienen nada que ver con la falsedad spinoziana, envés del concepto de verdad como aedecuatio rei et intelectus. Yo pondría aquellas en relación con el Ulises narrador del poema de A. Cunqueiro “Ulises vai falar”:
“Ponse a falar, falando, repetindo
Erguendo a man decindo como foron…
A boca de longos beizos longa…”.
Al placer al contar qué siente Ulises, corresponde el de quienes lo escuchan, todos inmersos en el prodigio de la imagen, que también es verdadera en su esencia si bien en un sentido que no tiene relación con la verdad como “aedecuatio”, por lo que me parece que no tiene gran utilidad hablar de verdad de la imagen, lo que conduce a equívocos tal el “saber decir falsedades”. Más adecuado, creo, es hablar (con Lezama) de gravitación de la imagen.
“Lícito que de la verdad se dé una versión para el vulgo. La mente del filósofo, aun velando por la verdad, admite a veces la verdad del engaño” (Sinecio de Cirene, epístola 105). Lo anterior puede entenderse en el sentido de versión simplificada de un problema, situación o resultado (lo que sucede continuamente en las explicaciones a los legos y es la esencia de la divulgación). O como engaño, ocultación parcial que puede inducir a un juicio o a una decisión equivocada. Según su entidad puede tener transcendencia civil y penal en las relaciones comerciales, por ejemplo. En la vida pública su ocurrencia más frecuente sucede en la política pero también tiene lugar en teología (ocultación de contradicciones al creyente ingenuo, finalidad de suscitar temor…).
La prudente limitación sineciana “a veces” no tiene curso hoy en día.
GÉNERO Y LENGUAS NATURALES.
Kurux (lengua dravídica).
Cuando los hombres hablan a las mujeres o sobre mujeres, las tratan en el género verbal como masculino, excepto en la 2ª y 3ª persona singular (solo entonces las formas femeninas del verbo).
Lo contrario sería considerado indecente. Por otra parte sería considerado muy impropio si mujeres, dirigiéndose a hombres, hablaran de sí mismas, o de otras mujeres con la forma femenina. Se excluye la 3ª persona singular. Resulta, pues, que la conjugación verbal en forma femenina está reservada a la conversación entre mujeres (y siempre la 2ª y 3ª persona singular (femenina) en forma femenina entre hombres y mujeres).
D’Arme, dios supremo del panteón Kurux, es de sexo femenino. Si fuera del sexo masculino sería D’Armes.
Afar (cushítico):
M’iyyi (sujeto, quien, animado) + verbo en 3ª persona de singular masculino.
Maca (sujeto, que, animales e inanimados + verbo en 3ª persona singular femenina).
Nº cardinal + nombre (invariable en género y número) + verbo en 3ª persona singular femenina)
Nº ordinal (que es el nº cardinal + haytu (m) o hayto (f)). Si nombre + nº ordinal atributo, hay acuerdo en género. Si nº ordinal + nombre epíteto el verbo va en 3ª persona de singular femenino. “Konoy.hayto (5º) num (hombre) yemēte (ha llegado)”.
Somalí (cushítico), género de los nombres: 1ª clase: v.g. naag (mujer, F.) plural naago (masc.) ri (cabra, f.) plural riyo (m); 3ª clase (masc. al singular, femn. al plural) v.g. éy (perro, sing., m.) eý (perros, plu., femn.); 4ª clase (femn. al singular, masc. al plural) v.g. hooyo (madre, femn., sing.) hoyooyin (madres, plu., masc.); 5ª clase (masc. al singular, femn. al plural) v.g. aabe (padre, sing., masc.) aabayaal (padres, plu., femn.).
Verbo casarse con variación según se refiera a un hombre o a una mujer.
Swahili (bantú). Verbo -oa (casarse los hombres), a.me.oa (él se ha casado). Olewa (casarse la mujer. Wa, marca pasivo), a.me.ole.wa (ella está casada) (literalmente, ha sido casada).
Ruso (ie.) casarse un hombre es ženítsa (verbo denominativo sobre žena, mujer y el reflexivo se) casarse una mujer: vîxodít za.muž (literalmente, salir a por un hombre).
Francés (se marier, para ambos, hombre y mujer) sobre mari. Del latín marītus y marītare (frente, por ejemplo, al español casarse y turco ev.le.mek (id) formados sobre casa (turco ev)).
Prácticas sociales discriminatorias entre sexos:
Afar (cushítico). La persona que vaticina, si es hombre, ginnili, solo puede ser interrogado por los hombres. Si es mujer, kalluwanlé, puede serlo, indiferentemente, por hombres o mujeres.
Consumo de drogas: cohobba, un rapé alucinógeno en la cultura taína (Antillas). Prohibido a las mujeres. Ayahuasca o yajé, planta psicoactiva de potentes efectos enteógenos, está prohibido su consumo a las mujeres entre los tukanos (Colombia, Brasil) aunque pueden participar en la ceremonia. Virola (rapé alucinógeno) (restringido en la región oriental amazónica a los miembros masculinos de los grupos waikás). Tabaco. Entre algunas tribus suramericanas (shuar o jíbaros, de Ecuador) el consumo femenino solo está permitido por vía oral mientras que en el caso de los hombres las preparaciones son más variadas. Según Elisa Guerra “Las drogas en la prehistoria” (de quien tomo estas restricciones): “El empleo de enteógenos en función del sexo de los usuarios, depende de la potencia de los mismos y de las normas de cada grupo… Es posible que la causa por la que muchas sociedades prohíben a sus mujeres el empleo de alucinógenos se deba al hecho de que algunos resulten suficientemente tóxicos como para tener efectos abortivos, aunque con el paso del tiempo esta razón se haya olvidado (Schulten y Hofmann, 1993)”.
De todas formas en general las mujeres tienen acceso al consumo de la ayahuasca, la coca y el peyote (Andes, América Central y Méjico), pudiendo incluso ser chamanas.
Babilonia. Según Herodoto (I, 196) la costumbre más acertada de los babilonios era el procedimiento de casar a las doncellas que habían llegado a la edad correspondiente. Una ceremonia tenía lugar una vez al año en cada aldea. Todas las doncellas juntas, reunidas en un lugar determinado y rodeadas por los hombres. Un pregonero comenzaba por la más hermosa, poniéndolas sucesivamente en venta por orden decreciente de belleza hasta llegar a las más feas y lisiadas. Los babilonios ricos casaderos, pujando entre sí, se hacían con las más hermosas. Mientras que los plebeyos casaderos, que precisaban solamente de una trabajadora en el hogar se adjudicaban las de peor aspecto y ciertas sumas, procedentes de la venta de las agraciadas. Así las hermosas casaban a las feas y lisiadas. Las ventas se realizaban con fines matrimoniales y el comprador debía presentar fiadores de esa seriedad de fines. Si los contrayentes no se avenían la ley establecía la devolución del dinero. A Herodoto le parecía excelente costumbre “kállistos nómos”.
Por contra, considera ignominiosa la prostitución sagrada (“la más indecente de las costumbres que hay entre los babilonios”). Toda mujer del país tenía la obligación, por una vez en su vida, de ir al templo de Afrodita y yacer con un extranjero al cual bastaba arrojar el dinero que quisiera, aunque fuese poco, diciendo “te reclamo en nombre de Milita” (Milita = Afrodita para los asirios). El dinero no podía ser rechazado ya que adquiría carácter sagrado. Las mujeres hermosas se iban pronto pero las no agraciadas podían esperar hasta tres y cuatro años para cumplir la ley.
CORRECCIÓN POLÍTICA
Dos episodios recientes, ambos en Estados Unidos. El primero (ver El País del 13/10/21):
El músico Bright Sheng, profesor titular de la escuela de música, teatro y danza de la Universidad de Michigan desde hace veinticinco años, impartió un seminario para analizar a “Otelo, de Shakespeare a Verdi” y puso en clase la versión cinematográfica de Otelo, protagonizada en 1965 por Laurence Olivier en la que el intérprete actúa pintado de marrón, práctica conocida como blackface y considerada racista en USA. Ante la indignación de sus alumnos y el escándalo suscitado y la falta de apoyo de la facultad, B. Sheng dimitió de su cargo. Alguien tuiteó “B. Sheng sobrevivió a la revolución cultural de Mao (los guardias rojos se llevaron el piano de su madre, su profesora) pero es posible que no sobreviva a un par de estudiantes de Michigan”.
Recomiendo la íntegra lectura del artículo que no tiene desperdicio para darse cuenta de los efectos de la corrección política y de la cultura de la cancelación.
El segundo (ver El País de 14/10/21), con final feliz, sin embargo:
El observatorio espacial que lleva el nombre de James Webb Space Telescope (JWSP), desarrollado por la NASA y la ESA, ha sido objeto de polémica por su denominación. J. Webb, administrador de la NASA entre 1961 y 1968 fue acusado de “prácticas homófobas”, “responsable de implementar la que entonces era una política federal, la purga de personas trabajadoras LGTBI+”. Frente a la decisión oficial “no hemos encontrado ninguna evidencia en este momento que justifique un cambio de nombre”. Hubo dimisiones. “La NASA envía un mensaje claro de su posición sobre los derechos de los astrónomos queer”.
No basta tranquilizarse con que estas cosas solo suceden en EEUU. Pronto pueden estar presentes aquí, ya hay múltiples señales, incluso en el terreno jurídico (ciertas normas penales y cierta jurisprudencia). En nuestras sociedades crece el número de las minorías que se sienten ofendidos (ver Morderse la lengua, de Darío Villanueva) y los políticos en las democracias no se caracterizan por su valentía y coraje (en general).
3. EFEMÉRIDES
El pasado dos de agosto se cumplieron setenta y dos años del fallecimiento de Josefa, mi abuela materna a las cinco de la tarde de un soleado día de verano. Yo era entonces un niño de ocho años que se encontraba por vez primera con la muerte, ciertamente sin comprender su alcance. Todos sus hijos, numerosos y ya desaparecidos, y los hijos de los hijos, no menos abundantes, estábamos presentes, aquellos con rostro serio, con sus gavillas de lágrimas, mientras los nietos conteníamos nuestros juegos por la coacción de los mayores y también contagiados de la seriedad ambiente.
Días antes había llegado de una excursión con compañeros de edad y lleno de entusiasmo y vitalidad entré en la habitación de mi abuela, con sombras sobre los pesados muebles. Desde otra geografía me preguntó por mi diversión. En su rostro, cansancio y melancolía. Hoy, 72 años después, soy el último que puede recordarla, con claridad en su físico y sus movimientos, más confusamente el sonido de su voz y su modo de ser y de decir. Durante todo este tiempo alimenté mi memoria con las fotografías familiares y con los relatos de mi madre y de los tíos. Siempre tengo presente aquel día, con el contraste entre la luminosa luz de fuera y el interior oscuro, entre nuestra alegría infantil y la tristeza del que llega al final de su camino, sin que pueda distinguir entre lo vivido y lo contado a lo largo del tiempo.
Al contrario de mi madre, que constantemente me visita en sueños, ella no lo ha hecho nunca, quizá porque mis pocos años de entonces impidieron una emoción profunda que abriese las puertas que permiten la emergencia de los seres queridos.
Setenta y dos años. Casi tanto tiempo como el período de los Antoninos o cinco veces el Reich de los mil años. 72 años hace que se extinguió un mundo, un planeta disgregado por la muerte y sus restos fueron acogidos en mayor o menor medida por otros mundos. Brillaron un tiempo luces numerosas que hablaban de ella y que se han ido extinguiendo poco a poco con la desaparición de los sucesivos mundos.
La débil luz que de ella llegó a mí, desaparecerá con mi muerte, rasgos, figura, toda memoria carnal. Solo alguna fotografía sobre la que nadie se interrogará con emoción, solamente líneas en registros administrativos.
Me gustaría que antes de que mi mundo también desaparezca, actuases en el teatro de mis sueños y oírte, recuperar tu voz, después de 72 años.
Aniversario de la muerte de Lezama Lima. Hoy, nueve de agosto, se cumplen 46 años de la muerte en La Habana de J. Lezama Lima, poeta, escritor de dos de los grandes libros de la literatura mundial “Paradiso” y “Opiano Licario”. Ese día de 1976 debería haber sacudido a Cuba como un tifón y dañado la arboladura de las existencias de los que saben, después. Un enorme silencio, grávido de ausencia irreparable.
Pero no fue así por el experto hacer de la burocracia cubana, una pequeña noticia en la prensa, los amigos que se comunican en susurros la tremenda nueva, todo ello lógica conclusión de las mezquindades a las que la revolución lo sometió durante los 18 años de su vida transcurridos bajo la misma. Incomprensión total de quién, sin embargo, había anunciado que la entrada en La Habana del ejército rebelde abría una era de posibilidades infinitas y defendido la pobreza revolucionaria, pobreza material contrapuesta a la sobreabundancia de espíritu.
Estaré siempre con la revolución cubana en Bahía Cochinos y frente al bloqueo yanqui, con ella en Angola y en Etiopía y con su lucha por cancelar la colonia y abrir una historia cubana. Con ella contra el racismo, contra las injusticias sociales, contra las relaciones de desigualdad entre los pueblos pero frente a ella y al lado de Lezama, recluido en su bajo de C. Trocadero número 112. Al lado de sus sufrimientos, de los de Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas, Heriberto Padilla. Al lado de los exiliados Cabrera Infante, Severo Sardui y tantos otros que son los que encarnan la libertad revolucionaria de creación cultural y artística, única base sólida en la lucha por una sociedad más justa.
¿Por qué en la justa lucha contra la abominable plaga de la desigualdad humana las revoluciones acaban siempre y fatalmente con la ejecución de la esperanza? Una ejecución, además inútil y que solo deja sufrimientos.
Pasan los años. ¿Y quién se acuerda hoy de los dirigentes, de las oficiales asociaciones de escritores y artistas, de los diseñadores de las políticas culturales democráticas, de los guardianes de los campos de reeducación? Y cuando permanece la memoria de los dirigentes, de la misma formará parte indeleble, de la memoria de Fidel y de Raúl, responsables últimos de la represión, esa vergüenza tremenda de que alguien ponga cadenas a la expresión del pensar de sus conciudadanos. Cadenas cuyo destino es romperse “babilónicamente y fatalmente”.
Pero no aprenden. No me refiero a los dictadores repugnantes, al servicio de sus intereses a corto plazo y a los cuales la represión puede asegurar riqueza y poder sin límites para satisfacer sus caprichos delirantes y que hacen caso omiso del tribunal de la historia. Me refiero a los jefes revolucionarios impulsados por nobilísimos ideales y que a pesar de los mismos, caen en la pura mecánica del ejercicio del poder a favor de su partido único, en el dogmatismo estéril, y en la prisión de la creación. Ellos sí querrían un juicio positivo de la historia. Pero la condena de ésta es inevitable.
Hoy Lezama, Piñera, Arenas… brillan en el mundo y en la propia Cuba con una luz que, sonriente, ridiculiza y borra la represión sufrida. Pero cuánto irreparable dolor causado en el tiempo limitado de una vida irrepetible.