NOVIEMBRE, 6

DE UN VIAJE

La sagrada familia ha viajado a Barcelona para proceder a la entrega de los premios Princesa de Gerona como antes al Principado, como princesa de Asturias, donde goza del cariño de las buenas gentes por sus fuertes lazos, vía materna, con la monarquía asturiana. Testigos bien informados hablan de la presencia frecuente de la memoria de Pelayo en la Zarzuela y como crecen sus consejos en Felipe sobre la reconquista de Cataluña.-
El pasado año la entrega de los premios tuvo lugar en Gerona, casi de incógnito, en un hotel, rodeada del rechazo mayoritario de los ciudadanos cuyos representantes municipales impidieron la cesión de edificios públicos. Esta vez se decidió que Barcelona sería el lugar de la entrega. No parece una elección muy afortunada. Una Barcelona que arde de indignación con la sentencia del 14/10 y con la política, que no merece ese nombre, por su incomprensión y corto alcance, del presidente Sánchez, atraído a la órbita llameante de Casado y de Rivera. El ministro del interior manifestó que la visita real a una parte del territorio español es algo normal en un estado de derecho. Pero las manifestaciones contra el rey, los cortes en las vías públicas, las pancartas de rechazo que florecen incontenibles, las llamas que primero acarician y luego consumen, las imágenes de Felipe y de su heredera, desmienten esa normalidad.-
De hecho, el Borbón y su familia no pueden pasear por las calles de Barcelona.-
Un gigantesco dispositivo policial, algo habitual en la cotidianeidad de una democracia, aisla una cúpula (dicen burbuja) de seguridad que engloba el hotel de lujo (que lleva el nombre tranquilizador del padre del rey) donde reside la familia durante su estancia y el palacio colindante donde se celebran los solemnes actos. Un mundo submarino, absolutamente aislado por las fuerzas de seguridad, del mar exterior cuyas olas amenazantes levanta la tormenta. Así nuestra querida familia real no tiene otra opción, al salir de sus habitaciones particulares, que pasear por los espacios comunes del hotel y sus jardines, lugares de recepción y conversación con sus vasallos y, después de un corto paseo, acceder al palacio de congresos. Allí, los aplausos enfervorizados de sus fieles monárquicos no serán suficientes para borrar la asfixiante sensación de claustrofobia, el pequeño bunker bajo la superficie irrespirable de la luna. Los actos se desarrollan con aparente normalidad. Los Borbones exhiben con naturalidad los frutos de su educación lingüística y la niña Leonor es una dulce flor, de la clase que acostumbra a crecer en los jardines de la realeza, rosas sin perfume y sin el verso de Machado. En los ágapes y cócteles la corte comenta el estilismo y la moda de la reina y de sus hijas, un asunto central para todas las cortes, pero en estas horas que se quisieran alegres, la ausencia de los representantes del pueblo catalán es un agujero negro hacia el cual gravita esa normalidad democrática de la visita real, en palabras del Sr. Marlasca. Alguien, entre los más lúcidos de los asistentes, recuerda la atmósfera de “Der untergang” (el hundimiento), la alegría aparente, la brillante opereta de la corte como un anuncio de cava, los sueños de un despertar a otras realidades.-
Sin embargo, todavía hoy, afortunadamente para los reales visitantes, es posible salir de esta clausura, una caravana blindada, un helicóptero, después el aeropuerto más próximo y por fin, Madrid. Y la felicitación del gobierno por haber cumplido con tanta dignidad y tanto coraje el deber de no abandonar a los violentos una parte tan entrañable de la nación española.-
Ya en la Zarzuela, en tranquila reunión familiar, mientras comentan los recientes sucesos, apenas son conscientes del parto del dragón republicano. Los jóvenes cachorros, devoradores de carne real, gruñen hambrientos y, confiados en su olfato, avanzan lentamente.-

OCTUBRE, 30

Una responsable de la organización de un acto que se va a celebrar el mes próximo en Pontevedra en conmemoración de la colección de poesía “Benito Soto”, debida a la iniciativa del inolvidable Sabino Torres, me llama para decirme que están contactando con familiares de los autores de dicha colección para intervenir en la lectura de poemas. Me pregunta si querría leer un poema del libro de Álvaro Cunqueiro “Dona do corpo delgado”. Le respondo con otra pregunta, si el recuerdo se extiende a la segunda etapa de la colección “Hipocampo amigo” en la que, por invitación de Sabino, publiqué mi segundo libro de poemas “poemas de la aceptación y mirada de Narciso”, en español. Su respuesta es que, aunque se procederá a la lectura de un poema de Cuña Novás “no van a leer poemas en “castellano”. Declino la invitación.-
Me reafirmo en mi decisión de no acudir a ningún acto cultural en Galicia en el que se excluya a cualquiera de las dos lenguas en que se expresa la cultura gallega, maternas ambas en nuestra nación. Que nunca en mi presencia se proceda a una mutilación cultural tan dramática de nuestra cultura que manca y deforma principalmente a sus mezquinos autores los cuales, en parte, buscan en aquella, un remedio para el saberse (la gran mayoría), carne y páginas de olvido.-
Es significativo el empleo constante por estos cativos inquisidores de la palabra “castellano” para facilitar el rechazo de lo escrito en español, por la fácil identificación de aquella con Madrid y lo que esta identificación implica. Nunca es un uso inocente.-
El español es una de las dos lenguas maternas de Galicia. Gallego y español, influenciándose recíprocamente en un proceso de siglos, expresan la cultura gallega al tiempo que la conforman y acrecientan. Como lo hacen, con sus respectivas culturas y, eventualmente, en unión de otras lenguas, el español de México, el de Argentina o el de Cuba. Españoles muy diferentes de muy diferentes culturas y sin perjuicio de los solapamientos y lazos evidentes. Como ocurre, de modo análogo, en el conjunto de culturas de lengua inglesa en todo el planeta.-
Recordemos, al margen, con D. Américo Castro, que la palabra “español” es forastera, no castellana.-
Nunca tan pocos, pero tan bien situados, han hecho tanto daño al país y a sus gentes: En el terreno cultural y en el socio-político. Han creado un falso conflicto lingüístico, provocando una mala conciencia lingüística en muchos, con sentimientos de culpabilidad. Un número decisivo de gallegos ha quedado apartado de la lucha política por la nación al no poder llevarla a cabo en español y no sentirse naturalmente capaces de renunciar a su lengua materna. Todos conocemos los resultados en la política: Imposibilidad, después de tantas décadas, de articulación de mayorías nacionalistas significativas, reducción del BNG a un lenguaje binario (cero/un diputado) y por ello desangrado en continuas escisiones, votación por los ciudadanos a otros partidos políticos que no les originan un conflicto lingüístico. Al final, sobre la etnia tan diferente que somos, la construcción nacional se derrumba una y otra vez, y veremos el éxito de otros procesos de construcción nacional en la península pasar ante nuestro fracaso. Y la razón decisiva de este fracaso es el problema de la lengua.-
Pero a nuestros políticos nacionalistas y, en general, a la inteligencia nacionalista (o galleguista) enemistada con el “castellano” este fracaso no le importa o no le importa demasiado, no, con tal de mantener una posición hegemónica en la red de infraestructuras culturales (cátedras, asociaciones, institutos, editoriales, prensa cultural…) que les permite un constante imponer, organizar, invitar y excluir. Añadamos la ocupación del espacio político nacionalista por partidos políticos monolingües.-
Así surge un relato (mítico en cuanto es el relato de una Galicia mítica) del que sus creadores son sus héroes, resistentes a todas las adversidades. El éxito o el fracaso se desliza a un segundo plano. Lo decisivo es mantener el monopolio de ese relato de una Galicia imaginada, e impedir que surja o se difunda una historia alternativa que ponga en cuestión a aquel y, todo hay que decirlo, los beneficios materiales que ampara.-
La lucha contra esta mafia debe ser implacable, a la altura de los sueños rotos, de los destrozos causados.-

OCTUBRE, 29

DE LA PRENSA. (NOTICIAS DE LA FAMILIA PP)-

En un acto en nuestra ciudad, ante un público de políticos conservadores y de empresarios no menos conservadores (o como se dice, ahora, emprendedores (un estúpido eufemismo) fue orador principal el señor presidente del parlamento de Galicia, caballero de distinguida presencia, recién descendido de un retrato del pasado, y perejil inevitable de todos los potajes que organiza en Galicia el PP y su mundo. En pleno ejercicio de la dimensión turiferaria y caciquil de un político ourensano crecido en la corte del señor Baltar, manifestó, entre otras cosas “el presidente Feijoo no tiene otra que presentarse. Galicia lo necesita”.-
Non, home, non. Galicia no necesita de Feijoo. Lo necesitan ustedes, diputados, presidentes, conselleiros, secretarios, asesores y demás asteroides del sistema PP cuya supervivencia política (y económica) depende de su triunfo electoral. Lo necesitan los empresarios que plantan sus explotaciones mineras, forestales o eólicas en los recunchos más cordiales del país.-
Lo necesitan todos ustedes si quieren seguir sobrevolando, año tras año, con sus coches y chóferes oficiales, los problemas del país que no los ven o los ven deformados en su espejo mágico.-
En otro orden de cosas, el señor presidente manifestó que él no permitiría en el parlamento el matonismo político.-
Sin entrar en lo que entiende por matonismo político, basta con la expresión y su contexto para que queden claros los límites de su horizonte, le diría que no tiene por qué preocuparse: por supuesto el matonismo político a que se refiere es imposible en el parlamento que preside, reducido, jibarizado al nivel del murciano o al de la Rioja. Y en un parlamento como el de Cataluña nunca podría ser presidente, ni siquiera, diputado único del PP, que tiene marineros más avezados al vendaval nacionalista que le haría vomitar por la borda, tantos años felices y provinciales.-

OCTUBRE, 10. TRANSPOLÍTICA

De la misma forma que hay una transexualidad y que las personas pueden ser transexuales y, en consecuencia, querer vivir con normalidad su auténtico sexo y que éste sea reconocido por la sociedad con el desarrollo de todas las políticas idóneas a tal fin, de igual modo, repito, acontecen la transpolítica y las personas, mejor los ciudadanos transpolíticos. La maduración de las sociedades democráticas, cuyo último fin, en definitiva, es lograr el mayor grado de convivencia pacífica en el cuerpo social, lo que implica eliminar toda discriminación y reconocer plenamente a las minorías, ha llevado en Occidente al reconocimiento de la problemática de los transexuales, social y legislativo, acompañado de políticas activas de lucha contra los prejuicios. Incluso en Alemania se permite inscribir en el Registro Civil un sexo no masculino ni femenino, neutro (fascinante paralelo con los géneros gramaticales). Claro que de ahí no se puede derivar la concepción del sexo como construcción social, la naturaleza siempre está presente, son sus exigencias, precisamente, las que plantean el reto del reconocimiento del derecho. Otra cosa es una variedad de actitudes, tenidas tradicionalmente por propias de la naturaleza masculina o femenina y que, en realidad, son debidas a una determinada educación.

Pero volvamos a la transpolítica y a la situación del transpolítico. El transpolítico es aquel ciudadano que se siente encerrado en un cuerpo jurídico-político que no es el suyo, lo vive como una prisión que le impide ejercitar sus derechos individuales en el marco político del cuerpo nacional que le es propio. Un ciudadano, por ejemplo, está dentro de un cuerpo jurídico-político español, en el marco de una nación española y el poder espera de él que actúe y reaccione como español y que en ese marco nacional ejercite con plenitud sus derechos de ciudadano. Pero el problema es que ese ciudadano no se siente español, su identidad política nacional es, v.g., catalana, vasca o gallega, o bretona o eslovena. El ejercicio de sus derechos políticos sufre y se ve limitado por no poder actuarlos como ciudadano y en el marco de la auténtica nación que es la suya. Sus lealtades no son las de un español auténtico, que vive su nacionalidad sin problemas, rechaza la imposición de una historia y de una cultura que no son las suyas y que le ahogan. Y en los poderes de esa nación oficial, en la acción de sus dirigentes y élites no ve más que violencia al servicio de prioridades e intereses ajenos.

A diferencia de la situación de la persona transexual, la problemática de este ciudadano transpolítico no está recogida por el derecho español. Es más, se invoca la Constitución (un conjunto de líneas rojas pactadas con un franquismo debilitado pero titular, entonces, de la fuerza) como decisivo obstáculo, con su afirmación de una única nación española indivisible. ¡Qué nominalismo! Como si el nombre creara la cosa. Y así se niega la transpolítica pues habría que reconocer variedad de naciones dentro de ese espacio mítico que se defiende con uñas y dientes, pues admitir su negación supone sobre todo pérdida de poder, pero también, y no menos importante, renuncia a una identidad fantasmática, en aras de la auténtica imagen que entonces se vería en el espejo. Admitir el derrumbe de un castillo de falsedades históricas, falsas sobre todo en la generalidad de su aplicación, sería renunciar a una identidad construida, con tanto esfuerzo, a lo largo del tiempo.

Por ello, el poder del estado, no solo afirma la única nación sin que se sepa muy bien lo que son las tiernas y temblorosas nacionalidades (en el mejor de los casos peculiaridades, en el peor, transitorias inflamaciones). También rechaza al transpolítico, le pide que viva su transpolítica en el ámbito del pensamiento (igual pedirle a un transexual que se contentara con pensar su identidad sexual) y que aprenda a convivir con sus conciudadanos, que se deje de ensoñaciones y quimeras y que madure, maduración equivalente al ejercicio responsable de sus derechos de ciudadano español. Si no, ya se sabe, encuentro, y no en la tercera fase, con el Código Penal (el equivalente a los electrochoques y lobotomías de antiguas políticas curativas). Pero el mundo del transpolítico no es el predominante individual del transexual. Hay millones de transpolíticos. Incluso pueden ser mayoritarios en su territorio nacional. Los conflictos de una identidad sexual no reconocida u oculta tienen en la transpolítica un alcance colectivo y una transcendencia para la alteración de la paz social, incomparables. Frustración de millones de ciudadanos transpolíticos ante la violencia institucional, mucho más intolerable en los disfraces y manipulaciones democráticas que la franca represión de la dictadura ya que en la represión democrática las mentiras y falsedades del lenguaje del poder son uno de los principales vehículos de violencia pues su principal función, aparte del descrédito del adversario, es ocultar la realidad de la violencia institucional que produce, como reacción, estallidos periódicos de violencia, inevitables incluso en la estrategia política más pacifista. Si en un individuo conflictos no resueltos pueden producir estallidos que, en su efecto liberatorio, pueden ayudar a una mayor integración de la personalidad, pensemos adonde pueden llegar millones de ciudadanos frustrados, transpolíticos no reconocidos, a los que se les niega, literalmente, su casa propia, sometidos continuamente a la violencia lingüística del poder y de sus medios que visten y justifican la legalidad restrictiva y lobotómica defendida por tribunales y policías. Desde luego todo estaba mucho más claro contra Franco.

Pero ahora, en democracia, el poder, con un angelismo hipócrita, exige condenar cualquier acto violento, él, que es la fuente de la violencia original. Recuerdo un dibujo humorístico en la prensa de hace muchos años. Dos policías llevan a un preso inmovilizado con fuertes ligaduras. Inútilmente se resiste el detenido. Uno de los policías le dice al otro: “Qué tiempos de violencia. Fíjate como se agita.”

Finalmente, una confesión personal: soy transpolítico. Vivo encerrado en el cuerpo jurídico político de ciudadano español. Un cuerpo de naturaleza fantástica que me es odioso, una fantasía propia de una imaginación mediocre. Odioso el lenguaje que lo exalta, odiosa una historia y una cultura que quieren imponer, imponerme, a mí, que soy gallego de nación, habitante de un espacio geopolítico muy diferente del de “la nación indivisible”, odioso su castellano oficial tan diferente de mi español gallego. Odiosas las instituciones “que nos hemos dado” de la nación mítica, y especialmente la monarquía que las corona, esa sagrada familia, que reproduce a la cristiana, y que quisiera servirse de los ciudadanos mil años más. La lucha por la República no es solo la lucha por un cambio de régimen, es mucho más, alcanzar otro horizonte social, una diferente concepción del mundo, del que se ha extirpado la mentalidad de vasallo con su inclinación servil a doblar la cabeza o la rodilla, prosquinesis que no es solo física sino principalmente moral y propia de las manadas jerárquicas animales, no de ciudadanos.

Y especialmente odioso el alambique que destila el aguardiente español, extrayéndolo de la mezcla mítica española para su consumo indiscriminado dentro y fuera del Estado: Madrid, el gran jíbaro del sistema con el que se identifica, su gran resultado es la España madrileña que crece y engorda a través de los tentáculos de sus cipayos, que solo anhelan llegar a su cabeza.

No me importa decir que en los largos años del franquismo no he sentido la indignación que de mí se apodera en democracia. O por lo menos, era una indignación esperanzada donde estaba clara la trinchera de los criminales, claros los objetivos y no había lenguaje que pudiese ocultar la ridiculez asesina del “caudillo” pues hasta era risible la jerga de la dictadura.

Ahora, desde el seno de la democracia madura, que habitamos, surge constante, no por ingenua menos efectiva, una manipulación, una incansable versión española de lo políticamente correcto que niega a millones de ciudadanos su condición de transpolíticos en aras del dominio de la identidad correcta. Uno se ve capaz de responder con violencia a esta violencia, pero al fin, persona de orden y de libros, se contenta, al escuchar los evangelios del sistema si conecta un noticiario y resuena la voz meliflua y sonriente o escénicamente amenazante del lacayo de turno, con repetir con Catón, una y otra vez “delenda est Cartago”, digo “delenda est Madrid”. Por supuesto destrucción puramente política, destitución de su capitalidad, atribuible con preferencia a una pequeña ciudad, acompañada de una política de dispersión de toda clase de órganos y jurisdicciones. Por ejemplo, Emérita Augusta, capital de una confederación ibérica, acompañada por Braca, Évora, Lucus, Astúrica o Tarraco, por citar algunos nombres. Las cosas serían mucho más fáciles, o empezarían a serlo, con una capital redimensionada y la consiguiente diseminación de los turiferarios del sistema.

OCTUBRE, 18. POMPOSOS ACTOS PÚBLICOS.

FIESTA DEL 12 DE OCTUBRE.

1. Veo unas imágenes televisivas del desfile de la Castellana. Siempre es interesante ver la foto de la cúpula del sistema que controla y protege nuestra democracia madura: Sagrada Familia, el presidente y su gobierno, presidentes de los altos tribunales y sus consejos, jefes militares y de la policía, presidentes del congreso y del senado, presidentes autonómicos…. Expresidentes y toda clase de políticos, la mayoría con la nota simpática de sus consortes que preparan el despliegue de sus vestiduras para la pasarela de la posterior recepción. Los medios son los fotógrafos y comentaristas del acto.

Un paracaidista, parece que sumamente experto, enreda, al descender, la bandera de la España monárquica en una farola. Excelente metáfora del conflicto territorial español. Como harían los romanos, los representantes de la soberanía nacional deberían consultar a los harúspices o mejor, en este caso, los vuelos de las aves. No quiero ocultar el carácter funesto de ese presagio del que cabe sospechar el rechazo de los dioses a la política del gobierno con relación a Cataluña.

2. Cuando veo a tanto principal, sobre todo al Rey (no deberíamos hablar de monarca pues el poder se ausentó hace mucho de la palabra) o a los militares, tan condecorados, con dos o tres filas de medallas, veo en ellas el cuadro de mando de un ascensor. Al contrario del paracaidista me entra el deseo de ascender y desearía apretar los botones de las condecoraciones y exclamar “al octavo, por favor”.

ENTREGA DE LOS PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS.

Vaya por delante mi admiración por los premiados y, en general, por los que lo han sido los años anteriores. Pero se merecían, pienso, un acto más sobrio que los celebrados hasta ahora, llenos de un protocolo propio de individuos pomposos y excesivos. Todos los premiados deberían hablar con amplitud y la intervención de las autoridades, ceñirse a un escueto y humilde reconocimiento de la calidad de aquellos. En mi opinión sobra el ejercicio memorístico del Rey sobre lo que otros le escribieron y al que, como a cualquier cabeza coronada, la superioridad intelectual le resulta indiferente.

No hablemos de la presentación en sociedad de la heredera de la Sagrada Familia que, junto con el estilismo de su mamá, es lo único importante para los asistentes. Los premiados deberían ser conscientes de que están de relleno y que lo que se juega en la ceremonia es la reiteración ritual de confirmación del vasallaje. Como aconsejó el Rey a su hijita Leonor en la entrega a la misma del Vellocino de oro, delante de las más altas autoridades del Estado (tuve la impresión de estar en Tailandia), Vellocino que, por cierto, no necesitó de argonautas o medeas que lo elaboraran, Vellocino-baratija, por tanto, realidad de las más altas condecoraciones: “no te apartes nunca del texto constitucional, es tu camino, el que debes siempre seguir. Así gozarás, y transmitirás a tus hijos, el perpetuo vasallaje de nuestros queridos súbditos, que viene nada menos que de Pelayo, a ti tan próximo por razones familiares”.

2. En la entrega de los premios del año anterior tuve el placer de escuchar el canto haka del equipo de rugbi de Nueva Zelanda, los “All Blacks”. Se trata de un haka que se recita y dramatiza, con gritos y gestos estilizados, en todas las competiciones internacionales de la selección. “Hakas” hay muchos y con diferentes finalidades, en este caso, para intimidar al adversario.

El jefe del coro es siempre un maorí y el resto del equipo responde como un coro. Presento aquí el texto del haka y mi traducción, después de examinar otras y de las que difiere en diversos detalles:

“Ka mate, ka mate

Ka ora, ka ora

tēnei te tangata pūhuruhuru.

Nānanei i tiki mai whakavhiti te rā

Upane ka upane

Whiti te ra, hi!!!”

“Es hora de morir, de morir.

Es hora de vivir, de vivir.

He aquí el hombre cuyos cabellos brotan sin cesar.

Ahora intenta hacer aparecer al sol (ra).

Avancemos lentamente

Aparece Rā hi!!”

Los versos se repiten (La traducción no es literal).

OCTUBRE, 20.

TERRORISMO Y VIOLENCIA. EL TEMPLO DE JANO.

La palabra “terror” viene del latín “terreo”. Temer, hacer temblar. “Terror” en esa lengua es el temblor producido por el miedo y es, con alargamiento, la raíz “tremo”, temblar (español trémulo), datos de una conversación con el venerable y queridísimo Ernout.

Ya en el significado de la palabra vemos que hay una relación entre temblar y hacer temblar, estar asustado y aterrorizar, entre la angustia de los menos por perder sus privilegios y la opción por una política de terror o de violencia (o una política que alterne a ambos, según las ocasiones) para mantenerlos. La palabra “terrorismo” es moderna aunque políticas terroristas fueron utilizadas siempre, desde la antigüedad hasta el fin del antiguo régimen, recuérdese en éste la aplicación teatral de una justicia bárbara con pura finalidad de represión. Pero la reflexión política sobre el terrorismo es posterior a 1789 cuando la caída de los girondinos y el gobierno revolucionario de Robespierre, de quien son estas palabras: “el terror no es otra cosa que la justicia pronta, severa e inflexible” y fue aplicado durante el período 1793-1794, aunque ya sin las salvajes ejecuciones de siglos anteriores.

Después, durante más de doscientos años hasta hoy, el temor a perder monopolios ilegítimos de poder o a que se revoquen posiciones intolerables de desigualdad económica o a ideologías revolucionarias han propiciado políticas de miedo colectivo que se hacen reinar sobre una población para quebrar su resistencia. Esto ha ocurrido, no solo en toda clase de dictaduras sino también, con mayor o menor intensidad, en regímenes aparentemente democráticos, pero que de democráticos solo tienen el nombre.

Pero no solo los regímenes mencionados han utilizado el terrorismo. Las democracias más asentadas no han sido ajenas al terrorismo bien aplicado sistemáticamente, bien y es lo más corriente, actos aislados de terror que ponen el acento dentro de una política de violencia represiva. El primer caso, el del terror sistemático democrático, es excepcional, aplicable en una situación colonial contra una población extranjera. Por mencionar algún caso, aparte del terrorismo USA en Vietnam, el ejemplo de Francia en la guerra de Argelia, que alcanzó también el territorio francés con la represión de los argelinos de París cuyos cadáveres, y gobernaba De Gaulle, flotaron abundantes en el Sena. Si el régimen político se ve en peligro, la monarquía griega al finalizar la Segunda Guerra Mundial, a causa de la guerrilla, también se recurre a una política terrorista de fusilamientos masivos.

Pero lo normal en las democracias occidentales ha sido desde sus comienzos, sintiéndose el poder cuestionado por un número mayor o menor de ciudadanos en sus opciones y características fundamentales, la aplicación de una política de violencia represiva más o menos sofisticada, con la presencia constante de actos terroristas aislados. Un ejemplo han sido y son los EEUU, con su violencia policial constante, con miles de víctimas cada año. Los peores episodios podemos calificarlos de terrorismo del sistema, como lo fueron en los años veinte en Chicago el ahorcamiento o electrocución de sindicalistas. En el fondo de la represión siempre está presente el temor del sistema (siempre injusto, aunque la medida de la desigualdad pueda ser diferente) ante las reivindicaciones de todo tipo de los más, sean económicas, raciales y en general de igualdad y no discriminación.

Es claro que según las democracias formales han ido progresando en occidente en democracia real, la violencia y las políticas de represión en general han ido cambiando en su realización, mucho más sofisticadas y con altísimo grado de manipulación, utilizando los servicios valiosísimos de los medios, hasta el punto de no llegar a ser percibidos como tales en ocasiones. Y utilizando el terror, materialmente, aisladamente y con precisión de cirujano. Pero sobre todo el concepto de terrorismo y una política represiva basada en el mismo.                                                

Pero ya es hora de que dirijamos la atención a nuestra democracia, la democracia del reino de España en este año del señor de 2019. No seré yo quien ponga en cuestión la naturaleza democrática de nuestro régimen político, incluso el progreso democrático real en las últimas décadas del siglo pasado, aunque hoy en ciertos aspectos haya una clara regresión de la que después hablaremos. Pero ello no obsta a la injusticia básica del sistema, basado en una escandalosa desigualdad social, con la concentración creciente de la riqueza y el poder económico, cada vez más pobreza, y un poder al servicio de mono y oligopolios que agradecido abre sus puertas a los políticos de turno con retiros dorados. Naturalmente el sistema ve siempre asomar amenazas en el horizonte por la acción indignada de la mayoría desfavorecida o por la articulación política que la represente.

La reacción del sistema no es hoy violenta, no necesita serlo ante estas amenazas, en general. Le es suficiente una manipulación generalizada, con la utilización de los medios y sobre todo, las televisiones con la descalificación universal de toda clase de “populismos” y políticos de conversión en pasivos espectadores acríticos al mayor número posible de ciudadanos. Y donde la manipulación no es suficiente o no aplicable, siempre está presente la posibilidad de utilización de la policía. Es sorprendente la falta de reacción violenta de la población (y creo que debida a esa pasividad impulsada por el poder) ante la violencia económica del sistema (una larga historia de abusos de eléctricas, bancos, grandes empresas…) salvo en el sector de los desahucios, donde la solidaridad vecinal puede originar micro situaciones de resistencia, resueltas por la intervención policial.

En nuestro país, por ahora, la desigualdad económica y en general, la injusticia del sistema en este terreno, no es una fuente significativa de peligros para el mismo.

Lo que realmente amenaza al actual régimen político es la crisis territorial propiciada por el no reconocimiento de la pluralidad de naciones en el Estado que no son reconocidas en aras del mantenimiento de una mítica nación indivisible española que asegura el control del poder y del sistema, no obstante la vigente articulación autonómica. Control de poder en sus aspectos más decisivos (económicos, políticos, ideológicos). La crisis territorial viene de lejos, con sus raíces de siglos en la historia española. En los años treinta nos encontramos con la proclamación del Estado catalán. Después más de cuarenta años de acciones terroristas de ETA, el movimiento vasco de liberación, en palabras de Aznar. Hoy la proclamación de la República catalana, un paso histórico irreversible, mientras espera el País Vasco. Otras posibles crisis territoriales por reivindicaciones nacionales apuntan en el horizonte.

Lo que no han logrado las crisis económicas, sus injusticias, desigualdades y abusos está en camino de lograrlo la crisis territorial. Es la amenaza más grave a la democracia surgida del pacto constitucional postfranquista. Crisis que no se resuelve solo con una nueva articulación territorial (tal la autonómica) sino que afecta a todos los aspectos del sistema, a la propia esencia de España según es imaginada y presentada por éste, un terremoto, sea la solución la independencia de las naciones, sea una confederación. Ante esta amenaza existencial, el sistema reacciona, no solo por la vía de la manipulación (de menor eficacia en este campo) sino por la vía de la represión, intensificando la violencia institucional (tribunales, fuerzas de seguridad, vías administrativas y legislativas) e incluso el terrorismo, este último representado por la política de los Gal en la época de Felipe González. Pero esta política es hoy inaplicable, algo claramente superado. Mucho más insidiosa es la utilización del concepto de terrorismo en la legislación y en la práctica de los tribunales, un concepto cada vez más expansivo y con una finalidad clara de amedrentar y cuya aplicación aumenta su eficacia con la sustracción del derecho al juez natural y su sustitución por tribunales centrales, como la audiencia nacional (sustituta del T.O.P.) y que se pueden calificar de excepción.

Examinemos con mayor detalle la reacción del poder. La manipulación, una política sistemática de manipulación está a cargo de los medios y de los políticos e individuos de las élites, potenciándose recíprocamente. De esta manipulación generalizada resaltaré aquí la falsificación del análisis de la situación por la amputación del diálogo al silenciar la cuestión fundamental, la existencia de naciones otras que la española que, admitida, exige respuestas institucionales. Todo se reduce a una crisis de convivencia, presupuesto el horizonte “Extremadura” para Cataluña (Sánchez Dixit). Dentro de ese horizonte mononacional solo son posibles determinadas preguntas y respuestas, se pregunta, por ejemplo, por qué no se condena la violencia por los nacionalistas y no se pregunta por el origen de esta en la violencia institucional que utiliza el escudo de una constitución viciada en su origen como un escudo formal, la legislación, en general, como una realidad natural, dentro de un positivismo arcaico y ampliamente superado.

Nadie se pregunta si, v.g., en los recientes desórdenes de Barcelona, además de motivaciones políticas, se expresan también conflictos sociales de otro tipo relacionados con las injusticias de nuestra sociedad desigual y que pueden actuarse más fácilmente en el terreno de la reivindicación nacional.

También quisiera aludir a lo correctamente político de un pacifismo angélico que el sistema manipulador ha desarrollado en España. Libres aquí de lo políticamente correcto vigente en USA en cuestiones raciales y de género, sin embargo nos invade el angelismo de la no violencia (además del de que dentro de la legalidad todo es posible). Los medios observan atentos desórdenes públicos mucho más violentos en el extranjero (Chile, Hong Kong, chalecos amarillos en Francia) con frecuencia comprensivos o aprobatorios. Pero si suceden entre nosotros, el más mínimo resulta intolerable, aunque sea un empujón o un escrache a un periodista que no cesa de mentir y manipular en el epicentro del desorden. Durante horas repiten en las televisiones los mismos desórdenes, una misma escena, un mismo fuego para suscitar una imagen de ciudad bombardeada o tomada por asalto. Nadie, en general, defiende la violencia, pero ésta es una constante histórica ante las grandes injusticias sociales o los procesos de autodeterminación nacional, que tropiezan con la resistencia del poder. Los que aplican la violencia del Estado exigen a los represaliados naturaleza angélica. Elemento esencial de la política represiva contra la crisis territorial es la utilización de los tribunales (combinada con una política de agravación de penas y de nuevos tipos delictivos, como la Ley Mordaza) y sobre todo la aplicación expansiva del concepto de terrorismo con el corolario de las penas más severas. Veamos los diferentes aspectos de esta política represiva:

a) Mencionamos ya la organización judicial, la jurisdicción expansiva de la Audiencia Nacional en detrimento del juez natural, también la ausencia de un juez de garantías por la confusión del instructor y del juzgador. El propio sistema de nombramiento de jueces, autoritario y que favorece la mentalidad acrítica y también autoritaria del juez opositor. La propia historia de la magistratura, silenciosa ante los asesinatos de 1936, que aplicó cuarenta años las leyes del franquismo y que, gracias a la amnistía de la transición, pasó sin despeinarse al sistema democrático, continuando en la formación autoritaria de los nuevos jueces, con todas las excepciones que se quieran.

b) Promulgación de nuevas leyes represivas (Ley Mordaza), agravamiento de penas en el C.P. (prisión perpetua revisable), propuesta de nuevos tipos penales en materia de rebelión y secesión. Agravación en la práctica de la prisión preventiva hasta extremos intolerables (casos Rosell luego absuelto, los presos del Procés). Utilización represiva de la política penitenciaria así como del Código Penal para el tratamiento de situaciones en las que sería suficiente (o igual de insuficiente) simples medidas políticas. El Reino Unido suspendió varias veces la autonomía norirlandesa, sin necesidad de inculpación penal alguna. Uso político de la inhabilitación para cortar cabezas en las organizaciones políticas adversarias. Recurso constante al Tribunal Constitucional (designado por el sistema) para coartar la libertad de debate de un Parlamento y generar una desobediencia con la consiguiente transcendencia penal, llegándose al ridículo jurídico de recurrir declaraciones sin efecto jurídico, como la reprobación del Rey, que por mucho que se revoque, seguirá reprobado.

Especialmente significativo en la política represiva es la ampliación del concepto de terrorismo por vía legal (proliferación de delitos de apología del terrorismo e incitación al odio…) y por vía judicial condenando por terrorismo, colaboración con banda armada y toda la galaxia de figuras afines. Especialmente sangrantes son casos como el de Otegi, condenado a seis años (con un voto particular en contra) cuando precisamente luchaba por el triunfo de una estrategia puramente política en el País Vasco. O los condenados en Alsasua por una reyerta de bar penas semejantes a las del homicidio, no habiéndose producido lesiones importantes. O inculpar por apología del terrorismo a la autora de un chiste sobre la ejecución de Carrero que en el momento en que se produjo, el país vivió como la explosión de un tapón que obturaba la botella de las libertades. Recientemente, con ocasión de los desórdenes en la capital catalana, un juez de la Audiencia Nacional ordenó el cierre, por sospecha de terrorismo de la página de internet de “tsunami” democrático y los sindicatos de policía pidieron que esos desórdenes se considerasen terrorismo. Por supuesto que a ningún juez, político o medio se le ocurrió nunca calificar de terrorismo la situación de una familia desahuciada y enviada a la calle o la venta a fondos buitre por la alcaldesa de Madrid, señora de Aznar, a bajo precio, de viviendas sociales, con las consecuencias de todos conocidas o la corrupción institucional de PSOE o PP.

Los ejemplos no se agotan. Otro, y ridículo, es que se pretenda aplicar la figura de apología del terrorismo, las acogidas-homenaje de sus vecinos a los presos de ETA que han pasado veinticinco años en prisión y que reciben ese gesto cordial de simpatía pero que resulta ofende a las víctimas. Sin embargo los continuos homenajes a Franco no suscitan comentarios.

Se olvida que, con frecuencia, los terroristas de hoy, aunque justamente penados, si en el futuro triunfan otros relatos nacionales, serán los héroes de los mismos. Ahí está el ejemplo del que fue Primer Ministro de Israel, Beguín, en su tiempo conspicuo terrorista que pudo acabar ahorcado y que permanece, para la posteridad, como Premio Nóbel de la Paz.

Al margen, ¿incurrió el presidente Aznar en apología del terrorismo cuando calificó a ETA de movimiento vasco de liberación nacional?

Finalmente, la represión de los derechos colectivos acaba conduciendo a la limitación en el ejercicio de los derechos individuales del ciudadano, fundamentalmente del derecho fundamental de la libertad de expresión.

La máxima aspiración del poder sería que frente a la violencia institucional y la dimanante de las injusticias y desigualdades sociales toda protesta de las víctimas se redujera a manifestaciones y protestas que a fuerza de pacíficas resultan impotentes, quedando la violencia del Estado indemne. Y si se suscita una respuesta violenta, tratarla, poniendo entre paréntesis sus causas.

Como se sabe Iānus (Jano) era un Dios con doble rostro, uno delante y otro detrás. Su templo en Roma tenía también dos puertas. Pues bien, nuestra democracia tiene también dos puertas: la principal, ante la que se congregan los manifestantes con sus protestas y exigencias, ampliamente iluminada. Y otra trasera, en sombras por la que se vierten las políticas de injusticia y de desigualdad del Estado y la represión de los congregados ante la entrada principal.

OCTUBRE, 23.

¿NECESITAN LOS DELFINES UNA CIVILIZACIÓN TECNOLÓGICA?

He leído estos días un libro, excelente, “Vida, la gran historia” de divulgación biológica sobre la evolución, del paleontólogo J. L. Arsuaga. Al exponer el horizonte científico vigente, las diversas teorías que explican los datos y las dudas que surgen y los problemas planteados, anima al lector, a partir de ellos, a utilizar su cerebro. Invitación posible en biología pues, expuestos los resultados de la investigación científica de base, sobre los que el profano naturalmente no tiene nada que decir, sí puede pensar con provecho sobre la problemática que aquellos plantean. Y con mayor provecho cuanto mayor es la generalidad de aquella, cuando está involucrado el papel y el destino de la especie, cuestiones que no pueden ser ajenas a ninguna inteligencia. Al fin y al cabo estas cuestiones y problemas, decisivas para el ser humano, se piensan y se comunican en su mayor parte en un lenguaje natural y solamente es preciso aprender el vocabulario técnico correspondiente y su uso por los diversos autores y corrientes científicas, lo cual por supuesto, no es pequeña tarea. La situación es muy diferente en la divulgación de los resultados de la física o de la química. Aquí hay una tarea previa, sin la cual es imposible pensar críticamente la divulgación: conocer la lengua de estas disciplinas, las matemáticas. Sin ese conocimiento, no digo que sea perder el tiempo leer esa divulgación, pero sí imposible conocer con un mínimo de rigor el alcance de lo que se dice y debatirlo críticamente. En la traducción al lenguaje natural del lenguaje físico-matemático se pierde prácticamente todo y solo quedan problemas flotando vagamente como medusas que al rozarnos con sus tentáculos a algunos inadvertidos les inoculan el veneno de un ridículo falso saber. Cuántos hoy conocemos que procedentes de terrenos muy distantes al de la física, incluso del literario, te informan sin embarazo de que se apasionan, por ejemplo, por la mecánica cuántica, como si supieran de lo que hablan. Yo siempre les pregunto si tienen algún conocimiento de matemáticas, si pueden comprender matemáticamente los problemas planteados. Siempre es negativa la respuesta, pero no importa, seguirán creyendo que conocen y pontificando con voz engolada, puentes que se hunden al primer atisbo de examen serio. Y la metáfora del gato de Schrödinger seguirá causando daños en estos espíritus ingenuos. Más hubiera valido que este elemento literario no se hubiese introducido en la exposición ya que, mal entendido, a él se agarran estos apasionados cuánticos, como a un rostro amigo en una muchedumbre de desconocidos. La invitación cordial de Arsuaga es imposible de aceptar en la divulgación física. Quizás, como me dice mi hija Leticia, física de profesión, permanece la posibilidad de plantear preguntas. Y, añado yo, la posibilidad de pensar el material científico divulgado, desde el horizonte literario o poético. La literatura y la poesía se nutren de todo, incluso de material científico de segunda o tercera mano. Y los resultados pueden ser deslumbrantes y de una profundidad significativa en nuestras vidas. Seguro que J. L. Borges comió del famoso gato y con su digestión alumbró luz perdurable para todos nosotros. Pero volvamos a los delfines.

Examina Arsuaga en el libro citado “la posibilidad de que la mente racional pudiera evolucionar en un tipo de animal que no fuera humanoide en cualquier lugar del universo. Y al mismo tiempo nos preguntamos si para que un animal llegue a convertirse en un humanoide tiene que seguir los mismos pasos que ha seguido el curso de nuestra propia historia”. “¿La disyuntiva es los humanoides o nadie? ¿Hay una vía única hacia la inteligencia? En un capítulo interesantísimo titulado “Los humanoides” examina con amplitud de criterio (y generosidad) si nuestra aparición era muy improbable o, por el contrario, nuestra evolución era predecible. Su conclusión (pgn 510) es que después de todo “no haya que esperar nada realmente nuevo de las demás especies, no porque carezcan de potencial evolutivo sino porque mucho me temo que las especies del futuro serán como los humanos queramos que sean, y solo existirán las que permitamos que existan. Las reglas del juego evolutivo han cambiado definitivamente”.

Antes “suspendiendo la incredulidad” ha jugado con “moluscos viajando en naves espaciales” o “delfines o elefantes artistas plásticos” y recoge la clásica narración del relato evolutivo. Postura bípeda, extremidades anteriores libres de la locomoción y disponibles para el manejo delicado (y creación) de instrumentos, “precisión tremenda en la información que nos llega a través del tacto y de la visión binocular” (prerrequisito para el pensamiento conceptual (Huxley). “O que solo un vertebrado terrestre grande, para que le cupiera un gran encéfalo, con manos… dotadas de pulgares oponibles y dedos con uñas planas y yemas sensibles podría haber llegado tan lejos” (Wilson). El propio Arsuaga se pregunta si, “por muy inteligentes que sean, podrían llegar los delfines o los elefantes a producir una civilización tecnológica… ¿No estarán limitados por la ausencia de órganos prensiles…? Y en relación con esto expone el parecer del antropólogo Howells sobre las dificultades para que en el mar pudiera surgir una civilización. Superada la antigua objeción de la comunicación difícil en el medio acuático (por lo que sabemos de los cetáceos, permanece la que surge de tener aletas en vez de manos y en consecuencia crear y manipular instrumentos). Parece hacer suyo, al recogerlo sin comentario, el aforismo de Jorge Wagensberg “la aleta es un tapón evolutivo para el conocimiento. ¿Qué haría un delfín después de tener una idea genial?

Según pienso es preciso tratar separadamente dos cuestiones: la posibilidad (y necesidad) de una civilización tecnológica, por ejemplo, para los delfines, en su actual estado evolutivo y la posibilidad de evolución de su grado de encefalización hasta un nivel sapiens. Y otra: los límites de esa evolución según los requerimientos de la adaptación al medioambiente de un concreto nicho ecológico que harán que la evolución seleccione o no variantes o mutaciones que puedan producirse. Todo el planeta constituye el nicho ecológico del homo sapiens y supongo que cuanto más general y abierto es ese nicho, la adaptación al mismo es más compleja, sobre todo si ese carácter abierto y general del nicho ecológico se combina con una explotación no especializada del mismo.

Si dentro de un millón de años sigue habiendo humanos y los perros (ese humano “honorario”) siguen siendo su compañero ¿(dejando aparte en esta hipótesis la selección artificial y los progresos de la tecnología genética) quién descartaría una evolución en los perros análoga a la de los homínidos?

La explotación de su medio ambiente por los delfines supongo que es la adecuada, que están perfectamente adaptados a su nicho y que en consecuencia no hay necesidad de que la selección natural favorezca variaciones o mutaciones que no necesitan para la explotación, que incluso podrían suponer un peligro para aquel. Pero si (según el aforismo que recoge Arsuaga) un delfín tuviera una idea genial, la expresión implica que pensaría y en consecuencia que tendría un lenguaje cuya gramática podría ser estudiada por los humanos, mediante las oportunas grabaciones y después comunicarse con ellos. Prescindiendo de que, según lo dicho antes, de los eventuales peligros para su especie de poseer un pensamiento, aparte de una comunicación intraespecífica más completa con las consecuencias económicas y culturales deducibles, podrían, por ejemplo establecer convenios con los humanos, mutuamente beneficiosos accediendo al uso de instrumentos que no les son accesibles por su carencia de manos. Podrían domesticar, quizás, animales marinos como el pulpo (ese vertebrado “honorario”) y utilizar sus tentáculos. Sin hablar de la potencia de las ondas eléctricas de su cerebro que hoy les permiten comunicarse a enormes distancias y que con ayuda de la tecnología humana, traducirlas en mecánica para mover objetos.

Como se ve, los delfines podrían hacer muchas cosas con sus “ideas geniales”. Otra cosa es que las mismas, como dije antes, pudieran alterar el equilibrio en la explotación de su medio acuático, por otra parte muy limitado comparado con la superficie terrestre.

Hablar de delfines “artistas plásticos” me parece antropocentrismo. El arte no tiene por qué ser una consecuencia inevitable de toda inteligencia superior. Vuelvo al comienzo. En sus condiciones actuales, el grado de encefalización de los delfines es el adecuado a las mismas y no creo que la selección natural seleccione variaciones o mutaciones que no mejoren la adaptación de aquellos.