Diciembre 30

Más sobre una civilización de los delfines

En una entrada de este diario correspondiente al 23 de Octubre, reflexioné, sobre la base de un libro de Arsuaga, en torno a una possible civilización tecnológica de los delfines. Hoy pienso la evolución de los delfines desde el horizonte mítico griego, incluido como testimonio la admirable cerámica clásica que representa en infinitas variedades escenas de los principales mitos.

Se ha dicho bellamente que para el pensamiento mítico griego “La metamórfosis es la propia naturaleza de las divinidades marinas”. Y que hay “un polimorfismo inherente al mundo acúatico”. Como claro ejemplo recordemos las transformaciones de Tetis, la oceánida hija de Nereo, que al ser enlazada por Peleo, que la quiere como esposa (Aquiles será el hijo de ambos) se resiste inicialmente en una serie metamórfica que va del fuego al león.

Si pensamos los cetáceos y, concretamente los delfines, con una mirada no embarazada del conocimiento biológico acumulado en los últimos 250 años, su doble realidad de mamífieros (“que exhalan entraña e inhalan transparencia”) y de seres marinos, se nos aparecen en un equilibrio inestable, que facilmente puede decantarse por un medio o terrestre o acuático. Se comprende así ese esencial polimorfismo atribuido por los griegos.

Tengo ante mis ojos la fotografía de una hermosa Hidria etrusca (ca.510-500 A.E) que incorporo. La franja central, que es la que nos interesa aquí, representa la escena final del secuestro de Dionisio por los piratas. El Dios del vino se transforma en un león que ruge con rujidos de trueno. Llenos de pavor, los piratas se lanzan al mar donde se transforman en delfines. La Hidria recoge ese momento de la entrada en el agua marina, con la transformación en curso al contacto con las olas.

Pero démosle la vuelta a la escena, en un giro de 180 grados, tal como se ve en la segunda foto aneja, y olvidemos el mito.  

Qué es lo que vemos? Seres marinos en el fondo del agua, en posición erguida, mitad hombres y mitad delfines, que muestran distintas posibilidades en su proceso de evolución, transitorias o definitivas. La figura de la derecha es un ser humano desde la ciintura, pero que puede respirar dentro del agua. Todas las demás son humanas de la cintura a los piés. Y todas ellas miran en dirección a la superficie marina, un ritual quizás, de adoración de la luz solar que los ilumina. Nótese como las aletas delanteras parecen casi brazos, sin mano, en las primeras 5 figuras visibles desde la izquierda. Estas posibilidades de transformación, coexistirán en su polimorfismo o la sexta figura indica la dirección que privilegiará el proceso metamórfico? Dentro de uno, dos, tres millones de años, qué nuevas criaturas emergerán de las olas y titubearán en la playa a la luz del mediodía? O surgirán nocturas, ante sorprendida luna?

También puede suceder entre los seres marinos una evolución de su inteligencia, sin transformación física, satisfechos con su forma, tan adaptada al medio marino. O que esta forma, en los delfines, evolucione hasta eliminar la respiración fuera del agua. Recordemos el texto, atribuido a Plutarco, que refiere como un compañero de Ulises, transformado en cerdo por Circe, aunque conservando la conciencia y el lenguaje, se niega a volver a la figura humana cuando la maga, obligada por Ulises, revierte la situación de los compañeros de éste. Y se niega con abundantes y convincentes argumentos.

Por cierto, los cerdos de Circe me hacen recorder el término vasco para delfín: izurde, cerdo de agua, acuático o marino, desafortunada comparación. Para desagraviar a nuestros simpáticos amigos, les recitaré un par de versos del poema “Delphine” de Rike: “…Anders als die stumme, stumpfgemute Zuckt der Fische, Blut von ihre Blute und von fern dem menschlichen geneigt…warme zugetane…die Trireme heiter weiter trug”. “…Distinto de la muda, apática especie de los peces, sangre de su sangre inclinado a lo humano…cálido, amistoso…llevaba sereno el trirreme hacia adelante”.

De todas formas, no es solo la lengua vasca la descortés con los delfines, el propio griego antigüo con su “delfís” (emparentado con  delfax, joven cerdo o cerda), pensó probablemente en un cerdo de mar. Pero despúes supo colocar en lo más alto al delfín al atribuir a Apolo el epíteto de delfinios y, como tal, amigo de los marinos.

En fin, no tengo duda alguna, que a humanos y delfines nos quedan muchos encuentros amistosos en los largos caminos, millonarios en años, de la evolución.

DICIEMBRE, 4

DÍAS DE VISITA AL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Veo en la televisión que los ciudadanos pueden visitar el edificio del Congreso durante dos o tres días. Numerosos, pasean las instalaciones o se sientan en los asientos de los diputados. Su natural impulso a ocupar el banco azul del Gobierno tropieza con un categórico ¡Prohibido!. Razones de seguridad explican condescendientes los ujieres, ante el crecimiento de los males venéreos entre los electores. En realidad, ujieres y ciudadanos desconocen una norma básica de la democracia, que todos los culos son iguales, pero algunos culos son más iguales que otros. Satisfecho, de todas formas, el pueblo, arrellenado en las plazas de los diputados, no observa, en relación a los representantes que votó, una distancia que le impida sentirse elegido y por ello sonríe beatíficamente.

En su visita a las diversas dependencias pueden observar las huellas del baleado de Tejero (¡Qué cojones!, piensan muchos) para a continuación inclinarse ante la Santa Virgen y mártir Constitución de Cádiz, ferozmente violada y asesinada por el Borbón Fernando VII.

Entrevistados por periodistas obsequiosos que cumplen sin desmayar las instrucciones manipuladoras de sus medios que buscan regar la flor amable e ingenua del consenso constitucional, responden, vacilantes, con fragmentos incoherentes e inacabados: “es muy importante estar aquí, sí, pienso que sí”, “te das cuenta de la importancia de tu voto”, “sí, me haría ilusión ver a un político”, “sí, mucha” (remarca el cónyuge). “¿Qué es la Constitución?”, “la Constitución es, es… lo que nos manda a todos”. De repente recuerdan lo que tantas veces ha oído por televisión. “Es lo que nos hemos dado los españoles”, y pone acento intenso en el nos. La periodista lo despide y nos despide con una sonrisa. Objetivo logrado. Cumplido el riego diario del consenso constitucional.

Tengo que reconocer que, aunque viviera doscientos años, no visitaría el Congreso ni respiraría nunca su atmósfera banal. Y aunque en la práctica no tengo dudas acerca de que la democracia es el único régimen político que puede proporcionar paz y satisfactoria convivencia social (régimen siempre susceptible de perfección) no comprendo cómo uno se puede enamorar de la “aurea mediocritas” de la democracia, de la banalidad del culto democrático a la Santa Constitución y de su sacerdocio, los políticos democráticos.

En Orígenes ya se habla del “taedium verbi divini” del aburrimiento infinito, en los primeros siglos del cristianismo, de los creyentes (creyentes sí, pero gente de sentido común) ante la corriente de absurdidades teológicas del oficiante de turno (Tertuliano: “credo quia absurdum”). Cesáreo, obispo de Arlés (503-543), antes de comenzar a predicar, echaba el cerrojo para evitar la fuga del personal, mareado por la explicación del misterio. Pues bien, hay otro tedio comparable en magnitud, el “taedium verbi politicorum democratiae”. Afortunadamente aquí no hay cerrojo que valga, presionamos el mando de la TV o pasamos, sin leerla, la página del periódico.

Este tema del tedio me trae a la memoria la pregunta de Sócrates a un ciudadano de si hay algún conciudadano en Atenas con el que hable menos que con su mujer. También está escrito el infinito aburrimiento de Ulises, el “polimetis” con Calipso. Y es que salvo algún caso de hechizamiento erótico de hombre o mujer, solo la palabra justa nos golpea y excita a devolver, solo ella puede iluminar al cuerpo como a un templo, borrando su mudez.

Volviendo a los rituales democráticos, hay que reconocer que se hallan en clara desventaja ante las iglesias. Y ello a pesar de que la palabra de la democracia en principio está libre del absurdo que golpea la palabra de Dios. Pero claro, están las catedrales, la belleza de las iglesias y pequeñas capillas, los conciertos de las campanas que como bandadas de pájaros sobrevuelan las casas del vecindario, la melopea incomprensible de las lenguas sagradas, los perfumes que se enroscan como serpientes en el aire que respiras, los cánticos de los coros, los órganos… No importa la hondura y firmeza de tu ateísmo. La atmósfera sagrada del templo te somete a vaivenes de zozobra. Por ejemplo, en una iglesia ortodoxa rusa, el canto en viejo eslavo por una tríada sacerdotal, el incienso que te envuelve. Todo eso explica, en gran parte, la supervivencia de las iglesias a través de los siglos. Eso y la desesperación y el miedo de tantos.

Visto lo cual, no se comprende el proceso de sustitución de las lenguas sagradas por las vernáculas en la liturgia cristiana. Desaparece el misterio, un lenguaje de orates queda al descubierto que nadie en su sano juicio puede aceptar.

Además creo que rezar en vernáculo es inútil. Los dioses conocen las viejas lenguas sagradas (latín, griego, eslavo eclesiástico, siríaco, geez, copto…) pero nunca han tenido ocasión de estudiar los vernáculos ni interés. Incluso pueden ofenderse por la oración en vulgar y castigar con lo que se quiere evitar. Yo, desde luego, si alguna vez me hallo en el caso de rezar, lo haré en latín, seguro de que mis faltas serán perdonadas. Pater noster qui est in caelis (y con la pronunciación clásica, no con la italo-opusdeista, chelis!!)

DICIEMBRE, 9

VIERNES NEGRO

Estos días los medios en general han sido caja de resonancia del llamado “Black Friday”. Resulta que no es el nombre de una organización terrorista ni tampoco la ceremonia de un luto por una pérdida irrecuperable. No, la frase inglesa designa una rebaja de precios extravagante al calendario tradicional del comercio. Su salvaje introducción en nuestro medio ambiente depreda la fauna local de rebajas y rompe el equilibrio del pequeño comercio para el que, en verdad, es un viernes negro.

La denominación en inglés usada en nuestro país es, además, una ofensa gratuita a nuestras lenguas, español y gallego que luchan, frente al inglés, por la hegemonía mundial (el segundo en su configuración gallego-portuguesa).

A estos efectos dañinos del viernes negro, tradición de otra cultura y ajena a la nuestra, hay que añadir lo que supone de droga que impulsa el consumo insostenible e innecesario, que alimenta la pulsión por adquirir y poseer cosas. Pienso en un adulto, seducido por la banalidad iluminada de un escaparate, como una de las mayores derrotas del ser humano. Es penoso ver a la gente vagabundeando por las tiendas, sin objetivos concretos, excitando su deseo de adquirir que acaba en la compra innecesaria.

Estoy convencido de que cuanto menor la gravitación del espíritu y, en consecuencia, mayor la pobreza en dones del mismo, cuanto más crece la necesidad de tener, de manifestar una identidad fragmentada en la exterioridad de la posesión. Solamente el tener les proporciona un sucedáneo, inestable, de ser.

Hay un proverbio turco que dice “para.sî keymet.lî olanîn, canî ucuz olur”, esto es “el alma de quien considera valioso su dinero, es barata”. “Ata.sözü” (proverbio) es palabra del antepasado. Hace mucho que el lenguaje de la publicidad y del escaparate dejó de serme comprehensible, me llega sólo una algarabía insoportable.

Y únicamente me parece atractiva, por necesaria, la adquisición meditada que no extiende la posesión, sino que cubre una intemperie, el único consumo “sano y bueno” (Lezama).

DICIEMBRE, 11

Teología de la Constitución

Mes de diciembre, último del año según nuestro calendario. Es una obviedad pero conviene no olvidar el carácter variable, según los calendarios de las diferentes culturas, del comienzo y del fin del año. Tener siempre presente la relatividad de casi todo es excelente para la bondad del pensamiento.

En la cultura religiosa y política de la España oficial, diciembre es el mes en el que florecen dos misterios importantes y se conmemora un aniversario, el de la Constitución. Los misterios, pertenecientes a la esfera de la religión, y el último, a la de la política, si bien se halla muy avanzado el proceso de conversión en misterio y, en consecuencia, aparece una suerte de religión laica, como en la Francia de la revolución y sin que podamos excluir ulteriores desarrollos, como luego veremos.

El primero de los misterios es el llamado “misterium natalis”. Esta época del año propicia la aparición en los medios de artículos de expertos teólogos que explican, nos explican la inteligibilidad del misterio. Y lo hacen en una lengua y con una lógica que solo tiene valor de curso legal en el interior de los templos. Pero los predicadores no se contentan con el monopolio del ámbito litúrgico, en el espacio de la arquitectura sagrada ni con el bello espectáculo de ver sus palabras a lomos de caballos de incienso que asaltan oídos, abiertos o cerrados, en ningún caso críticos. No: quieren salir a la vía pública, que el mensaje salvador se anuncie a la generalidad y que por su reiteración incontestada, adquiera como una suerte de evidencia que no solo legitime sino aventaje su posición en el diálogo democrático. Naturalmente no se molestan en traducir su lengua o en emplear otro tipo de lógica, tarea por otra parte imposible en el caso de las religiones basadas en un libro (judaísmo, cristianismo, islam). La naturaleza de sus misterios es puramente lingüística, un signo cuyo significado carece de posible referente en la realidad y que viola toda la legalidad de la misma. Estas religiones solo podrían aspirar a la belleza literaria de un texto paradisíaco en el que todo puede suceder, hasta la desaparición del espacio-tiempo y la identificación de todos los referentes, reales o imaginarios. Pero como una religión reducida a estética, sería literatura, el misterio quiere imponernos su deseo de operar en el plano humano (descendiendo del sobrenatural, que nadie le disputa) de encarnarse en la realidad donde se encuentra el oro del poder y la riqueza que son las vestiduras de su espíritu santo.

Como ejemplo de esta lengua del misterio con la que nos encontramos en el exterior del templo, cito unos párrafos de un artículo de un experto teólogo, aparecido en la prensa estos días: …“el Cristo solo resulta inteligible desde una clave: la sacramentalidad, es decir, la referencia del significante al significado, del signo al misterio”. Después de hacer una referencia a la lógica cristiana (oxímoron) continúa: “todo en la vida de Jesús es signo de su misterio. La humanidad de Cristo aparece así como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de su divinidad”, todo ello para glosar el “misterium natalis”. Confieso mi incapacidad de traducir a un lenguaje comprensible los párrafos transcritos, de construcción gramatical, sin duda, pero cuyo significado aparece como sin sentido. Palabras como “signo, significante y significado” y su relación no parecen ser utilizadas de acuerdo con la teoría lingüística. Otras como “sacramento, sacramentalidad y divinidad” deberían ser explicitadas en su significado. Y aclarar la confusa relación a Cristo y a Jesús, dos cosas diferentes ¿y qué es lógica cristiana?

En fin, estos especialistas en el logos de Dios (sea lo que sea esa especialidad) harían bien en inclinarse sobre los misterios de la antigüedad y, en general, estudiar las viejas religiones de misterios. Que no duden del mucho provecho que obtendrían de su estudio. El principal, que los misterios no se explican ni se disputa lingüísticamente de los mismos. Se experimentan, los sentidos se abren en una atmósfera indecible. De ellos los iniciados no hablaban. Los siglos guardaron el secreto de Eleusis.

Del oxímoron “Inmaculada Concepción” no diré nada ni creo sea necesario. Precaria y risible es la vida de lo que ofende la humana inteligencia. Basta con decir que el misterio (o los misterios) del cristianismo son palabras que visten el “quia absurdum” de Tertuliano. Siempre, detrás de la palabra misterio, está el conjunto vacío, eso sí, adornado con el ropaje de sintagmas y oraciones cuyo significado se contradice frontalmente con la lógica de la experiencia natural y científica. Y si se afirma que hay cosas que escapan a la inteligencia humana y la sobrepasan, la afirmación yerra totalmente el blanco. Si nos referimos a la realidad regida por leyes físico-químicas que el hombre habita, claro que hay infinidad de cosas que no conocemos pero que podemos conocer algún día porque en potencia, podemos comprenderlo todo, al ser invariables las leyes de la naturaleza. Y si alguien postula una realidad sobre-natural, sujeta a otras leyes (y no olvidemos que lo hace desde la realidad humana), lo mejor para ese alguien será que, por enajenado, no lo tomemos en serio.

También en el ámbito político han aparecido y aparecerán continuamente festividades y exaltaciones nuevas, nuevos mártires y santos en los santorales democráticos. Lo cual, en general, no solo no es malo si no inevitable. La gran polis democrática que es la España oficial y sus ciudades particulares necesitan fiestas, incluso misterios, que las elogien y cohesionen e integren diferencias y contradicciones. Con ellas se multiplican las fiestas y aparecen sacerdocios encargados de las nuevas liturgias, nuevas condecoraciones y premios. Si no se sobrepasan ciertos límites, repito lo beneficioso de estos calendarios laicos de la democracia. La crítica es de orden estético. La religión de la ciudad moderna comparada con la de la ciudad antigua carece de imaginación, es roma y aburrida, reducida a actos protocolarios y cócteles estereotipados y de los que la alegría y la participación de los ciudadanos está ausente, que solo hallan disponible la lectura en los medios y, si acaso, el carácter feriado atribuido al día.

Precisamente, ante nuestros ojos, va adquiriendo cada vez mayor importancia la fiesta que exalta el municipalismo y exige para el municipio un lugar privilegiado en nuestra democracia, con devolución de poderes por el Estado y las comunidades y con el fin de que el ciudadano pueda vivir total y plenamente su vida en él. La ciudad (y su ayuntamiento) es el lugar de la “política total” ha proclamado apasionadamente el máximo sacerdote del municipalismo, presidente de la Asociación de Municipios Españoles, don Abel Caballero, alcalde de nuestra ciudad, jinete de la luz y San Jorge municipal en su heroica lucha contra el dragón autonómico. Por su presencia, es Vigo uno de los focos difusores de la nueva religión municipal que anhela alzar a la ciudad (y a su área de influencia) como el único poder frente al Estado, los alcaldes ante el presidente como otrora las polis ante el emperador romano.

Precisamente aquí en Vigo se celebró estos días una gran asamblea de alcaldes y exalcaldes de Galicia, una especie de concilio galaico del municipalismo. Bajo la presidencia de Abel (a los gigantes de la historia, aunque sea local, les conviene el nombre propio) todos los partidos políticos se hallaban representados, algunos clausurando su cainismo entre paréntesis, provisionalmente eso sí, ante la escena embriagadora de poder total de la nueva política anunciada y de los beneficios de todo tipo de ella derivados. Son los tiempos iniciales de la nueva teología municipal, tiempos apasionados y de lucha, aún no es tiempo de que aparezcan en el horizonte heterodoxos y herejes, que cuestionen los repartos del pastel, y de las persecuciones inevitables.

En el acto indicado no solo políticos se hallaban presentes. Autoridades civiles e institucionales, las inevitables autoridades militares de las fuerzas armadas y de seguridad (¿dónde está escrito que el poder municipal no es un poder armado?), distinguidas personalidades sociales, cuyo inventario no sufre apenas variación. No podían faltar las llamadas “fuerzas de la cultura”, poderoso sintagma nacido en el seno de la izquierda y ahora generalizado en el ámbito periodístico (y que no sabe muy bien su significado). Estaban representadas (gozosas en el carácter vitalicio de su representación) por el-editor-que-según-Abel-escribe-como-Joyce y el-pintor-que-aman-los-chinos-de-Shangai. Siempre el mismo perejil con su perfume característico.

La festividad de la Constitución merece examen detenido. Desde orígenes modestos va adquiriendo una importancia fundamental en nuestra democracia. Vemos con claridad, año tras año, una evolución que incorpora al cuerpo constitucional anillos de religiosidad. Ejemplo claro de cómo la política, y no es excepción la política democrática, aspira a coronarse de oropeles y brillos religiosos que afiancen la adhesión ciudadana, especialmente cuando esmorecen o se marchitan las religiones tradicionales. No por azar comparten vecindad calendárica los días de la Constitución y de la Inmaculada Concepción. No me extrañaría que la primera acabase absorbiendo a la segunda, absorción facilitada por sus frapantes similitudes: un origen familiar modesto, artesano en la de Jesús, delincuentes franquistas arrepentidos en la de Constitución. Una Inmaculada Concepción compartida, un padre celestial en un caso, una pluralidad de padres en otro y cuyo espíritu se hizo texto (sin necesidad de testículo) y sin intervención de mujer por lo que la pureza del nacimiento es mayor en el de Constitución. Esta tiene además la ventaja de que sobreviven dos de sus padres. Palabra esta de padre que oculta y deja en segundo plano la vulgaridad e incluso la grosería de alguno de los progenitores históricos. Podemos señalar también coincidencias en su vida pública: tras unos primeros años humildes, crecimiento de su dimensión pública, y ultrajes y sufrimientos que en el caso del fruto de la Inmaculada Concepción finalizaron en la crucifixión/resurrección y en su extensión planetaria. Nuestra Inmaculada Constitución también ha sido asaltada y baleada por facciones emparentadas con alguno de sus padres que preferían a Barrabás, la autoridad militar correspondiente. Un día sí y otro también nacionalistas, izquierdistas y todo tipo de populacho político la someten a terribles ultrajes, arrojan a las llamas su cuerpo sin manchas, pero en vano. Una nueva edición y se alza amparadora de sus cenizas. Y sentimos la frescura consoladora de las páginas nuevas que se abren invitadoras.

Hay un aspecto en la teología de la Inmaculada Concepción de la Constitución que no puede ser omitido por su transcendencia. Frente a la Inmaculada Concepción del catolicismo que constituye un hecho histórico que, como tal, solo aconteció una vez y solo es accesible a la memoria y a la recitación pero que nos excluye de toda participación en él, la historicidad de la concepción constitucional es recursiva, transciende un momento histórico concreto, para reactualizarse en todo momento y en toda voluntad (algo semejante a la Comunión en el catolicismo). Un mantra o una oración laica según se mire lo explica claramente: “la Constitución que (entre todos) nos hemos dado”. Esto lo dicen tanto los ciudadanos que vivían cuando el momento de la concepción, como los nacidos con posterioridad. Realmente éste de la concepción de la Constitución es un mito grandioso a la altura de los mitos de Faraón o de los reyes babilonios que periódicamente con su actuación recreaban el tiempo inicial y mantenían el equilibrio del mundo. Todos los ciudadanos españoles podemos siempre renovar el pacto constitucional, participar en él como protagonistas, diría como padres, padres del texto constitucional que nos damos. Ninguna religión concede un tan eximio papel a sus creyentes, progenitores del texto constitucional, sangre de nuestra sangre, ¡qué teología!, ¡cómo no se retiran confundidos los enemigos de Constitución!

Por ello creo que el futuro del patriotismo constitucional en su avatar religioso es inmenso, y que la religión en España o será constitucional o no será. Llegará el tiempo en que el texto sagrado de la Constitución formará parte del mobiliario funerario. Y no descarto que el progreso de la teología constitucional afronte la grave y trascendental cuestión de la inmortalidad del ciudadano. ¿Será posible que tanta fidelidad constitucional sea en vano?

También en Vigo se festejó el aniversario de la Constitución, en un tono más modesto que en el Congreso de los Diputados, pero no con menos fervor. El culto fue oficiado por el cronista de la ciudad, que no cede en viguismo al alcalde bajo cuya atenta mirada pronunció un extraño discurso. En él fundamentó sus afirmaciones en argumentos de confusa lógica. Siguen algunos fragmentos de su intervención: Vigo “donde se puede hablar y debatir de todo porque la libertad de expresión y manifestación es total” (no será en su periódico) “los ciudadanos de Vigo siempre aprovecharon las oportunidades de poner su marca constitucional en el callejero municipal” (?) (el poder del momento siempre nombró las vías públicas, sin preocupaciones constitucionales y sin respeto a la toponimia tradicional) “Vigo tiene que insuflar su vigor constitucional a quien acepta y a quien rechaza la carta magna porque acumula experiencia en exportar los logros y empatía para que otros pueblos lo secunden”. “Vigo, ciudad a imitar”.

Vemos que la expresión exaltada y el contenido vacío se adecúa muy bien al lenguaje de la teología constitucional, y al religioso en general. Sin embargo, fijémonos que en las palabras de nuestro cronista se halla, ya muy desarrollado el germen de una herejía constitucional: el viguismo abraza asfixiante al constitucionalismo y no sabemos si el pez chico, reforzado por el municipalismo, se comerá al grande. Tales palabras no pudieron ser pronunciadas sin la autorización previa de nuestro alcalde que seguro sopesó sus posibles y graves consecuencias.

El tradicional público de autoridades civiles y militares aplaudió distraído y fervoroso, en unión de personalidades de la sociedad civil entre las que sobresalían el-empresario-que-es-y-no-es-diplomático y el-magistrado-emérito-especialista-en-papiroflexia-unamuniana. Éste último parecía escuchar atentamente.

DICIEMBRE, 14

COMER Y BEBER EN NADAL

La mesa de estos días de fiesta nos ofrece dones que, por poco que uno coma, siempre es inevitable que en el vicioso estómago florezca el árbol de los frutos de la pesadez que gustan de molestar y de interferir la danza de las ideas. Hace ya mucho que me ejercito en la comida sencilla y monótona, como son todas las grandes cosas, empezando por los escritores. Bebo menos y apenas ceno, fruta o algo de queso y aceitunas, boyero antiguo.

Siempre pensé que es grave pecado, cuya absolución no sé a quién corresponde, permitir que fatigosos procesos digestivos ofendan al cuerpo físico o a la profundidad del pensar, gravedad que aumenta si la gula acontece en los años finales de la existencia cuando ya es imposible hacer desaparecer los anillos de carne que estrangulan en el espíritu y en el cuerpo. Y quizás no hay necesidad de distinguir dos planos, pues la mente es carne que piensa y el cuerpo, pensar que camina.

Otra cosa son las faltas ligeras, veniales de nuestra infancia, y para las que uno desearía tener el estómago de Pandáreo quien, por don de Deméter, podía comer lo que quisiera, sin malestar alguno. Pero el prudente Pandáreo no abusaba, comía normalmente y sólo usaba el regalo divino como absolución de ligerezas ocasionales. Lo contrario de Eurisictón, devorador, cuya hija Hipermestra se prostituía, con cambio de sexo incluido, para alimentarlo. Al final se devoró a sí mismo, metáfora perfecta de la hybris alimenticia, de la confusión del que come y lo comido en un montón de heces que se esfuerzan en restaurar lo dual para proseguir con el banquete.

Y me viene a la memoria la figura de mi profesor de latín, el canónigo D. Francisco Fanego, del seminario de Mondoñedo, personaje sabio y entrañable. De sueño ligero. Se despertaba a las cuatro de la mañana cada día con puntualidad kantiana y las tres/cuatro horas del amanecer, previas a los oficios catedralicios, daba cumplido repaso a sus poetas latinos que recitaba, supongo que gesticulando en la oscuridad como hacía delante de nosotros (a mí me gusta decir delante nuestra, posesivizando la preposición, como en tantas lenguas por el mundo adelante).

Pues bien, D. Francisco, por un infarto sufrido, tenía un régimen draconiano en su comer, ya no digamos el beber, solo agua, yo creo que también al misar, obligando así a la sangre divina a aceptar el agua en lugar del vino para su transformación. Su plato preferido era una sartenada de ajos, cebolla y perejil fritos que, ingerida, exhalaba perfume permanente. Como el hipérbaton latino me atormentaba, mis errores en la traducción eran graves y frecuentes. Irritado me cogía de las solapas de la chaqueta y agitándome y volcando en el rostro la oleada olorosa de su interior, rugía: “Burro, más que burro, parece mentira que seas hijo de quién eres”, y si yo le respondía, modesto, que los latines de mi progenitor eran harto inseguros, su furor aumentaba y también la potencia de su aliento.

Pero aquellas inundaciones de frituras evaporadas tuvieron un final feliz, me acostumbraron de tal forma al ajo y a la cebolla que hoy su abrazo es lo que más aprecio y gusto de un simple condumio compuesto de pan duro, un par de dientes de ajo y de cebolla cortada en anillos, todo regado con aceite de oliva. Aunque sólo puedo hacerlo en raras ocasiones por la oposición familiar ya que por todos los poros de mi piel brota el espíritu del ajo. Entre otras, recuerdo dos curiosas anécdotas de nuestro canónigo. Acorazado contra la lanza del frío, cuyas heridas le causaban angustia profunda, vestía bajo la sotana capas de prendas de lana y camisas que en días de calor podía entreabrir para mostrar a sus estudiantes más próximos la cajita pendiente de su cuello, relicario que contenía los dientes fallecidos en el campo de batalla de su boca. Nos decía, para justificar la conservación, que está escrito que resucitaremos con nuestro mejor cuerpo por lo que suponía que el trabajo del demiurgo se vería facilitado si contaba con los originales.

Los que tenemos como nombre propio a César, en Galicia celebrábamos el 15 de marzo. No sé el porqué, ya que no hay un San César en el santoral (sí un San Cesáreo). Lo notable es la coincidencia de la indicada fecha con los idus de marzo, fecha del asesinato de Julio César. Conociendo mi devoción, que dura hasta hoy, por el genio del romano, intentaba justificar la “homosexualidad” del dictador como si ésta afectase a todos los Césares. En los tempranos años cincuenta mis ideas sobre el “pecado nefando” eran más bien confusas y desde luego ignoraba que no se puede hablar en el sentido moderno de la homosexualidad antigua. Generoso, vistos los méritos del personaje, D. Francisco lo absolvía, año tras año. Nombre éste, el de César que cualquiera sea su origen, y hay varias hipótesis, ha tenido una singular fortuna histórica. La base de su expansión la constituye la utilización por Diocleciano de la palabra para designar los segundos de los Augustos. Pasó luego a Bizancio, atravesó Eurasia a través de las confederaciones de tribus turcas e iranias y llegó a el Tíbet y a Mongolia. Apareció así la figura del héroe mítico Gézar que tanta importancia tuvo en el Tíbet budista y también en Mongolia, donde el hermano menor de Gengis Jan (el Jan universal) se llamó Kassar. De Mongolia pasó a China donde a Gézar se le dedicaron templos y cultos y con posterior asimilación al Dios de la guerra.

Entre los lingüísticamente altaicos, mongoles y turcos, por la armonía vocálica de sus lenguas, pronto pasó Kesar a Kasar. Hubo en el siglo VIII un soberano turco en Gandhara llamado From Kessar, es decir, César romano (F igual a la U puesta por los turcófonos delante de R inicial, imposible, como en vasco, en las lenguas turcas, así Rom era Urom o From). El propio imperio Jázaro, que tanta significación tuvo en la historia de Europa lleva el nombre de César en su denominación, como Kaiser o Zar. En general se distingue en las diferentes lenguas la variante del nombre propio de la que designa la función imperial. Es éste un destino asombroso del nombre de un personaje histórico que se impuso de Roma a Pequín. Quien le diría a Julio César. Que se lamentaba de que a su edad Alejandro había conquistado medio mundo, que su nombre, después de su muerte galoparía tierras y culturas, como un héroe universal.

Recomiendo el librito de B. Le Calloc’h “Asiáticos en Hungría” donde figura sintéticamente gran parte de lo expuesto.

Volviendo al querido D. Francisco. Con el tiempo forjamos una entrañable relación. Me consideraba un poco su hijo y a mi madre, cuando le solicitaba mis noticias, decía, ¿cómo está nuestro César? De él aprendí esta sentencia: “tantun cibi et potionis est adhibendum, ut vires refficiantur, non opprimantur” (se debe comer y beber en la medida adecuada al fortalecimiento de las fuerzas, nunca de forma que se sientan oprimidas).

Que te sea leve la tierra, viejo y respetado amigo, mientras esperas el cumplimiento de tus esperanzas de resurrección.

DICIEMBRE, 17

SUEÑOS

Leo en Rilke “Ausgedehnt von riesigen gesichten…sind die augen (los ojos dilatados por visiones gigantescas).

La misma noche sueño con mi madre. Me invita a un espacio con luz de sol a mediodía. Desconozco el motivo pero prefiero un sendero musgoso y sombrío, con masas de aguas negras y en movimiento en una de las orillas del camino y un precipicio poblado de vegetación enmarañada al otro. Para acceder al sendero debo efectuar un salto desde una altura de piedra. Observo los ojos de mi madre. Son enormes, dos ruedas de un verde claro, que iluminan como cristal de faro y que parecen ver y traspasarlo todo. Bajo esa mirada, salto y me encuentro en el medio del camino, resbalo unos pasos, suavemente y comienzo a andar, momento en el que despierto. En la alta noche me pregunto, ¿qué densas sombras, qué extraña articulación de las cosas exigen ojos semejantes, qué mundo pisas, madre, para necesitar ese taladro de luz?

DICIEMBRE, 19

MÁSCARAS Y EMOTICONOS

Los mensajes que a través de las redes se envían los conocidos, están adornados con los simples, bobos y esquemáticos emoticonos (horrible palabra) y que simbolizan supuestas emociones y estados del alma. Son por ahora el último y desgraciado avatar en las relaciones humanas. ¿A quién, que se sienta realmente conmovido, se le puede ocurrir expresarse con un emoticón, ya disponible en el archivo para la generalidad? Equivale al telegrama que se enviaba antes y que, con todo, podía ser mucho más expresivo.

Yo recomendaría a los expertos en programación un curso de teatro griego. Podrían sustituir así sus emoticonos por la complejidad simbólica de las máscaras utilizadas por los actores. Un inventario de la Alejandría ptolemaica arroja 28 máscaras trágicas, 4 satíricas y 44 cómicas. Así el emisor del mensaje se vería obligado a analizar cuidadosamente sus sentimientos antes de enviar la máscara adecuada a los mismos. Y el receptor tendría que pensarla para aclarar la complejidad de lo recibido.

Estas máscaras podrían ser enriquecidas por los usuarios en aras de una mayor individuación de las emociones comunicadas.

Un mayor esfuerzo y más tiempo ofrecido. Pero más autenticidad en las relaciones, que es de lo que se trata.

DICIEMBRE, 20

DESEOS

Expreso un deseo para el próximo año con estos versos de Rilke:

“Ach sind auch Könige nicht von Bestand und dürfen hingehen wie gemeine Dinge” (Ah, tampoco subsisten los reyes y pueden desaparecer como las cosas ordinarias). Sí, que la monarquía española acabe arrinconada en el punto de recogida de los trastos inútiles de la historia.

El mismo Rilke sirve de cauce para otro deseo. Se pregunta el poeta: “Meinst du dann dass man sich sinken sieht? Nein.” (¿Piensas que uno ve cómo naufraga? ¡No!). Mi respuesta y mi deseo dice: ¡Sí! Con la excepción de una catástrofe repentina y total que te transforma en cosa. Pero un proceso tiene un inicio y la mirada que nos es más propia, una mirada como la del Auriga de Delfos y que es tarea principal de nuestra vida conquistar, nos abre la puerta del correcto decidir. En una de sus odas contempla Hölderlin un bosque de robles. Embriagado, poetiza: “Aber ihr, ihr Herrlichen! Steht, wie ein Volk von Titanen in der zahmeren Welt…” (pero vosotros, permanecéis majestuosos, como un pueblo de titanes en un mundo de mansedumbre…) Seguramente los titanes de la mitología griega dejaron genes suyos en nuestro ADN. Despertarlos, sacarlos de su sopor en el Tártaro. Con ellos al mando, desaparece la sombra acurrucada y el temblor, se impone la decisión que transforma el hundimiento en una escena que los dioses contemplan con interés, incluso con pasión.

DICIEMBRE, 21

CATASTERISMOS

Leo en un libro sobre la Alejandría de los Ptolomeos que, habiendo desaparecido del templo donde se hallaban consagradas, mechas del cabello de la reina Berenice, Conón de Samos las encontró en el cielo. Hoy es el objeto celeste que conocemos con el nombre de “cabellera de Berenice”.

Estos catasterismos eran muy frecuentes en la mitología griega, como una compensación por una desgracia o injusticia en la Tierra o como una medida equitativa.

En Roma recordemos el emperador Hadriano que para consolarse de la pérdida de su amado
Antínoo, ahogado en el Nilo, lo contemplaba en las noches claras transformado en brillante cuerpo celeste.

Hoy el ser humano ha cambiado y el catasterismo no está de actualidad. Sin embargo, a poco que pensasen nuestros entrañables políticos corruptos, con frecuencia sometidos a implacables investigaciones judiciales, se darían cuenta de la utilidad del fenómeno. De modo análogo a la información sita en la nube, podrían responder a la pregunta del juez sobre el lugar de ocultación de lo sustraído o defraudado de cualquier forma: “Señoría, la divinidad lo ha arrebatado y ahora es una lejana luz que nos ilumina en la noche”. Al lugar adecuado iría la comisión judicial, con el investigado y el correspondiente experto en estrellas (otra plaza a crear). “Señoría, ¿no ve cómo abulta el cinturón de Orión, o el vientre de la Osa?” o “Fíjese su señoría en el desnivel de la balanza de Libra. No hay que buscar en otro lado”.

La inmensidad del cielo es propicia para ocultar el fruto de todos los delitos del mundo, a salvo de la policía. Recuerdo unos versos de no sé quién y no sé dónde leídos:

“Alicia, amada mía, huyamos al cielo,

que la policía no sabe astronomía”.

Pero no es cuestión de conocimiento, pronto tendrían las fuerzas de seguridad sus secciones y especialistas en asuntos celestes, sino de tiempo y de distancia.

NOVIEMBRE, 14

NOVIEMBRE, 14

LA SENTENCIA DEL 14 DE OCTUBRE. ALGUNAS OBSERVACIONES.

Primera. Nada más pronunciada y publicada, los voceros del sistema mostraron por ella su respeto. Se puede discrepar de ella, dicen, y criticarla, pero, como toda resolución judicial, hay que respetarla y acatarla. La expresión “acatar la sentencia” se ha convertido en un verdadero mantra de los catecúmenos de nuestra democracia.

Si abrimos el diccionario de la lengua, cosa que estoy seguro no se les ocurre a nuestros Sánchez o Casado, leemos que acatar significa “aceptar con sumisión… Tributar homenaje de sumisión y respeto”, un lenguaje medieval propio de vasallos, una herencia de un orden monárquico arcaico. Cuando hace muchos siglos, el alto funcionario Símaco expresó sus dudas al Emperador Valentiniano, sobre la idoneidad de unas designaciones de cargos, éste contestó “Sacrilegii enim instar est dvbitare an is dignus sit, quem elegerit imperator” (pues es ejemplo de sacrilegio dudar de la dignidad de aquel que haya sido elegido por el emperador).

Muchos aún hoy gustarían de la vigencia en democracia del concepto de “sacrilegio” pero, afortunadamente, sacrilegio, sumisión, acatamiento, pertenecen a tiempos fenecidos. Por ello una sentencia judicial puede ser aceptada, o rechazada, examinados sus argumentos, criticada en función de lo que contribuya a la convivencia y a la pacificación de la sociedad. Lo que no procede es el arcaico acatamiento. Y los que lo afirman, en el mejor de los casos no piensan lo que dicen.

Segunda. Es obvio que en la separación democrática de poderes corresponde al poder judicial juzgar y ejecutar lo juzgado. Una resolución judicial, como la sentencia del 14/10 (y con independencia de los recursos que contra ella quepan o de los posibles indultos) es un hecho objetivo, que modifica la realidad y frente a la cual, en lo que nos afecta, es preciso orientarse y saber reaccionar, como el caminante que encuentra su ruta impedida por un derrumbe o un obstáculo cualquiera.

Una sentencia no se acata, se tiene en cuenta inevitablemente como una realidad en nuestro horizonte, que favorece o perjudica según los diferentes intereses y expectativas y cuyos efectos sobre los mismos procede estudiar. Ciñéndonos a la sentencia del 14/10, ésta ha pasado a formar parte de nuestra realidad jurídico-política, sin perjuicio de que sobre la modificación que en la misma ha introducido haya una reacción (inevitable) de lo existente afectado. Surge así una polémica cuya escala varía de un grado inapreciable a uno máximo en los asuntos más generales y de mayor calado constitucional y político. Polémica que lleva a nuevas configuraciones y equilibrios, en un proceso más o menos largo de estabilización.

Tercera. La sentencia del 14/10, en consecuencia no abre ni cierra (sobre todo cierra) ningún camino. Son absurdos los comentarios de políticos, tertulianos, juristas o periodistas de que, por ejemplo, el derecho a decidir quede desmontado y cancelado en x páginas de la resolución judicial. Puede negarse jurídicamente con relación a un determinado texto constitucional o a una determinada tradición jurídica (ni siquiera esto es así, como veremos luego). Pero si el derecho a decidir, como el derecho de autodeterminación, el derecho al referendo y, en general, los derechos colectivos de los pueblos se fundan en la política, en las exigencias de la política democrática más básicas y fundamentales, estos derechos que en realidad son exigencias radicales de la democracia, subvierten el texto constitucional anquilosado y con frecuencia ponen de manifiesto la legalidad ilegítima de éste, en el caso de la Constitución española, v.g., el pacto bastardo con el franquismo de la transición.

La afirmación de la sentencia de que sin Estado de derecho no hay democracia admite una fácil inversión: sin democracia no hay Estado de derecho. Por supuesto que la relación entre ordenamiento jurídico y democracia es dialéctica, ambos son los dos rostros de Jano y ambos son imprescindibles. Pero frente a una Constitución que, como mínimo, supone siempre una censura, mayor o menor, de las exigencias democráticas que la fundan y susceptible de anquilosamiento, fosilización o inadecuación a lo largo del tiempo, del manantial democrático brota siempre el agua más fresca, las exigencias más actuales y que se acomodan a las nuevas circunstancias económicas, sociales y políticas. Por ello el momento democrático es prioritario con respecto al constitucional. Y si por supuesto en un Estado de derecho es indispensable que la exigencia democrática circule por el cauce jurídico constitucional, el ordenamiento constitucional no puede cerrarse a las demandas democráticas que lo desbordan, debe abrirse a las mismas y posibilitar la reforma de la Constitución que en sentido hegeliano la cancele (Aufhebung) elevándola a un superior nivel democrático. Las exigencias del radicalismo democrático cuya legitimidad o autenticidad resultan de la mayor paz social que deriva de su realización, de no ser acogidas por el ordenamiento jurídico, lo subvierten o, reprimidas, conducen al deterioro fatal del Estado de derecho que se dice defender.

Cuarta. Este enraizamiento del texto constitucional y, en general, de la biblioteca legislativa de un Estado de derecho en la siempre cambiante realidad política (en su más amplio sentido, en relación a una polis o a una sociedad concretas como totalidad) vuelve ilusorio pensar en la posibilidad de un argumentario jurídico puramente técnico, aséptico en aislamiento (imposible) de los valores y conflictos de la realidad. Una realidad dinámica cuyos complejos componentes socioeconómicos, culturales, políticos, éticos, engendran pretensiones que no pueden aspirar a definir la totalidad del cuerpo social por su naturaleza inevitablemente parcial, sin perjuicio del carácter hegemónico de algunas en una determinada sociedad.

Esta situación de normal diferenciación y conflicto presupone la existencia de muy diversas gramáticas (culturales, económicas, éticas…) que describen la sintaxis de las lenguas sociales que se contraponen. Y precisamente ahí surge la necesidad del derecho, de la gramática jurídica que decide cuál gramática social es hegemónica. ¿Pero en qué consiste esta gramática jurídica que funda la hegemonía en unos aspectos u otros de una gramática social? Por una parte tenemos la biblioteca de las disposiciones legales (en sentido amplio) en las que se expresa la mítica voluntad del legislador lo que implica un sistema legal que no es evidente, como una preordenación, una pregramática legislativa, en el sentido de que siempre es posible describirlo sistemática, gramaticalmente. Pero justamente del trabajo de investigación del cuerpo legal por los juristas surge no una gramática única, sino una pluralidad de ellas, sin perjuicio del carácter dominante de una u otra. Y el origen de esta pluralidad reside en dos factores. Por una parte, el haber brotado el cuerpo legal de realidades socioeconómicas, sincrónica y diacrónicamente muy diferentes. Todo cuerpo legal está invadido por la política. Por otra los juristas (profesores, jueces,…) al describir o aplicar la variedad de sus gramáticas están inmersos en un océano de valores y de realidades extrajurídicas que inclinan sus preferencias gramaticales. También están invadidos por la política.

El principio más general que pensemos para definir la justicia (dar a cada uno lo suyo, el logro de la mayor pacificación social…) son puramente políticos y llevan en su aplicación una contradicción inevitable en su seno, a causa de su ambigüedad e indeterminación.

Quinta. Ciñéndonos ahora al plano judicial, los tribunales, al decidir, comparan los hechos juzgados con la hipótesis contenida en la norma, comparación guiada por la gramática asumida (que pueden ser varias, de ahí los votos particulares o el eventual éxito de los recursos).

Pero inevitablemente la sentencia se basa en una gramática hegemónica que en los asuntos de mayor calado jurídico-constitucional, es la gramática del sistema o que lo favorece. Es cierto que el judicial es uno de los tres poderes del Estado, pero la cúpula judicial forma parte de la cúpula del Estado y defiende los supremos intereses de ésta, variable en cada momento histórico. El diasistema de la cúpula es así el dominante y funda la resolución judicial. Pero el desequilibrio producido por la hegemonía de la gramática que funda la sentencia es aún mayor si observamos que en los grandes conflictos políticos, como hoy el catalán, al presentar judicialmente la actividad del independentismo bajo la luz de la gramática del sistema, se excluye de raíz otra gramática rival que la describiría de una manera muy diferente, la gramática que inevitablemente surge si se acepta que Cataluña es una nación. Este choque de gramáticas lo excluye la cúpula del Estado pues su gramática, como el Dios del antiguo testamento, es una gramática celosa. Esta exclusión la vemos también crudamente, en el plano político al negarse la existencia de un conflicto y afirmar “un problema de convivencia”, asunto banal que cualquier gramática jurídica puede pensar sin poner en cuestión sus fundamentos. Otra cosa es que consiga resolverlo.

Admitir que Cataluña es una nación revoluciona el diasistema de la cúpula del Estado, por eso en cualquier ámbito del sistema, se niega el conflicto, y los hechos y exigencias derivados del mismo se presentan amputados, dentro de una gramática inadecuada para describirlos y bajo ningún concepto se admite una descripción nacional de los mismos.

Vemos, pues, que la gramática jurídica impone una gramática política, que es ingenuo pensar en una puramente jurídica decisión justa sobre el conflicto, que en realidad hay gramáticas políticas impuestas judicialmente que se suceden a lo largo del tiempo y que solo pueden ser juzgadas por la paz social que aportan. De la misma forma que según el orden medieval la filosofía es sierva (ancilla) de la teología, el derecho, en cualquier tiempo imaginable, es siervo de la política. Y en ello no hay desdoro alguno, pues el derecho no alberga en su seno a grandes principios como el de justicia o el de la paz social, que son extrajurídicos, sino que es una mera técnica al servicio de los mismos, una ingeniería social.

Sexta. Ya en el terreno de la sentencia del 14/10, la totalidad de sus argumentos que descalifican los de los procesados se basan en una gramática jurídico-constitucional que apenas viste la gramática política hegemónica. Frente a cada una de sus afirmaciones podría alzarse la contraria si la gramática política dominante fuese otra, por ejemplo, la de la nación catalana. Esto es tan evidente que no vale la pena insistir.

Más interesante es examinar alguna de las afirmaciones referidas al alcance de los hechos juzgados: “una ensoñación”, un mero forzar una negociación con el Estado. Aquí la afirmación de su agramaticalidad es máxima, hechos sin significado sistemático, que no plantean mayores dificultades para la descripción dominante, probablemente con el fin de evitar las condenas más graves.

Séptima. Creo que no hay que ser muy severos con los jueces del tribunal sentenciador. Es cierto que pudieron calificar los hechos como un delito de desobediencia que apareja inhabilitación. Si la política no hubiera judicializado los hechos, la suspensión de la autonomía cuantas veces fuese necesario (desde el punto de vista del Estado) sería suficiente como hizo el Reino Unido con Irlanda del Norte. Al producirse la judicialización, la condena por desobediencia no hubiera sido contradictoria con la gramática aplicada, sobre todo tal como se describieron los hechos, pues la rebelión o la sedición no son de la madera de los sueños. Quizás se asustaron ante horizontes desconocidos, al facilitar la absolución (por rebelión y sedición), el avance en la sociedad de una gramática política, la de una plurinacionalidad que desbordaría el actual orden constitucional. Pero en general no hubo una gran severidad. Todo el mundo sabe, empezando por los jueces, que no habrá cumplimiento íntegro de las penas. Ni tampoco se pronunciaron sobre limitaciones del régimen penitenciario, cuestión de importancia decisiva.

La justicia europea, como ya ocurre con las euro-órdenes, juzgará, con aplicación de gramáticas más comprensivas, los recursos contra la sentencia y sobre decisiones concretas (v.g., la inmunidad de los eurodiputados) pero lo que ya no se podrá subsanar son los dos años de prisión preventiva de los procesados, auténtico abuso y ensañamiento judicial motivado no sólo por obstaculizar la actividad política de procesados carismáticos, sino también, y lo creo sin dudas, por castigo de una imagen que permanecerá en la memoria de jueces imbuidos de su fuero: la obstaculización que afirman del cumplimiento de resoluciones judiciales, simbolizada por Cuixart, sobre el furgón policial y el otro Jordi, arengando a los manifestantes, mientras la secretaria judicial (el miedo, aunque inmotivado, es libre) huía por el tejado. Solamente cuestiones de psicología judicial pueden explicar el abuso y condena de la prisión de los Jordi (además del deseo de obstaculizar su liderazgo).

En definitiva, servidores del sistema y ajenos a la grandeza propia del legislador, de que hablaba Max Scheler, cumplieron con lo que consideraron su función, defender al Estado. Ahora se retiran a un segundo plano (alguno a la irrelevancia de la jubilación) perdido el protagonismo mediático. Como en sus diarios escribió Kafka, “un presidente de audiencia, como un cristiano distinguido no interesa a nadie”.

Octava. La cuestión de las diversas gramáticas político-jurídicas trae a primer plano otra contraposición fundamental: la que existe entre la gramática de la conciencia individual y la que funda la sentencia de un tribunal. Ambas están enraizadas en la sociedad pero pueden ser muy diferentes: la gramática de Antígona frente a la de Creón, conflicto y problemática que atraviesa los siglos. Y que examinaremos en otra ocasión.

NOVIEMBRE, 21

MÁS SOBRE LA SENTENCIA DE 14/10: AMNISTÍA INTERNACIONAL, CRÍTICAS.

Esta semana amnistía internacional presentó un informe sobre la sentencia que condenó a los procesados catalanes. Aunque admite que los políticos responsables del uno de octubre que ocupaban un cargo público cometieron “algún tipo de delito” rechaza el delito de sedición que conlleva altas penas de prisión y, sobre todo, su tipificación abierta, de amplios y ambiguos contornos que deja amplio margen a la interpretación judicial y, en consecuencia, a la ambigüedad y (añado yo) a la represión política cuando convenga.

Especialmente dura es la posición de amnistía sobre la detención y condena de los “Jordi”. Ambos, presidentes de entidades de derecho privado, sin la condición de funcionario. Toda su actuación, dice, está amparada por el derecho a la libertad de expresión. En ningún caso en los hechos juzgados ha sucedido algo punible, por lo que pudieran ser imputados, por ello su prisión preventiva durante dos años y la posterior condena a largos años de cárcel (como si hubieran sido autores de un homicidio) es una injusticia legal. Son presos políticos y solo puede callar o negarlo una sociedad anestesiada por la manipulación del sistema o insegura y temerosa ante una identidad nacional puesta en cuestión. Cuando la justicia europea ponga las cosas en su sitio, aún desde el poder se seguirá afirmando que somos una democracia madura y cuyas garantías están a la altura de las mejores del mundo.

El origen de la mayor parte de los problemas que afectan hoy en España a la libertad de expresión reside en la actividad del poder judicial, con el estrecho apoyo de los partidos conservadores que, cuando logran el poder político, impulsan la legislación represiva que sirve de base a las condenas de los tribunales. Yo, ignorante del derecho penal y del derecho constitucional, me pregunto: si el delito de convocatoria ilegal de referendo no está recogido en la legislación penal, incluso recién, el presidente del gobierno, en un debate electoral, propuso incluirlo, ¿cómo puede haber desobediencia al Tribunal Constitucional? El alto Tribunal no puede prohibir lo permitido o lo no recogido por una figura delictiva.

Decía que tenemos un grave problema con nuestros jueces en relación con la libertad de expresión, situados muy a la derecha de la opinión mayoritaria del país y que realmente no contribuyen e incluso obstaculizan la acción política de un gobierno progresista en una búsqueda prioritaria de diálogo y soluciones que eliminen las tensiones, fundamentalmente derivadas del problema nacional en España.

En una entrada reciente de este mismo diario enumeré numerosos casos de lo que puede ser llamada sin máscara alguna, represión judicial en apoyo de concepciones político-sociales e ideológicas compartidas por los jueces y de las que se creen los últimos defensores, los salvadores aunque sea frente al poder político. Habría que decirles que su función es mucho más modesta pero, paradójicamente, mucho más importante: asegurar el máximo de libertad en pacífica convivencia. Y aunque no lo crean (y se lo ha tenido que recordar Estrasburgo) una actuación inocente, como quemar la fotografía del Rey, o blasfemar, o ejecutar performances, que para algunos pueden resultar desagradables, libera tensiones y fortalece, no solo una mayoritaria paz social, fortalece también al sistema. Las sociedades antiguas, sin nuestra democracia, sabían mucho de la utilidad de tener, en su calendario, días y ritos de “inversión” del poder político y social.

Pero parece que a nuestros jueces les cuesta comprender esto. Continuamente nos sobresaltamos al leer la prensa, sorprendentes noticias: un magistrado de la Audiencia Nacional investiga el vasco “ospa eguna” que podríamos traducir cortésmente por “día del adiós”. “Ospa”, como interjección, significa “Fuera!, Largo!”. El verbo ospa- es “festejar, celebrar”. No sé si es la misma raíz o simples sinónimos. Nuestro buen juez, después de rechazar prudente un delito por terrorismo, investiga por un posible delito de odio, odio a la Guardia Civil. Por esa regla de tres podría investigar por odio al republicano que le grite “¡Fuera!”, al Borbón o a quien se manifieste con una pancarta del mismo contenido ante la propia Audiencia Nacional. Los ejemplos, absurdos y tremendamente dañinos para la vida democrática normal podrían multiplicarse. Otro reciente es la investigación a una política catalana, por no recuerdo que órgano judicial, por haber manifestado la evidencia, que la violencia hace visible el conflicto, lo que no implica apoyarla. Y no olvidemos que la violencia del poder en su normalidad es violencia disfrazada con el ceremonioso traje de la institución aunque, caso necesario, no renuncie a la calle.

Entre tanto, en los partidos y sectores de la derecha conservadora se gritan fueras! terribles o insultos inconcebibles como los recientes sobre “las trece rosas” que deberían aniquilar política y socialmente a quien los pronuncia. Pero no pasa nada y ningún juzgador se siente aludido. Y no es que yo sea partidario de reprimir estos mensajes y proclamas, salvo en los casos más extremos y graves para los que son suficientes los actuales delitos de injuria y calumnia. Incluso defiendo la libertad de proferir vivas a Franco o la de celebrar actos en su memoria (como en la de Hitler o Stalin). La descalificación de los autores en una sociedad madura tiene que ser social, la represión judicial o administrativa perjudica a la paz social. Recordemos, además, el “ayer vinieron por… Hoy, por…. Mañana…”.

Para poner un freno a la problemática objeto de estas líneas, tengo claro que un poder político progresista debería llevar a cabo una reforma del Código Penal, limpiándolo de todos estos delitos de opinión y de odio que llevan a la sociedad a parecer el patio de recreo de “las hijas de María” y a castigar en defensa de lo políticamente correcto. Por supuesto reforma profunda de los delitos de terrorismo y de rebelión o sedición. Recoger en la legislación constitucional la posibilidad de organizar referendos, con los requisitos y garantías procedentes. Reformar de raíz la prisión provisional (y en algunos aspectos es un buen ejemplo U.S.A., donde un presunto asesino iba desde su domicilio al corredor de la muerte). Reformar el acceso a la carrera judicial que en su actual configuración como oposición sobre la base de un temario simplista es una fuente de acondicionamiento psicológico autoritario para los futuros jueces (ejemplos para esta reforma tenemos abundantes en el mundo anglosajón). Reforma también sobre la instrucción, atribuyéndola a una fiscalía renovada y potenciando la figura del juez de garantías. También defensa a ultranza del juez natural y supresión inmediata de la Audiencia Nacional que parece sentir cada vez más la gravedad del antiguo Tribunal de orden público, su legítimo progenitor. Y una ley clara y generosa de responsabilidades civiles de los Tribunales y de las consiguientes indemnizaciones. Esto para empezar. Volviendo al comienzo, a la condena de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart: es bien triste que esta condena, que nos avergüenza como ciudadanos de una democracia, sea el resultado de una decisión judicial en lo que participó algún juez “progresista”, en su día fundador de “jueces para la democracia” y que de su actividad como magistrado del Tribunal Supremo solo quedará memoria (memoria limitada en el ámbito del estudioso de estos aspectos de la historia) de dos resoluciones: una, como ponente, en la que supuso la expulsión de Garzón de la carrera judicial. Muchas son las sombras (al lado de las luces) de un personaje como Garzón. Pero un juez, digno de tal nombre nunca hubiera debido hacerle el trabajo sucio a la derecha judicial. Condenado, siempre aparecerá Garzón como victorioso. Y dos, como integrante del voto unánime. En la segunda: ese voto será derrotado, sin duda alguna, lo es ya, por la historia y los Jordi entrarán con letras de oro en la historia de Cataluña. Y en la de España quedará clara la injusticia. La aclamación mediática y política de los sectores afines es flor de un día y la derrota judicial, inevitable.

Ahora, camino de la irrelevancia y del olvido en su jubilación, ojalá goce de largos años en su cómodo retiro provincial con devagar suficiente para pensar en qué recodo del camino de un poder (modesto, aunque buscado con ahínco) perdió la esbelta figura del ideal que compartíamos.

NOVIEMBRE, 27

ADAPTACIÓN DE POLÍTICOS A UN MEDIO CAMBIANTE

Estoy sorprendido con Pedro Sánchez. En realidad jamás ha dejado de sorprenderme. No ciertamente por su bagaje intelectual ni por la amplitud de sus horizontes. Pero sí por su dureza y su resistencia, por su insumergibilidad. Saltarín de la cama elástica, con cuanta mayor fuerza cae, con mayor altura asciende. Un fracaso le añade nuevos anillos de crecimiento. Pese a todo y a todos ha convertido lo que parecía una anécdota en presencia que gravita.

Pero su pacto con Podemos genera una luz que lo precisa en su entorno, de una forma antes nunca vista, aunque por algunos sospechada. El abrazo con Iglesias me ha abierto los ojos. Lo considero, entre los políticos españoles, el más fiable, el único capaz de resolver problemas que parecen irresolubles, tal el catalán. Y la razón de mi confianza en él reside no sólo en su perfecta adaptación al medio, a su nicho ecológico, si no, sobre todo, en detectar cualquier cambio en aquel, por pequeño que sea al comienzo, y así iniciar las modificaciones precisas en su organismo que paralelizan las transformaciones del medio, evolucionando juntos hasta la estabilidad de la ecuación que resuelve las exigencias de la situación. Y fijémonos en que cualquiera que sea el ritmo, lento, rápido o vertiginoso de los cambios en el entorno, el organismo de Sánchez se adapta perfectamente y sin errores. A un observador superficial podría parecerle que los prevé.

Y lo más admirable, en pleno cambio adaptativo, desarrolla unos órganos, llamados agarraderas y pasarelas, que le permiten lentificar la velocidad del cambio, si no se perjudica su sobrevivencia e insinuar el paso a otros horizontes ecológicos que el propio Sánchez puede provocar. Así, en un entorno político, el cual es, entre los medios en los que evolucionan los organismos, tremendamente dinámico, sometido a permanentes tensiones de cambio, Sánchez se encuentra en perfecto equilibrio, prescindiendo de turbulencias anecdóticas que, cuando desaparecen, nos permiten ver la navegación apacible de nuestro político, cualesquiera que sean, repito, los cambios en las exigencias del entorno. Es indiferente la existencia de una atmósfera en la que predominen los gases de la nación indivisible o de la pluralidad de naciones o cualquier mezcla de los mismos. El presidente Sánchez, mediante las oportunas adaptaciones, respira a pleno pulmón. Tampoco importa la dureza conservadora del suelo que pise o que florezcan las grietas por las protestas sociales. El presidente Sánchez caminará su estatura con contoneo firme y confiado. Hasta puede beber, con gesto de satisfacción, la copa llena del veneno Borbón y, después de regoldar satisfecho, aceptar la botella “Tercera República” que le ofrecen. ¿Cómo no sentir admiración ante un político semejante que sobrevive y crece en los terremotos políticos, allí donde otros perecen irremisiblemente, faltos de capacidad de adaptación? Realmente ya ni tiene tiempo de sentarse a su puerta, ante el paso continuo de las especies rivales extinguidas, por su propia rigidez y por la habilidad predatoria y asimiladora del presidente. Aún no lo sabe Pablo Iglesias pero su fagocitación ha comenzado.

Por eso me reafirmo en mi idea de que un político que ha logrado resolver el problema de su sobrevivencia, adaptándose a cualquier entorno político imaginable, resolverá cualquier problema que afecte a nuestro Estado, pues esa solución está implícita en la adaptación del Presidente a las exigencias dominantes, en cada caso, del entorno sociopolítico.

Otro caso de perfecta adaptación al medio político, si bien a otra escala, local, es el alcalde de Vigo, Abel Caballero. Se trata en este supuesto de un medio político muy diferente al del presidente Sánchez. Es un medio fundamentalmente estable a medio y largo plazo (considerada la edad del mandatario). Esta estabilidad del nicho ecológico vigués descansa de modo principal en el horizonte muy limitado de la mayor parte de los organismos que lo colonizan, lo que permite atender y satisfacer con facilidad algunos de sus requerimientos básicos, v.g., desplazamiento cómodo, vertical y horizontal, dentro de su caracol ecológico, v.g., las demandas de oferta lúdica. Demandas de gran simplismo, estructural en la mayoría poblacional de un nicho local pero que retroalimenta, con conocimiento adaptativo impresionante, el sr. alcalde quien, con perseverancia, ha estado inoculando en los organismos de los que extrae el preciado voto, eficaces drogas de infantilismo que fluyen por los receptores conocidos con el nombre de “selfies” que, por mutación, se han extendido entre los ciudadanos. Así, el infantilismo básico de estos se ha incrementado con dosis masivas de “dinosaurio familiar”, “tele alcalde” para la compañía cordial, representaciones diarias de la serie “Vuestro alcalde en la calle os resuelve” y, sobre todo, el último hallazgo en manipulación municipal, la droga lumínica que, en la estupidez del común, y no obstante su sencillo mecanismo binario “encender/apagar” provoca un histerismo generalizado, desplazamiento de poblaciones, éxtasis, diría religioso ante el advenimiento de la luz (¡Tres, dos, uno, cero!: ¡Hágase la luz!). La luz pasará pero Caballero seguirá presente. Un efecto inesperado de esta droga es la alteración del calendario gregoriano. Ya no se dice “¡Feliz Navidad!” el 25 de diciembre ni quince días después como en la Navidad ortodoxa. La Navidad del reformador religioso Caballero comienza el 23 de noviembre (de momento pues hay signos que muestran su voluntad de extenderla a todo el año).

Pero en su tremendo esfuerzo de adaptación al entorno vigués para dominarlo con el fin de aumentar siempre más y más la droga que necesita para sobrevivir, ese voto más preciado que el oro, don Abel ha concluido con éxito una reducción de su horizonte político. No habiendo logrado adaptarse a entornos políticos fuertemente cambiantes y complejos (política estatal, comunidad autónoma), ha encontrado en el ambiente municipal el nicho perfecto para sus características. Al igual que los organismos que han colonizado islas durante millones de años, él, en este microambiente, ha tenido que reducir, limitar las dimensiones políticas y el aparato intelectual de un doctor por Oxford o Cambridge, claramente perjudicial a nivel municipal. La pequeñez lograda le ha supuesto un tremendo éxito adaptativo y nada permanece de su anterior tamaño. Ante un altavoz, sus intervenciones caraoque son indistinguibles de las de sus votantes y su populismo que halaga los más vulgares prejuicios de estos, alcanza su cumbre en el Vigo planetario, cósmico que pregona. Incluso presiente una significación cristológica para la ciudad: “Por qué, oh Cristo de la Victoria, has elegido Vigo?” se pregunta. Y realza la fiesta de la Reconquista, una reconquista más mítica aún que la reconquista de la España musulmana. Un público enfervorizado de Cachamuiñas lo jalea y hasta los restos de un humilde precursor, el Leri del balompié playero, lo aplauden.

En este Vigo global, con presencia decisiva en las tierras y en los mares del planeta, el evangelista apócrifo Caballero lucha contra el mal que hostiga su universo y que amenaza su obra de salvación: la Xunta diabólica y sus lacayos, pero escrito está que el mal no prevalecerá, por lo menos, mientras el profeta del viguismo se encuentre entre su pueblo.

Solo hay una nota discordante en este cuadro tan esperanzador, los resultados del Celta de Vigo amenazan con llevarlo a Segunda División, como al descarriado Deportivo que olvidó las enseñanzas de otro gran profeta, Paco Vázquez. Una honda preocupación llena el corazón del alcalde. Un Vigo que asciende de forma tan vertiginosa no es compatible con el descenso del Celta a los infiernos de Segunda División. ¿Qué pasa con Mouriño, el presidente del clube? ¿Y con el astro de Moaña, con la sequedad goleadora del Príncipe de las Bateas? ¿Estarán hechizados por la mirada que inmoviliza de la serpiente autonómica?

Una nueva y gran batalla se anuncia en nuestra ciudad. Y sospecho que la infinita luz que tan ágilmente cabalga Abel va a jugar decisivo papel en la salvación del Celta, en la nueva reconquista deportiva.

Noviembre 10

NOVEDADES EN LAS LETRAS CASTELLANO-MADRILEÑAS

Está de actualidad en el mundillo literario de la capital la figura del veterano escritor Pablo Juez, magistrado del Supremo excedente y autor de relatos de intriga político-policial de gran éxito entre los lectores pertenecientes a las derechas más conservadoras del país. Su protagonista es el comisario Pablo Llarena, un alter ego del escritor, residente en Madrid pero que la mayor parte de su tiempo se encuentra en misión secreta en el País Vasco-Navarro y, sobre todo, en Cataluña, investigando toda clase de conspiraciones contra la unidad de España que finalmente elimina. Naturalmente, los delincuentes acaban siempre en prisión, a disposición de los tribunales. El primer título de la serie fue “En una taberna de Alsasua” donde, bajo una aparente pelea de bar, sin importancia, el comisario se encuentra con una red terrorista con la Guardia Civil en su objetivo. Pero su verdadero éxito lo debe el escritor a sus siguientes novelas, “Rebelión!!” y “Asalto al furgón de la Guardia Civil”. En ellas Pablo Llarena se enfrenta en Barcelona a otros terroristas, mucho más peligrosos, los revolucionarios catalanes que planean secuestrar a la constitución. El triunfo ha sido rotundo entre sus lectores que han manifestado su entusiasmo en las redes y en los diversos actos de presentación. Catorce ediciones se han agotado, con más de un millón de ejemplares vendidos. Especial entusiasmo ha despertado la pareja criminal, astuta y despiadada, de los Jordi a los que desenmascara el protagonista.-
Sobre ambos libros han recaído una marea de premios: Premio “Tribunal Supremo” al mejor juez escritor del año. Premio “Constitución” del Tribunal Constitucional “por haber despertado en los ciudadanos los más generosos impulsos por defender a nuestro amparo más firme”. Premio “Capote Duque de Ahumada” “por su defensa del parque móvil de la Guardia Civil”. El propio rey, al condecorar al escritor en la Zarzuela con el “Borbón de Oro” manifestó: ”Estoy seguro de que en el pecho de cada español arde el coraje del comisario Llarena que siempre se halla presente allí donde mayor es la amenaza para nuestra amada España”. Y añadió, patético y señalando a la heredera Leonor “que este tierno brote crezca feliz está en manos de hombres como tu”. Fuentes presenciales confirman que el señor Juez lloró de emoción, con lágrimas incontenibles que tuvo que secarle con un pañuelo y una sonrisa Doña Letizia.-
Su último título hasta el momento es “Operación Waterloo” el comisario, al frente de un comando de fuerzas especiales, y actuando extraoficialmente, logra apresar y trasladar a España al prófugo rebelde Puigdemont quien, en una escena final de gran dramatismo agradece a su captor el haber puesto fin a un exilio que empezaba a resultarle difícil de soportar. La caballerosidad con la que Llarena trata al expresidente ha hecho recordar a más de un crítico el cuadro de la “Rendición de Breda”. “La España eterna siempre resurge” escribió el conocido autor de españoladas de capa y espada, señor Pérez Reverte.-
Todos estos éxitos han animado a Don Pablo Juez a iniciar una etapa internacional. “Rebelión!!” y “Asalto…” han sido traducidas al inglés, francés, alemán y neerlandés y objeto de abundante publicidad en la euroorden del mes del penclub español. Sin embargo, esta primera salida al extranjero, no obstante las esperanzas depositadas, ha sido un fracaso absoluto. No se ha logrado interesar al lector europeo, y lo que es peor, la crítica ha sido unánime en la descalificación, con una dureza pocas veces vista: “incoherente”, “desproporción entre los planteamientos y el desenlace”, “horrible matrimonio del derecho y la literatura”, “dinámica transparente hacia un fin previsto y deseado”, incluso “panfletos laudatorios de una España que se creía desaparecida”.-
Según los amigos del escritor, la primera reacción de éste fue de incredulidad, luego, a pesar de todo el apoyo de aquellos, cayó en profunda tristeza. Su florido rostro de buen pan trigo castellano, aunque parezca imposible, se ha resecado y dos mofletes le cuelgan flácidos como a un letrado chino en destierro hambriento. Parece que en los últimos tiempos nuestro autor se ha reanimado algo con nuevos proyectos literarios que, según mentideros bien informados, consistirían en una nueva colección en la que Pablo Llarena pisaría ámbitos no ollados hasta ahora, de tipo mágico-político. Los títulos previstos “La exhumación” y “La maldición de la momia” son suficientemente indicativos de por dónde van los tiros.-
Por otra parte nos llegan rumores sobre la intención del autor de insistir en el terreno internacional, a pesar del fracaso europeo. Analizado éste con profundidad, las conclusiones extraídas por el escritor y los suyos apuntan a la enemistad tradicional europea frente a la grandeza de España en cualquier lugar en que aparezca. Como esto es difícil, sino imposible, cambiarlo, han aconsejado a Don Pablo Juez que se concentre en el mercado brasileño y, sobretodo en USA, mucho más favorables en principio, y en especial por la especial situación política de ambos países. Eso sí, como le aclaró un amigo norteamericano, residente en Madrid, “Un lector medio de mi país no entendería la detención y entrega a los tribunales de unos terroristas como los Jordi. Asimismo le resultaría aburrido un exceso de disquisiciones narrativas en perjuicio de la acción. Por ello es necesario modificar los textos, con primacía del ritmo rápido y del disparo fácil, con luchas espectaculares que concluirían con los Jordi acribillados a balazos sobre el capó de los vehículos de la policía. Y no solo los Jordi, la batalla tendría que continuar en las trincheras del Parlamento y de la Generalidad, dependencia por dependencia, con los cuerpos ensangrentados de los políticos mafiosos y traidores, muertos pistola en mano y sin excluir una escena final con el más significativo de ellos precipitándose al vacío desde lo alto de un edificio, por el impacto de un disparo del comisario”. “La inserción” añadió a continuación de las escenas de lucha en la capital catalana, de un plano final con el bombardeo americano de la resistencia del califa del estado islámico, daría la puntilla y hasta el propio presidente Trump se interesaría, abriéndose así, con seguridad, las puertas de un fabuloso sueño americano”. Con tan hermosas perspectivas nuestro querido escritor ha recuperado el entusiasmo y también se le van redondeando de nuevo las mejillas, redondez feliz de cereal maduro, pero también lugar privilegiado y de fatal atracción para las bofetadas del destino.-