CRÍTICA. El libro “Artículos periodísticos (1930-1981). Álvaro Cunqueiro. Al pasar de los años.”
Bajo el título indicado acaba de aparecer una antología de textos literarios de Álvaro Cunqueiro publicados en diversos medios, fundamentalmente periódicos, semanarios y revistas durante medio siglo. El autor de la dicha antología es el periodista, ya acreditado cunqueiriano, Miguel González Somovilla, quien, con este tomo, completa los dos anteriores “Álvaro Cunqueiro. Obras literarias.” de la biblioteca Castro y cuyos textos fueron preparados por Xosé María Dobarro Paz.
Desde el punto de vista del libro como objeto, este volumen es realmente bello. No solo la calidad del papel y de la visibilidad del texto (características que comparte con las demás publicaciones de la biblioteca Castro). También el acierto en el breve álbum fotográfico que figura recogido y del que brota un perfume de vida muy atractivo para el lector. A los doscientos textos de Cunqueiro introduce un largo estudio del antólogo (más de setenta páginas), una cronología minuciosa y una bibliografía esencial. Las 722 páginas del libro finalizan con un breve epílogo del mismo Somovilla, una entrevista a Cunqueiro de Umbral y artículos de Cueto y Carantoña escritos con ocasión del fallecimiento e inhumación del escritor.
Con los tres volúmenes de la biblioteca Castro tiene a su alcance el principal destinatario de este tipo de colecciones, un lector no especialmente familiarizado con la obra del escritor de que se trate en cada caso, una visión completa y satisfactoria para asentar pareceres y preferencias. Y en el caso de que el entusiasmo se haya apoderado de él, la sólida base adquirida le permitirá conseguir ulteriores profundidades. Por ello, y recogiendo lo que escribe el propio Somovilla “los libros de la biblioteca Castro no son ediciones críticas y anotadas”, este tercer volumen, en unión de los dos anteriores, cumple con eficacia, e incluso con exceso, las necesidades del usuario apuntado de la biblioteca. Con lo cual cabría poner aquí punto final, saludar la aparición del libro y felicitar a Miguel Somovilla por su trabajo muy largo y generoso en esfuerzos. Piénsese que los textos “han sido editados a partir de los respectivos originales impresos, disponibles en distintas hemerotecas. Una vez localizados y escaneados… se han transcrito de nuevo y se ha cotejado el resultado con las publicaciones primitivas. En ningún caso hemos realizado reproducciones directas de otras antologías periodísticas ya existentes…”
Esta actividad del antólogo ha recaído no solo sobre textos ya publicados en libros sino que, fruto de la misma, ha sido la recuperación de un número significativo que permanecía, inédito en libro, en periódicos y fundamentalmente en revistas, como “Jano” y “Tribuna médica”. Sin embargo, es evidente que Somovilla ha querido realizar y ofrecernos mucho más que lo demandado por las características de la biblioteca de Castro a las que se adaptan los dos volúmenes anteriores de “obras literarias” (basta una ojeada a los mismos para ver la diferencia de ambición). No es ciertamente una edición crítica pero por el esfuerzo en la fijación del texto y la intervención en el mismo (estudio introductorio y agrupamiento temático) el presente volumen excede la pura divulgación. Es por ese plus por lo que no procede poner punto final a la reseña crítica y por lo que se revela necesario entrar en diálogo con el antólogo sobre unas importantes cuestiones que su trabajo suscita sobre la comprensión del texto cunqueiriano. Aparte la problemática ínsita en toda antología, “una aventura” según gusta de repetir Miguel Somovilla.
Procedamos ya al examen del volumen preparado por Miguel G. Somovilla. Primero. Fijación del texto. Sin que ello naturalmente sea una crítica, haber revisado a partir de los originales impresos disponibles en las hemerotecas, con una labor de transcripción y cotejo y sin reproducir directamente el texto de antologías existentes e, incluso, de ediciones críticas magníficas (como las de los textos de “La noche” y de “Sábado gráfico”) se me antoja un trabajo harto arduo y sin que de tal esfuerzo derive una utilidad evidente. Sobre todo para ediciones, como la biblioteca Castro, en definitiva de divulgación. En otras colecciones de divulgación, como los textos clásicos de editorial Gredos se sigue el texto fijado en una edición crítica, cotejado con otros, eso sí, acompañado de abundantes notas que se echan de menos aquí, si se tienen en cuenta las necesidades de un lector medianamente informado.
Y, además, este esfuerzo de fijación del texto, con relación a los artículos de las revistas “Jano” y “Tribuna médica” no excusa tal trabajo en futuras ediciones críticas de los mismos, que serán necesarias al no realizarse el estudio y recogida íntegra de los textos, como es lógico en una antología. Pero ello pone más de relieve el esfuerzo enorme de fijación de textos ya conocidos y que pudo aplicarse, por ejemplo, a la anotación de los singulares relatos.
“Toda antología es una aventura”. Sobre todo si el escritor es poco conocido pues puede determinar, más o menos largamente, la visión que se tenga del autor. Este riesgo no existe en el caso de Cunqueiro, bien conocido de los especialistas y de los lectores apasionados. Por ello, en este caso, la aventura, lo es para el antólogo que asume el riesgo de proporcionar una visión insuficiente de la creación antologizada. Con frecuencia, la antología revela el sesgo que imprime la profesión del antólogo e, infrecuentemente, la rica variedad que justifica la pluralidad de interpretaciones del autor concreto. En el caso de la presente antología me sorprende una primera ausencia, de los textos que constituyen la serie del “Imperio secreto” esparcidos aquí y allá, no muy numerosos (no llegan a las dos docenas, más si se incluyen otros que, sin ese título, entran en la gravitación de éste) pero que son fundamentales en la visión cunqueiriana del mundo. Ellos iluminan el pensar de Cunqueiro con luces otras que las del resto de su obra y ello, pienso, es una omisión relevante de la presente antología el hecho de que no figure ninguno. En cuanto a los demás textos recogidos (dejando aparte los de “Jano” y “Tribuna médica”, que figuran casi completos por ser la mayoría inéditos) es evidente que es riesgo y beneficio del antólogo su libertad de elección. Sí diré que, en mi opinión, predomina un punto de vista realista en la selección en perjuicio de aquellos que constituyen el texto paradisíaco cunqueiriano, es decir, en los que reina el albedrío de la imagen, en los que el tiempo desaparece transformado en un espacio en el que se yuxtaponen, épocas, culturas, personajes, cosas, sucesos, espacios que a su vez se enrolla o desenvuelve como un tapiz. Los artículos que podemos calificar de periodismo literario de Cunqueiro, tienen una presencia acusada, sobre todo en el primer apartado temático “En el principio fue el verso”, también en el apartado de “La ruta Jacobea”. No obstante su interés y permanencia indudables, no dan cuenta cabal del auténtico Cunqueiro y no muestran la continuidad de las obras mayores y los relatos breves. Diría que la cualidad de periodista del antólogo ha influido decisivamente. En mi opinión es preciso separar en lo publicado por Cunqueiro en medios, no sólo los poemas, como es obvio, sino también lo periodístico (por importante que sea y digno de recogida) de los textos literarios, cuya significación queda diluida, en caso contrario en la masa inmensa de “artículos de Cunqueiro”. De estos diremos más a continuación.
Alguna reserva me merece la articulación de la antología en apartados temáticos. La objeción no incide tanto en el número de los mismos (el mismo Somovilla señala que podrían ser más o que un texto concreto puede plantear problemas de encaje) como en el principio mismo de articulación temática. Es claro que una edición crítica tiene que ser cronológica (sin perjuicio, quizá, de eventuales índices temáticos complementarios, de alcance variable según la índole de los textos recogidos). En el caso de Cunqueiro, ideal sería (pero casi imposible por razones obvias) realizar sobre la base de las ediciones crítico-cronológicas particulares, una edición que articulara cronológicamente la totalidad de los “artículos” cunqueirianos.
Pero también en una antología como la que comentamos la agrupación temática tiene sus riesgos, fundamentalmente el de no ser fiel al movimiento creativo del escritor y muy especialmente en el caso de Cunqueiro.
En Cunqueiro hay indiferencia (como en Lezama) a la distinción entre texto breve (artículo en sentido formal) y libro. Su diana es el relato breve. También en poesía lo primero es el poema, aislado o formando una serie. El libro es artificial en la poesía cunqueiriana, siempre debido a un impulso externo, y lo es también en parte de su prosa, atravesada siempre por lo que podríamos llamar “el descanso del camellero”, el placer de contar, rodeado de amigos o compañeros, lo que implica el acento en la brevedad de la narración y explica las escenas teatrales que entreveran sus obras. Por otro lado, sus textos en periódicos o revistas muestran relaciones con sus poemas, también publicados en medios, relación en primer lugar cronológica que se explica porque sus preocupaciones o entusiasmos de cada momento, reflejados en su prosa, exigen con frecuencia el poema, la destilación poética para la satisfacción de su expresión.
Creo que una parte esencial de los textos aparecidos en medios periódicos constituyen un inmenso diario (y a esa voluntad de diario aludió alguna vez Cunqueiro) que como tal no puede ser falseado por agrupaciones temáticas que no solo interrumpen sino ocultan el caudal vivo del diario ver y experimentar el mundo. Aparte de invisibilizar la mencionada correspondencia con la sucesión de los poemas. Las agrupaciones temáticas constituyen una suerte de libros artificiales no queridos por el autor que dependen del capricho del antólogo de turno y que cortan el cordón umbilical que une a todos los componentes de ese diario. Por ello, incluso en una obra de divulgación el principio cronológico es exigible, sin perjuicio en su caso de un índice temático. Principio cronológico al servicio de lo esencial, el mostrar el fluir de ese diario, el cunqueiriano, lo que elimina de la escolma o antología todo lo que no lo integre. Mientras la agrupación temática oculta la fina cintura por la acumulación de anillos e invisibiliza el vuelo de la flecha, sustituido por cómodas y banales áreas de descanso para el lector perezoso. Digamos también que el carácter multitemático de los textos de Cunqueiro sobarda o desborda el apartado concreto, convertido en lecho de Procusto o, en el mejor de los casos, por la dictadura del tema, se oculta la polifonía del texto.
Tengo que reconocer que mi rechazo a los apartados temáticos sufre excepciones: en el caso de series, como la del Imperio Secreto, que expresan fundamentales concepciones cunqueirianas, es necesario un estudio particular de las mismas, articulado, eso sí, cronológicamente. Por otra parte, en el caso de la antología de Somovilla, por un lado se recogen artículos, como los que integran la “Ruta Jacobea” claramente de periodismo literario y que constituyen una unidad por lo cual esa agrupación parece justificada (teniendo en cuenta, además, que cada texto figura con su fecha). Por otro, si recordamos lo dicho antes, sobre el predominio de artículos realistas, del género de periodismo literario, sobre los puramente literarios que llamo textos paradisíacos o literatura del paraíso en los que palpita la voluntad de diario, y donde vemos el fluir de la creación cunqueiriana, en el libro comentado, el riesgo de una mala comprensión o de una comprensión insuficiente de Cunqueiro se aminora grandemente. En fin, habría que estudiar caso por caso.
Pero en general, una antología temática, además del riesgo de infidelidad al autor, ofrece, se quiera o no, una oferta literaria, un buscador de citas, no en vano es la fórmula preferida por editoriales que rechazan, por no comercial, el criterio cronológico (experiencia por la que he pasado).
Otra observación en relación con la presente antología y el carácter de los textos cunqueirianos en medios, es su presentación y calificación como “artículos periodísticos” lo que resulta ya del título de la antología. Relacionada con esta cuestión surge otra, menor sin duda, pero que adquiere interés en virtud de un falso silogismo, es la de si Cunqueiro fue periodista: el silogismo: Cunqueiro fue periodista. Una parte de su obra aparece en periódicos en forma de artículos. Luego Cunqueiro escribió artículos periodísticos (por mucho que se emplee el sintagma “periodismo literario”). Se consuma así una apropiación desde el ámbito del periodismo y un tratamiento periodístico por profesionales del periodismo. Vayamos por partes.
Las fórmulas ecuativas “X es Z” de nuestras lenguas inducen a equívoco, confunden, diríamos, la profesión o el trabajo con la vocación o el destino. En las lenguas eslavas por ejemplo no se dice “fulano fue X” sino “fulano devino o resultó en…” (caso instrumental). En español o en gallego mejor diríamos en los casos de diferenciación entre trabajo y vocación “fulano trabajó como… pero fue X (v.g., escritor)”.
Sin duda hay la noble vocación del periodismo y entonces es legítimo decir “X fue o es periodista”. Siempre es magnífico que coincidan profesión o trabajo y vocación. Pero la no coincidencia del trabajo y de la vocación puede implicar un drama para esa última. En el caso de Cunqueiro trabajó como periodista (con o sin carné) y los periodistas pueden juzgar la idoneidad de su trabajo. Pero su vocación o destino fue ser poeta. El trabajar “como” no afecta al ser. Y no hay desprecio alguno a ese “como” si no un simple no confundir cosas radicalmente diferentes. La evidencia no necesita más explicaciones. En cuanto a los llamados artículos de Cunqueiro. Es obvio que Cunqueiro escribió numerosos artículos periodísticos. Unos, los menos, de compromiso o puramente coyunturales. Otros, los más de valor permanente. Pero sin considerar tanto el número como la significación, la masa nuclear de esos textos, lo que llamé el diario de Cunqueiro es pura literatura y calificarlos de periodísticos supone ocultar la radical originalidad del proyecto de Cunqueiro. No hay que confundir el vehículo formal (el periódico o la revista) con el contenido (un poema, una novela publicada periódicamente, los textos literarios de Cunqueiro). No hay que preocuparse aquí de la distinción en cada caso de “periodismo literario” y literatura. La realidad de la distinción es evidente. Ignorarla en el caso de Cunqueiro es traicionarlo. Es obvio que Cunqueiro escribió y fue también un maestro en el género de lo que se suele llamar “periodismo literario”, nombre quizá no muy afortunado (otros serían preferibles, ensayo, crónica, textos breves literarios, también de otras disciplinas). Pienso que solo una parte de lo publicado en medios tiene carácter puramente periodístico, calificativo reservable para la mayor parte del trabajo de los profesionales de la información, en su actuación como tales y que en los demás casos se trata de ensayos, crónicas, retratos cuyo valor literario puede ser permanente, o lo más frecuente, digno de caer en el olvido.
La antología comentada insiste en el calificativo periodístico: desde el propio título en adelante “el articulismo como una de sus actividades profesionales más genuinas”, “incansable escritura periodística”, “obra periodística”, “articulismo cunqueiriano”, “periodismo literario”, “colaboraciones periodísticas”, “universo periodístico cunqueiriano”, “despedida periodística”, “vida periodística de Cunqueiro”…
Quede claro que al negar el calificativo de periodístico a una gran parte de los textos cunqueirianos publicados en periódicos no se trata de menospreciar la escritura periodística ni, incluso, negarle su carácter, en los mejores casos, de género literario. Pienso, v.g., en la columna de Umbral y otras muchas, que merecen perdurar y ser recogidas en libro. Pero gran parte de los textos cunqueirianos son otra cosa, literatura, sin más. Lo dijo cunqueiro “transformo la urgencia en literatura”. Y hay que atender a su afirmación de la “incompatibilidad de periodismo y literatura” en el sentido de que un ejercicio profesional, como tal absorbente es un claro obstáculo a la obra de creación. Pero también hay que tener claro que la utilización del vehículo del periódico por la literatura cunqueiriana no transforma a la parte más significativa de la misma en columna umbraliana de periodismo literario, por muy alta que sea la estima que éste nos merezca. Como no transforma en periodismo literario la obra de escritores publicada fragmentariamente en periódicos o revistas. En el caso de Cunqueiro cabe añadir, además, que la perfecta adecuación del texto cunqueiriano a las exigencias de espacio del medio favorece la asimilación por el calificativo de “artículo periodístico” que lleva después a la de “periodismo literario” y que es válida solamente para una parte del conjunto. Pero esta confusión olvida la razón de la adecuación. La metáfora, que crea el texto paradisíaco cunqueiriano, hace surgir la imagen “con su resistencia de piedra y transparencia de agua”, lo propio de la imagen es la brevedad de la llama. No podemos vestirla ni adornarla, lo escribió para siempre Juan Ramón verbo de la rosa.
Por lo que respecta a otros aspectos de la antología comentada, hay que destacar la excelencia de la cronología y del largo texto introductorio en unión del breve epílogo que expone, actualizado y equilibrado, el saber tópico sobre Cunqueiro, tópico en el sentido de estado actual de la cuestión, sobre múltiples aspectos de su vida y obra, no sin aportaciones y enfoques propios. También es de destacar la ponderación de los criterios de edición.
En definitiva, la presente antología, no solo constituye formalmente, como ya dijimos, un hermoso objeto cultural que deja sin fundamento la ambición de dominio del libro electrónico y manifiesta, testigo irrefutable, el alcance de la pérdida si desapareciere el libro clásico. Cumple también, y con exceso, con las finalidades pretendidas por la biblioteca Castro. Recoge, además, un número significativo de “artículos” inéditos, cuyo texto queda fijado y que serán base utilísima para una futura edición crítica de los mismos. Por sus características, que comentamos, esta antología, que es mucho más que una antología, se convertirá en instrumento de uso frecuente, no solo de todo tipo de lectores, sino de los especialistas en Cunqueiro cuyo trabajo facilita extraordinariamente. En fin, en cierto sentido, la presente antología se alza como la última antología cunqueiriana posible o necesaria. Corona el ya largo proceso antologizador de la obra cunqueiriana y al mismo tiempo lo clausura. A partir de ahora, y sobre la base del anterior se abre otro proceso, el del estudio del proyecto literario cunqueiriano: el estudio del mundo de Cunqueiro, su proyecto utópico y el de su texto como espacio de realización del mismo.