Enero,8

Tiempo de discursos y oraciones

Estos días de Nadal ofrecen el florilegio de palabras pronunciadas por autoridades civiles y religiosas y, en primer lugar, el tradicional dicurso del jefe del estado que, desde la época de Franco, el refundador de la monarquía borbónica, pasando por el hoy rey emérito, hasta el actual titular (y posiblemente el ultimo), se introduce en la paz de nuestros hogares, humilde pero implacablemente, disculpándose, pero sin propósito de enmienda. Así, en este 2019, ya casi reducido a memoria, apareció el rey a la hora prevista, comodamente instalado en un salón de burgués acomodado de su residencia, vestido de ministro o de alto ejecutivo, en una atmósfera de melancolía que envolvía su honesta mediocridad.

Fueron 10 minutos de buenos deseos y de perspectivas optimistas, pero tan generales y ajenas a un contexto que las enraizase, en tan alto vuelo que alejaba los problemas a una dimensión de puntos que sus palabras podrían ser de aplicación en cualquier parte.

Y cuando expresó su preocupación por Cataluña, solo fueron tres palabras, Cataluña como preocupación. Y cuando mencionó las desiguladades de nuestra sociedad y las dificulatades económicas de muchos conciudadanos, tranquilizó a éstos, asegurándoles que la casa real compartía emocionadamente sus angustias. Por supuesto que ir más allá, un gesto como el del Papa de “las sandalias del pescador” era impensable, hasta el último euro es necesario para el merecido y opaco viaje de vacaciones de fin de año de la familia real.

Creo que ese aire de melancolía que mencioné y con el que comenzó y terminó sus palabras se debe a que el “príncipe major preparado de nuestra historia” es consciente de la esterilidad de sus palabras y del triste papel que desempeña. No me cabe duda alguna de que si en vez de comunicar, abatido, su optimismo, nos hubiera transmitido el pésame por las injusticias de nuestra sociedad, nadie hubiera advertido la diferencia. Ni aunque se quejase como Boabdil de las voluntades de expulsarlo de su Alhambra madrileña.

Pero lo peor comienza al siguiente día cuando los politicos y medios que entienden el constitucionalismo como vasallaje, se inclinan sobre el discurso real, como hábiles cirujanos lo abren en canal, lo trocean, lo someten a lentes microscópicas y los fragmentos obtenidos los proyectan en asociaciones cósmicas. Un esfuerzo ingente en glosar el conjunto vacío, atribuyéndole significados trascendentes para nuestra democracia. Se aprovecha la pobreza en noticias políticas de estos días de navidad para rellenar con las palabras reales los informativos de todas horas. Pero el fracaso es evidente. Nada se puede extraer de las palabras reales, no otra cosa que su mera repetición. En sus afanes recuerdan la fatiga de una loba esforzándose en obtener de un anciano una semilla imposible. Y así año tras año.

Y en el horizonte aparece ya la imagen de la infanta Leonor repitiendo las mismas palabras que su padre, mejoradas por una agradable sonrisa y sin el lastre de la tristeza, como corresponde a las locas ilusiones de la juventud.

En nuestra Galicia se conmemora en la catederal compostelana el 30 de Diciembre el traslado de los restos del Apóstol Santiago desde la costa palestina a la capital gallega. No seré yo quien niegue la audacia de esta imagen y la importancia de este transporte metafórico en la historia, nuestra y europea. Pero solo en la poética se vive la imagen como realidad, a la iglesia y a la política no les basta con imágenes que se encarnan, quieren banales realidades que se palpen, huesos reales (con AND fantástico), traslados históricos, milagros visibles. Entonces la razón pretexta una causa urgente y se ausenta y comienzan peticiones al apóstol a cargo de los obispos y delegados regios que, tropiezan con un muro de silencio milenario. Ultimamente, en el papel de delegado regio, se ha especializado el presidente de nuestro parlamento gallego quien representa a la casa real con dignidad y apostura en esta imposible tarea de dialogar con la ausencia.

Pero nuestro presidente este año lo embargan otras preocupaciones que las estrictamente apostólicas. Las previsiones electorales de las próximas elecciones autonómicas no se presentan muy favorable s para los intereses del PP gallego, que son los suyos. Es muy posible que un gobierno tripartito ocupe el puesto de la mayoría actual y la substituya en el gobierno. Cualquiera puede imaginar la pérdida de cargos y de chiringuitos, de graciosos empleos remunerados que ello supondrá para la congregación PP. Al propio presidente del parlamento alcanzará la catástrofe y, en el mejor de los casos, no será más que un obscuro diputado de la oposición, alejado de la visibilidad no solo de la mesa del parlamento sino también del brillo presbiterial que lo ilumina, convertido en uno más de la masa obscura de los fieles.

Por esta vez, según el resumen de los periódicos, no interpeló al apóstol, no por delicadeza, por tener consideración del cansancio tras el largo viaje de aquel. Al estar en juego su papel institucional, el peligro clareaba y agudizaba su olfato de politico ourensano. Comprendía que el apóstol en el mejor de los casos dormido, con ese sueño milenario de los santos, no iba a serle de gran ayuda en las elecciones. La conjura de la izquierda exigía otros remedios, como la petición enérgica al legislador de un blindaje del estado de bienestar, se entiende, de la clase política. Con voz dramática advirtió de los peligros de una repentina descarbonización, designación sutil de una pérdida masiva de empleos politicos por los miembros del PPG, avocados a una trágica emigración al país de la obscuridad que habitan precariamente las minorías. Le vino a la memoria la terrible aventura sufrida por un compañero de partido, director de deportes de la Xunta, que marchó, feliz y confiado a Madrid en el séquito de Rajoy para ocupar un puesto análogo de alcance nacional.En un día aciago lo perdió todo. De nuevo en Santiago fué reintregrado por vías de urgencia en su antiguo puesto dónde se recupera de la decepción sufrida. Pero si ahora llega el ocaso, también a este Finiesterre gallego, qué hará?. Y tragedias como ésta, ocurrirán por cientos, sinó por miles. Así pues insistió una y otra vez en dejar la situación atada y bien atada desde el punto de vista legislativo.

También tuvo muy presente al rey que lo designó su representante en la traslación. No puede dejar de pensar, lleno de satisfacción, en lo acertado del nombramiento. Quién, con mayor gallardía podría lleavar a cabo esta tarea? “Urbi et Orbi”  proclamó el firme compromiso jacobeo de la casa real . Ni el más avezado traductor sabe lo que eso significa, pero no importa, suena bien y la frase llegará a oidos de su majestad, a quién, sin duda, agradará porque a nada obliga. Y quién sabe, quizás algún día, a fuerza de ser delegado regio, se piense en él como jefe de la casa civil del rey, puesto que secretamente ambiciona desde años. Mayordomo de la casa real! Compartir el hogar de sus majestades! Qué coronación a su Carrera! Estar en disposición de aconsejar al borbón en tiempos tan difíciles para él y su familia, con la prudente experiencia adquirida en la insuperable cátedra de los Baltar. Para reforzar el efecto de su mensaje incluyó en lo del “firme compromiso jacobeo” a la dulce experanza y aún más dulce sonrisa de la princesa Leonor “nuestro honor” en sencillo y tierno pareado de fiel servidor.  Instalado ya en imagen en la Zarzuela, la politica gallega se le antojaba lejana e indiferente el resultado electoral. Al final sonreía abiertamente.

El señor arzobispo, por su parte, guerrero en un campo de batalla muy diferente, denostaba con energía “una secularidad cerrada que no abre sus ventanas al evangelio, prodigioso fármaco para la falta de sentido de la modernidad”. Concluyó reclamando una vuelta a la ciudad de dios con su faro de luz en la santa catedral que los albergaba. Sus palabras fueron como gotas de lluvia que, nada más caidas se evaporaron entre el calor de los fieles.

El único que calló, como siempre, fué el apóstol, reducido a polvo y a cenizas, pero al fin polvo y cenizas de buen gallego después de un milenio. Sensato y cazurro se removió indolentemente en su sartego.

“Señor, qué xentiña!” Ascendió su pensamiento inadvertido vestido de cánticos e incienso.

Concluida la ceremonia y todavía ilusionado por las perspectivas que se le abrían, nuestro buen presidente decidió regalarse con un manjar apropiado a la ocasión y escogió unas vieiras jacobes, de las santas y felices que se crían en la barba florida de su apellido.  

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