SEPTIEMBRE 21

Diada del once de septiembre.

            Un tratamiento mediático que trasluce el deseo de su fracaso. Los periódicos españoles destacan un nivel de asistencia inferior al de otros años del que infieren consecuencias negativas para el “procés” pero estamos en presencia de oscilaciones debidas a múltiples causas, entre ellas las diferencias tácticas y estratégicas en el camino hacia la república catalana y de las que no deriva nada significativo. En cualquier caso la cifra de asistentes ha sido enorme. Y que orgullo pertenecer a un pueblo que año tras año llena las calles y plazas de Barcelona, en defensa de sus derechos nacionales.-

            Lo decisivo son otras cosas, por ejemplo, el rápido aumento del voto independentista que llega a una situación de empate técnico con el voto llamado “constitucionalista”, aunque con mayoría absoluta de escaños en el parlamento, debida, como siempre en estos casos, al sistema electoral. La mayoría llega a ser aplastante si se suma a todos los partidarios del referendo, independentistas y no independentistas.-

            Este voto a favor de la independencia no puede más que crecer, cualesquiera que sean las diferencias sobre el ritmo, la uniteralidad del proceso…diferencias en gran medida dependientes de las oportunidades y dificultades de la coyuntura política. No habrá marcha atrás. Los logros alcanzados y los pasos recorridos son irreversibles: El desbordamiento de las instituciones del estado por la acción del movimiento independentista, su enfrentamiento a todos los poderes del estado, el rechazo a la monarquía borbónica, superada ya históricamente en Cataluña, la desconexión sentimental y práctica de gran parte del país con relación al estado español, sobre todo, el poderoso símbolo del referendo del uno de octubre y la proclamación de la república catalana. Todos estos acontecimientos son hitos en un proceso imparable, aunque hay que reconocer que en la hora de proclamación de la república, los dirigentes políticos nacionalistas no estuvieron a la altura del entusiasmo popular, como si les embargara un temor o sintiesen vértigo en el camino de ruptura con el estado, temor y vértigo claramente superados por la marcha del proceso.-

            Y que ceguera la de los que menosprecian esa “república inexistente” pues su existencia es de otro orden y constituye un eficaz polo reunificador de acciones y entusiasmos.-

            No sé si aún hay tiempo para una gran reforma constitucional que conduzca a una confederación ibérica que pueda articular diversos estados nacionales en pié de igualdad con el estado de la nación española y cuya capital no podría ser Madrid. Tampoco sé si esto satisfaría a las naciones del estado o si se detendría con ello la hemorragia hacia el voto independentista, pero la realización constitucional de ese proceso político parece más bien fruto del pensamiento poético si se tiene en cuenta la realidad política-española. El estado español es la articulación institucional de la mítica nación española, construida sobre una base castellanoandaluza pasada por el filtro del prisma madrileño y sus dirigentes son incapaces de comprender cosas como la plurinacionalidad, las diferencias de culturas y de lenguas en pie de igualdad y no como meras peculiaridades históricas nacionales, arroyos que desembocan en el construido mar único de la historia española. Basta recordar una expresión reciente del presidente Sánchez “mi proyecto para Cataluña es el mismo que para Extremadura”. Está claro el horizonte de su comprensión al no reconocer la existencia de las naciones catalana, vasca,…mucho menos el derecho a un estado propio. Y ni siquiera el tímido reconocimiento de la nación cultural supone progreso alguno, se identifica la cultura española oficial con la cultura de todos los españoles y se menosprecian las culturas “periféricas” a las que se presta una distraída y condescendiente atención. Cultura oficial, como ocurre en el plano político, sometida al reduccionismo madrileño. Y desde esa visión, exasperadamente centralista, se trata de arcaico y superado al nacionalismo de los otros en este momento europeo, lo que no se aplica al español. Y no hay argumentos y solo descalificaciones contra la justa pretensión de estar presentes en Europa, sin la intermediación de Madrid.-

            Es fácil augurar la inamovilidad de esta ceguera centralista radical y que, en consecuencia, va aumentar la conflictividad nacional en España paralelamente al aumento del voto independentista. Un factor decisivo para romper el actual equilibrio es la integración en las naciones catalana y vasca de los descendientes de la gran masa de emigrantes españoles, sin perjuicio de la afirmación irrenunciable de los idiomas propios en la enseñanza y en la administración. Esa integración se verá tremendamente facilitada por el reconocimiento del español como lengua materna de numerosos catalanes y vascos, al lado del catalán y del euskera y por ello como lengua de sus naciones y de sus luchas políticas. Un español que expresa y vehicula una cultura catalana y una cultura vasca, influido por los idiomas de substrato y adstrato, como el español de Méjico, de Argentina, de Perú…, netamente diferentes del castellano que será el idioma de España capital Madrid pero término odioso para un nacionalista si ambiciona designar a su español.-

            En fin, mientras en Madrid sigan viviendo su particular “el mundo según Garp” (en lugar de este sintagma póngase, si se quiere, la generalización de lo particular como definición de lo eterno español o una constitución mítica de un país inexistente), los procesos de construcción nacional se irán afirmando en el estado, bajo el ejemplo catalán y vasco y los resultados electorales arrojarán mayorías nacionalistas inmanejables por los Sánchez y Casados de turno. Que harán entonces, mandarán los tanques?.-

            Y que pasa con Galicia, como se aplica lo anterior a nuestra nación gallega? Nadie duda que somos una etnia antropológica y culturalmente muy diferente, quizás el pueblo más diferenciado entre los pueblos de España. Pero la articulación política de esa diferencia no se acaba de producir, la fuerza política nacionalista que históricamente ha liderado la lucha por el reconocimiento político de la nación gallega, con altibajos, se halla estancada en un nivel electoral que le niega toda decisividad. Cuáles son las causas, es necesario preguntarse del abismo entre esa máxima diferenciación cultural y la traducción política mínima, enana, de la misma?. Aparte luchas internas y fragmentación política, multiplicación de liderazgos que dificultan reagrupaciones mayoritarias en torno a determinados objetivos (todo lo cual forma parte del paisaje de la cultura gallega, de la idiosincrasia del gallego) en mi opinión, la causa fundamental de esa desarmonía es el problema de la lengua. Las fuerzas políticas nacionalistas y las organizaciones culturales que dirigen o influyen, utilizan exclusivamente el gallego e identifican la lucha política por Galicia con la lucha política por el reconocimiento y primacía del gallego y al español, con el castellano de la cultura opresora española. Identificación que arrebata toda legitimación al español en Galicia y conduce a la aspiración de una Galicia monolingüe en gallego. Omite la realidad del español como lengua materna de una mayoría de gallegos y no ve como la cultura gallega es vehiculada por dos lenguas, una de ellas, el español muy diferente del castellano de España y de los otros españoles del mundo a causa de las influencias fonéticas, léxicos, morfológicas y sintácticas del gallego, en definitiva, un instrumento idóneo escrito y hablado para la expresión de nuestro horizonte cultural gallego. En la narración literaria es ello evidente en Valle Inclán y en todos nuestros escritores posteriores que escribieron en español.-

            Se paraliza así a la hoy mayoría gallega de lengua materna española, incapacitada de avanzar hacia posiciones políticas nacionalistas al exigírsele una renuncia a su lengua materna, una renuncia a la que nadie está dispuesto por ser equivalente a la renuncia del propio ser. Nunca habrá una nación política gallega, nunca será hegemónico el nacionalismo gallego si excluye al español, si lo considera un adversario al que hay que combatir. Puede solicitar el nacionalismo todos los sacrificios salvo uno, la renuncia a la lengua de instalación en el mundo.-

            Y a la sombra del nacionalismo, la exclusión cultural del español se persigue en el ámbito de profesores y escritores monolingües en gallego, que con frecuencia desempeñan ambas tareas, y por las editoriales y medios a su servicio, no ya por idealismo político, sino por defensa de intereses particulares. Dándole la vuelta al dicho de Churchill “nunca tan pocos han causado tanto daño a Galicia”. Estoy convencido que si la actividad política nacionalista caminara sobre las dos lenguas maternas, su avance en Galicia sería inmediato y que llegaría a ser mayoritario con la incorporación generalizada de las clases medias de lengua española y la aparición de fuerzas políticas nacionalistas conservadoras, al lado de la izquierda nacionalista, desaparecido el obstáculo de la lengua.-

            Podemos imaginar lo que hubiera ocurrido en Irlanda si la lucha contra los ingleses la hubiera monopolizado el gaélico, con exclusión del inglés.-

            Una observación para finalizar: Con el tiempo se valorará cada vez más en Galicia la acción cultural, que fue también política, de las gentes, tolerantes y buenas, del grupo Galaxia, con sus realizaciones de valor permanente y que contrasta con la casi nula herencia que dejan los entonces jóvenes airados enfrentados a sus mayores. Nada importante ha destilado el paso de su tiempo y sobre todo, cuanto han impedido construir, al negar su esfuerzo y colaboración. Pero en las sectas del nacionalismo gallego de izquierdas y en sus aparatos y mundo circundante, el corazón de faraón está endurecido, como en Madrid. Y a pesar de todas las plagas bíblicas que les sobrevengan, creo que perecerán antes que reconocer sus errores, a su mítico “mundo según Garp”.-

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